EL “COMPLEJO CULTURAL SAHARIANO-NILÓTICO. LAS CULTURAS PREDINÁSTICAS DEL
ALTO Y EL BAJO EGIPTO.
EL PALEOLÍTICO INFERIOR (700/500.000-250.000 a.C.)
El Achelense[1]
representa la cultura más importante del Paleolítico Inferior en Europa
Oriental, y su denominación proviene del lugar epónimo de Saint Acheul,
suburbio de Amiens, al norte de Francia. A pesar de ello, parece ser que su
definición aún sigue sujeta a revisiones periódicas.
La industria Achelense se
desarrolla en el Pleistoceno Medio y comienzos del Superior (c. 600.00 a 90.000
a.C.) en Europa. Su elemento tipológico más característico es el bifaz y unas
técnicas de lascado relativamente sencillas. Desarrolla la técnica de Levallois
y la talla con percusor blando.
Son muchas las hachas tipo
Achelense encontradas en depósitos de grava locales, pero no así restos óseos
humanos que puedan asociarse con esta fase del Paleolítico Inferior en todo
Egipto, aunque se considera al Homo erectus como el responsable de la
fabricación de dichos artefactos.
Sin embargo, un error de
interpretación de la geomorfología del desierto ha hecho creer a ciertos
investigadores en la existencia de una correlación entre el Achelense y la
cronología de las terrazas aluviales del Nilo que, por desgracia, no existe. Se
piensa, eso sí, que el Homo erectus, a su paso por estas tierras,
dejaría tras de sí, en forma dispersa, hachas u otros utensilios, de ahí que no
sea improbable encontrar hachas Achelenses en la superficie de las zonas
desérticas del Valle del Nilo.
Recordemos que a principios del
siglo pasado, las colinas sobre las que se deslizaba un sendero que iba de Deil
el-Medina al Valle de los Reyes, llegaron a ser muy populares para muchos
“coleccionistas” de hachas.
Es curioso observar cómo en Nag
Ahmed el-Khalifa, cerca de Abidos, y en otros lugares de la región de Qena, se
han encontrado artefactos que permanecen agrupados, aun cuando no estén ya en
su entorno original. El hecho de que aparezcan en la superficie de depósitos de
arcilla, confirmaría la conexión entre el río Nilo y sus cabeceras en Etiopía.
La antigüedad de tales conjuntos se ha estimado entre los años 400.000-300.000 a.C.[2].
Conviene destacar que para tener
una base documental fiable de la ocupación Achelense, se requeriría más
información de la que se dispone sobre factores tales como la distribución
espacial original y los restos fáunicos asociados.
La Prehistoria de Nubia, sin
embargo, se conoce comparativamente bien debido a las excavaciones de rescate
llevadas a cabo antes de que la zona fuese finalmente inundada por el Lago
Nasser.
En estos casos, las agrupaciones
de hachas Achelenses reposaban sobre las erosionadas cumbres de las colinas, o
“inselbergs”, donde se pudo extraer una buena materia prima: la arenisca ferruginosa.
No era de esperar, sin embargo,
que dichos yacimientos, tras una exposición a la erosión de miles de años,
pudiesen ofrecer restos en condiciones de conservación medio aceptables,
excepto piedras; pero incluso de ellas sólo se posee una información limitada y
se carece de medios fiables para una posible datación que no sean los de su
propia topología, que los asigna a los períodos Achelenses Inferior, Medio y
Superior.
En el Desierto Occidental existen
yacimientos que pertenecen al Achelense Superior, como es el caso del oasis de
Kharga y Dakhla, y de Bir Sahara y Bir Tarfawi, todos ellos claramente
relacionados con condiciones más húmedas en las que la vida para el
cazador-recolector era posible, en su mayoría en mal estado de conservación.
Sorprende, por otra parte, la
ausencia, en los mencionados conjuntos, de “hendidores”, utensilios
fundamentalmente africanos, lo que parece sugerir que, durante el período
Achelense, Nubia constituía por sí misma una provincia; un enclave original en
el interior de África.
El hendidor, o hendedor, es un
útil prehistórico, que aunque por su tamaño pueda ser considerado de la familia
de los bifaces, los picos triédricos (lo que suele llamarse "útiles
nucleares"), el proceso de fabricación y su concepto tipológico, lo
separan netamente de este grupo, haciéndolo un tipo diferente, especial.
Tallado en piedra, es típico del
Paleolítico Inferior y Medio en el sur de Europa y, especialmente, en África.
Morfológicamente, se caracteriza
por ser un instrumento alargado, de grandes o medias dimensiones, con un filo
terminal transversal al eje morfológico de la pieza, como el de un hacha. Se
sabe muy poco o nada sobre su utilización, pese a que su forma y filo puedan
sugerir que fuese similar a la del hacha. No se sabe si iba enmangado y si se
usaba con movimientos transversales o paralelos al filo.
EL PALEOLÍTICO MEDIO (250.000 –70.000 a.C.)
El Paleolítico Medio Egipcio nos
presenta un panorama más bien complejo cuyo origen hay que buscarlo en el
Achelense Superior, en el que las hachas se asocian con la foliación bifacial y
con un método típico nubio de picado de piedra. Los conjuntos se datan hacia
antes de 250.000 a.C.
Es de entender, pues, que tales
yacimientos acabasen teniendo un destino final muy similar al de los Achelenses;
es decir, que cualquiera podía permitirse recoger, a placer, utensilios
dispersados por todo el desierto, que antaño formaron parte de un conjunto de
un yacimiento hoy inexistente. Y, a juzgar por la considerable proliferación de
elementos, se diría que la densidad de población tenía que haber sido alta.
El Paleolítico Medio Egipcio, como
en otras muchas zonas del Viejo Continente, se caracteriza por la introducción
del Método Levallois ya tratado en nuestro anterior apartado; técnica especial,
ya descrita, que habría sido diseñada para obtener lascas y láminas, de
dimensiones predeterminadas, del núcleo de la piedra, denominadas “Levallois”,
caracterizadas por la dirección centrípeta de las aristas dorsales y por el
talón facetado.
Además del procedimiento Levallois
clásico, se empezó a trabajar el método Levallois nubio de picado para la
producción de puntas líticas. En el Paleolítico Medio Egipcio se pueden
distinguir varios tipos de útiles, si bien su cronología no es aún clara, pero
investigaciones llevadas a cabo en el desierto occidental y en la zona de Qena
nos han proporcionado ciertas pistas.
El Paleolítico Medio Nubio se
caracteriza por la técnica Levallois nubía y por la foliación bifacial, o
estructura en láminas, propia de las rocas metamórficas, y por las lascas con
retoques en péndulo, evidentes en diversos yacimientos encontrados en Nubia,
que si bien también existen en Egipto carecen de un estado de conservación
aceptable.
Últimamente se ha desvelada una
información relacionada con un período de mediados del Paleolítico Medio, sobre
unas recientes excavaciones realizadas en Bir Tarfawi y Bir Sahara, en el
Desierto Occidental, donde se han encontrado yacimientos, en muy buen estado de
conservación, pertenecientes al Musteriense Sahariano.
Parece evidente que la
accesibilidad a dichos yacimientos en esta zona sólo era posible durante
determinados épocas húmedas, cortas y puntuales, en un clima seco.
Se conoce la existencia en el
Desierto Occidental durante la mayoría de los períodos de ocupación, e incluso
durante ciertas épocas, de numerosos lagos y playas artificiales alimentadas de
agua de lluvia de hasta 500 mm/año cuya profundidad, durante algunas fases,
podía llegar a alcanzar los 7 metros; zona que eventualmente sería abandonada
durante los períodos de extrema aridez. En cuanto a útiles, los más
representativos eran los raspadores, las puntas líticas y los denticulados.
El entorno de las playas y lagos
era, muy probablemente, rico en recursos florales que podían ser fácilmente explotados,
pero de los que carecemos evidencias arqueológicas.
En cuanto a los fáunicos que eran
explotados por el pueblo, parece que consistían en la liebre, el puercoespín y
el gato salvaje, en un extremo de espectro dimensional; y el búfalo, el rinoceronte
y la jirafa, en el extremo opuesto.
