Dinastía XXVIII de Egipto
La vigésimo
octava dinastía de Egipto generalmente se clasifica como la tercera
dinastía del período tardío del antiguo Egipto. La 28a
dinastía duró del 404 a. C. al 398 a. C. e incluye solo
un faraón, Amyrtaeus (Amenirdis), también conocido como Psamtik
V o Psammetichus V. Amyrtaeus fue probablemente el nieto del Amyrtaeus de Sais,
que se sabe que llevó un rebelión en 465–463 a. C. con el jefe
libio, Inarus (él mismo nieto de Psamik III), contra
el sátrapa Achaemenes de Achaemenid Egipto.
Ya en el
año 411 a. C., Amyrtaeus, un egipcio nativo, se rebeló contra Darío II,
el rey persa aqueménida y el último faraón de la 27a
dinastía. Amyrtaeus logró expulsar a los persas de Memphis en el 405 a. C.
con la ayuda de mercenarios cretenses, y en el 404 a. C., tras la muerte de
Darío, se proclamó faraón de Egipto. Aunque Artajerjes II, el sucesor
de Darío como Rey de Persia intentó dirigir una expedición para recuperar
Egipto, no pudo hacerlo debido a problemas políticos con su hermano, Ciro
el Joven. Esto permitió a Amyrtaeus solidificar el dominio egipcio sobre
Egipto.
Se sabe muy
poco sobre el reinado de Amyrtaeus. No se han encontrado monumentos de
esta dinastía.
En el año
398 a. C., Nefarud I derrocó y ejecutó a Amyrtaeus, terminando la 28a
dinastía y comenzando la 29a dinastía.
Nombre
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Comentarios
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Reinado
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Amirteo
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Venció a los
ocupantes persas de Egipto
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404–399 a. C.
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Amyrtaeus
Amyrtaeus (helenización del nombre egipcio original Amenirdisu)
de Sais es el único faraón de la vigésimo octava
dinastía de Egipto y se cree que está relacionado con la familia real de
la dinastía vigésimo sexta (664–525 a. C.). Terminó
la primera ocupación persa de Egipto (es decir, la vigésima séptima
dinastía: 525–404 a. C.) y reinó desde el 404 a. C. hasta el 399 a. C. La
exitosa insurrección de Amyrtaeus inauguró la última fase significativa de
independencia de Egipto bajo soberanos nativos, que duró aproximadamente 60
años hasta la Batalla de Pelusium en 343 a. C.
Fuentes e identidad
Sextus
Julius Africanus (Chronographiai) lo llama
"Amyrteos", mientras que Eusebio de Cesarea (Chronicon)
lo llama "Amirtaios", ambos registran que reinó durante 6
años. Un antiguo texto profético egipcio,
la Crónica demótica (siglo III / II a.C), establece:
El primer gobernante que vino después de los extranjeros
que son los medos [persas] fue el faraón Amenirdais [Amyrtaios].
- de la crónica demótica
Amirteo fue
probablemente el nieto del Amirteo de Sais, que con el de
Libia jefe, Inaro (él mismo un nieto del faraón Psamético
III), encabezó una rebelión entre 465 a.C y 463 a.C contra
el sátrapa de Artajerjes I. Es conocido
por las fuentes arameas y griegas antiguas, y se
menciona en la Crónica demótica. Un "gobernante prácticamente
desconocido", no se sabe que haya dejado ningún monumento, y su
nombre en egipcio solo se reconstruye a partir
de avisos demóticos: no jeroglíficos. Se ha encontrado
la escritura de sus nombres.
Reinado
Antes
de asumir el trono de Egipto, Amyrtaeus se había rebelado contra el rey
persa Darío II (423–404 a. C.) ya en el 411 a. C., liderando una
acción guerrillera en el delta occidental
del Nilo alrededor de su ciudad natal de Sais.
Después de
la muerte de Darius, Amyrtaeus se declaró rey en 404 a.C. Según Isócrates, Artajerjes
II reunió un ejército en Fenicia bajo el mando
de Abrocomas para retomar Egipto poco después de llegar al trono
persa, pero los problemas políticos con su hermano Ciro el
Joven impidieron que esto ocurriera, permitiendo a
los egipcios el tiempo suficiente para deshacerse del dominio
aqueménida. Mientras que el gobierno de Amyrtaeus en el Delta occidental
se estableció en el 404 a. C., Artajerjes II continuó siendo reconocido
como rey en Elefantina hasta el 401 a. C., pero los papiros
arameos del sitio se refieren al Año 5 del año de Regina de Amyrtaeus en
septiembre de 400 a. C. Los papiros de Elefantina también demuestran que
entre el 404 y el 400 a. C. (o incluso el 398 a. C.) el Alto Egipto permaneció
bajo control persa, mientras que las fuerzas de Amyrtaeus dominaron el Delta.
Androsphinx del faraón Nepherites
I. Louvre, París.
En el siglo
I a. C., el historiador griego Diodoro Siculus escribió en
su Bibliotheca histórica (XIV, 35.3–5) que un Rey llamado Psamtik,
que parece estar identificado con Amyrtaeus, tal vez siendo "Psamtik" su nombre perdido de
regreso - asesinó al almirante griego Tamos que se había refugiado en
Egipto después de la derrota del rebelde Ciro. Si la información fuera
correcta, Amyrtaeus parecería haber actuado de esta manera para congraciarse
con Artajerjes II. Es probable que el rey Amyrtaeus haya concluido una
alianza con Esparta, lo que implica que Esparta proporcionó
ayuda militar a Egipto a cambio de grano.
Caída y muerte
Amyrtaeus
fue derrotado en batalla abierta por su sucesor, Nepherites
I de Mendes y ejecutado en Memphis, un evento que
el papiro arameo Brooklyn 13 implica que ocurrió en octubre
del 399 a. C. Nepherites I luego transfirió la capital a Mendes (Bajo
Egipto). No hay más información disponible sobre la regla de
Amyrtaeus, caída y muerte. Nepherites I reinó hasta 393 a. C., siendo
sucedido por su heredero designado, su hijo Hakor.
La
Independencia Egipcia (404-343 a.C.)
La mayor parte de la detallada evidencia
de la historia política y militar de este período proviene de fuentes griegas
lo que, inevitablemente, implica que reflejen los intereses de los observadores
y lectores clásicos. Estos nos pintan un convincente cuadro de un período
dominado por dos hechos recurrentes: la inestabilidad en casa, y un
omnipresente espectro del agresivo poder persa allende los mares. El turbio
panorama de la lucha entre aspirantes al Trono entre familias - dentro y
fuera de ellas - surge con cruda claridad en el caso de las dinastías XXIX
y XXX.
En la turbulenta historia de
estas familias, nos vemos confrontados con una situación propia
de etapas anteriores de la historia egipcia, pero que con toda
certeza les hacía estar al acecho tras el espejismo ideológico que se deja
ver en la evidencia de las inscripciones faraónicas. Los
comentaristas clásicos, desde una perspectiva diferente, revelan sin
recato, la compleja interacción de la ambición personal sin
límites - ya fuese por lealtad o por factores ideológicos - por
la que ambiciosas figuras políticas aprovechaban cualquier oportunidad de
promocionarse producto de intereses personales de la clase militar egipcia
autóctona, de los mandos de los mercenarios y, no tan obviamente, del
sacerdocio egipcio.
En cuanto a la Dinastía XXIX, nuestra
evidencia está lejos de ser completa, pero demuestra, de forma inequívoca, que
casi la totalidad de los gobernantes tuvieron un reinado corto, y sugiere que
todos ellos, con la excepción de Hakor (393-380ª.C.), habrían sido destituidos
o, a veces, sufrido algo peor. Las fuentes clásicas son particularmente
reveladoras en cuanto a la siguiente dinastía. Su fundador, Nectanebo I
(380-362 a.C.), un general, al parecer procedente de una familia de
militares, casi con certeza llegó al trono como resultado de un golpe militar,
y no debería tildarse de maliciosa la sospecha de que este
hecho le indujese a nombrar a su sucesor Teos (362-360
a.C.) corregente antes de su muerte, reforzando así la posibilidad de que
la sucesión familiar se llevase a cabo sin traumas.
En última instancia, esto no les
llevaría a nada, ya que Teos sería depuesto en circunstancias de las que
disponemos de información gráfica. Y así es que no hay nada que nos haga
apreciar mejor el sabor de las políticas de este período que la versión de
Plutarco de estos eventos:
"Entonces, habiéndose unido a Tachos
[i.e. Teos], que estaba enfrascado en los preparativos para su campaña
contra Persia, a él [Agesilaus] no se le nombró comandante de todo el ejército,
como había esperado, sino que sólo se le dio el mando de los mercenarios,
mientras que a Chabrias, el ateniense, se le dio el mando completo de la
flota; y el Comandante en Jefe sería el propio Tachos. Esta fue la primera
cosa que contrarió a Agesilaus; así que, aunque consciente de que la arrogancia
del príncipe y sus fallidas aspiraciones personales eran píldoras duras de
tragar, se vio forzado a hacerlo. Incluso zarpó con él para luchar contra los
fenicios y, dejando a un lado su sentido de la dignidad y sus instintos
naturales, mostró deferencia y subordinación hasta que encontró su oportunidad.
Pues el primo de Tachos, Nectanabis [i.e. el futuro Nectanabis II] que mandaba
parte de las tropas, se rebeló y, habiendo sido proclamado ya rey por los
egipcios, y enviado a Agesilaus suplicándole ayuda, apeló de igual manera
a Chabrias, ofreciendo a ambos grandes recompensas. Tachos pronto se enteró de
lo ocurrido y les rogó que le apoyasen, después de lo cual Chabrias intentó,
mediante persuasión y exhortación, mantener a Agesilaus en buenas relaciones
con Techos... Los espartanos enviaron un despacho secreto a Agesilaus
ordenándole que se asegurase de que él había hecho lo mejor para los intereses
de Esparta, por tanto Agesilaus cogió a sus mercenarios y transfirió su lealtad
a Nectanabis... Tachos, abandonado por sus mercenarios, se dio a la fuga, pero
mientras tanto otro pretendiente se alzó contra Nectanabis en la provincia de
Mendes, y fue proclamado rey (Plutarco, "Vida de Agesilaus", 36-9).
La evidencia egipcia lejos de ser copiosa, nos proporciona, sin embargo, intrigantes revelaciones de la auto-percepción de estos últimos gobernantes nativos. Si consideramos las titulaturas de los soberanos de la Dinastía XXIX, nos encontramos con que Nepherites I lleva un nombre de Horus prestado de Psamtek I; un nombre de Horus Dorado tomado de Ahmose II; mientras Hakor usa los nombres de Horus y el nebty de Psamtek I y el nombre de Horus Dorado de Ahmose II. Estos fenómenos demuestran de forma inequívoca que ambos faraones estaban decididos a que se les asociase con los grandes gobernantes de la Dinastía XXVI, la más reciente “Edad de Oro” de la historia de Egipto.
La evidencia egipcia lejos de ser copiosa, nos proporciona, sin embargo, intrigantes revelaciones de la auto-percepción de estos últimos gobernantes nativos. Si consideramos las titulaturas de los soberanos de la Dinastía XXIX, nos encontramos con que Nepherites I lleva un nombre de Horus prestado de Psamtek I; un nombre de Horus Dorado tomado de Ahmose II; mientras Hakor usa los nombres de Horus y el nebty de Psamtek I y el nombre de Horus Dorado de Ahmose II. Estos fenómenos demuestran de forma inequívoca que ambos faraones estaban decididos a que se les asociase con los grandes gobernantes de la Dinastía XXVI, la más reciente “Edad de Oro” de la historia de Egipto.
El servicio a los dioses es también una
característica recurrente: Nepherites I ha dejado pruebas de su trabajo en
Mendes, Saqqara, Akhmim, y Karnak (donde su hijo Psammuthis también estuvo
activo), y los trabajos de construcción se pueden identificar por todo el país.
En la Dinastía XXX, los esfuerzos fueron particularmente espectaculares:
Nectanebe I construyó en Damanhur, Sais, Philae, Karnak, Hermópolis (donde
levantó una significativa estela ante un de los pilonos de Ramsés II), y
Edfu, y tenemos evidencia de la participación personal de Nectanebo II en el
enterramiento de un Apis en Saqqara, como también de su rol en la elevación del
estatus de toro Buchis, de Armant, al de toro Apis, de Menfis; también hay
evidencia en inscripciones de actos de devoción a Isis de Behbeit el-Hagar para
quien inició la construcción de un enorme templo.
El desprecio de algunos eruditos modernos
con frecuencia les ha llevado a argumentar que tales actividades fueron, con
mucho, el resultado de una determinación de conservar el apoyo de los
sacerdotes, y probablemente haya algo de verdad en ello, pero sería una
equivocación negar que también hubiera un auténtico fervor religioso. La estela
de Hermópolis de Nectanebo I hace valer la recíproca relación tradicional entre
los dioses y el faraón: el rey hace ofrendas a Thoth y Nehmetawy a cambio del
apoyo que él cree haber recibido en conseguir el control del reino; el faraón
también hace valer la tradicional reivindicación de que su trabajo en el templo
se limitó a restaurar lo que él había encontrado en ruinas; en otras palabras,
él reafirma la vieja doctrina del rol cósmico del faraón.
En la estela de Neukratis, encontramos
al propio soberano atribuyendo su éxito a Neith, la gran diosa de
Sais (de nuevo una afinidad con la Dinastía XXVI), e insistiendo en que la
riqueza era un regalo de la diosa, y enfatizando que él sólo estaba preservando
lo que sus ancestros habían creado. No hay, con toda seguridad, ninguna razón
para argumentar que estos antiguos conceptos habrían perdido algo de su
fuerza para motivar a un soberano, o para negar la sinceridad de la gratitud
expresada en la reciprocidad de la beneficencia de los dioses.
Cuando pasamos a la política exterior, la consideración dominante es Persia, para la que la pérdida de Egipto nunca fue – y no podía ser de otro modo – un objetivo alcanzado. Afortunadamente para estos últimos faraones nativos, la preocupación por la presión persa tan cerca de casa, significaba que la recuperación de Egipto resultaba difícil para el Gran Rey al no poder dar a tan distante provincia la atención requerida hasta 374/3 a.C., cuando Artajerjes II (405-359 a.C.) se embarcó en el primer intento serio de recobrar el país. La postura egipcia ante la amenaza aqueménida oscilaba entre usar medios diplomáticos para mantener a raya a los persas, y recurrir a operaciones militares a gran escala.
Cuando pasamos a la política exterior, la consideración dominante es Persia, para la que la pérdida de Egipto nunca fue – y no podía ser de otro modo – un objetivo alcanzado. Afortunadamente para estos últimos faraones nativos, la preocupación por la presión persa tan cerca de casa, significaba que la recuperación de Egipto resultaba difícil para el Gran Rey al no poder dar a tan distante provincia la atención requerida hasta 374/3 a.C., cuando Artajerjes II (405-359 a.C.) se embarcó en el primer intento serio de recobrar el país. La postura egipcia ante la amenaza aqueménida oscilaba entre usar medios diplomáticos para mantener a raya a los persas, y recurrir a operaciones militares a gran escala.
Puesto que Egipto prefería el rol
generalizado de pagador, la intervención militar directa con unidades del
ejército y de la armada era poco frecuente, y sólo tuvo lugar cuando lo exigía
la necesidad, o la irresistible ambición. La facilidad con la que esta política
podía llevarse a cabo se explica por el hecho de que se reveló como parte de un
juego mucho mayor, puesto que toda esta actividad egipcia ocurría con la lucha
por su independencia de otras provincias occidentales del imperio aqueménida como telón
de fondo, y la antigua y larga rivalidad entre Esparta y Persia en su
afán por definir sus respectivas esferas de influencia en el Egeo, Asia Menor,
y el Mediterráneo Oriental.