También estaban también las
gacelas, principalmente la Gacela Dorcas (gazella dorcas), hoy en peligro de
extinción, especialmente adaptada al hábitat donde se distribuye: Los desiertos
del Norte de África desde Egipto hasta el Sahara Occidental.
La presencia de estos animales
hace sugerir que la caza de pequeñas gacelas podría haber estado combinada,
quizás de forma estacional, con la caza mayor.
Las aparentes discrepancias de
contenido de diferentes escenarios pueden reflejar una variante en las
actividades llevadas a cabo en diferentes yacimientos. Los ubicados en suelos
hidromórficos fósiles caracterizados por una densidad baja en artefactos,
indicarían un uso limitado, aunque probablemente sólo durante fases cortas; e
incluso sólo en años muy secos.
Los yacimientos enclavados en
arena de playa, eran accesibles durante una buena parte del año, pero
probablemente no durante las estaciones de aguas altas; probablemente en
verano.
Los yacimientos asociados con el fondo
de lagos secos, reflejan episodios áridos inusuales; de cuando los lagos se
secaron y sus lechos quedaron expuestos.
La cueva de Sodmein, cerca de
Quseir, en las montañas del Mar Rojo, ha puesto en evidencia la existencia de
condiciones de humedad similares durante mediados del Paleolítico Medio, con la
presencia de cocodrilos, elefantes, búfalos, antílopes, y otros mamíferos de
gran tamaño. La cueva habría sido visitada durante bastante tiempo, pero
siempre en períodos cortos, y en los que con frecuencia se habrían encendido
grandes hogares.
En algunos puntos de extracción,
tales como el de Nazle Safaha, cerca de Qena, se ha recuperado material de las
postrimerías del Paleolítico Medio junto a artefactos Halfan y Stafahan
(Lavallois Idfuan), así como en otros lugares habitados próximos a Edfu, si
bien la industria Halfan estuvo localizada en Nubia.
En comparación con el temprano
Paleolítico Medio, la técnica Levallois nubia fue desapareciendo y, aparte de
la producción de lascas y láminas de núcleos de plataforma doble y sencilla,
solamente se utilizó una Levallois clásica, evolucionada para la producción de
lascas Levallois delgadas. En los lugares habitados, se utilizaban buriles,
denticulados y diversos útiles para hacer muescas.
Mientras tanto, el clima iba
cambiando de árido a árido extremo, de forma que esta evolución climatológica
acabó cambiando las condiciones de vida drásticamente, de manera que la fuente
de alimentación quedó ahora restringida a los llanos sujetos a inundaciones, lo
que obligó al pueblo del Sahara a abandonar la región propiciando así una gran
concentración humana en el Valle del Nilo.
Durante el último período del
Paleolítico Medio, (el Taramsan), se inicia una tendencia a producir láminas a
partir de núcleos grandes de forma que, mediante un proceso continuado de
producción de láminas, en vez de obtener unas pocas lascas Levallois
individualmente de cada núcleo, se conseguía un número considerable de láminas
de cada núcleo.
En Taramsa-I, un impresionante
yacimiento de extracción y producción cerca de Qena, se ha podido comprobar el
creciente interés que existía en la producción de láminas, sistema éste que
acabó generalizándose durante el Paleolítico Superior.
Conjuntos similares han sido
identificados en el Nerev, donde la transición del lascado Levallos a la
producción de láminas ha sido bien documentada en el yacimiento de Boker
Tachtit como de hacia el 45.000 B.P.
En Taramsa-I, se ha encontrado la
sepultura de un niño, “anatómicamente moderno”, que ha sido asociada al
Paleolítico Medio Tardío. Se trata, posiblemente, de la tumba más antigua de toda
África.
Las técnicas empleadas en los
lugares de extracción eran sencillas pero bien adaptadas a la existencia
natural de sílex. Los guijarros se extraían de los depósitos de las terrazas
utilizando un sistema de fosos y zanjas con profundidades que no excedían los
1’7 metros.
Sólo la parte superior de la
terraza se explotaba, y los fosos y zanjas se caracterizaban por su irregular
planimetría, con abundantes tentáculos y protuberancias.
Tenían paredes verticales, con
recesos menores, y una anchura que variaba de entre un metro y casi dos. Al no
estar el fondo del depósito de sílex excesivamente consolidado, sólo se
requería el uso de herramientas sencillas.
Las depresiones en las zanjas se
utilizaban, con frecuencia, como talleres para la fabricación de productos.
La extracción llegó a estar tan
extendida, que en ciertas localidades, como en Qena, llegó a abarcar muchos
kilómetros cuadrados.
La búsqueda de sílex de buena
calidad, y la fabricación de herramientas especiales, nos dan una idea de la
compleja organización de los habitantes del Valle del Nilo en esa época.
También nos indica que los seres
humanos del Paleolítico Medio no sólo gozaban de la capacidad del razonamiento
tridimensional, sino que también habían desarrollado un conocimiento de
geología y geomorfología.
Si la teoría de los orígenes
africanos del ser humano es cierta, teoría que aún hoy sigue siendo cuestionada
por algunos antropólogos, el anatómicamente moderno Homo Sapiens tiene que
haber cruzado también el Valle del Nilo en su paso del África Oriental hacia
Asia.
No obstante, todavía no está claro
si los datos arqueológicos nos pueden confirmar que existían similitudes entre
el Paleolítico Medio en Egipto y el del sudoeste de Asia.
Y, finalmente, cabe señalar que la
industria Ateriense, industria del Paleolítico Medio en África y Sahara, tan
importante para el resto del Norte de África, sólo se encuentra hoy en algunos
oasis del Desierto Occidental.
EL
PALEOLÍTICO SUPERIOR (50.000-24.000 a.C.)
Los yacimientos del Paleolítico Superior en Egipto son escasos
pero entre ellos cabría destacar por su antigüedad el de Nazlet Khater-4, en el
Egipto Medio; el más antiguo de este período.
La obtención de sílex se realizaba no sólo mediante el uso de
zanjas y fosos de extracción de unos dos metros máximo de profundidad, sino
también con galerías subterráneas que arrancaban de las paredes de las zanjas o
del fondo de los fosos, con lo que se conseguían galerías subterráneas que
cubrían zonas de hasta 10 metros cuadrados.
Restos de fuegos u hogares hallados en el relleno de las zanjas
donde se desarrollaban actividades de lascado parecen sugerir que las
actividades de explotación se extendieron a lo largo del período 35.000 a
30.000 B.P., lo que haría de Nazlet Khater-4 uno de los ejemplos de actividades
de explotación subterráneas más antiguos del mundo.
Los conjuntos líticos de Nazlet Khater-4 apenas mostraban ya
rastro alguno de la técnica Lavallois. La producción estaba encaminada a la
obtención de simples láminas a partir de núcleos de plataforma simple.
En cuanto a herramientas, podemos hablar de raspadores, buriles y
denticulados, pero también de hachas y foliaciones bifaciales.
Al no haberse descubierto ningún otro yacimiento de este tipo en
Egipto, es difícil determinar su incidencia en la evolución de la prehistoria
egipcia.
Próximo a la mina, y obviamente asociada con ella, los excavadores
descubrieron una tumba en la que el difunto había sido enterrado tendido sobre
su espalda con un hacha bifacial junto a su cabeza.
La fase más antigua siguiente fue la industria Shuwilkhatiense, de la que
se da fe en varios yacimientos de las inmediaciones de Qena y Esna. El
yacimiento tipo Shuwilkhat-I ha sido datado hacia 25.000 a.C.
El estudio del entorno y restos de animales muestran que el
yacimiento, que en esa época estaba ubicado dentro de las llanuras sujetas a
inundaciones, hizo las veces de terreno de caza y pesca.
Es muy posible que el Shuwilkhatiense coincidiese con un corto
espacio de tiempo más húmedo, pero que este cambio climático no fuese tan
importante como para generar una repoblación del Desierto Occidental, que
permaneció vacío de ocupación humana.