Esto generó un recíproco juego letal
de movimiento y contra-movimiento en el que Egipto nunca tuvo dificultad en
encontrar un entusiástico respaldo. En efecto, su prominencia en estas
operaciones era tal que, incluso si los persas hubiesen estado dispuestos a no
remover viejos conflictos, no lo podrían haber hecho, ya que un Egipto
independiente siempre habría representado una amenaza para el equilibrio
estratégico del imperio occidental. Por tanto, no sorprende que Artajerjes III
(343-338 a.C.) organizase al menos tres grandes asaltos para recuperar esta
perdida, pero altamente peligrosa, provincia.
Nos consideramos afortunados por conocer
suficientemente bien la organización y el carácter de las operaciones militares
de estos sesenta años de confrontación. En aquellos tiempos, los recursos
militares egipcios consistían en tres elementos: En primer lugar, con cierta
frecuencia, nos tropezamos con mercenarios griegos debido a que los gobernantes
egipcios, por lo general, gozaban de la perspicaz percepción de la realidad,
marcada, entre otras cosas, por la firme convicción de que los intereses de
Egipto estaban mejor servidos mediante el pago a otros para que luchasen en su
nombre. De ahí que nos encontramos con Hakor reuniendo un gran contingente de
tropas a lo largo de 380 a.C., y con Teos utilizando a 10,000 mercenarios escogidos
en 360/361 a.C., mientras Nectanebo II se dice que disponía de 20,000 cuando
Artajerjes invadió el país en 343/342 a.C.
Estas tropas mostraron una clara
superioridad sobre el nativo machimoi (milicia) egipcio en la guerra
civil entre Nectanebo II y Teos, pero demostró ser ineficaz durante la exitosa
invasión persa de Egipto en 343/342 a.C. Además de estas tropas, se
habla en varias ocasiones, de grandes contingentes de machimoi.
Plutarco, en cierto momento las describe en términos despectivos como
“chusma de artesanos cuya inexperiencia les hacía merecedores de nada
excepto de desprecio”, pero que eran, desde luego, capaces de cualquier
acción militar. El historiador griego Diodoro comenta sobre la efectividad de
sus técnicas de guerrillas contra las fuerzas de Artajerjes en 374/373 a.C.,
mientras que en la guerra civil de 360 a.C., al principio actuaron de forma
aceptable contra Agesilaus y Nectanebo II, aunque finalmente serían superados
en estrategia y vencidos por sus oponentes griegos. En el lado negativo, aquel
conflicto claramente demuestra que su lealtad era imprevisible,
y estaban muy lejos de oponerse a representar el papel de personaje en
control de la nominación de puestos de autoridad, especialmente si la
recompensa prometida era sustanciosa.
El tercer ingrediente de los recursos militares egipcios era el de las fuerzas aliadas: el activo del almirante rebelde persa Glo (de hecho un egipcio) supuso un notable incremento de las fuerzas de Hakor en 380 a.C.; los espartanos eran aliados de Teos en 360/361 a.C., y enviaron 1.000 unidades de infantería pesada con Agesilaus a Egipto, aunque eventualmente cambiaría su apoyo a favor de Nectanebo; los fenicios aparecen como aliados de Nectanebo II; y Nectanebo se aprovechó de unos 20.000 libios en el mismo contexto. Las tropas que figuran en las fuentes griegas son generalmente de infantería, pero también se menciona la caballería, explícitamente en una ocasión.
El tercer ingrediente de los recursos militares egipcios era el de las fuerzas aliadas: el activo del almirante rebelde persa Glo (de hecho un egipcio) supuso un notable incremento de las fuerzas de Hakor en 380 a.C.; los espartanos eran aliados de Teos en 360/361 a.C., y enviaron 1.000 unidades de infantería pesada con Agesilaus a Egipto, aunque eventualmente cambiaría su apoyo a favor de Nectanebo; los fenicios aparecen como aliados de Nectanebo II; y Nectanebo se aprovechó de unos 20.000 libios en el mismo contexto. Las tropas que figuran en las fuentes griegas son generalmente de infantería, pero también se menciona la caballería, explícitamente en una ocasión.
Como cabría esperar, se dispone de
evidencia de una considerable habilidad egipcia en ingeniería militar para
explotar las posibilidades defensivas del terreno. A Nectanebo I se le describe
fortificando la costa y el nordeste del Delta de forma meticulosa en 374/373 a.
C. Todas las entradas por tierra y mar fueron bloqueadas: en cada una de
las siete bocas del rio había una ciudad con grandes torres y un puente de
madera que dominaba la entrada; Pelusium estaba rodeada de una fosa llena
de agua, con puntos de acceso fortificados que se bloqueaban mediante
malecones, y todos los accesos por tierra se inundaban de agua, mientras la
ciudad de Mendes (moderna Tell el-Ruba), situada en la zona del Delta del Nilo
junto a una de sus bocas, disponía de un muro que la cercaba, y de un fuerte en
su interior.
La pericia egipcia en esta área también se deja ver en sus operaciones contra Agesilaus y Nectanebo II en 360 a.C., y en las medidas tomadas por Nectanebo II para contrarrestar el asalto de Artajerjes III en 343/342 a.C. Con demasiada frecuencia, sin embargo, fue el alto mando del ejército egipcio que puso a prueba su tendón de Aquiles, convirtiendo los celos entre generales egipcios y extranjeros en detonantes. Mientras Hakor empleaba al ateniense Chabrias como general hacia 385 a.C. sin resultados adversos, sus arreglos poco diplomáticos en 360 a.C. no fueron tan felices, en cuanto que a Agesilaus sólo se le dio el mando de los griegos mientras Teos controlaba las tropas egipcias y, además, retuvo el mando total del ejército. Los errores marciales del faraón también pudieron ser críticos, y eventualmente Egipto perdió su libertad, y nuestras fuentes lo dejan claro, que el principal actor aquí fue la ineptitud y cobardía del propio Nectanebo II.
Estas confrontaciones militares no estaban
limitadas a operaciones por tierra. La actividad naval destaca prominentemente,
como de hecho tenía que ser ya que una de las técnicas de estrategia clásicas
utilizada por los persas era, cuando era posible, seguir paso a paso los
movimientos de sus tropas mediante movimientos de la flota a lo largo de su
flanco. El ejemplo más conocido que lo confirma es la invasión de Grecia
por Jerjes en 480 a.C., pero cualquier ataque a gran escala sobre Egipto
presentaba una perfecta oportunidad para dichas dos prolongadas operaciones.
Los egipcios, por lo tanto, necesitaban poder contrarrestar los movimientos de
la armada persa, así como los de las fuerzas procedentes del sur por
tierra.
Por otra parte, más allá de este contexto
específico, se debería recordar que la posesión de unidades navales efectivas
reforzaba, en gran medida, la movilidad estratégica y táctica de las fuerzas
egipcias en el teatro del Mediterráneo Oriental. Las flotas son, por lo tanto,
un frecuente motivo de comentario en nuestras fuentes: por ejemplo, en 400
a.C., nos topamos con un almirante rebelde persa de nombre Tamos (¡por supuesto
egipcio!) encontrando refugio en Egipto con su flota, que sería rápidamente
asesinado por un enigmático gobernante egipcio (con toda probabilidad
Amyrtaios) específicamente para apoderarse de sus activos navales, y en 361/360,
se prepara una gruesa flota junto al ejército para participar en una
revuelta general en las provincias occidentales del Imperio Persia.
La sofisticación técnica de estas fuerzas
era evidentemente alta. Cada vez que se mencionan los barcos de guerra egipcios,
se les llama trirremes: galeras de choque para la guerra propulsadas por tres
órdenes de remos sobrepuestos; el clásico barco de guerra de primera categoría
del mundo mediterráneo de la época. En 396 a.C., vemos como Nepherites envía a
Agesilaus de Esparta el equipo para 100 trirremes; parece claro que él tenía ya
más que suficiente en sus arsenales. Se cuenta que el chipriota rebelde
Evagoras, adquirió cincuenta trirremes de Hakor en 381 a.C.; y en 361-360 a.C.,
se nos dice que Teos preparó una flota de 200 de dichas embarcaciones que iban
muy bien equipadas.
Aunque las embarcaciones egipcias siempre
se describen como trirremes, debemos señalar que la flota persa reunida para
operaciones contra Egipto en 374 a.C. consistía en 300 trirremes y 200 triakontors
(pequeñas galeras para la guerra propulsadas por sólo una orden de remos de
quince hombres en cada lado), y la armada egipcia debería disponer de
estas ligeras unidades. El que los comandantes egipcios nativos pudiesen
alcanzar el rango de almirante en la armada persa es suficiente garantía de su
valía, pero la armada egipcia era capaz de reconocer el ingenio donde
lo hubiere, y Teos no había dudado en encomendar al soberbio almirante
ateniense Chabrias el mando de sus unidades en 361 a.C.
El restablecimiento del control persa en
Egipto, que se completó no más tarde de 341 a.C., fue acompañado por el saque
de templos y de una política de consolidación que se manifestó con la
demolición de las defensas de las principales ciudades y el establecimiento,
una vez más, de una administración provincial dotada de una plantilla
compuesta, en parte, por funcionarios egipcios locales, tales como
Somtutefnakht. Evidentemente la intención era repetir las disposiciones de la
ocupación previa, pero el resultado sería un régimen de recurrente virulencia e
incompetencia que pronto elevaría el nivel de descontento al punto de la
rebelión armada.
Y es seguramente aquí, quizás hacia
339/338, que el levantamiento del tan discutido Khababash debía situarse;
rebelión del tal éxito que, al menos, le dio el control parcial del país, y una
pretensión al cargo faraónico. En 333 a.C. hay igualmente una señal,
ejemplo de descontento, en el entusiasmo con el que la aparición del rebelde
macedonio Amyntas fue recibida en el país. Así que, no sorprende, pues, que
cuando Alejandro Magno invadió el país, a finales de 332 a.C., no tuviese
dificultad en poner fin rápidamente al odiado régimen persa.
La Cultura in Coninuum
Hasta este punto, nuestra exposición ha
estado dominada por las vicisitudes políticas, militares y económicas desde el
inicio del período saíta hasta la conquista macedónica. Aunque sería imposible
negar el vigor y la habilidad con que los egipcios se enfrentaron a estos
retos, nuestro análisis podría fácilmente dar la impresión de una nación sujeta
por generaciones a una considerable discontinuidad. Cuando, por otra parte,
fijamos nuestra mirada en los fenómenos culturales, surge una imagen muy
diferente. Las artes visuales son paradigmáticas. Mientras, por una parte, hacen
gala de una determinación de inspirarse en las tradiciones de los imperios
Antiguo, Medio y Nuevo, así como del Período kushita, muestran cualquier cosa
menos el árido arcaísmo del que con demasiada frecuencia todavía se les acusa.
Por el contrario, la afirmación de
continuidad con la vieja tradición va combinada con el ejercicio de una
considerable inventiva y originalidad, tanto en materiales como en iconografía,
que les llevó a producir algunas de las más extraordinarias esculturas de todo
el corpus faraónico. Para otras esferas de la actividad cultural, algunas veces
hay una desconcertante laguna en el material existente. Por ejemplo, no existen
textos literarios datados en este período. Por ello, el estricto análisis que
poseemos de dicha evidencia confirma que la sociedad y la civilización
egipcias, en conjunto, se caracterizaban por las mismas tendencias que las
artes visuales. Nosotros, de forma rutinaria, nos topamos con aspectos con los
que los estudiantes de períodos anteriores estarán totalmente familiarizados.
Los contextos mortuorios siguen revelando la inmensa importancia de los lazos familiares; a veces, de una forma muy particular: la tumba del visir Bakenrenef, en Saqqara, del reinado de Psamtek I, parece haber sido usada para el enterramiento de miembros de la familia durante la mayor parte de 300 años, y la tumba de Petosiris, en Tuna el-Gebel, contenía enterramientos de cinco generaciones de esta familia, abarcando desde la Dinastía XXX hasta adentrado el Período. Un epígrafe mortuorio apunta en la misma dirección: la inscripción de Khnumibra en el Wadi Hammamat muestra una comparable conciencia del linaje familiar en la Dinastía XXVII, con la pretensión de dar constancia de su genealogía durante más de veinte generaciones desde la Dinastía XIX, si bien hay que tener cierta cautela sobre la precisión histórica de este documento.
Los contextos mortuorios siguen revelando la inmensa importancia de los lazos familiares; a veces, de una forma muy particular: la tumba del visir Bakenrenef, en Saqqara, del reinado de Psamtek I, parece haber sido usada para el enterramiento de miembros de la familia durante la mayor parte de 300 años, y la tumba de Petosiris, en Tuna el-Gebel, contenía enterramientos de cinco generaciones de esta familia, abarcando desde la Dinastía XXX hasta adentrado el Período. Un epígrafe mortuorio apunta en la misma dirección: la inscripción de Khnumibra en el Wadi Hammamat muestra una comparable conciencia del linaje familiar en la Dinastía XXVII, con la pretensión de dar constancia de su genealogía durante más de veinte generaciones desde la Dinastía XIX, si bien hay que tener cierta cautela sobre la precisión histórica de este documento.
Todo este material también demuestra la
constante importancia de la continuidad de los cargos dentro de la misma
familia. La familia de Petosiris ocupó el cargo de Sumo Sacerdote de Thoth en
Hermópolis durante más de cinco generaciones, mientras que a los ancestros de
Khnumibra se les alega haber tenido algo parecido a un dominio completo de los
puestos de visir y supervisor de obras durante silos.
Las lealtades locales son, por lo menos,
incluso más intensas que añejas: Udjadorresnet insistía, al principio de la
Dinastía XXVII, en el excelente servicio que él había prestado a su ciudad
natal, mientras la inscripción de Somtutefnkht, del siglo cuarto, en el
templo de Harsaphes, en su ciudad natal de Heracleópolis Magna, indica que
dicho servicio fue transmutado en una devoción al dios local, una formulación
fácil y natural que era corriente en su momento. Dicha devoción por los dioses
locales tenía ya un paralelismo anterior, pero su prominencia en el Período
Tardío era muy marcada, dando origen, sin duda, a una fragmentación política
que era ya endémica después de la caída del Imperio Nuevo.
Un corolario de esta situación es la
marcada tendencia a convertir el principal núcleo de devoción personal en la
mayor deidad de la ciudad que, de esta forma, adquiere la omnipotencia y la
omnisciencia de los grandes dioses tradicionales del Panteón (N.B.
específicamente en las antiguas Grecia y Roma, un templo a todos los dioses).
Este fenómeno
generó, a su vez, una profunda sensación de la inminente divina presencia, lo
que, con toda probabilidad, constituyó un factor importante en el desarrollo de
los cultos a animales; una de las características más distintivas del Período
Tardío. La devoción a la inmediata presencia de esta deidad iba, naturalmente,
acompañada de una profunda convicción de la dependencia humana del favor
divino, que con frecuencia se ve expresada en la escultura mediante estatúas de
individuos sosteniendo y ofrendando imágenes de su dios local.
Las inscripciones biográficas además
revelan que los factores que llevan al éxito en la vida se percibían en
términos esencialmente tradicionales: el favor real todavía se consideraba como
prerrequisito del éxito; también se consideraba esencial llevar una vida basada
en el maat, el orden del Universo, tanto físico como moral, que emerge
con la creación del mundo y es definitivo; es decir, que no se puede
perfeccionar. Cómo vivir según el maat, se describe en la tumba de
Petosiris como “La Forma de Vivir”, y un estímulo frecuentemente mencionado
para seguir este sendero es la influencia divina que opera en el corazón de
cada individuo; en otras palabras, la fuente de su esencia moral.
Una vez más, con este concepto no es
difícil encontrar un paralelismo anterior (por ejemplo, el viejo concepto del netjer
imy.k, “el dios que hay en ti”), pero está mucho más sistemáticamente
desarrollado en los textos del Período Tardío. Seguir “La Forma de Vivir”
guiado por un dios, trajo éxito en el mundo; incluso más allá de la tumba,
donde todavía otra consagración te espera. El Día del Juicio en la Sala
de las Dos Verdades se creó para todos, y no hubo distinción entre ricos y
pobres. No obstante, esta profunda convicción de que la justicia finalmente
prevalecerá, no impidió la expresión de una filosofía carpe diem,
(locución latina que literalmente significa "aprovecha el día", o lo
que quiere decir: “aprovecha el momento, no lo malgastes”, lo que revela que
los egipcios habrían perdido poco de su amor a la vida, y no sorprende
encontrar la aparición de la protesta ocasional de lo injusto de una muerte
prematura que priva del disfrute de todo lo que una vida tiene que
ofrecer.
Aquí, de nuevo,
no obstante, no nos confrontamos con una completa innovación, ya que la
fragilidad de la certeza egipcia acerca de una vida después de la muerte se ve
elocuentemente expresada en textos antiguos, tales como “La Canción del
Arpista Ciego” y el Capítulo 175 del “Libro de los Muertos”. En
cuanto a los principios del culto mortuorio, permanecieron de igual forma en el
Período Tardío, si bien no tan elaborados en la práctica, y las viejas
convicciones, tales como los beneficios derivados de la recitación de fórmulas
y el ejercicio de rituales funerarios, conservaron mucha de su fuerza.
El concepto de los prerrequisitos de la
vida después de la muerte presentaba una imagen de alguna forma contradictoria,
pero, de nuevo, era una cuestión de trabajar con ellos y perfeccionar viejas
ideas. De nuevo hicieron mucho esfuerzo, aquellos que podían hacerlo, en la
construcción de tumbas, algunas de las cuales son espectaculares muestras de
alardes sorprendentes. El complejo mortuorio de Mentuemhat, en Tebas, es el más
impresionante emplazamiento no real en esa zona, o en cualquier otra, y muchos
de los visires del Imperio Nuevo habrían envidiado la tumba construida para
Bakenrenef que domina el valle desde la escarpa este, en Saqqara. El Período
Saíta destaca por su particular ingenio en la construcción de unas
tumbas antirrobos que se rellenaban de arena compactada después del entierro, y
que cumplían con precisión el efecto deseado, pero los ajuares dejaron de ser
tan cuantiosos o tan ricos como habían sido en el Imperio Nuevo, si bien las
máscaras de oro o plata dorada, y las joyas, podían aún encontrarse
enterradas con el finado. Esta escasez de objetos funerarios significa
que las tumbas eran pequeñas; con frecuencia poco mayor que los propios
sarcófagos.
En lo referente a enterramientos de un estatus
medio, se está mejor informado de este período que de otros; Saqqara, en
particular, donde las excavaciones han revelado cuerpos con escasa o ninguna
momificación enterrados en los ataúdes más pobres, con frecuencia no más
elaborados que las esterillas de hoja de palma, y depositados en fosas en la
arena, distinguibles en la superficie del terreno, si se daba el caso, por
medio de un sencillo poste indicador como guía a las modestas intenciones de
cualquier familiar ansioso de llevar a cabo cualquier servicio mínimo para el
fallecido que pudiese costear. Todo esto es más que suficiente, con las
indicaciones de períodos anteriores, para probar que también a este nivel
el Período Tardío seguía su curso por los viejos cauces.
Estas inscripciones biográficas revelan
además otro cambio de actitud frente a la clara disminución de la distancia que
separaba al faraón de sus súbditos, y esto se refleja en la facilidad con que
las personas no reales podían tener acceso a la antigua literatura funeraria
real: en varias tumbas saítas de Saqqara (incluyendo las del visir Bakenrenef,
el comandante de la armada real, Tjanenhebu, y el físico, Psamtek), se
utilizaron “Los Textos de la Pirámides”, y los ataúdes del siglo cuarto
también son ejemplos de esta evolución. La tumba de Petosiris muestra un
fenómeno paralelo en el que el propio Petosiris, en un punto de su inscripción
biográfica, reivindica para sí haber realizado el antiguo ritual real de
fundación de “estirar la cuerda” (tercera de las once etapas que componen
el “Ritual de la Fundación”).
Sin embargo, en todo esto, de nuevo no nos
enfrentamos a algo totalmente nuevo, dado que la Dinastía XII, por ejemplo, ya
nos da una amplia demostración de complacencia en ceder la humanidad del
supuesto Rey-Dios. Es muy fácil ignorar el hecho de que en cada período de la
historia de Egipto, la relación entre la ideología de la realeza y
las acciones prácticas de la vida quedaría finalmente definida por la
experiencia histórica, y el acortamiento de los espacios que distancian a estas
últimas fuentes, no son sino las realidades de la distribución de poder en el
Período Tardío.
Y para concluir: los tres siglos que
preceden a la invasión de Egipto por Alejandro Magno (332-323 a.C.) fueron
siglos carentes de logros dignos de destacar. Si bien el país estuvo dos
veces bajo el dominio persa, aún así consiguió mantener su independencia
durante largos períodos de tiempo frente a enemigos poderosos, y supuso un
importante impacto en el curso de la interminable lucha en el
Cercano Oriente, así como en asegurar sus intereses en el Alto Nilo. En el
Período saíta, varios factores interactuaron para crear la base del éxito. En
primer lugar, apareció una familia de gobernantes que eran aceptables
tanto ideológicamente, como espabilados políticamente, y militarmente,
extremadamente astutos.
Sin embargo, los saítas fueron también muy
afortunados en que para la mayoría de las dinastías, las dinámicas del
imperialismo en el Cercano Oriente jugaron mucho a su favor. Los imperios se
extienden siempre y cuando sus estructuras institucionales y la voluntad de sus
líderes puedan soportar tal expansión. Cuando los asiáticos orientales y los
caldeos intentaron incorporar a Egipto a sus imperios, ambos estaban operando
fuera de los límites de su capacidad. Incluso un ligero deterioro dentro de su
territorio significaba, de forma inevitable, una disminución de los recursos
que se volvería contra Egipto, hasta el punto de que una acción efectiva y un
control llegaron a ser imposibles. Así es que no sorprende, pues, que el
mandato asirio fuese intermitente y muy discreto, mientras que los caldeos todo
lo que pudieron conseguir sería la amenaza, la invasión y la retirada.
El peligro que planteaban los persas era
de un tipo diferente, puesto que ellos poseían mucho mayores activos en riqueza
y recursos humanos, e, inicialmente, un ímpetu de conquista mucho más poderoso
procedente en última instancia de Ciro. Por muy capaz que un faraón pudiera
ser, si los persas operaban en el pico de su potencial, la tierra de Egipto
tenía que caer. Por otra parte, las leyes de la gran estrategia eran las mismas
para los persas que para sus predecesores, y la marginal posición geográfica de
Egipto en relación al imperio de Achaemenid significaba que sería
inevitablemente difícil mantener un control permanente, y que el potencial para
una revuelta con éxito estaría siempre allí.
Con este trasfondo, el panorama que nos
presentaban los siglos quinto y cuarto a.C. de oscilación entre rebelión,
independencia y ocupación, de repente se vuelve inteligible. A pesar de todo,
ninguno de estos furibundos esfuerzos llega a disminuir la vitalidad de la vida
cultural egipcia. Cierto es que sufrimos profundamente la pérdida del arte, de
la arquitectura, y de los textos literarios de estos años, pero han sobrevivido
más que suficiente para revelarnos una sociedad que era poderosamente consciente
de su pasado, a la vez que exploraba nuevos caminos o, al menos, insistía en
encontrar sus propias muestras de énfasis cultural. Dondequiera que miremos,
nos enfrentamos a una poderosa corriente de continuidad, unida a una dinámica
vital y evolucionista que proporciona el claro sustento para, y explicación de,
los considerables logros de la era de los ptolomeos que sigue.
XXIX Dinastía
La Vigésimo
Novena Dinastía de Egipto (conocida como Dinastía XXIX,
alternativamente 29a Dinastía o Dinastía 29) generalmente se
clasifica como la cuarta Dinastía del Período Tardío del Antiguo
Egipto. Fue fundada después del derrocamiento de Amyrtaeus, el único
faraón de la 28a dinastía, por Nefaarud I en el 398 a. C., y se anuló
tras el derrocamiento de Nefaarud II en el 380 a. C.
Nefaarud I
fundó la 29a dinastía (según un relato preservado en un papiro en
el Museo de Brooklyn) al derrotar a Amyrtaeus en una batalla abierta y
luego matarlo en Memphis. Nefaarud convirtió a Mendes en su
capital.
A la muerte
de Nefaarud, dos facciones rivales lucharon por el trono: una detrás de su
hijo Muthis y la otra apoyando a un
usurpador Psammuthes; Aunque Psammuthes tuvo éxito, solo logró reinar
durante un año.
Psammuthes
fue derrocado por Hakor, quien afirmó ser el nieto de Nefaarud I. Resistió
con éxito los intentos persas de reconquistar Egipto,
obteniendo el apoyo de Atenas (hasta la Paz de
Antalcidas en 386 a. C.), y del rey rebelde
de Chipre, Evagoras. Aunque su hijo Nefaarud II
se convirtió en rey a su muerte, el menor Nefaarud no pudo conservar su
herencia.
Después de la conquista por Alejandro Magno en el año
332 antes de Cristo el único objetivo de la política exterior de Egipto era
defender su independencia contra un imperio que persiste en relación con ella
simplemente como una provincia rebelde. En esta política de Egipto tuvo éxito
excepto por un hechizo de diez años en la final. Un obstáculo constante, sin
embargo, fue la rivalidad entre las diferentes familias principescas del Delta.
De Manetón VIGÉSIMO NOVENO DYNASTY, monumentos de los cuales se encuentran
hacia el sur hasta Tebas, procedía de la importante ciudad de Mendes y cuenta
con sólo cuatro reyes por un total de apenas veinte años (399-380 a.C). Los
primeros y los últimos reyes ambos tienen los Neferites nombre, cuyo
significado etimológico es «Sus grandes son próspera", pero mientras que Neferites
I reinó durante seis años, Neferites II gobernó durante sólo cuatro meses.
Existe una discrepancia entre la lista de Manetón y la del demótico Chronicle
que ha desconcertado a algunos egiptólogos, Manetón colocando Achoris, la Hakor
egipcio o Hagor, antes Psammuthis (El hijo de Mut '). La solución probable es
que el primer año de los dos reyes era idéntica, de modo que, o bien
declaración es legítimo. Psammuthis, cuyo único restos existentes están en Karnak,
con el nombre de Achoris corte por encima de su, reinó sólo en años. Achoris,
cuyos monumentos son numerosos y se encuentran en todas partes de Egipto,
mantuvo su posición durante trece años. Si nos hemos detenido con cierta
extensión en las de otro modo no muy importante Faraones, es a causa de los
juicios morales antes mencionadas del demótico Chronicle, ya que sin duda
reflejan la historia auténtica. Así de Achoris se dice que él cumplió el tiempo
de su gobierno "porque era generoso con los templos ', sino que' fue
derrocado porque dejó la ley, y no mostró el cuidado de sus hermanos.
XXIX Dinastía Faraónica, de Mendes
Nefaarud I
ó Neferites I, Faraón de Egipto desde el 398 a.C.
- Los
egipcios se alían con Esparta en su guerra contra Persia, hasta el 387 a.C.
Psamutis,
Faraón de Egipto en el 393 a.C., es un usurpador
Hakor ó
Hakoris, Faraón de Egipto desde el 393 a.C.
- Los
persas lanzan una gran ofensiva contra Egipto, fracasada, entre el 385 y el 383
a.C.
- Los
egipcios se alían con Atenas y contratan mercenarios griegos, desde su reinado.
Nefaarud II
ó Neferites II, Faraón de Egipto unos meses del 380 a.C.
- Chabrías,
comandante mercenario griego al servicio de Egipto, del 380 al 379 a.C.
- El
general egipcio Nectanebo derroca al Faraón e instaura otra dinastía, en el 390
a.C.
Faraones de la dinastía XXIX de Egipto
Nombre común | Nombre de Nesut-Bity | Nombre de Sa-Ra | Comentarios | Reinado |
Neferites I | Baenra | Nayfaarudye | 398 - 392 a. C. | |
Mutis | Hernebja | 392 - 392 a. C. | ||
Psamutis | Userra | Pasherienmut | 392 - 391 a. C. | |
Acoris | Jenemmaatra | Hakor | 391 - 379 a. C. | |
Neferites II | Nayfaarudye | 379 - 378 a. C. |
Nepherites I
Nefaarud
I o Nayfaurud I, más conocido con
su Hellenised nombre Neferites I, fue un faraón egipcio, el
fundador de la dinastía 29 en el 399 antes de Cristo.
Reinado
Se cree que
Nepherites era un general de
la ciudad deltaica de Mendes que, en el otoño de 399
a. C., se levantó contra el faraón Amyrtaeus, lo derrotó en una batalla
abierta, y luego lo ejecutó en Memphis.
Los nepheritas se coronaron faraón en Memphis y posiblemente
también en Sais, antes de trasladar la capital de Sais a su ciudad natal,
Mendes. El hecho de que Nepherites I eligió el mismo nombre
Horus de Psamtik I y el nombre Golden Horus de Amasis
II, ambos gobernantes relevantes de los primeros 26a dinastía: se cree que
demuestra que quería asociar su gobierno con una "edad de oro" anterior de la historia egipcia.
Actividades
Según Manetón,
Nepherites I gobernó durante seis años, aunque su fecha más alta atestiguada
arqueológicamente es su año real 4.
Se han
encontrado evidencias del trabajo de construcción de Nepherites en varios
lugares del país. En el Bajo Egipto, está atestiguado en Thmuis,
Tell Roba, Buto (donde se encontró una estatua suya), Memphis, Saqqara (donde tuvo
lugar un entierro de Apis en su año 2) y su capital y
ciudad natal, Mendes. En el Medio y Alto Egipto, ordenó una capilla
en Akoris, mientras que en Akhmim, cerca de Sohag,
hay evidencia de la adoración de una estatua de él que se colocó dentro de
un naos. También agregó algunos edificios en Karnak como un
almacén y un santuario destinado a albergar una corteza sagrada. Una esfinge
de basalto con su nombre ahora se encuentra en el Louvre, pero
se sabía que había sido traída a Europa ya en el siglo 16, después de
haber adornado una fuente en la Villa Borghese, Roma.
En asuntos
exteriores, reanudó la política de intervención egipcia en Oriente
Medio. Según lo informado por Diodoro Siculus, en el 396 a. C. apoyó
al rey espartano Agesilao en su guerra contra los persas; los
espartanos habían conquistado Chipre y Rodas e intentaban
extender su influencia más al este. Nepherites suministró a los espartanos
500.000 medidas de grano y material para 100 trirremes. Sin embargo,
el cargamento llegó a Rodas justo después de que los persas lograron recuperar
la isla, por lo que fue capturado por completo por el almirante
filo-persa Conon de Atenas.