El Shuwilkhatiense se caracteriza por sus hojas robustas obtenidas
a partir de núcleos de plataformas opuestas.
Las herramientas más comunes eran los raspadores, hojas
denticuladas y buriles.
Dentro del marco en el que podemos encuadrar el Norte de África y
el sudoeste de Asia, el Paleolítico Superior puede parecer más bien insular,
aunque es posible que existiesen algunas conexiones con la industria Dabbense, conocida
únicamente en algunos yacimientos de Libia (Haua Fteah) y la Ahmariense del sur de Israel
y de Jordania.
EL PALEOLÍTICO SUPERIOR FINAL (24.000-10.000 a.C.)
Durante la fase final del
Paleolítico Superior, el clima continuó siendo extremadamente árido, mientras
el río Nilo por una parte reducía su caudal y por otra incrementaba de forma
considerable los depósitos de arcilla a consecuencia de la aridez de su
cabecera y la no menos importante actividad erosionante de los últimos fríos
glaciales que afectaron a las tierras altas de Etiopía. La arcilla se acabó
depositando en el Valle del Nilo cubriendo el Alto Egipto de un grueso aluvión
que propició las inundaciones de la llanura que, en el caso de Nubia, llegó a
alcanzar una altura de entre 25 y 30 metros superior a la actual.
No parece haber evidencia de la
existencia de yacimientos asignados al Paleolítico Superior Final en zonas del
Egipto Medio o del Bajo Egipto; al parecer por estar esta parte del Valle del
Nilo cortada a más profundidad debido al bajo nivel alcanzado por las aguas del
Mar Mediterráneo de poco más de 100 metros por debajo de su nivel actual. El
resultado fue la aparición de una erosión regresiva a lo largo del Nilo que
propició la formación de una superficie, que fue cubriéndose de aluviones
posteriores, que ocultaron así los yacimientos a los ojos de los arqueólogos.
Es un hecho la gran variedad
tipológica existente entre los diferentes yacimientos del Paleolítico Superior
Final, de ahí que nuestro limitado conocimiento del Paleolítico Superior
dificulte aún más la tarea de determinar los orígenes de esta fase final del
Paleolítico.
Entre los diferentes grupos, cabe
destacar las dos industrias más antiguas. A saber: La Fakhuriense (21.000-19.500 a.C.), que actualmente se la
identifica como una fase inicial de la Kubbaniyense
(19.000-17.000 a.C.), y esta última, relacionada con la Halfiense (19.500-17.500 a.C.) de Nubia y sur de Egipto.
Aunque la Kubbaniense tiene su
origen en el Wadi Kubbaniya, cerca de Aswan, se han encontrado yacimientos en
otros lugares como Esna y Edfu. En Wadi Kubbaniya, los yacimientos aparecen en
tres lugares fisiográficamente distintos que se relacionan con el bloqueo anual
de una laguna que, de forma temporal, se formaba durante las inundaciones del
Nilo al ser taponada la boca del “wadi” (valle) por una duna de gran
tamaño, que eventualmente crecería de tamaño bloqueando así el wadi por
completo, con lo que la laguna acabaría abasteciéndose de su propia capa
freática. El entorno así creado se convertía en un lugar idílico para
cazadores-recolectores.
Así que los yacimientos se
encuentran situados unos, en campos de dunas que ocasionalmente se anegaban con
las inundaciones; otros, en las llanas zonas de limo del wadi; y otros, en
montículos de dunas de fósiles situados en terrenos llanos junto a la boca del
wadi, que acababan rodeadas de agua durante las inundaciones.
Una gran mayoría de los
yacimientos de Wadi Kubbaniya surgieron de su frecuente utilización por parte
de pequeños grupos de gente; quizás varias veces al año, durante largas
temporadas.
Los restos florales encontrados
son típicamente estacionales, por lo que parte de la dieta debe haber consistido
en plantas comestibles, en especial las ciperáceas (Cyperaceae), aunque
sorprende la ingestión de sus pequeños tubérculos, parecidos a bellotas, ya que
para hacerlos comestibles habría sido necesario molerlos a fin eliminar las
toxinas y romper su fibra. Esto podría explicar la existencia del gran número
de piedras de moler encontradas en Wadi Kubbaniya.
Las ciperáceas son
monocotiledóneas parecidas a los pastos; muchas de ellas se polinizan por
vientos. Emparentadas a los juncos pueden, como éstos, ser confundidas con las
gramíneas, si bien carecen de lígula, sus hojas son bifaciales, trísticas
(raramente dísticas), y sus vainas cerradas. Su fruto consiste en una núcula, o
fruto seco indehiscente; es decir, que no se abre al madurar. La núcula arquetipo
es la bellota de encina o la avellana.
Con unas 4.500 especies agrupadas
en 104 géneros distribuidas por todo el mundo, su importancia económica es, no
obstante, muy limitada, sobresaliendo la “Cyperus Papyrus” con la que
fabricaban el papiro en el Antiguo Egipto.
En los yacimientos de Kubbaniya,
como en otros muchos del Paleolítico Superior Final, se pescaba en grandes
cantidades de forma estacional, siendo la pesca la principal fuente de proteína
animal del pueblo. Parece evidente la existencia de una primera estación de
pesca anual por la apabullante cantidad de restos del Pez Gato africano (Galeichthys
Felis), llamado así por los tentáculos o barbillas que se extienden a cada
lado de la mandíbula superior, lo que implicaría una captura masiva de esta especie
en pleno período de desove, en los meses de julio y agosto.
También se aprecia la existencia
de una segunda temporada anual de pesca, por la abundancia de restos de pez
gato y tilapia, tanto adulto como inmaduro; hecho que nos permite sugerir que los
peces se concentraban durante los meses de octubre y noviembre en las aguas
poco profundas de las charcas que se formaban después de las inundaciones.
Además de la pesca, una parte
importante de la subsistencia del pueblo la comprendía la caza, entre la que
destaca el ganado vacuno salvaje, la gacela dorca[3] y el
antílope (alcelaphus buselaphus), o “hartebeest” inglés.
En cuanto a los productos líticos,
en su mayoría consistían en laminillas procedentes de núcleos de plataformas
opuestas.
En la industria Fakhuriense
se distinguen cuatro clases diferentes de útiles, bien representados. Las
“backed bladelets”, (hoja de piedra pequeña con un borde romo) laminillas u hojillas, constituyen residuos de
la producción microlítica que resultan de seccionar las laminillas utilizando
la técnica del microburil. Las de retoque Ouchttata son las más frecuentes. Les
siguen otras piezas retocadas: perforadores, denticulados y puntas de muesca.
Los raspadores carenados se encuentran con escasa frecuencia, mientras que las truncaduras
y buriles son escasos y de deficiente fabricación.
Así pues el inventario de útiles
del Kubbaniyense se caracteriza por un predominio de las mencionadas
laminillas, con frecuencia con retoque marginal plano, no invasivo, que
representan hasta un 80% de todos los útiles.
El yacimiento E71K12, un antiguo
matadero cerca de Esna, pertenece a la cultura Fakhuriense, o está muy
cercanamente relacionada con ella. El lugar, que consistía en un hoyo entre
dunas en el que se habría formado un estanque estacional alimentado por las
crecientes aguas de las inundaciones estivales, atraía a los animales que huían
de las crecidas en las llanuras inundadas. Esto redundaba en la formación de un
entorno idílico para la caza, destacando el ganado vacuno salvaje, el antílope
y la gacela dorca. Muy probablemente, este lugar llegó a representar la base de
subsistencia durante las inundaciones tardías, y durante el período inicial de
las inundaciones.
Una característica distintiva de la industria Ballaniense-Silsiliense (16.000-15.000 a.C.) es el “debitage” procedente de núcleos de plataforma simple y opuesta. “Debitage” es un término colectivo utilizado por los arqueólogos en referencia al material lítico de desecho producido durante la reducción lítica y la fabricación de útiles. A su homólogo en español, "debitado", se le define como un galicismo empleado en la descripción de las industrias líticas como sinónimo de "talla".
Una característica distintiva de la industria Ballaniense-Silsiliense (16.000-15.000 a.C.) es el “debitage” procedente de núcleos de plataforma simple y opuesta. “Debitage” es un término colectivo utilizado por los arqueólogos en referencia al material lítico de desecho producido durante la reducción lítica y la fabricación de útiles. A su homólogo en español, "debitado", se le define como un galicismo empleado en la descripción de las industrias líticas como sinónimo de "talla".
Estos útiles consistían en
laminillas con técnica microburil y truncaduras. La introducción de dicha
técnica supuso una innovación que se ha podido encontrar también en el Negev,
zona desértica al sur de Israel, y en Jordania. Mientras que los microburiles
de buena fabricación abundan, los microlitos geométricos y de retoque Ouchtata,
escasean; los raspadores carenados son también poco comunes.
Hacia 13.000-12.000 a.C., las
crecidas del Nilo fueron inusualmente altas debido a los cambios climáticos del
último Período Glacial dando lugar a inundaciones excepcionalmente intensas. La
época, conocida como “El Nilo Salvaje”, fue consecuencia de las condiciones
climatológicas de la África sub-sahariana, si bien Egipto estuvo exento de
lluvias locales.
Un yacimiento al que no llegaron
las catastróficas inundaciones provocadas por “El Nilo Salvaje” fue Makhadma-4,
ejemplo de la industria Afiense
(12.900-12.300 a.C.), ubicado unos seis metros por encima de la actual llanura,
más al norte de Qena.
Situado al borde mismo del
desierto, en una especie de bahía lisa resultado de la unión de diferentes
fondos de wadis[4],
su rica colección de restos de peces incluye un 68% de Tilapia y un 30%
de Clarias; el resto lo componen Barbus, Synodontis, y Lates.
El pez Tilapia (Oriochromis
Niloticus), es un sabroso pez de África Oriental al que hasta ahora sólo se
le reconocían sus propiedades nutritivas. Sin embargo, investigadores keniatas
han descubierto que, además, este pez es un gran aliado en la lucha contra la
propagación de la malaria. El pez tilapia, se come la larva del mosquito que
transmite la enfermedad a los seres humanos, de modo que en el hábitat de estos
peces, la presencia del mayor transmisor es menor.
La gran cantidad de Tilapia, y el
pequeño tamaño tanto de Tilapia como de Clarias, parece indicar que la pesca
debe haberse practicado más bien tarde, pasadas las inundaciones. Los peces
habrían sido pescados en cuencas poco profundas donde los pescadores podían
vadear.
El reducido tamaño de los peces
sugiere la utilización de útiles de pesca sofisticados, como cestas de
arrastre, redes y cestas barrederas.
De las grandes cantidades
obtenidas producto de la pesca, no todas eran para su consumo inmediato, por lo
que la existencia en el yacimiento de fosos con gran cantidad de restos de
carbón vegetal quemado, sugiere que el pescado se secaba deliberadamente para
su conservación y posterior consumo.
La gran extensión de este
yacimiento parece demostrar que este lugar fue utilizado de forma frecuente
durante largos períodos de tiempo.
La existencia de la industria Isniense, hacia 13.000 a.C., no
microlítica, con grandes lascas, raspadores y morteros, se encuentra
testimoniada en diversos yacimientos entre Wadi Kubbaniya y la llanura Dishna.
El conjunto se caracteriza por su vasta técnica “knapping”, o de reducción
lítica, cuyo resultado son lascas gruesas y vastas, y su inventario de útiles
se encuentra en su mayoría dominado por raspadores sobre lascas.
En el yacimiento Makhadma-2, la
base económica parece haber sido la pesca de Clarias; su fecha de ocupación
data de 12.000 B.P., con lo que coincide con las inundaciones durante “El Nilo
Salvaje”.
Entre la segunda catarata y el sur
de Egipto se encuentra un conjunto de lascas microlíticas que corresponde a la
industria Qadiense cuyo
interés radica, primordialmente, en que está relacionada con cementerios.
El más significativo es el
cementerio de Gebel Sahaba, con cincuenta y nueve esqueletos exhumados; todos
enterrados medio encogidos, reposando sobre el lado izquierdo del cuerpo, con
la cabeza hacia el este, de cara al sur.
Las tumbas son simples fosas
cubiertas con una losa de piedra arenisca, y el producto lítico asociado puede
atribuirse a la fase final del Qadiense, hacia 12.000 B.P.
De los cincuenta y nueve cuerpos,
veinticuatro muestran señales de muerte violenta, testimoniada tanto por las
innumerables puntas de esquisto incrustados en los huesos, incluso en el
interior del cráneo, como por la presencia de profundas marcas de cortes en los
huesos.
La existencia de enterramientos
múltiples, de hasta ocho cuerpos en una misma fosa, parece confirmar de forma
inequívoca un cuadro de violencia.
Puesto que un cincuenta por ciento
de esta población estaría representada por mujeres y niños, parece probable que
el cementerio de Gebel Sahaba pudo haber sido escenario de un acontecimiento
excepcionalmente dramático.
Se ha sugerido que estos casos
pueden haber sido consecuencias lógicas de las cada vez más difíciles
condiciones de vida causadas por “El Nilo Salvaje” y la posterior reducción de
la aportación hídrica del Nilo a las antiguas llanuras.
En otro cementerio más pequeño, frente
al de Gebel Sahaba, al otro lado del Nilo, la total ausencia de impactos en los
cuerpos enterrados parece indicarnos que, en aquellos tiempos, no siempre la
muerte tuvo que ser consecuencia de la violencia.
La posición cronológica de la
industria Sebiliense, no está
nada clara, muy a pesar del hecho de ser la industria más extendida del
Paleolítico Superior Final, y estar presente desde la segunda catarata hasta el
norte del meandro o curva de Qena.
La industria lítica de la cultura
Sebiliense se caracteriza por la producción de grandes lascas y la preferencia
por la piedra arenisca de cuarzo, o por las rocas volcánicas, como materia
prima. Esto parece incompatible con la tradición lítica de las otras industrias
del Paleolítico Superior Final. La industria Sebiliense, pues, bien puede haber
sido prueba de la intrusión de grupos del sur que se extendieron hacia el norte
a lo largo del Nilo.
Y antes de abandonar el
Paleolítico Superior Final, conviene destacar la posible existencia de arte
rupestre en el Valle del Nilo en este remoto período.
No lejos de la localidad de Abka,
junto a la segunda catarata, en la Nubia sudanesa, ha sido identificado un
posible ejemplo de arte rupestre en el yacimiento XXXII, y en el propio Egipto
existen varios yacimientos de arte rupestre que pueden ser pre-neolíticos.
Entre las pinturas más destacadas
se encuentran las de trampas para pescar representadas en el-Hôsh, al sur de
Edfu. El plano de despiece de estas cercas laberínticas lo compone un complejo
trazado de formas curvilíneas que terminan en unos extremos en forma de setas
que son las auténticas trampas.
Este tipo de pesca en aguas poco
profundas encajaría dentro de las observaciones hechas anteriormente con relación
a la pesca masiva en yacimientos del Paleolítico Superior Final tales como el
de Makhadma-4.
E inmediatamente después del
Paleolítico Superior Final, nos enfrentamos a un vacío en la ocupación del
Valle del Nilo ante la inexistencia de testimonio sobre la presencia humana en
Egipto entre 11.000 y 8.000 a.C., a excepción de un reducido grupo de diminutos
yacimientos Arkinienses, hacia el 9.400 a.C., en la zona de la segunda
catarata del río Nilo.
Se ha sugerido que la testimoniada
reducción de la aportación hídrica del Nilo durante este período ya mencionada,
con su consiguiente repercusión en las llanuras sujetas a inundaciones, pudo
ser la causa directa del deterioro de las condiciones medioambientales.
Si bien esta alteración del
medioambiente es un hecho bien constatado, resulta altamente improbable que el
Valle del Nilo permaneciese totalmente desierto durante todo este período de
tiempo.
Más bien cabría pensar que estos
yacimientos simplemente se cubrieron de depósitos aluviales, habida cuenta de
la disminución de las llanuras sujetas a inundaciones y la normal ubicación de
los yacimientos al borde mismo del bajo desierto.