Muerte y sucesión
Nepherites
I murió durante el invierno de 394/393 a. C. después de seis años de
reinado. La Crónica demótica simplemente afirma que "su
hijo" pudo sucederlo, sin proporcionar ningún nombre. Hoy en día se
cree generalmente que el hijo de Nepherites era Hakor, quien gobernó
después de él por solo un año antes de ser derrocado por un demandante
aparentemente no relacionado, Psammuthes; Hakor, sin embargo, pudo
retomar el trono al año siguiente.
Posible tumba
Una tumba que se cree que es la de Nepherites fue descubierta por
un equipo conjunto de la Universidad de Toronto y la Universidad
de Washington en 1992-93. La posible propiedad de la tumba se
identificó por la presencia de un shabti con el nombre de Nepherites
I; Sin embargo, no se han encontrado pruebas definitivas. Aunque
todavía contiene objetos funerarios y un gran sarcófago de piedra
caliza, se cree que la tumba fue destruida por los persas en el 343 a. C.
Se han encontrado vasijas de cerámica que contienen especímenes de peces y
estelas cubiertas de peces en el sitio del complejo funerario de
Nepherites. La presencia del pez, a menudo interpretada como ofrendas
votivas, podría ser una indicación de que el sitio fue ocupado anteriormente
por un templo de la diosa de los peces Hatmehyt.
Psammuthes
Psammuthes o Psammuthis,
fue un faraón de la Vigésima Novena Dinastía de Egipto durante
el 392/1 a. C.
El lugar de
este rey en la dinastía es un tema de debate. A pesar de que se menciona
en tres diferentes epítomes de Manetón en su Aegyptiaca,
Eusebio el Africano, y el armenio versión de este último)
y en la Crónica demótica, la secuencia de los reyes es diferente entre
estas fuentes y no está claro si Psamutis lograron Acoris, o
viceversa.
Según una
hipótesis del egiptólogo John D. Ray, tras la muerte de Nepherites
I en 393 a. C., el trono pasó a su hijo y sucesor, que probablemente haya
sido Hakor. Sin embargo, parece que en su año 2 un usurpador, Psammuthes
(una forma helenizada del nombre egipcio Pasherienmut),
tomó el poder y depuso a Hakor, mientras se proclamaba a sí mismo faraón.
Tanto
Manetón como Demotic Chronicle le otorgan a Psammuthes un reinado de
un año, de acuerdo con la fecha más alta dada por los registros arqueológicos,
una estela de la Madre de Apis grabando su "Año 1, cuarto mes de Peret". Antes
del año 2 de Psammuthes, y por lo tanto antes del año 3 "oficial" de
Hakor, este último de alguna manera retomó el poder, y luego continuó fechando
sus monumentos desde su primera fecha de coronación, simplemente pretendiendo
que el usurpador nunca existió.
Sin
embargo, algunos registros arqueológicos que mencionan Psammuthes han
sobrevivido: la Madre de Apis estela del Serapeum de Saqqara, a una cuadra
de Akhmim, y algunos otros hallazgos de la región de Tebas. A
Psammuthes generalmente se le atribuye haber ordenado la construcción de una
capilla en Karnak, que luego fue usurpada y terminada por Hakor. Sin
embargo, también es posible que la capilla fuera iniciada por Hakor antes de su
deposición y restaurada por él durante su segundo reinado.
Estatua de Bronce de Psamutis
Relieve con parte del título real de
Psammuthes, Metropolitan Museum of Art.
Hakor
Hakor o Hagar,
también conocido por las formas helenizadas Achoris o Hako-ris, fue
un antiguo faraón egipcio de la 29a dinastía. Su
reinado marca el ápice de esta dinastía débil y de corta duración, después de
haber gobernado durante 13 años, más de la mitad de toda su duración.
Lucha por la adhesión
La adhesión
de Hakor y las relaciones con su predecesor Nepherites me debatieron
durante mucho tiempo. Después de la muerte de Nepherites parecía haber
ocurrido una lucha dinástica, y el trono fue reclamado por dos o tal vez
tres pretendientes: Hakor, Psammuthes, y posiblemente una figura fantasma
llamada Muthis que solo fue mencionada en el epítome de Manetón en
su Aegyptiaca y de Eusebio. Como resultado, Hakor era considerado
alternativamente el sucesor legítimo de Nepherites o un usurpador no
relacionado.
En
1986, John D. Ray sugirió que Hakor era el heredero de los neferitas,
que gobernó sin ser molestado hasta su segundo año, cuando fue depuesto por
Psammuthes. Después de otro año, Hakor logró recuperar su trono legítimo
derrocando al usurpador y continuó fechando su reinado desde su primera fecha
de coronación, simplemente pretendiendo que esta brecha nunca ocurrió. El
tercer pretendiente, Muthis, podría insertarse en esta lucha, pero su papel,
suponiendo que realmente existiera, es desconocido. La hipótesis de Ray
es aceptada por otros egiptólogos como Alan B. Lloyd y Toby
Wilkinson.
Poco
después de su muerte, el fundador de la dinastía posterior, Nectanebo I,
llamó a Hakor usurpador. Sin embargo, se ha sugerido que Hakor y Nectanebo
podrían haber sido parientes de alguna manera, posiblemente ambos relacionados
con Nepherites I pero rivales entre sí.
Capilla de Hakor en Karnak
Una vez
restablecido, Hakor hizo esfuerzos considerables para afirmar su
legitimidad, haciendo hincapié en su descendencia, real o ficticia, de
los nepheritas. Su actividad de construcción fue notable y también
restauró extensamente muchos monumentos de sus antecesores reales.
En Karnak,
Hakor terminó la capilla de la barca sagrada de Amun-Ra cerca del
primer pilón que fue iniciado por Psammuthes o posiblemente por Nepherites
I; posiblemente también comenzó un complejo de templos en el norte
de Saqqara que más tarde se desarrolló más bajo Nectanebo
II. Su actividad de construcción está bien atestiguada en varios lugares
del Alto Egipto (Luxor, Medinet
Habu, El-Kab, El-Tod, Medamud, Elefantina), en
el Templo de Hibis de Kharga Oasis, así como otros lugares en
el Medio Egipto.
Relaciones exteriores
Hakor
aparentemente repitió la política exterior de los nepheritas. En la
comedia de Aristófanes Plutus, que se realizó en 388 a. C., se
menciona una alianza entre los atenienses y los egipcios, aunque era más
probable que se refiriera al apoyo ateniense para la rebelión de Evagoras
I de Chipre, él mismo aliado con Hakor contra
los aqueménidas. Theopompus también informó de una alianza entre
Hakor y los pisidianos. La paz de Antalcidas entre los
persas y los griegos (387 a. C.) fue un punto de inflexión: después de eso,
Egipto y Chipre siguieron siendo los únicos opositores
de Artajerjes II, según lo informado por Theopompus y Orosio. Los
años siguientes son bastante oscuros, pero parece que los persas atacaron
Egipto por primera vez en 385 a. C. y, después de tres años de guerra, los
egipcios lograron derrotar a los invasores.
En 381 a.
C., Hakor envió ayuda, dinero y 50 trirremes (aparentemente sin
tripulación, sin embargo) a Evagoras para contribuir a su resistencia contra el
Gran Rey que, después de la exitosa campaña en Egipto, ahora se estaba
centrando en Chipre. Sin embargo, cuando, en 380 a. C., Evagoras viajó a
Egipto para pedir ayuda adicional, Hakor no vio la necesidad de continuar
apoyándolo y lo envió de regreso a Chipre con solo algo más de dinero. Evagoras
se rindió a Artajerjes poco después, pero Hakor se unió de inmediato a una
alianza de corta duración con Esparta y con Glos, hijo del almirante
egipcio, Tamos, quien era partidario del pretendiente Ciro el
Joven contra Artajerjes II. Hakor logró obtener al general
ateniense Chabrias a su servicio, pero el general persa Pharnabazus
II presionó a Atenas para que lo repatriaran.
Androsphinx del faraón Hakor,
padre de Nepherites II. Louvre, París.
Muerte y sucesión
Hakor murió
en 379/8 a. C., dejando su trono a su hijo Nepherites II. Sin
embargo, este último pudo conservarlo durante solo cuatro meses antes de ser derrocado
y reemplazado por un general del ejército de Sebennytos, Nectanebo
I.
Nepherites II
Nepherites
II o Nefaarud II fue el último faraón de la débil y
breve Dinastía Vigésima Novena (399 / 8–380 a.C), la penúltima
dinastía nativa de Egipto.
Como gobernante
"ineficaz", Nepherites
II se convirtió en faraón de Egipto en 380 a. C. después de la muerte de su
padre Hakor (393-380 a. C.) y fue depuesto y probablemente asesinado
por el príncipe rebelde Nakhtnebef de Sebennytos, el futuro Nectanebo
I, un oficial militar egipcio, después de gobernar Egipto por solo 4 meses, de
junio a septiembre de 380 a. C.
El rey
Hakor ya tenía que enfrentar, hacia el final de su reinado, disturbios
frecuentes probablemente inspirados por Nectanebo. El faraón
Nectanebo I, quien fundó la trigésima dinastía de Egipto después de
derrocar a Nepherites II, reinó hasta su muerte en 360 a. C. y representó a la
tercera familia Delta que asumió el gobierno del país en solo
dos décadas: una señal de que La última fase de independencia de Egipto
bajo los gobernantes nativos, que comenzó con el golpe de estado
de Amyrtaeus en 404 a. C. contra Persia, fue particularmente
inestable. Una referencia rápida a la caída de Nepherites II se puede
encontrar en una gran estela de piedra caliza Nectanebo que
encargué en Hermópolis:
El historiador griego Theopompus (c.
380-315 a. C.) vincula el final de Nepherites II con la guerra dirigida por el
rey Evagoras I de Salamina en Chipre contra
Persia. En un intento desesperado por fortalecer su propia posición,
Nepherites II se proclamó a sí mismo Wehem Mesut, "Repetidor de
nacimientos" (es decir, fundador de una nueva era), como algunos otros
faraones de la historia egipcia como Amenemhat I y Seti I.
Su nombre
o prenombre, que significa "Los Grandes prosperar", no aparece
en ningún monumento, y que sólo se atestigua en Manetón en su Aegyptiaca y
en el siglo 3 a.C en la Crónica demótica.
Dinastía XXX de Egipto
La dinastía
XXX de Egipto transcurre de 378 a 341 a. C.
Los
gobernantes de esta dinastía, originaria de Sebennitos, comenzaron expulsando a
los persas de Egipto y conquistando Judea, aprovechando la decadencia del
Imperio persa; durante unos años hubo una relativa prosperidad en Egipto que
permitió un comercio estable, pero no pudieron evitar que un poderoso ejército
liderado por Artajerjes III Oco reconquistase Egipto para el Imperio persa en
el año 343 a. C., volviendo a convertirlo en un satrapía.
Junto con
las dinastías XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, y XXXI constituye el periodo tardío de
Egipto.
Nectanebo I
consiguió el control sobre Egipto en noviembre de 380 a. C., pero
pasó la mayor parte de su reinado defendiéndose de los intentos persas de
reconquista, con la ocasional ayuda de Esparta o Atenas. En el año 365
Nectanebo convirtió en corregente a su hijo y heredero Teos, que tras la muerte
de su padre invadió los territorios del Levante mediterráneo (actuales Siria e
Israel) con cierto éxito, hasta que fue depuesto por su hijo Tjahepimu, que
aprovechó la impopularidad de Teos para nombrar faraón a su propio hijo,
Nectanebo II. El ejército egipcio apoyó a Nectanebo, y Teos se vio obligado a
refugiarse en la corte persa.
El reinado
de Nectanebo II estuvo dominado por los esfuerzos de los gobernantes persas en
reconquistar Egipto. Durante los primeros diez años Nectanebo consiguió evitar
la reconquista porque Artajerjes III se vio obligado a luchar por consolidar su
control sobre su reino: tras un infructuoso intento de invasión de Egipto en el
invierno de 351/350 a. C., las noticias de la derrota de Artajerjes
impulsaron rebeliones en Chipre, Fenicia y Cilicia. Aunque Nectanebo dio apoyo
a estas revueltas, Artajerjes logró reprimirlas y una vez más fue capaz de
invadir Egipto en 343 a. C. Esta segunda invasión tuvo éxito, y
Nectanebo se vio obligado a retirarse desde sus posiciones en el Delta del Nilo
a Menfis, donde vio que su causa perdida y huyó a Nubia donde encontró refugio
en la corte del rey Nastesen, en Napata. Antes de esto mantuvo alguna forma de
Estado independiente en el sur de Egipto durante 2 años más, ya que un
documento de Edfu tiene como fecha su décimo octavo año.
Aunque un
rebelde, Jababash, se proclamó faraón (338 - 336 a. C.), Nectanebo
está considerado como el último faraón autóctono de Egipto, y su marcha marcó
el fin de Egipto como entidad independiente.
Nectanebo I
Kheperkare
Nakhtnebef, mejor conocido por su nombre helenizado Nectanebo I,
fue un antiguo faraón egipcio, fundador de la última dinastía
nativa de Egipto, la trigésima.
Reinado
Nectanebo
era un general del ejército de Sebennytos, hijo de un importante oficial
militar llamado Djedhor y de una dama cuyo nombre solo está parcialmente
registrado, [...] mu. Una estela encontrada en Hermópolis proporciona
alguna evidencia de que llegó al poder derrocando y posiblemente matando al
último faraón de la 29 Dinastía Nepherites II. Se ha sugerido
que Nectanebo fue asistido en el golpe por el general ateniense Chabrias. Nectanebo
llevó a cabo la ceremonia de coronación en c. 379/8 a.C tanto en Sais como
en Memphis, y cambió la capital de Mendes a Sebennytos.
Las
relaciones entre Nectanebo y los faraones de la dinastía anterior no están del
todo claras. Mostró poco respeto por Nepherites II y su padre Achoris,
llamando al inepto y al segundo usurpador. Parecía haber tenido un mayor
respeto por Nepherites I, que anteriormente se creía que era el padre o
abuelo de Nectanebo, aunque ahora se cree que esta opinión se debió a una mala
interpretación de la Crónica demótica. Sin embargo, se ha sugerido
que tanto Achoris como Nectanebo pueden haber sido parientes de Nepherites I de
alguna manera.
Nectanebo
tuvo dos hijos conocidos: Teos, quien fue su sucesor designado, y Tjahapimu.
Estatua en granito de Nectanebo I,
portando una tabla de ofrendas.
Actividades en Egipto
Nectanebo fue
un gran constructor y restaurador, hasta cierto punto no visto en Egipto
durante siglos. Ordenó trabajar en muchos de los templos de todo
el país.
En la isla
sagrada de Philae, cerca de Asuán, comenzó el templo de Isis,
que se convertiría en uno de los sitios religiosos más importantes del antiguo
Egipto, al erigir su vestíbulo. Nectanebo también comenzó el Primer
Pilón en el Recinto de Amun-Re en Karnak, y se cree que el
primer mammisi conocido, que se encontró en Dendera, fue
construido por él. El culto a los animales sagrados, que se hizo
prominente entre los dos períodos de ocupación persa (27 y 31dinastías
respectivamente), fue apoyada por Nectanebo como lo demuestran los hallazgos
arqueológicos en Hermópolis, Hermopolis Parva, Saft el-Hinna y Mendes. Otras
obras ordenadas por el faraón se han encontrado en edificios religiosos en
Memphis, Tanis y El Kab.
Primer pilón, Karnak
Nectanebo
también fue generoso con el sacerdocio. Un decreto de su primer año y
descubierto en una estela en Naucratis, requería que el 10 por ciento
de los impuestos recaudados tanto de las importaciones como de la producción
local en esta ciudad fueran utilizados para el templo de Neith en
Sais. Un gemelo de esta estela fue descubierto recientemente en la ciudad
sumergida de Heracleion. La mencionada estela de Hermópolis,
colocada ante un pilón de Ramsés II, enumera las donaciones hechas por
Nectanebo a las deidades locales, y también se otorgaron otros beneficios al
sacerdocio de Horus en Edfu. La prodigalidad de Nectanebo
mostró su devoción a los dioses y al mismo tiempo apoyó financieramente a los
mayores poseedores de riqueza del país y para gastos en la defensa del país.
Vestíbulo del Templo de Isis en Philae
Esfinges del dromos del templo de Luxor,
de época de Nectanebo I.
Estela de Nectanebo. Museo de El Cairo.
La invasión de Persia
En 374/3 a.
C., Nectanebo tuvo que enfrentarse a un intento persa de recuperar Egipto, que
el rey aqueménida Artajerjes II seguía
considerando nada más que una satrapía rebelde . Después
de una preparación de seis años y la aplicación de presión sobre Atenas para
llamar los generales griegos Cabrias, Artajerjes envió un gran
ejército dirigido por el general ateniense Ifícrates y el persa Farnabazo. Se
ha registrado que el ejército estaba compuesto por más de 200.000 soldados,
incluidos soldados persas y mercenarios griegos, y alrededor de 500
barcos. Fortificaciones en el Pelusiac La rama del Nilo ordenada por
Nectanebo obligó a la flota enemiga a buscar otra forma de navegar por el Nilo. Finalmente,
la flota logró encontrar su camino hacia la rama mendesia menos
defendida.
El general
ateniense Chabrias (izquierda) con el rey
espartano Agesilao (centro), al servicio del rey egipcio Nectanebo I,
Egipto 361 a. C.
En este
punto, la desconfianza mutua que había surgido entre Iphicrates y Pharnabazus
impidió que el enemigo llegara a Memphis. Luego,
la inundación anual del Nilo y la determinación de los
defensores egipcios de defender su territorio convirtieron lo que inicialmente
parecía una derrota segura para Nectanebo I y sus tropas en una victoria
completa.
Desde 368
a. C., muchas satrapías occidentales del Imperio aqueménida comenzaron a
rebelarse contra Artajerjes II, por lo que Nectanebo brindó apoyo financiero a
los rebeldes sátrapas y restableció los lazos con Esparta y
Atenas.
Sucesión
Nectanebo
murió durante su decimonoveno año como gobernante. Su
tumba, sarcófago y momia nunca han sido
encontrados. Hacia el final de su reinado (en el año 16 - 364/3 a. C.), probablemente
para remediar los problemas dinásticos que plagaron a sus predecesores,
Nectanebo restauró la práctica perdida de la corregencia, asociando a su
hijo Teos al trono. Sin embargo, poco después de la adhesión de Teos, su
hermano Tjahapimu lo traicionó y logró poner a su propio hijo Nakhthorheb (Nectanebo
II) en el trono egipcio.
Teos
Irimaatenra
Dyedhor, o Teos (nombre griego), fue el segundo faraón de la dinastía XXX de
Egipto, reinando de 361 a 359 a. C.
Manetón lo
denomina Teos, según las versiones de Julio Africano, Eusebio de Cesarea y Jorge
Sincelo, comentando que reinó dos años. Es citado en la Crónica Demótica como
Dyeho.
Era el hijo
y sucesor del Nectanebo I y los dos primeros años probablemente habría sido corregente
con su padre.
Dyedhor ya
antes del comienzo de su reinado inicia una política de alianzas con el rey Agesilao
II de Esparta y con Atenas. Apoya a Esparta y Atenas en su lucha contra Persia
hundida en disputas internas.
Después de
tomar el poder a la muerte de su padre, Nectanebo I, decide la conquista de Palestina
y Siria, aprovechando la decadencia del poder aqueménida. La campaña se preparó
a conciencia, reclutando a mercenarios griegos a los que pagó requisando los
metales preciosos de los templos del país y suprimiendo privilegios a los
sacerdotes de Sais. Se acuña moneda para el pago de mercenarios por primera vez
en la historia de Egipto.
Dyedhor
tiene el mando supremo, mientras que Agesilao II de Esparta conduce a los
mercenarios griegos y el estratega Cabrias a la flota ateniense. Este ejército,
en 360 a. C., pudo avanzar sin apenas resistencia y tomar Fenicia.
Durante la
ausencia de Egipto Dyedhor fue víctima de una traición, se le opuso su hermano
Tyahapimu, que había sido designado corregente, proclamando faraón a su propio
hijo, Nectanebo II. La causa de la insurrección era el lógico descontento de
los sacerdotes, pero se puede sospechar que el rey persa Artajerjes II
ofreciera dinero a Tyahapimu y a Nectanebo.
Cabrias y
la marina de guerra seguían siendo fieles al faraón, pero Agesilao se unió a
Nectanebo, el ejército apoyó al usurpador y Dyedhor tiene que huir a la corte
del rey persa Artajerjes II. Allí recibe asilo, pues Artajerjes pensaba que
para reconquistar Egipto podría serle muy útil un antiguo faraón.
Artajerjes
muere en 358 a. C., y la siguiente ofensiva persa ocurriría en
351 a. C. Para entonces Teos probablemente habría muerto.
Construcciones y testimonios de su época
·
Una capilla en el muro norte
del templo de Jonsu en Karnak
·
Una inscripción de la
restauración del templo de Jonsu en Karnak
·
Una inscripción en las
canteras de Tura
·
Fragmentos de inscripción en
Tanis
·
Fragmentos de relieves en
Qantir y Atribis
·
Un fragmento de Naos, una
vasija de Menfis y monedas
o
Citado en la Crónica
Demótica.
Traición y fin
Desafortunadamente
para Teos, su hermano Tjahapimu estaba conspirando contra él. Aprovechando
la impopularidad de Teos, y con el apoyo de las clases sacerdotales, Tjahapimu
convenció a su hijo Nakhthorheb de rebelarse contra Teos y hacerse
faraón. Nakhthorheb persuadió a Agesilao para que se uniera a su lado
aprovechando los diversos desacuerdos que habían surgido entre el rey espartano
y el faraón. Nakhthorheb fue aclamado faraón, mejor conocido hoy como Nectanebo
II, y el traicionado Teos no tuvo más alternativa que huir a Susa, la
corte de sus enemigos.
El
conocimiento del destino final de Teos proviene de la inscripción de un noble
llamado Wennefer, quien también participó en la desafortunada expedición de Teos
como médico. Wenctafer fue enviado por Nectanebo II en busca de Teos y
logró que el rey persa Artajerjes II lo detuviera en
Susa. Wennefer hizo que Teos lo trajera encadenado al faraón egipcio.
Sarcófago de Teos. Louvre.
Nectanebo II
Nectanebo
II, gobernado en 360-342 a.C fue el tercer y último faraón de
la trigésima dinastía de Egipto, así como el último gobernante nativo
del antiguo Egipto.
Bajo
Nectanebo II, Egipto prosperó. Durante su reinado, los artistas egipcios
desarrollaron un estilo específico que dejó una marca distintiva en los relieves del Reino
Ptolemaico. Al igual que su predecesor indirecto Nectanebo I,
Nectanebo II mostró entusiasmo por muchos de los cultos de los dioses
dentro de la antigua religión egipcia, y más de un centenar de sitios
egipcios evidencian su atención. Nectanebo II, sin embargo, emprendió más
construcciones y restauraciones que Nectanebo I, comenzando en particular
el enorme templo egipcio de Isis (el Iseum).
Durante
varios años, Nectanebo II tuvo éxito en mantener a Egipto a salvo del Imperio
aqueménida. Sin embargo, traicionado por su antiguo sirviente, Mentor
de Rodas, Nectanebo II fue finalmente derrotado por las fuerzas combinadas
persas y griegas en la Batalla de Pelusium (343 a. C.). Los
persas ocuparon Memphis y luego se apoderaron del resto de Egipto,
incorporando el país al Imperio aqueménida bajo Artajerjes III. Nectanebo
huyó hacia el sur y conservó su poder por algún tiempo; su destino
posterior es desconocido.
A excepción
de la estatua de ganso de pequeña escala en el Museo
Metropolitano de Arte , que muestra a Nectanebo II ante la imagen de Horus,
no se conocen otros retratos anotados de Nectanebo II. En la estatua de
Greywacke, Nectanebo II se muestra en un nemes y uraeus. Su
brazo doblado con la espada representa el jeroglífico nakht, el halcón
representa a Horus, mientras que el jeroglífico en la mano derecha de Nectanebo
significa heb. Otros retratos atribuidos a Nectanebo II (todos
con khepresh) incluyen una cabeza de cuarcita en el museo de
Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania ,
una cabeza de basalto en Alejandría, una cabeza
de granito adquirida por el Museo de Bellas Artes de Boston y
una cabeza de cuarcita dañada.
Ascenso al poder
En 525 a.
C., Egipto fue conquistado por el Imperio aqueménida. Debido a las luchas
internas por la sucesión imperial persa, Egipto logró recuperar la
independencia en 404 a. C. En 389 a. C., el faraón Hakor negoció
un tratado con Atenas y durante tres años (de 385 a 383 a. C.) logró
resistir la agresión persa. Sin embargo, tras la conclusión de
la Paz de Antalcidas en 387 a. C. entre los aqueménidas y
las ciudades-estado griegas, Egipto y Chipre se convirtieron en
los únicos obstáculos para la hegemonía persa en el Mediterráneo.
A
principios de 360 a. C., el predecesor de Nectanebo, Teos, comenzó los
preparativos para la guerra contra los intrusos. En el mismo año, el
ejército egipcio partió, viajando a lo largo de la costa por tierra y
mar. Nectanebo II acompañó a su tío Teos en esa campaña y estuvo a cargo
de los machimoi.
En un
intento de aumentar rápidamente las finanzas para la guerra, Teos impuso
impuestos a los egipcios y confiscó las propiedades del templo.
Los egipcios, particularmente los sacerdotes, resentían estas medidas pero
apoyaban a Nectanebo II. Teos le pidió al líder
militar espartano Agesilao y al general
ateniense Chabrias que lo apoyaran. Agesilao, sin embargo, dijo
que fue enviado a ayudar a Egipto y no a hacer la guerra contra él. Chabrias
regresó a casa con sus mercenarios. Teos decidió huir a la corte
aqueménida, donde finalmente murió por causas naturales.
Nectanebo
contuvo con un pretendiente al trono sin nombre de la ciudad de Mendes,
quien se proclamó faraón. La revuelta probablemente fue dirigida por uno
de los descendientes de Nepherites I, cuya familia había gobernado la
ciudad antes. El reclamante envió mensajeros a Agesilao en un intento de
persuadir a Agesilao a su lado. Agesilao permaneció fiel a Nectanebo,
temiendo convertirse en un chaquetero. En una de las ciudades del
Delta del Nilo, las tropas de Nectanebo y Agesilao fueron asediadas
por el usurpador, que había ganado muchos simpatizantes. A pesar de la
superioridad numérica del enemigo, Nectanebo y Agesilao salieron victoriosos y
la revuelta fue sofocada en el otoño de 360 a. C. Reconociendo a
Agesilao, Nectanebo le envió 220 talentos de oro.
Reinado
La religión
jugó un papel importante en la política interna de Nectanebo. Comenzó su
reinado oficiando el funeral de un toro Apis en Memphis. Allí,
Nectanebo agregó una decoración en relieve a los templos oriental y
occidental de Apis. Entre los santuarios notables erigidos bajo
Nectanebo II se encuentran un templo de Khnum en Abu y un
templo de Amón en Sekhtam. También dedicó una naos de diorita a Anhur-Shu (se
encontró un fragmento en los templos de Tjebnutjer). Nectanebo II fue
responsable de la creciente popularidad del culto Buchis. Bajo
Nectanebo II se emitió un decreto que prohíbe la extracción de piedra en las
llamadas Montañas Misteriosas en Abydos.
Los asuntos
exteriores bajo Nectanebo II se vieron frustrados por los repetidos intentos
aqueménidas de volver a ocupar Egipto. Antes de la adhesión de Nectanebo
II al trono, los persas intentaron recuperar Egipto en 385, 383 y 373 a.
C. Nectanebo usó la paz para construir un nuevo ejército y empleó
mercenarios griegos, lo cual era una práctica común en ese
momento. Alrededor del 351 a. C., el Imperio aqueménida se embarcó en un
nuevo intento de recuperar Egipto. Después de un año de lucha, Nectanebo y
sus generales aliados, Diophantus de Atenas y Lamius de Esparta,
lograron derrotar a los aqueménidas. Después de haber obtenido una
victoria rotunda, Nectanebo II fue aclamado por su pueblo como "Nectanebo el halcón divino", y se
establecieron cultos en su nombre.
En 345/44
a. C., Nectanebo apoyó la rebelión fenicia contra el Imperio
aqueménida, dirigido por el rey de Sidón, Tennes, y envió ayuda
militar en forma de 4000 mercenarios griegos, liderados por el mentor de Rodas.
Sin embargo, al enterarse del acercamiento de las fuerzas de Artajerjes
III, Mentor abrió la comunicación con los persas en connivencia con Tennes.
A finales
de 344 a. C., los embajadores de Artajerjes III llegaron a Grecia, pidiendo la
participación de los griegos en una campaña contra Egipto. Atenas y
Esparta trataron a los embajadores con cortesía, pero se abstuvieron de
comprometerse en una alianza contra Egipto. Sin embargo, otras ciudades
decidieron apoyar a los persas: Tebas envió 1000 hoplitas y Argos 3000.
En el
invierno de 343 a. C., Artajerjes partió hacia Egipto. El ejército
egipcio, encabezado por Nectanebo, estaba formado por 60.000 egipcios, 20.000 Libu y
la misma cantidad de mercenarios griegos. Además, Nectanebo tenía una
serie de botes de fondo plano destinados a evitar que un enemigo ingrese a las
bocas del Nilo. Los puntos vulnerables a lo largo de su frontera del mar
Mediterráneo y el límite este estaban protegidos por fortalezas,
fortificaciones y campamentos atrincherados. Las fuerzas persas
fueron fortalecidas por Mentor y sus hombres, bien familiarizados con la
frontera oriental de Egipto, y por 6000 jonios.
Nectanebo
II fue finalmente derrotado y, en el verano de 342 a. C., Artajerjes entró en
Memphis e instaló un sátrapa. Nectanebo huyó al Alto
Egipto y finalmente a Nubia, donde se le concedió el asilo. Él,
sin embargo, conservó un grado de poder allí por algún tiempo. Con la
ayuda de Khabash, Nectanebo hizo un vano intento por recuperar el trono.
Construyendo campañas
Aunque
ubicado en un período desafortunado de la historia egipcia, y con su legado
quizás estropeado por ser "el último faraón" en gobernar un Egipto
autónomo, Nectanebo fue un gran constructor, probablemente en una escala que
igualaría a muchos reyes de los días de gloria del nuevo Reino.