EL NEOLÍTICO SAHARIANO O "CULTURA CERÁMICA"
Hacia finales del Paleolítico
Medio, el Desierto Occidental se abandona y la población no regresa hasta
alrededor de 9.300 a.C. coincidiendo con la fase húmeda del Holoceno lo que, en
cierto modo, acaba favoreciendo las condiciones arqueológicas de conservación
ante la inexistencia de presencia humana justo antes del Neolítico Superior e,
incluso, después de este período.
El promedio anual de lluvia a
comienzos del Holoceno sólo alcanzaba entre 100 y 200 mm. y esto, muy
posiblemente, sólo durante una corta temporada estival, por lo que es probable
que sólo animales adaptados a las condiciones del desierto, como era el caso de
la liebre y la gacela, pudiesen vivir.
Sin embargo, todo ello representó
una considerable mejora en las condiciones de vida en comparación con las
correspondientes del Paleolítico Superior y del Paleolítico Final.
Aunque la lluvia no representaba
un fenómeno continuado, los intervalos de aridez son de gran importancia para
la diferenciación cronológica. La pluviosidad venía originada por el
desplazamiento hacia el norte del cinturón monzónico; así que la repoblación
del desierto occidental tuvo que venir del sur. Es probable que los colonos
procediesen del Valle del Nilo, dada la ausencia de otras posibilidades, pero
también por similitudes con la tecnología lítica de otros yacimientos del Valle
del Nilo nubio.
En Egipto, las culturas
“neolíticas” más tempranas emergen en el Desierto Occidental, si bien habría
que dejar bien claro desde un principio que aún no existen testimonios de algún
tipo de agricultura en el Neolítico sahariano. Su identificación como
“neolítica” ha sido basada puramente en la evidencia de rebaños de ganado.
Así que, el Neolítico Sahariano
es, por lo tanto, totalmente diferente de la cultura neolítica que emerge
aproximadamente en la misma época en Israel, donde la expresión “Economía
Neolítica” es sinónimo del proceso por el que se introduce la agricultura, a la
que más tarde se unió la domesticación animal; muy probablemente, el proceso de
“neolitización” que tuvo lugar en Egipto fue completamente independiente del de
Israel.
Y, precisamente, por la ausencia
de algún vestigio de agricultura y la presencia de algo de cerámica, se ha
acuñado el término “Cultura Cerámica” aplicado a esta cultura sahariana frente
al de “Neolítico Sahariano”.
Según la Doctora Vázquez Hoyos
(Historia Antigua Universal, Tomo I, 1ª Parte, páginas 83-84) que, a modo de
inciso, me voy a permitir comentar.
En referencia a la cerámica, dice:
“Nunca se conocerán las etapas más antiguas de esta conquista, pero se puede
pensar que las primeras cocciones ocurrieron en el hogar familiar y que
consistieron en pequeñas figurillas de tierra, o pequeños objetos groseramente
modelados como los que se encuentran en Mereybet”.
El párrafo que le sigue es muy esclarecedor:
“Hasta hace poco tiempo, cerámica
y agricultura definían el Neolítico. Pero las excavaciones de K. Kenyon en
Jericó han evidenciado, hace ya cuarenta años, que la cerámica no apareció
hasta el año 6.000 aproximadamente, mientras que las técnicas alimentarias de
producción eran habituales desde hacía tiempo. Se introdujo entonces la
expresión "Neolítico Precerámico" para designar al primer período
(PPN A o B, correspondiente a Pre-Pottery Neolithic A o B)”. Estas dos fases, A
y B, se conocen también como Sultaniense y Tahuniense, respectivamente".
"Pero posteriores
excavaciones hicieron la realidad aún más compleja ya que, al parecer, una
larga fase precedió a la adopción de esta técnica en todo el Oriente Próximo al
principio del VI milenio, con tímidas apariciones que desaparecían después,
como en Mureybet, lo que hizo que, entre arqueólogos, se hable, a veces, de
“Cerámica Intermitente”.
Periodos neolíticos
Vamos a distinguir ahora dos fases
o períodos importantes del Neolítico: Una primera que correspondería a un Neolítico Temprano (8.800 -6.800 a.C.)
y otra segunda, más reciente, en la que tendrían cabida un Neolítico Medio (6.500-5.100 a.C.) y un Neolítico Tardío (5.000-4.700 a.C.).
Sobre el primero, la información más completa procede de yacimientos próximos a
Nabta Playa[5]
y Bir Kiseiba; en su mayoría pequeños, y utilizados esporádicamente por
cazadores-recolectores. Los de mayores tamaños, estarían siempre ubicados en
las zonas bajas de lagunas temporales. Aunque estos yacimientos al parecer se
utilizaban durante períodos más largos; también eran abandonados, ya que las
partes bajas de las lagunas también sufrían inundaciones estacionales. El
sedentarismo era aún desconocido.
Los primeros asentamientos en la región de
Nabta Playa-Kiseiba en la fase de El Adán, 10.800-9800 B.C. Asentamientos de fase El Adán son los sitios con bases choza con fogones
centrales. Los sitios se caracterizan por un
conjunto de instrumentos líticos dominado por hojitas, perforadores y grandes
raspadores hechos de pedernal egipcio, la fuente de la cual se encuentra a unos
75 km al norte de Playa Nabta. Huesos de animales encontrados en los
sitios de El Adam incluyen ganado, gacelas, liebres, chacales, tortuga,
roedores y aves. El ganado Adam es probable salvaje, aunque algunos
estudiosos creen que el proceso de domesticación se inició durante este período.
Varios discos de cerámica con bordes con
muescas o dentadas fueron encontrados en varios sitios de la región, y los
estudiosos creen que estos fueron utilizados para hacer los sellos del eje de
balancín.
Los productos líticos se
caracterizan por sus numerosas hojillas de filo despuntado, con frecuencia
terminadas en punta, y algunos geométricos poco comunes, así como útiles
fabricados con la técnica del microburil.
Prácticamente, en cualquier
conjunto fáunico del tamaño que sea, aparecen algunos huesos de ganado que,
según sus excavadores, habrían sido domesticados (teoría generalmente no
aceptada), ya que parece improbable que sin la ayuda humana hubiesen podido
sobrevivir en un entorno árido en el que sólo los animales adaptados al
desierto lo conseguían. Es especialmente significativo que los vestigios de
fauna no incluyan ningún resto del antílope, animal que con frecuencia se da en
los mismos nichos ecológicos que el ganado salvaje.
Parece, sin embargo, más admisible
que personas que practicaban el pastoreo criasen ganado en gran escala,
manteniéndolos en grandes reservas, al amparo de un entorno donde por sí mismo
no hubiesen podido sobrevivir.
Antes de 7.5000 B.C., es posible
que población y ganado llegasen al desierto sólo durante las lluvias estivales
e inmediatamente después, lo que coincidiría con el período de inundaciones del
Valle del Nilo, durante el cual habría sido difícil ejercer cualquier tipo de
pastoreo.
Después de 7.500 a.C., la existencia de excavaciones de pozos se ve
testimoniada en Bir Kiseiba, y en otros yacimientos. Algunos pozos presentan
unos abrevaderos laterales para dar de beber al ganado.
La escasez de restos óseos de
animales parece indicar que los animales no se utilizaban para la producción de
carne sino más bien como proteínas procedentes de su leche o su sangre.
De esta forma, mientras la
población ayudaba al ganado a sobrevivir en el Desierto Occidental, los
animales garantizaban al ser humano la posibilidad de sobrevivir ellos mismos
en tan duro entorno.
Además de la recolección de
ganado, la población practicaba también la caza local de animales salvajes;
predominantemente la liebre y la gacela dorca.
Prácticamente en todos los
yacimientos del Neolítico Temprano se han encontrado equipos para su
utilización con piedras de moler que se supone se usaban para el proceso de
producción de alimentos a partir de plantas silvestres, pero de éstas sólo se
han encontrados restos en el yacimiento E-75-6 en Nabta Playa; entre ellos,
pasto silvestre, fruta Ziziphus[6]
y sorgo[7].
Todos los yacimientos del
Neolítico Temprano, incluyendo los más antiguos, nos han deparado restos de
vasijas de cerámica, si bien en pequeñas cantidades. De formas muy simples,
todos mostraban una delicada fabricación y cocción; y todos estaban decorados.
En su mayoría, la superficie de la vasija estaba totalmente cubierta de
incisiones en forma de líneas y puntos trazados, con frecuencia, bien con un
peine o con trozos de cuerda que le daban un aspecto de cestería.
El uso de huevos de avestruz como
recipiente de agua era más corriente que la vasija de cerámica, de ahí la
escasez de cascos, lo que parece sugerir que la cerámica no se utilizaba
regularmente en la vida cotidiana.
No es posible, pues, determinar
cuál era la función real de la cerámica, aunque sí parece obvia su importancia
social y, a la vista del tipo de decoración, su simbolismo. Sí parece fuera de
toda duda que esta cerámica era una invención africana independiente.
El yacimiento E-75-6 constituye
una de las localidades del Neolítico Temprano más interesantes de Nabta Playa.
Esta cuenca de drenaje recibía agua suficiente para almacenar grandes
cantidades subterráneas, fácilmente obtenibles para su consumo mediante pozos
durante la temporada de sequía.
El yacimiento se componía de tres
o cuatro filas de cabañas que posiblemente marcaban líneas de costa del lago,
junto a zanjas y pozos de almacenaje. No es posible hacer una estimación del
número de cabañas que en un momento dado estaban en uso. A pesar de sus
dimensiones, no parece representar un lugar de asentamiento permanente.
Fue durante los dos períodos siguientes,
el Medio (6.600-51.00 a.C.) y el Tardío (5.000-4.700 a.C.) cuando la ocupación
humana del Desierto Occidental alcanzó su punto más alto. Ejemplos de sus
yacimientos hay muchos, y los hay de grandes dimensiones y pequeños, siendo
éstos una mayoría. Van siendo ya mucho más frecuentes las estructuras de pozos
y viviendas, y la evidencia de construcciones a base de zarzos y barro.
Los asentamientos mayores se
ubicaban bordeando el lago, y es posible que fuesen asentamientos permanentes,
mientras que los pequeños fuesen sólo estancias temporales utilizadas por
pastores que se dedicaban a la recolección de animales por todo el territorio,
una vez pasadas las lluvias estivales.
La presencia de conchas prueba la
existencia de contactos con el Valle del Nilo, así como con el Mar Rojo, aunque
lo más probable es que la población permaneciese en el desierto durante todo el
año.
Como ocurría en el Neolítico
Temprano, el ganado doméstico se guardaba como fuente viviente de proteínas, y
a pesar del hecho de que la oveja y la cabra también aparecen por vez primera
durante este período (hacia 5.600 B.C.), la mayoría de la carne animal se
obtenía de animales salvajes. Así que, de nuevo, se da por hecho que en esta
época se consumía una gran cantidad de plantas silvestres.
En el Neolítico Medio, hubo un
cambio drástico en la técnica lítica. Dejó de prevalecer la producción de
láminas para ir adoptándose gradualmente la introducción de la foliación
bifacial para foliaciones y puntas de flecha de base cóncava. Los geométricos,
con la excepción de los de perfil de segmento de círculo, eran poco comunes.
En los yacimientos del Neolítico
Tardío es frecuente encontrar conjuntos formados por piedras de amolar,
espátulas y paletas de piedra amolada o pulimentada, u ornamentos que, junto a
láminas con la técnica “side-blow” (golpe lateral), son consideradas
características del período.
La cerámica anterior a 5.100 a.C.
cae dentro de la tradición “Saharo-Sudanesa” o “Kartumesa” similar a la
cerámica del Neolítico Temprano, si bien la decoración tiende a diseños más
complejos.
De alguna manera, antes de 4.900 a.C.
este tipo de cerámica desaparece de forma abrupta, siendo reemplazada por
cerámica quemada y pulida, ocasionalmente rematadas en negro, en Nabta Playa y
Bir Kiseiba. La explicación a esta repentina transición no es tan evidente,
pero su presencia en el Desierto Occidental es, no obstante, de una enorme
importancia a la hora de entender el origen de las culturas predinásticas en el
Valle del Nilo.
En Nabta Playa se ha descubierto
un impresionante complejo megalítico, junto a un yacimiento del Neolítico
Tardío, de excepcionales dimensiones. Consta de tres partes: Un alineamiento de
diez grandes piedras, de 2 x 3 metros; un círculo de unos 4 metros de diámetro
formado por pequeñas planchas en vertical; y dos túmulos cubiertos, coronados
por una losa, uno de ellos provisto de una cámara en la parte de abajo, con
restos de un toro de largas astas.
Entre 6100 y 5800 a. C. este pueblo creó
una de las más antiguas construcciones líticas conocidas, el pequeño «crómlech»
de Nabta Playa, unos mil años anterior al de Stonehenge. Consta de treinta
piedras dispuestas en círculo, en cuyo interior hay otras seis piedras. El
yacimiento cuenta también con cinco alineamientos líticos que se extienden a
partir de un conjunto de piedras centrales.
También se han encontrado otros
alineamientos de megalitos de menor tamaño en otra parte de Nabta Basin. Aunque
sus funciones no son evidentes, estas construcciones megalíticas vienen a
representar un tipo de arquitectura pública que apuntan a una complejidad
social en aumento.
En el Oasis Dakhla se han
distinguido varias unidades arqueológicas cuyas fases principales se conocen
como Masara, Bashendi[8]
y Sheikh. La fase Masara es
contemporánea y similar al Neolítico Temprano de Nabta Playa y Bir Kiseiba. Las
culturas Bashendi y Sheikh Muftah del Neolítico Medio y Tardío continuaron
hasta los tiempos dinásticos. Ambas se caracterizan por el contraste de sus
tipos de asentamiento con los yacimientos de Sheikh Muftah situados en
correlación próxima a los sedimentos del lago, y los de Bashendi ubicados justo
fuera del propio oasis, por lo que se ha sugerido que bien pueden representar
dos tipos diferentes de ocupación.
Así, los yacimientos de Sheikh
Muftah podrían representar a moradores permanentes del oasis, mientras que los
de Bashendi representarían a aquellos de corta y esporádicas estancias; muy
probablemente, aquellos que ejercían el pastoreo.
A partir de 5.400 a.C., la
población empieza a depender cada vez más de sus rebaños de animales
domesticados, en su mayoría cabras importadas de las tierras del Levante
Mediterráneo, mientras seguían practicando alguna caza.
Por Levante Mediterráneo se
entiende un conjunto de países (Siria, Palestina, Líbano y Jordania) que
representaban una unidad más cultural que geográfica, y cuyo significado se
mueve sutilmente entre la referencia histórica y la cultural.
La tecnología lítica de la cultura
Bashendi es similar a la del Neolítico Medio y Tardío con la adición de una
variedad de puntas de flecha que con frecuencia presentan retoques bifaciales.
Poco antes de 4.900 a.C. se
produjo en los yacimientos de Bashendi, cerámica quemada y pulida similar a
fragmentos de vasija encontrados en Nabta Playa y Bir Kiseiba, mientras que la
cerámica rematada de negro aparece sólo ocasionalmente en los yacimientos de
Dakhla Oasis.
En el extremo sureste de Dakhla,
existen algunas estructuras de piedra, pero aún no está claro hasta qué punto
este oasis fue típico del Desierto Occidental, aunque su paralelismo cultural
con el Valle del Nilo es evidente.
Después de 4.900 a.C., y especialmente
a partir de 4.400 a.C., el desierto se fue haciendo cada vez menos inhabitable
debido al inicio de un clima árido que prevalece hasta nuestros días. No
obstante, ciertas zonas permanecerían ocupadas hasta tiempos históricos.