Las referencias a Nectanebo II o su abuelo se han encontrado casi
ubicuamente en los principales centros religiosos, y la piedad de
los dos reyes coincidía con la de los grandes reyes del pasado, atestiguada por
los numerosos monumentos en todo Egipto llevando sus nombres. Nectanebo
II, específicamente, construyó y mejoró templos en todo el país, y donó
ampliamente a los sacerdotes de la gran cantidad de sitios a los que
donó. El nombre de Nectanebo se ha encontrado en Heliópolis, Athribis y Bubastis en
el Delta del Nilo, entre otros lugares, pero construyó más
extensamente en Sebennytos, incluyendo el sitio moderno de Behbeit
El Hagar. Los relieves de los templos de Sebennytos dejarían una marca
distintiva en el arte del Reino Ptolemaico posterior. Sin
embargo, el enfoque religioso de sus campañas de construcción puede no deberse
únicamente a la piedad pura; Como Nectanebo era un usurpador,
probablemente trató de legitimar religiosamente su gobierno sobre Egipto.
La diosa Isis y Nectanebo II
representados en un bajorrelieve, procedente del Serapeum de Saqqara
Nectanebo y el romance de Alejandro
Hay una
historia apócrifa que aparece en el romance pseudohistórico de Alexander que
detalla otro final para el último faraón nativo. Poco después de que
la sibila libia de Zeus Ammon en el oasis de Siwa confirmara
la divinidad de Alejandro Magno, comenzó el rumor de que Nectanebo II,
después de la derrota en su última batalla, no viajó a Nubia sino a la corte
de Filipo II de Macedonia en la forma de un mago egipcio . Allí,
mientras Filipo estaba fuera de campaña, Nectanebo convenció a la esposa de Filipo, Olympia
que Amón vendría a ella y que tendrían un hijo. Nectanebo, disfrazado de
Amun, se acostó con Olympia y de este evento vino Alexander.
Este mito
tendría un fuerte atractivo para los egipcios, que deseaban la continuidad y
albergaban un fuerte disgusto por el dominio extranjero. En el arte de
este evento, Nectanebo generalmente se representa con características de
dragón, por ejemplo, en el Speculum Historiale.
Papiro del sueño de Nectanebo,
ca. 160-150 a. C.
En la
primera historia ptolemaica de Nectanebo y Petesis, preservada
solo en un fragmento griego del Memphis Serapeum, el faraón tiene un
sueño profético de Isis en el que el dios Onuris está
enojado con él por su templo inacabado en Sebennytos. Nectanebo llama
al mejor escultor del reino, Petesis, para que termine el trabajo, pero él
interrumpe su tarea cuando se emborracha y persigue a una chica
hermosa. La narración termina abruptamente aquí, pero este es
probablemente el prefacio de la caída de Egipto. Al-Biruni 's Una
historia de la India reproduce la historia.
La estatua de Greywacke de
Nectanebo II.
Dinastía XXXI de Egipto
La Trigésima
Primera Dinastía de Egipto también conocida como la Segunda Satrapía
Egipcia, fue efectivamente una provincia de corta duración (satrapía)
del Imperio Persa aqueménida entre el 343 a. C. y el 332 a.
C. Fue fundada por Artajerjes III, el Rey de Persia, después de
su reconquista de Egipto y posterior coronación
como Faraón de Egipto, y fue destituido de la conquista de
Egipto por Alejandro Magno.
El período
de la 31 Dinastía fue la segunda ocasión en que los faraones persas gobernaron
Egipto, de ahí el término "Segunda Satrapía Egipcia". Antes de
que se fundara la 31a dinastía, Egipto había disfrutado de un breve período de
independencia, durante el cual reinaron tres dinastías indígenas (las
dinastías 28, 29 y 30). El período anterior a esto se
conoce como la "Primera Satrapía
Egipcia" o la Dinastía 27 (525–404 a. C.).
Primera campaña egipcia
Alrededor
del 351 a. C., Artajerjes se embarcó en una campaña para recuperar Egipto, que
se había rebelado bajo su padre, Artajerjes II. Al mismo tiempo, estalló
una rebelión en Asia Menor que, con el apoyo de Tebas, amenazó con
volverse grave. Levantando un gran ejército, Artajerjes marchó a Egipto y
se enfrentó a Nectanebo II. Después de un año de luchar
contra el faraón egipcio, Nectanebo infligió una aplastante derrota a
los persas con el apoyo de mercenarios liderados por los generales griegos
Diophantus y Lamius. Artajerjes se vio obligado a retirarse y posponer
sus planes para reconquistar Egipto.
Segunda campaña egipcia
En 343 a.
C., Artajerjes, además de sus 330.000 persas, tenía ahora una fuerza de 14.000
griegos provistos por las ciudades griegas de Asia Menor: 4.000
bajo Mentor, que consistía en las tropas que había traído a Egipto para
ayudar a Tennes; 3.000 enviados por Argos; y 1000 de
Tebas. Dividió a estas tropas en tres cuerpos y colocó a la cabeza de cada
uno un persa y un griego. Los comandantes griegos eran Lacrates de
Tebas, Mentor de Rodas y Nicostratus de Argos, mientras que los
persas estaban liderados por Rhossaces, Aristazanes y Bagoas, el jefe de
los eunucos. Nectanebo II resistió con un ejército de 100.000 de los
cuales 20.000 eran mercenarios griegos. Nectanebo II ocupó el Nilo y
sus diversas ramas con su gran armada. El carácter del país, atravesado
por numerosos canales y lleno de ciudades fuertemente fortificadas, estaba a su
favor y se podría esperar que Nectanebo II ofreciera una resistencia
prolongada, si no exitosa. Pero carecía de buenos generales y, demasiado
confiado en sus propios poderes de mando, se vio superado por los generales
mercenarios griegos. Sus fuerzas fueron finalmente derrotadas por los
ejércitos persas combinados en la Batalla de Pelusium (343 a. C.).
Después de
su derrota, Nectanebo huyó rápidamente a Memphis, dejando a las ciudades
fortificadas para ser defendidas por sus guarniciones. Estas guarniciones
consistían en tropas en parte griegas y en parte egipcias,
entre quienes los líderes persas sembraban fácilmente los celos y las
sospechas. Como resultado, los persas pudieron derrotar rápidamente
numerosas ciudades en todo el Bajo Egipto y avanzaron hacia Memphis cuando
Nectanebo decidió abandonar el país y huir hacia el sur a Etiopía. El
ejército persa derrotó por completo a los egipcios y ocupó el Delta inferior
del Nilo. Después del vuelo de Nectanebo a Etiopía, todo Egipto se sometió
a Artajerjes. Los judíos en Egipto fueron enviados a Babilonia o
a la costa sur del mar Caspio., el mismo lugar donde los judíos
de Fenicia habían sido enviados anteriormente.
Después de
esta victoria sobre los egipcios, Artajerjes destruyó los muros de la ciudad,
comenzó un reino de terror y comenzó a saquear todos los
templos. Persia ganó una cantidad significativa de riqueza de este
saqueo. Artajerjes también impuso altos impuestos e intentó debilitar
a Egipto lo suficiente como para que nunca más pudiera rebelarse
contra Persia. Durante los 10 años que Persia controló Egipto, los
creyentes en la religión nativa fueron perseguidos y los libros sagrados fueron
robados. Antes de regresar a Persia, nombró a Pherendares
como sátrapa de Egipto. Con la riqueza obtenida de su reconquista de
Egipto, Artajerjes pudo recompensar ampliamente a sus mercenarios. Luego
regresó a su capital, después de haber completado con éxito su invasión y
ocupación de Egipto.
El gobierno satrapal en Egipto
No se sabe
quién sirvió como sátrapa después de Artajerjes III,
pero Feretes II fue uno de los primeros sátrapas de
Egipto. Bajo Darío III (336-330 a. C.) hubo Sabaces, que
luchó y murió en Issus y fue sucedido por Mazaces. Los
egipcios también lucharon en Issus, por ejemplo, el noble Somtutefnekhet
de Heracleópolis, quien describió en la "estela de Nápoles" cómo escapó durante la batalla contra los
griegos y cómo Arsaphes, el dios de su ciudad, lo protegió y le permitió
regresar a casa. .
En 332 a.
C., Mazaces entregó el país a Alejandro Magno sin luchar. El
imperio aqueménida había terminado, y durante un tiempo Egipto fue una satrapía
en el imperio de Alejandro. Más tarde, los Ptolomeos y
los romanos gobernaron sucesivamente el valle del Nilo.
Cultura
Ocasionalmente,
los egipcios vestían trajes y joyas extranjeros. El gusto por la moda no
egipcia surgió durante períodos de extenso contacto comercial o diplomático con
tribunales distantes, o cuando Egipto estaba controlado por una potencia
extranjera. Los persas, que invadieron dos veces el valle del Nilo desde
su tierra natal iraní, dominaron Egipto durante la dinastía 27 (525–404 a. C.)
y la dinastía 31 (342–332 a. C.). Esta estatua a la izquierda data del
período posterior del dominio persa en Egipto.
Según
el Museo de Brooklyn, "la falda
larga que se muestra envuelta alrededor del cuerpo de esta estatua y metida en
el borde superior de la prenda es típicamente persa. El collar, llamado torque,
está decorado con imágenes de íbices, símbolos en la antigua Persia de la
agilidad y destreza sexual. La representación de este funcionario con
vestimenta persa puede haber sido una demostración de lealtad a los nuevos
gobernantes".
Artajerjes
III Oco ó Vahuca, Rey de Reyes de Persia desde 361, Faraón de Egipto desde el
343 a.C.
- Revuelta
contra los Persas en el Alto Egipto, desde el 338 al 335 a.C.
- Khababash
o Jabebesh, rey nubio del Alto Egipto desde el 338 al 335
Artajerjes
IV Arses, Rey de Reyes de Persia y Faraón del Bajo Egipto desde el 337 a.C.
Darío III
Codomano, Rey de Reyes de Persia desde 335, Faraón de Egipto del 335 al 332
a.C.
- Campaña
persa contra la rebelión del Alto Egipto, en el 335 a.C.
Los macedonios
invaden Egipto, durante su campaña contra Persia, en el 332 a.C.
- Alejandro
Magno funda Alejandría y visita el Oráculo de Amón en el Oasis de Siwa, en el
332 a.C.
- Alejandro
se hace nombrar Faraón de Egipto como hijo del dios Amón.
Nombre | Comentarios | Reinado |
Artajerjes III Oco | Convirtió Egipto en satrapía Persa. Fue asesinado por su visir Bagoas | 341 - 338 a. C. |
Artajerjes IV Arsés | Hijo de Artajerjes. Soberano títere, manejado por Bagoas | 338 - 336 a. C. |
Darío III Codomano | Último rey persa, aqueménida. Derrotado por Alejandro Magno | 336 - 332 a. C. |
Artajerjes III
Ochus,
mejor conocido por su nombre dinástico de Artajerjes III fue rey
de reyes del imperio aqueménida desde 358 hasta 338 a.
C. Era el hijo y sucesor de Artajerjes II (r. 404 - 338 a. C.) y
su madre era Stateira.
Antes de
ascender al trono, Artajerjes era un sátrapa y comandante del
ejército de su padre. Artajerjes llegó al poder después de que uno de sus
hermanos fue ejecutado, otro se suicidó, el último asesinado y su
padre, Artajerjes II murió. Poco después de convertirse en rey,
Artajerjes asesinó a toda la familia real para asegurar su lugar como
rey. Comenzó dos grandes campañas contra Egipto. La primera campaña
fracasó y fue seguida por rebeliones en toda la parte occidental de su
imperio. En 343 a. C., Artajerjes derrotó a Nectanebo II,
el faraón de Egipto, expulsándolo de Egipto, deteniendo una
revuelta en Fenicia en el camino.
En los años
posteriores de Artajerjes, el poder de Filipo IIde
Macedonia aumentaba en Grecia, donde trató de convencer a los griegos de
que se rebelaran contra el Imperio aqueménida. Artajerjes se opuso a sus
actividades, y con su apoyo, la ciudad de Perinto resistió un asedio
macedonio.
Hay
evidencia de una política de construcción renovada en Persépolis en
su vida posterior, donde Artajerjes erigió un nuevo palacio y construyó su
propia tumba, y comenzó proyectos a largo plazo como la Puerta Inacabada.
Busto de Artajerjes III, ubicado en
el Museo Allard Pierson en los Países Bajos
Artajerjes es
la forma latina de
los griegos Artajerjes (Αρταξέρξης), en sí mismo
del antiguo persa Artaxšaçā ("cuyo reinado es a través de
la verdad"). Su nombre personal era Ochus.
Antes de
ascender al trono, Artajerjes había sido sátrapa y comandante del ejército
de su padre. En 359 a. C., justo antes de ascender al trono, atacó a
Egipto como reacción a los ataques fallidos de Egipto en las regiones costeras
de Fenicia. En el 358 a. C. su padre, Artajerjes II, murió, se dice
que fue por un corazón roto causado por el comportamiento de sus hijos, y, dado
que sus otros hijos, Darío, Ariaspes y Tiribazo ya habían sido eliminados por
las conspiraciones, Artajerjes III lo sucedió como rey. Su primera orden
fue la ejecución de más de 80 de sus parientes más cercanos para asegurar su
lugar como rey.
En el 355
a. C., Artajerjes obligó a Atenas a concluir una paz que exigía a las
fuerzas de la ciudad abandonar Anatolia y reconocer la independencia
de sus aliados rebeldes. Artajerjes comenzó una campaña contra el
rebelde Cadusii, pero logró apaciguar a los dos reyes cadusianos. Un
individuo que emergió exitosamente de esta campaña fue Darius Codomannus, quien
luego ocupó el trono persa como Darius III.
Los sátrapas de Asia
Menor Artabazus (primero) y Orontes (segundo) se rebelaron
contra el nuevo rey Artajerjes III en 354-353 a. C.
Luego,
Artajerjes ordenó la disolución de todos los ejércitos satrapales de Asia
Menor, ya que sentía que ya no podían garantizar la paz en el oeste y le
preocupaba que estos ejércitos equiparan a los sátrapas occidentales con los
medios para rebelarse. Sin embargo, la orden fue ignorada
por Artabazus II, sátrapa de Hellespontine Phrygia, quien pidió la
ayuda de Atenas en una rebelión contra el rey. Atenas envió
asistencia. Al principio, Artabazos recibió el apoyo de Chares,
un general ateniense, y sus mercenarios, a quienes recompensó muy
generosamente. Se cree que la moneda de oro de Artabazos se emitió específicamente
para recompensar a las tropas de Chares. El sátrapa
de Mysia, Orontes I. También apoyó a Artabazus. Más tarde,
Artabazos también fue apoyado por los tebanos, que le enviaron 5.000
hombres bajo Pammenes. Con la ayuda de estos y otros aliados, Artabazos
derrotó al Rey en dos grandes batallas en 354 a. C.
Sin
embargo, en 353 a. C., fueron derrotados por el ejército de Artajerjes y se
disolvieron. Orontes fue perdonado por el rey, mientras que Artabazus huyó
con su familia a la seguridad de la corte de Filipo II de Macedonia, donde
permaneció de 352 a 342.
Primera campaña egipcia (351 a.C)
Alrededor
del 351 a. C., Artajerjes se embarcó en una campaña para recuperar Egipto, que
se había rebelado bajo su padre, Artajerjes II. Al mismo tiempo, estalló
una rebelión en Asia Menor que, con el apoyo de Tebas, amenazó con
volverse grave. Impulsando un vasto ejército, Artajerjes marchó a Egipto
y se enfrentó a Nectanebo II. Después de un año de lucha
contra el faraón egipcio, Nectanebo infligió una aplastante derrota a
los persas con el apoyo de mercenarios liderados por los generales griegos: el
ateniense Diophantus y el espartano Lamius. Artajerjes se vio obligado a
retirarse y posponer sus planes para reconquistar Egipto.