Lo primero que nos llama la atención es lo tardío del proceso de
neolitización en el antiguo Egipto. En Palestina el Precerámico A de Jericó se
inicia ya en el IX milenio a.C. El Neolítico de la cerámica Cardial tiene
ejemplos de datación en el VI milenio a.C. incluidos el Levante español,
Andalucía Oriental y el norte de África. En el Sáhara occidental, las
dataciones de C14 del yacimiento de Amekni sugieren un inicio del neolítico a
finales del VII milenio. En Andalucía Occidental el proceso de neolitización se
inicia también en estas mismas fechas (finales del VII milenio a.C.) Los
primeros hallazgos del neolítico egipcio corresponden a la segunda mitad del V
milenio con las culturas Shamarkiense en la Baja Nubia, Badariense en el Alto
Egipto y Merimdense en el delta.
Tras analizar las cronologías y comparar las pinturas rupestres
del Hoggar Argelino (en el valle del Tassili) no es descabellado defender que
fue el Neolítico del Sahara el que influyó en Egipto. En aquella época el
Sahara era un territorio fértil. En el Tassili hay más de dos mil cuevas con
grabados o pinturas rupestres, mientras que el arte paleolítico Cántabro-Aquitano
sólo aparece en un par de centenares.
Estos hallazgos se vieron refrendados por la aparición de unas
estancias prehistóricas con gran número de esqueletos de hipopótamos,
elefantes, rinocerontes, búfalos y hasta peces, junto a gran cantidad de útiles
de piedra, que confirmaban la existencia del ser humano junto a una flora y
fauna propias de climas de sabana.
Tassili n´Ajjer
En los comienzos del Cuaternario, hasta llegar al neolítico, entre
6.000 y 7.000 años a.C. se vio poblado de elefantes, rinocerontes, jirafas,
antílopes de gran tamaño y otros animales sobrevivirían junto a los leones,
hienas y otros carnívoros. Los hipopótamos buscaban alimento en los ríos cerca
de los cocodrilos que disponían de una gran variedad de peces.
Así pues, durante el VII al VI milenio nos encontramos con un
Sahara mucho más fértil, con ríos que desembocaban en un mar interior (cuyos
últimos residuos son los actuales desiertos de sal) y con una fauna salvaje muy
similar a la que actualmente vive más al sur, alrededor del Ecuador.
Cazadores del Tassili
Por un lado, la desertización no es un proceso tan antrópico como se pensaba y se inicia probablemente en el VI milenio a.C. Por otro, las fechas parecen indicar que el neolítico fue un proceso económico provocado por la desertización. En este sentido precedieron el de Palestina y el Sahara al Valle del Nilo y no al revés. Finalmente queremos llamar la atención sobre la similitud del arte del Hoggar y el levantino del horizonte cardial, que parecen hechos por un pueblo que comparte la misma tradición estética.
Estas dataciones no son inamovibles. Los hallazgos efectuados
hasta el momento se corresponden con tumbas en el Alto Egipto y asentamientos
marginales en el Bajo Egipto. Podría ocurrir que núcleos neolíticos más
antiguos se hallen bajo toneladas de limo acumuladas por el Nilo, o formen
parte de los cimientos de ciudades actuales. Los autores indican que las
dataciones obtenidas por C 14 para las culturas más antiguas pueden resultar
demasiado recientes y llevarían las culturas de Merimde, El Fayum y Badariense hasta mediados del VI
milenio a.C. En el caso concreto del Badariense citan una datación por
termoluminiscencia en el 5.580 a.C.
En el predinástico se hablaba
ya Egipcio, pero su origen da pié a debates. La lengua muestra influencias
semíticas, lo que ha llevado a sostener una lengua común semítico-kushítica que
se separó hacia el 6.000 a.C. en varias ramas:
·
Kushítico.
·
Omótico.
·
Egipcio.
·
Semítico.
·
Bereber.
·
Cádico.
En opinión de los autores,
estas dos últimas se extendieron hasta el Sahara Occidental durante la fase
húmeda del 5000 a.C.
El egipcio de la época es muy
similar al de periodos históricos: pequeña estatura, cráneo estrecho y alargado
(dolicocéfalo), pelo oscuro y ondulado y piel morena. En el delta hay una mayor
mezcla con asiáticos (de Oriente Próximo.) Sin embargo el papel de esta minoría
en el desarrollo de la cultura egipcia no fue especialmente relevante, ya que
es el Alto Egipto el núcleo de la misma.
EL EPIPALEOLÍTICO EN EL VALLE DEL NILO (10.000-7.000
B.P.)
El Epipaleolítico.
A partir de 7.000 a.C., grupos de
seres humanos hacen de nuevo acto de presencia en el Valle del Nilo.
Si bien el número de yacimientos
del Epipaleolítico es muy limitado y se han descubierto en circunstancias
excepcionales es por ello por lo que sólo podamos distinguir dos culturas: la Elkabiense
(cultura capsiense) y la Qaruniense (guaraniense).
Durante este período, el estilo de
subsistencia del Paleolítico, basado en la caza, la pesca y la recolección,
prevalece.
En la localidad que da nombre a su
cultura, Elkab, se han encontrado unos cuantos yacimientos pequeños de hacia
7.000-6.700 a.C. en excepcionales condiciones de conservación, debido en parte
a su ubicación dentro de los muros que rodean a un recinto pre-dinástico mucho
más reciente.
Los yacimientos se localizaron en
las orillas de un ramal obstruido por los sedimentos cuya ocupación habría sido
posterior a las inundaciones de la llanura.
El desarrollo de la pesca en el
Epipaleolítico habría sido muy superior al del Paleolítico Tardío. De hecho se
pescaba no ya en las altas aguas de retroceso, sino en el propio caudal del
Nilo, lo que hace pensar que para entonces la población estaría utilizando
embarcaciones con un cierto grado de estabilidad.
Debido a que el clima era ya más
húmedo y benigno, era posible la caza en el “wadi” de la gacela dorca, la oveja
bereber y el uro (Bos Primigenius).
La cultura Elkabiense es
microlítica e incluye un número considerable de microburiles, por lo que es
fácilmente comparable con la del Neolítico Temprano del Desierto Occidental.
La presencia de numerosas piedras
de moler no puede considerarse como prueba de la existencia de una técnica o
procedimiento para procesar plantas por el sólo hecho de que el pigmento rojo
aparezca visible en cierto número de ellas.
La presencia de una ocupación Elkabiense en el yacimiento de Tree Shelter, en Wadi Sodmein, cerca de Quseir, en el Desierto Oriental, parece indicar que los Elkabienses podrían haber sido cazadores nómadas a los que las rutas este-oeste les llevaría a la caza y pesca en el Valle del Nilo, y a la explotación del desierto durante el verano.
La cultura Qaruniense es un
renombre de la cultura Faiyum B que Caton-Thompson[i] atribuyó
al Mesolítico.
Los yacimientos Qarunienses de
hacia 7.050 a.C., originalmente ubicados en las tierras altas que dominaban el
Lago Proto-Moeris, se han identificado en las zonas norte y este del actual
lago Faiyum. La historia del Holoceno de este lago apunta a una serie de
fluctuaciones que son de gran importancia para entender la ocupación humana de
los alrededor del lago. Se sabe de tres transgresiones que precedieron al
Neolítico que corresponden a otros tantos sumergimientos de tierra causados por
una crecida del nivel del mar.
En la fase Qaruniense, las
condiciones de pesca llegaron a ser excepcionalmente buenas en las aguas bajas
del lago, por lo que no sorprende que la pesca constituyese la base de la
subsistencia humana. A esto, habría que añadirle la caza y la recolección.
También la cultura Qaruniense era
microlítica, por lo que encaja con el contexto tecnológico general del Elkabiense
y del Neolítico Temprano del Desierto Occidental.
Sólo se conoce un enterramiento de
la Qaruniense. Se trata del cuerpo de una mujer de unos 40 años, en posición
ligeramente contraída, reposando sobre su lado izquierdo, la cabeza hacia el
este, y mirando al sur. Sus características físicas son mucho más modernas que
las de los “Mechtoids[9]” del
Paleolítico Tardío.
La presencia de industrias
microlíticas en las proximidades de Helwan es conocida desde el siglo
diecinueve, con claras similitudes con el Neolítico Pre-Cerámico del “Levante”,
o Levante Mediterráneo, si bien el propósito real de estas industrias es
desconocido, y no puede determinarse debido a la escasez de información de que
se dispone.