Rebelión de Chipre y Sidón
Moneda aqueménida de Idrieus de Caria durante
el reinado de Artajerjes III, que muestra al rey aqueménida en el anverso, y su
sátrapa Idrieus en el reverso. Hacia 350-341 a. C.
Poco
después de esta derrota egipcia, Fenicia, Anatolia
y Chipre declararon su independencia del dominio persa. En 343
a. C., Artajerjes asumió la responsabilidad de la supresión de los
rebeldes chipriotas ante Idrieus, príncipe de Caria, que empleó a 8.000
mercenarios griegos y cuarenta trirremes, comandados
por Phocion el ateniense, y Evagoras, hijo del anciano Evagoras,
el monarca chipriota. Idrieus logró reducir Chipre.
Campaña Sidon de Belesys y Mazaeus
Artajerjes
inició una contraofensiva contra Sidón ordenando el sátrapa de
Siria Belesys y Mazaeus, el sátrapa de Cilicia, para
invadir la ciudad y mantener a raya a los fenicios. Ambos sátrapas
sufrieron derrotas aplastantes a manos de Tennes, el rey sidonés, que fue
ayudado por 40.000 mercenarios griegos enviados por Nectanebo II y
comandados por Mentor de Rodas. Como resultado, las fuerzas persas
fueron expulsadas de Fenicia.
Campaña contra Sidon de Artajerjes
Después de
esto, Artajerjes personalmente dirigió un ejército de 330.000 hombres
contra Sidón. El ejército de Artajerjes estaba compuesto por 300.000
soldados de infantería, 30.000 de caballería, 300 trirremes y 500
transportes o barcos de aprovisionamiento. Después de reunir este
ejército, buscó ayuda de los griegos. Aunque rechazó la ayuda
de Atenas y Esparta, logró obtener mil hoplitas de arma pesada
tebana bajo Lacrates, tres mil argivos bajo Nicostratus y seis mil
eolios, jonios y dorios de las ciudades griegas de Anatolia. Este
apoyo griego era numéricamente pequeño, no ascendía a más de 10.000 hombres,
pero formó, junto con los mercenarios griegos de Egipto que se le acercaron
después, la fuerza en la que depositó su mayor confianza, y en la que el éxito
final de su expedición se debía principalmente.
El
acercamiento de Artajerjes debilitó suficientemente la resolución
de Tennes de que se esforzó por comprar su propio perdón al entregar
hasta 100 ciudadanos principales de Sidón en manos del rey persa, y luego
admitió a Artajerjes dentro de las defensas de la ciudad. Artajerjes hizo
que los 100 ciudadanos se transfiguraran con jabalinas, y cuando 500 más salieron
como suplicantes para buscar su misericordia, Artajerjes los consignó al mismo
destino. Sidon fue quemado en el suelo, ya sea por Artajerjes o por los
ciudadanos de Sidonia. Cuarenta mil personas murieron en la
conflagración. Artajerjes vendió las ruinas a un alto precio a los
especuladores, quienes calcularon reembolsarse a sí mismos por los tesoros que
esperaban sacar de entre las cenizas. Tennes luego fue asesinado por
Artajerjes. Artajerjes envió más tarde a los judíos que apoyaron la
revuelta a Hyrcania, en la costa sur del mar Caspio.
La
reducción de Sidón fue seguida de cerca por la invasión de Egipto. En 343
a. C., Artajerjes, además de sus 330.000 persas, tenía ahora una fuerza de 14.000
griegos provistos por las ciudades griegas de Asia Menor: 4.000
bajo Mentor, que consistía en las tropas que había traído a Egipto para
ayudar a Tennes; 3.000 enviados por Argos; y 1000 de
Tebas. Dividió a estas tropas en tres cuerpos y colocó a la cabeza de cada
uno un persa y un griego. Los comandantes griegos eran Lacrates de
Tebas, Mentor de Rodas y Nicostratus de Argos, mientras que los
persas estaban liderados por Rhossaces, Aristazanes y Bagoas, el jefe de
los eunucos. Nectanebo II resistió con un ejército de 100.000 de los
cuales 20.000 eran mercenarios griegos. Nectanebo II ocupó el Nilo y
sus diversas ramas con su gran armada. El carácter del país, atravesado
por numerosos canales y lleno de ciudades fuertemente fortificadas, estaba a su
favor y se podría haber esperado que Nectanebo II ofreciera una resistencia
prolongada, si no exitosa. Pero carecía de buenos generales, y demasiado
confiado en sus propios poderes de mando, fue capaz de ser superado por los
generales mercenarios griegos y sus fuerzas finalmente fueron derrotadas por
los ejércitos persas combinados.
Artajerjes III como Faraón de Egipto,
moneda satrapal de Mazaeus en Cilicia.
Después de
su derrota, Nectanebo huyó rápidamente a Memphis, dejando a las ciudades
fortificadas para ser defendidas por sus guarniciones. Estas guarniciones
consistían en tropas en parte griegas y en parte
egipcias; entre quienes los líderes persas sembraban fácilmente los celos
y las sospechas. Como resultado, los persas pudieron reducir rápidamente
numerosas ciudades en el Bajo Egipto y avanzaron hacia Memphis cuando Nectanebo
decidió abandonar el país y huir hacia el sur a Etiopía. El ejército
persa derrotó por completo a los egipcios y ocupó el Bajo Delta del
Nilo. Después de que Nectanebo huyera a Etiopía, todo Egipto se sometió a
Artajerjes. Los judíos en Egipto fueron enviados a Babilonia o a
la costa sur del mar Caspio, el mismo lugar que los judíos
de Fenicia habían sido enviados anteriormente.
Después de
esta victoria sobre los egipcios, Artajerjes destruyó los muros de la ciudad,
comenzó un reino de terror y comenzó a saquear todos los
templos. Persia ganó una cantidad significativa de riqueza de este
saqueo. Artajerjes también aumentó los altos impuestos e intentó debilitar
a Egipto lo suficiente como para que nunca pudiera rebelarse contra
Persia. Durante los 10 años que Persia controló Egipto, los creyentes en
la religión nativa fueron perseguidos y los libros sagrados fueron
robados. Antes de regresar a Persia, nombró a Pherendares
como sátrapa de Egipto. Con la riqueza obtenida de su reconquista de
Egipto, Artajerjes pudo recompensar ampliamente a sus mercenarios. Luego
regresó a su capital después de haber completado con éxito su invasión de
Egipto.
Tumba de Artajerjes III
en Persépolis.
Soldados de diversas etnias del Imperio
aqueménida, tumba de Atarjerjes III.
Después de
su éxito en Egipto, Artajerjes regresó a Persia y pasó los siguientes años
sofocando efectivamente las insurrecciones en varias partes del Imperio, de
modo que unos años después de su conquista de Egipto, el Imperio
persa estaba firmemente bajo su control. Egipto siguió siendo parte
del Imperio persa hasta la conquista de Egipto por Alejandro
Magno.
Después de
la conquista de Egipto, no hubo más revueltas o rebeliones contra
Artajerjes. Mentor de Rodas y Bagoas, los dos generales que se
habían distinguido más en la campaña egipcia, fueron promovidos a puestos de la
más alta importancia. Mentor, que era gobernador de toda la costa
asiática, logró reducir a la sujeción a muchos de los jefes que durante los
recientes problemas se habían rebelado contra el dominio persa. En el
transcurso de unos años, Mentor y sus fuerzas lograron someter a toda la costa
mediterránea asiática a una total sumisión y dependencia.
Bagoas
regresó a la capital persa con Artajerjes, donde asumió un papel destacado en
la administración interna del Imperio y mantuvo la tranquilidad en todo el
resto del Imperio. Durante los últimos seis años del reinado de Artajerjes
III, el Imperio persa fue gobernado por un gobierno vigoroso y exitoso.
Las fuerzas
persas en Jonia y Licia recuperaron el control del mar
Egeo y el mar Mediterráneo y se apoderaron de gran parte
del antiguo imperio insular de Atenas. En
respuesta, Isócrates de Atenas comenzó a dar discursos pidiendo una
"cruzada contra los bárbaros", pero no había suficiente fuerza en
ninguna de las ciudades-estado griegas para responder a su llamado.
Aunque no
hubo rebeliones en el Imperio Persa, el creciente poder y territorio de Filipo
II de Macedonia en Macedonia (contra el
cual Demóstenes estaba en vano advirtiendo a los atenienses) atrajo
la atención de Artajerjes. En respuesta, ordenó que la influencia persa se
usara para controlar y restringir el creciente poder e influencia del reino de
Macedonia. En 340 a. C., se envió una fuerza persa para ayudar
al príncipe tracio, Cersobleptes, a mantener su
independencia. Se proporcionó suficiente ayuda efectiva a la ciudad
de Perinthus para que el numeroso y bien equipado ejército con el que
Philip había comenzado su asedio de la ciudad se viera obligado a abandonar el
intento. En el último año del gobierno de Artajerjes, Filipo IIya tenía planes
para una invasión del Imperio Persa, que coronaría su carrera, pero los griegos
no se unirían a él.
En 338 a.
C. Artajerjes III fue, según una fuente griega, Diodoro de Sicilia,
envenenada por Bagoas con la ayuda de un médico. Sin embargo, una tableta
cuneiforme en el Museo Británico (BM 71537) sugiere que Artajerjes III murió
por causas naturales.
Legado
Históricamente,
los reyes del Imperio aqueménida eran seguidores
de Zoroastro o estaban fuertemente influenciados por la
ideología zoroastriana. El reinado de Artajerjes II vio un
renacimiento del culto de Anahita y Mitra, cuando en sus inscripciones de
construcción invocó a Ahura Mazda, Anahita y Mitra e incluso instaló
estatuas de sus dioses. Mithra y Anahita habían sido descuidadas hasta
entonces por los verdaderos zoroastrianos: desafiaron la orden de Zoroastro de
que Dios debía ser representado solo por las llamas de un fuego sagrado. Se
cree que Artajerjes III rechazó a Anahita y adoró solo a Ahuramazda y
Mitra. Una ambigüedad en la escritura cuneiforme de una inscripción de
Artajerjes III en Persépolis sugiere que él consideraba al padre y al hijo
como una sola persona, sugiriendo que los atributos de Ahuramazda estaban
siendo transferidos a Mitra. Curiosamente, Artajerjes había ordenado que
se erigieran estatuas de la diosa Anâhita
en Babilonia, Damasco y Sardis, así como en Susa, Ecbatana y
Persépolis.
El nombre
de Artajerjes aparece en las monedas de plata (modeladas en las atenienses)
emitidas mientras estuvo en Egipto. El reverso lleva una inscripción en
una escritura egipcia, que dice "Artajerjes Faraón. Vida, prosperidad,
riqueza".
Algunos
piensan que el Libro de Judith podría haberse basado originalmente en
la campaña de Artajerjes en Fenicia, ya que Holofernes era el
nombre del hermano de la sátrapa capadociana Ariarathes, el vasallo
de Artajerjes. Bagoas, el general que encuentra a Holofernes muerto, fue
uno de los generales de Artajerjes durante su campaña contra Fenicia y Egipto.
La Puerta Inacabada
en Persépolis dio a los arqueólogos una idea de la construcción de
Persépolis.
Hay
evidencia de una política de construcción renovada en Persépolis, pero algunos
de los edificios estaban sin terminar al momento de su muerte. Dos de sus
edificios en Persépolis fueron el Salón de las Treinta y Dos Columnas, cuyo
propósito se desconoce, y el palacio de Artajerjes III. El camino del ejército
inacabado y la puerta inacabada, que conectaba la puerta de todas las naciones
y el Salón de las cien columnas, les dieron a los arqueólogos una idea de la
construcción de Persépolis. En 341 a.C, después de que Artajerjes regresó
a Babilonia desde Egipto, aparentemente procedió a construir una gran
Apadana cuya descripción está presente en las obras de Diodoro Siculus.
El palacio
de Nabucodonosor II en Babilonia se expandió durante el reinado de
Artajerjes III. La tumba de Artajerjes fue cortada en la montaña detrás
de la plataforma de Persépolis, al lado de la tumba
de su padre.
Familia
Artajerjes
III era hijo de Artajerjes II y Statira. Artajerjes II tuvo
más de 115 hijos de muchas esposas, la mayoría de ellos, sin embargo, eran
ilegítimos. Algunos de los hermanos más importantes de Ochus fueron
Rodogune, Apama, Sisygambis, Ocha, Darius y Ariaspes, la mayoría de
los cuales fueron asesinados poco después de su ascensión.
Sus hijos
fueron:
Por Atossa.
·
Artajerjes IV Culos
Por una
esposa desconocida:
·
Bisthanes
·
Parysatis II, futura esposa
de Alejandro Magno.
·
Sisygambis tal vez era
su hija, o de Ostanes o de un líder uxiano. Su hijo
era Darío III.
También se
casó:
·
Una hija desconocida de su
hermana Ocha.
·
Una hija de Oxyathres,
hermano de Darius III
Arsés
Asses,
también conocido por su nombre regnal de Artajerjes IV, fue el
duodécimo Achaemenid rey de Persia desde 338 a.C a 336 a.C. Es
conocido como Asses en fuentes griegas y ese parece haber sido su verdadero
nombre, pero la trilingue Xanthus y los tiestos
de Samaria informan que tomó el nombre real de Artajerjes IV,
siguiendo a su padre y abuelo.
Asses era
el hijo menor de Artajerjes III y su esposa Atossa. Asses tenía
varios hermanos, solo uno cuyo nombre está atestiguado, un cierto Bisthanes.
Persia estaba experimentando un resurgimiento bajo Artajerjes III, que
reorganizó su imperio y suprimió las revueltas en todo el país. Sin
embargo, la fortuna de Persia llegó a un abrupto final en otoño de 338, cuando
Artajerjes III fue asesinado por el
ambicioso eunuco y chiliarca Bagoas, quien envenenó al
rey. La muerte prematura de Artajerjes III demostró ser un problema
problemático para Persia, y puede haber jugado un papel en el
debilitamiento del país. La mayoría de los hijos de Artajerjes III, con la
excepción de Asses y Bisthanes, también fueron asesinados por
Bagoas. Bagoas, que quería ser hacedor de reyes, puso a los jóvenes
Asnos en el trono.
En su
ascensión al trono, Asses probablemente asumió el nombre real de Artajerjes
IV. Bagoas lo subió al trono debido a su juventud, que este último
intentó aprovechar para controlarlo. Alrededor del mismo período, la
mayoría de las ciudades-estado griegas se habían unido a la liga
griega bajo el liderazgo del rey macedonio Filipo II, quien aprovechó
los acontecimientos en Persia al exigir una compensación del país por ayudar a
la ciudad de Perinto durante el reinado de Artajerjes III.
Los asnos disminuyeron, y como resultado, se inició una expedición griega
con Filipo II como general, que envió a 10.000 soldados macedonios a Asia en
336 a. C. Al mismo tiempo, sin embargo, Asses se centró en tratar de
liberarse de la autoridad e influencia de Bagoas; hizo un esfuerzo
infructuoso para envenenar a este último, solo para ser envenenado él mismo
junto con el resto de su familia por Bagoas, quien puso al primo de
Asses, Darío III, en el trono. La propaganda macedonia, hecha
para legitimar las conquistas de Alejandro Magno unos años más tarde,
acusó a Darío III de jugar un papel clave en el asesinato de Asses, quien fue
retratado como el último rey de la casa real aqueménida.
Darío III
Darío
III (c. 380 - julio de 330 a. C.), originalmente
llamado Artashata y llamado Codomannus por los
griegos, fue el último rey del Imperio
aqueménida de Persia, desde 336 a. C. hasta 330 a. C. Artashata
adoptó a Darius como nombre dinástico.
Su imperio
era inestable, con grandes porciones gobernadas por sátrapas celosos
y poco confiables y habitadas por súbditos desafectos y rebeldes.
En 334 a.
C., Alejandro Magno comenzó su invasión del Imperio persa y
posteriormente derrotó a los persas en una serie de batallas antes de saquear y
destruir su capital, Persépolis, por fuego en el 330 a. C. Con el
Imperio Persa ahora efectivamente bajo el control de Alejandro, Alejandro
decidió perseguir a Darío. Sin embargo, antes de que Alejandro lo
alcanzara, Darius fue asesinado por su primo Satrap Bessus.
Reinado temprano
Artashata
era hijo de Arsames, hijo de Ostanes; y Sisygambis, hija
de Artajerjes II Mnemon. Se había distinguido en un combate de
campeones en una guerra contra los Cadusii y estaba sirviendo en ese
momento como mensajero real. Sin embargo, antes de ser nombrado mensajero
real, había servido como sátrapa de Armenia. Pudo haber sido
promovido de su servicio de satrapía al servicio postal después de la ascensión
de Asses, porque se le conoce como uno de los "amigos" del rey en la corte después de esa ocasión.
En 336 a.
C., tomó el trono a la edad de 43 años después de la muerte de Artajerjes
III y Asnos. Según el historiador griego Diodoro de Sicilia,
Artashata fue instalado por el visir Bagoas, después de que éste
envenenó al rey Artajerjes III y, posteriormente, a sus hijos,
incluidos los Asnos, que lo sucedieron en el trono. Artashata tomó el
nombre real de Darío III y rápidamente demostró su independencia de
su posible asesino benefactor. Bagoas también trató de envenenar a Darius,
cuando se enteró de que ni siquiera Darius podía ser controlado, pero Darius
fue advertido y obligó a Bagoas a beber el veneno él mismo. El nuevo rey se
encontró en control de un imperio inestable, gran parte del cual estaba
gobernado por sátrapas celosos y poco confiables y habitado por
súbditos descontentos y rebeldes, como Khabash en Egipto. En
comparación con sus antepasados y sus compañeros herederos que habían
fallecido desde entonces, Darius tenía una clara falta de experiencia
gobernando un imperio, y una falta de ambición previa para hacerlo. Darius
era un gobernante de sello completamente promedio, sin los talentos y
cualidades sorprendentes que requería la administración de un vasto imperio
durante ese período de crisis.
Conflicto con los griegos
La campaña de Filipo
En 336 a.C, Filipo
II de Macedonia fue autorizado por la Liga de Corinto como
su Hegemón para iniciar una guerra sagrada de venganza contra los
persas por profanar y quemar los templos atenienses durante
la Segunda Guerra Persa, más de un siglo antes. Envió una fuerza
avanzada a Asia Menor bajo el mando de sus generales Parmenion y Attalus para
liberar a los griegos que vivían bajo el control persa. Después de que
tomaron las ciudades griegas de Asia desde Troya hasta el río
Maiandros Philip fue asesinado y su campaña fue suspendida mientras su heredero
consolidaba su control de Macedonia y el resto de Grecia.
Detalle de Darío III del mosaico de
Alejandro
En la
primavera de 334 a. C., el heredero de Felipe, Alejandro, quien había sido
confirmado como Hegemón por la Liga de Corinto, invadió Asia
Menor al frente de un ejército de soldados macedonios y otros soldados
griegos. Esta invasión, que marcó el comienzo de las Guerras de
Alejandro Magno, fue seguida casi de inmediato por la victoria de Alejandro
sobre los persas en la Batalla del Granico. Darius nunca se presentó
a la batalla, porque no había razón para suponer que Alexander pretendía
conquistar toda Asia, y Darius bien podría haber supuesto que los sátrapas de
las sátrapas 'inferiores' podrían lidiar con la crisis, así que decidió
quedarse en su casa en Persépolis y dejar que sus sátrapas lo manejen. En
la anterior invasión de Asia Menor por el rey espartano Agesilao II, los
persas lo habían inmovilizado en Asia Menor mientras fomentaban
la rebelión en Grecia. Darius intentó emplear la misma
estrategia, con los espartanos rebelándose contra los macedonios, pero los
espartanos fueron derrotados en Megalópolis.
Darío III retratado (en el medio) en la
batalla contra Alejandro en una representación griega; Posible ilustración
de la Batalla de Issus o la Batalla de Gaugamela
La huida de Darius en la batalla de
Gaugamela (relieve de marfil del siglo XVIII)
Darius en
realidad no tomó el campo contra el ejército de Alexander hasta un año y medio
después de Granicus, en la Batalla de Issus en 333 AC. Sus
fuerzas superaron en número a los soldados de Alexander en al menos una
proporción de 2 a 1, pero Darius todavía fue flanqueado, derrotado y obligado a
huir. Arrian le dice que en la Batalla de Issus en el momento en
que la izquierda persa se hizo pedazos bajo el ataque de Alejandro y Darius, en
su carro de guerra, vio que estaba cortado, él huyó de manera incontinente; de
hecho, lideró la carrera por la seguridad. En el camino, dejó su carro,
su arco y su manto real, todos los cuales fueron recogidos por
Alejandro. Fuentes griegas como la Biblioteca de Historia
de Diodoro Siculus y JustinEpitoma Historiarum
Philippicarum cuenta que Darius huyó por miedo en la Batalla de Issus y
nuevamente dos años más tarde en la Batalla de Gaugamela a pesar de
haber ordenado una fuerza mayor en una posición defensiva cada vez. En la
Batalla de Issus, Darío III incluso sorprendió a Alejandro y no pudo derrotar a
las fuerzas de Alejandro. Darius huyó tan rápido que Alexander pudo
capturar el cuartel general de Darius y tomar a la familia de Darius como
prisioneros en el proceso. Darius solicitó a Alexander a través de cartas
varias veces para recuperar a su familia, pero Alexander se negó a hacerlo a
menos que Darius lo reconociera como el nuevo emperador de Persia.
Las
circunstancias estaban más a favor de Darius en la Batalla de Gaugamela en 331
a. C. Tenía un buen número de tropas que se habían organizado
adecuadamente en el campo de batalla, contaba con el apoyo de los ejércitos de
varios de sus sátrapas y el terreno en el campo de batalla era casi
perfectamente uniforme, para no impedir el movimiento de sus carros guadaña.
. A pesar de todos estos factores beneficiosos, aún huyó de la batalla
antes de que se decidiera cualquier vencedor y abandonó a sus comandantes
experimentados, así como a uno de los ejércitos más grandes jamás
reunidos. Otra fuente cuenta que cuando Darius percibió el feroz ataque
de Alejandro, cuando en Issus dio la vuelta a su carro, y fue el primero en
huir, Una vez más, abandonando a todos sus soldados y sus propiedades para ser
tomadas por Alejandro. Muchos soldados persas perdieron la vida ese día,
tantos de hecho que después de la batalla las bajas del enemigo aseguraron que
Darío nunca más levantaría un ejército imperial. Darius huyó
a Ecbatana e intentó levantar un tercer ejército, mientras que
Alexander tomó posesión de Babilonia, Susa y la capital persa
en Persépolis. Según los informes, Darius ofreció todo su imperio al
oeste del río Eufrates a Alexander a cambio de paz varias veces, cada vez que
Alexander lo negaba en contra del consejo de sus comandantes
superiores. Alexander podría haber declarado la victoria después de
la captura de Persépolis, pero en su lugar decidió perseguir a Darius.
La batalla
de Gaugamela, en la que Alejandro Magno derrotó a Darío III de Persia
en 331 a. C., tuvo lugar aproximadamente a 100 kilómetros (62 millas) al oeste
de Erbil, Irak. Después de la batalla, Darius logró huir a la
ciudad. Sin embargo, algo impreciso, la confrontación a veces se conoce como
la "Batalla de Arbela".
Huida, encarcelamiento y muerte
Asesinato de Darío y Alejandro al lado
del rey moribundo representado en un manuscrito del siglo XV.
Darius
intentó restaurar su gran ejército después de su derrota a manos de Alexander,
pero no logró reunir una fuerza comparable a la que había luchado en Gaugamela,
en parte porque la derrota había socavado su autoridad, y también porque la
política liberal de Alexander, Por ejemplo, en Babilonia y en Persis, ofreció
una alternativa aceptable a las políticas persas.
Cuando en
Ecbatana, Darius se enteró del ejército que se acercaba de Alejandro, decidió
retirarse a Bactria, donde podría utilizar mejor su caballería y sus
fuerzas mercenarias en el terreno más llano de las llanuras de
Asia. Dirigió a su ejército a través de las Puertas del Caspio, la
carretera principal a través de las montañas que trabajaría para frenar al
siguiente ejército. Las fuerzas persas se desmoralizaron cada vez
más con la amenaza constante de un ataque sorpresa de Alejandro, que condujo a
muchas deserciones y, finalmente, un golpe de estado dirigido por Bessus,
un sátrapa y Nabarzanes, que manejaban todas las audiencias con el Rey y estaba
a cargo del guardia de palacio Los dos hombres le sugirieron a Darius que
el ejército se reagrupara bajo Bessus y que el poder sería transferido
nuevamente al Rey una vez que Alejandro fuera derrotado. Darius obviamente
no aceptó este plan y sus conspiradores se volvieron más ansiosos por
eliminarlo por sus fracasos sucesivos contra Alexander y sus fuerzas. El
patrón, un mercenario griego, alentó a Darius a aceptar un guardaespaldas de
mercenarios griegos en lugar de su guardia persa habitual para protegerlo de
Bessus y Nabarzanes, pero el Rey no pudo aceptar por razones políticas y se
acostumbró a su destino. Bessus y Nabarzanes finalmente ataron a Darius y
lo arrojaron en un carro de bueyes mientras ordenaban a las fuerzas persas
continuar. Según la historia de Alejandro de Curtio. En este
punto, Alejandro y una pequeña fuerza móvil llegaron y pusieron a los persas en
pánico, lo que llevó a Bessus y a otros dos
conspiradores, Satibarzanes y Barsaentes, a herir al rey con sus
jabalinas y dejarlo morir.
La familia de Darío antes de Alejandro,
por Paolo Veronese, 1570.
Un soldado
macedonio encontró a Darius muerto o muriendo en la carreta poco después, una
decepción para Alexander, que quería capturar a Darius con vida. Alexander
vio el cadáver de Darius en la carreta y quitó el anillo del sello del dedo del
rey muerto. Luego envió el cuerpo de Darius de regreso a Persépolis, le
dio un magnífico funeral y ordenó que fuera enterrado, como todos sus
antecesores reales, en las tumbas reales. La tumba de Darius aún no ha
sido descubierta. Alexander finalmente se casó con la hija de
Darius, Stateira, en Susa en 324 a. C.
Con el
viejo rey derrotado y dado un entierro adecuado, el gobierno de Alejandro de
Persia se hizo oficial. Esto llevó a Darius a ser considerado por algunos
historiadores como cobarde e ineficiente, ya que bajo su gobierno,
la totalidad del Imperio Persa cayó ante un invasor extranjero. Después de
matar a Darius, Bessus tomó el nombre real de Artajerjes V y comenzó
a llamarse Rey de Asia. Posteriormente fue capturado por Alexander,
torturado y ejecutado. Otro de los generales de Darius se congratuló con
Alexander al darle al compañero favorito del conquistador
Darius, Bagoas.
Nombre de sátrapa | Regla | Monarca reinante | Comentarios |
Ferendas II | c.343 – antes de 333 a. C. | Artajerjes III | |
Sabaces | † 333 a. | Darío III | Muerto en la batalla de Issus |
Mazaces | c.333–332 a. C. | Darío III |
Ferenitas II fue
un sátrapa aqueménida durante el siglo IV a. C., en la época de
la 31 Dinastía de Egipto.
Casi nada
se sabe de él. En su Bibliotheca historica, Diodorus Siculus informa
que, después de la batalla de Pelusium (343 a. C.) y la posterior
conquista aqueménida de Egipto, Artajerjes III nombró a Ferenatos II
como sátrapa. Su cargo debe haber sido muy breve, ya que su
sucesor Sabaces fue asesinado en la batalla de Issus (333
a. C.) mientras servía a Darío III.
Sabaces (nombre
variantes: Sabakes, Sauaces; Sataces; Diodoro de
Sicilia lo llama Tasiaces, murió en el año 333 a.C) fue
un aqueménida sátrapa de la aqueménida trigésima primera
dinastía de Egipto durante el reinado del rey Darío III de Persia.
Algún
tiempo antes de la Batalla de Issus Sabaces salió de Egipto con su
ejército para unirse a Darío III en Siria y apoyarlo en su
lucha contra Alejandro Magno. Cuando tuvo
lugar la Batalla de Issus (noviembre de 333 a. C.), Alejandro y
sus jinetes se abrieron paso a través de las tropas enemigas hasta que se
acercaron a Darío III, cuya vida estaba en peligro. Darío III estaba
protegido por los persas más nobles, entre ellos también Sabaces, quien fue
asesinado:
De los persas fueron asesinados Arsames, Rheomithres
y Atizyes que habían comandado la caballería en el Granicus. Sabaces,
virrey de Egipto y Bubaces, uno de los dignatarios persas, también fueron
asesinados, además de alrededor de 100,000 de los soldados privados, entre
ellos más de 10,000 caballería.
- La anabasis de Alejandro de Arrian, traducido
por EJ Chinnock, Libro II, Capítulo XI
El rey
persa huyó porque temía por su vida; por eso los macedonios ganaron la
batalla.
Mazaces fue
probablemente el sucesor de Sabaces en Egipto, pero debido a que Sabaces se
había llevado con él a casi todas las fuerzas de ocupación, Mazaces no pudo
organizar la resistencia militar contra los macedonios. Por lo tanto,
Alejandro Magno pudo tomar Egipto sin luchar (332 a. C.).
Mazaces,
también Mazakes, fue el
último aqueménida sátrapa del antiguo Egipto durante
el final del reinado de Darío III de la dinastía 31 de Egipto.
Mazaces
logró Sabaces después de la muerte de este último en la batalla
de Issos (333 a.C). Su oficina duró menos de un año:
cuando Alejandro Magno invadió Egipto a finales de 332 a.C, Mazaces
no tenía suficiente fuerza militar para poner una resistencia. Aconsejado
por Amminapes, que conocía bien Alexander, Mazaces entregó el país a
macedonia sin luchar, junto con un tesoro de 800 talentos de
oro. Este evento marcó el final de la satrapía segundo egipcia de corta
duración (343-332 a.C).
No se sabe
qué pasó con Mazaces después de este evento, pero Alejandro le asigna el papel
de sátrapa de Egipto a la griega Cleómenes de Naucratis antes de
partir hacia el Este.
Mazakes
pueden haber sido nominado como sátrapa de Mesopotamia en recompensa
por su presentación, como monedas en su nombre y en un estilo similar a su
predecesor egipcia Sabakes, se encuentran en esta región, y el sátrapa de
la Mesopotamia en ese momento por lo demás es desconocido.
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