También se sabe de la existencia
de asentamientos en el Desierto Oriental y en el Mar Rojo. Según se evidencia
en la Sodmein Cave, cerca de Quseir, estos colonos habrían sido responsables de
la introducción de ovejas y/o cabras domesticadas durante la primera mitad del
sexto milenio B.C.
EL NEOLÍTICO EN EL VALLE DEL NILO (5.300-4.000 a.C.)
Desde 12.000 a.C., el norte de
África estuvo sometido a una serie de cambios climáticos que afectarían de
forma irremediable las condiciones de vida de su entorno.
Superada una fase de aridez que
forzó a sus pueblos a desplazarse hacia el río y hacia los lagos, Egipto se
tornó húmedo, y evidencias arqueológicas muestran que a partir de 6.000 a.C. la
cultura Neolítica arraigó en el Valle del Nilo.
No se ha encontrado, por otra parte,
rastro alguno de los pueblos que habitaron el Desierto Oriental y el Occidental
que no sean los de las culturas Elkabiense y Qaruniense.
No existen indicios, por otra
parte, de una apertura hacia la agricultura, que ya aparece bien establecida en
el Levante Mediterráneo a partir de 8.500 a.C. en adelante.
Parece que la población egipcia
continuó con su forma de vida tradicional basada en la pesca, la caza y la
recolección.
Desgraciadamente, carecemos de
información sobre la existencia de cualquier población humana en el Valle del
Nilo durante el período 7.000-5.400 a.C.
La cultura Tarifiense se conoce
por un pequeño yacimiento en el-Tarif, en la necrópolis de Tebas, y otro en las
cercanías de Armant. Se trata de una fase cerámica de una cultura
epipaleolítica local que, no obstante, aún se desconoce. No aparenta tener ninguna
conexión con la posterior cultura Naqada, y su relación con la Badariense
también parece poco clara, y sus industrias líticas no muestran ninguna
relación cercana.
La cultura Tarifiense se
caracteriza por su industria sobre lasca, con un componente microlítico,
pequeño referente al Epipaleolítico, por un lado, y algunas piezas bifaciales
que anuncian una tecnología Neolítica, por otro.
Su cerámica, en su mayoría
reforzada mediante fibras orgánicas, se reduce a una limitada cantidad de
pequeños fragmentos.
Escasean los rastros de
agricultura o de cría de animales.
Tampoco se han encontrado restos
de construcciones, por lo que se supone que los asentamientos en el-Tarif
fueron similares a los acampamientos del Paleolítico Final.
La primera cultura que mostró pruebas concluyentes de sedentarismo
fue la cultura pre-agrícola del Mesolítico de Jartum, cuyos utensilios se han
datado por radiocarbono en el 6.000-5.000 a.C. Se trata de asentamientos con
construcciones de cañas, habitados por una población negroide (para los no
familiarizados: en general se define así a una nutrida familia de pueblos
africanos cuyas características físicas difieren bastante de los pueblos
camitas negros propios del Nilo. Las poblaciones negroides son típicas del sur
y oeste de áfrica, entre ellas se encuentran los grupos bantús), productora de
cerámica marrón adornada con líneas onduladas y puntos.
La difusión de esta cerámica, asociada a varias industrias líticas
parece indicar que se extendió sobre diferentes grupos locales. La fertilidad
del Valle había permitido sin embargo la existencia de algunos asentamientos
permanentes asociados a economía paleolítica.
Sin desestimar la importancia de los procesos locales de
protocultivo y protopastoreo, las principales especies documentadas, tanto
vegetales como animales, parece haber venido de Asia Occidental, donde se
domesticaron con anterioridad. Así trigo, cebada, vaca, cabra, oveja y perro,
parecen haber sustituido a las variedades autóctonas. Sólo el asno parece haber
sido domesticado localmente, aunque también podría ser que el buey y el cerdo
egipcios desciendan de las especies que vivieron en el valle a finales del
Pleistoceno y principios del Holoceno. En cualquier caso, la idea de la
domesticación fue exportada desde oriente próximo. Puede que el proceso de
aridización contribuyera a la necesidad de intensificar el cultivo.
El Predinástico en el Delta.
Hay pocos asentamientos predinásticos, estando la mayor parte bajo
el subsuelo acuífero o bajo asentamientos posteriores. La cerámica es negra y
roja, sin decoración o con decoración incisa y sus formas habituales son
cuencos abiertos, tazas y platos.
El más antiguo corresponde a la cultura del Fayum. Se trata a un asentamiento junto a un lago
antiguo, formado por cabañas de esteras ubicadas en zonas altas.
Fayum Neolítico (Fayum A)
Fayum neolítico es la más antigua cultura neolítica atestiguada
con seguridad en Egipto.
La mayoría de los sitios del Neolítico Fayum (también llamado
Fayum A) se encontraron en el borde norte del Fayum, excavado por
Caton-Thompson, Gardner (1924-1926), Wendorf y Ginter y Kozlowski (en los años
70 y 80). Los sitios, datables aproximadamente 5200-4000 a.C. son en su mayoría
los campamentos situados en la orilla del lago antiguo, similar a los sitios de
la Qarunian. Kom W es hasta ahora el
mayor asentamiento conocido. Casi no hay restos de edificios encontrados, pero hay
248 “agujeros', que los excavadores interpretarse como hogares. Muchos silos de
grano se encuentran, principalmente, en Kom
K. Hay muchos huesos de animales incluyendo animales domésticos atestiguados,
pero no está claro si ya estaban totalmente domesticados. La caza y la pesca en
particular eran muy importantes. El Neolítico Fayum es contemporánea con la
cultura neolítica de Merimde y es en muchos aspectos relacionados con ella.
Junto a huesos de oveja, cabra y buey doméstico se ha encontrado
trigo y cebada, pero eran mucho más abundantes los restos de caza y pesca. Los
graneros subterráneos se ubicaban a cierta distancia del asentamiento.
La industria lítica muestra lascas de gran tamaño, hoces de
microlitos de sílex con mangos de madera y puntas de flecha de aletas
bifaciales (muy similares a las encontradas
en el dolmen de Montelirio).
La cerámica se hacía con arcilla basta, mezclada con paja y
consistía en vasijas en forma de saco y platos de fondo plano. A veces tenía
una banda bruñida como decoración.
Más al Norte en el lado occidental, aparece la cultura de Merimda que constituye un
ejemplo de aldea totalmente sedentaria.
El amplio yacimiento de Merimda
Beni Salama se encuentra situado en una terraza al borde del Delta del Nilo
occidental. Los restos de escombros de los asentamientos tienen una profundidad
media de 2’5 metros, y se componen de cinco niveles que corresponden a sus tres
principales etapas culturales.
El Nivel I, denominado Urschicht, es claramente diferente al de etapas
más recientes, y se caracteriza porque su cerámica, bruñida o sin bruñir, no va
reforzada. Su decoración consiste en un diseño de espiga muy particular, poco
común.
Los productos líticos de este Nivel I se caracterizan por su
técnica de lasca y la presencia de numerosos raspadores carenados y otros
útiles de retoque bifacial.
Los restos de asentamientos se reducen a hogares y, posiblemente,
algunos residuos de frágiles refugios.
En cuanto a la economía, es probable que se limitase a una mezcla
de agricultura, cría de animales (oveja, ganado bovino y cerdo), relacionada
con el Levante Mediterráneo, y también de caza y pesca.
Las dataciones por radiocarbono sugieren una posición cronológica
cercana a 4.800 a.C., si bien esta estimación es considerada por el excavador
del yacimiento como demasiado reciente.
La cerámica con decoración de espiga se ha encontrado también
recientemente en la Cueva de Sodmein, cerca de Quseir.
Es probable que entre el Nivel I y el II tuviese lugar una
interrupción en la ocupación.
El Nivel II, denominado Mittleren
Merimdekulter, considerado por su
excavador como relacionado con las culturas saharo-sudanesas, está marcado por
la intensa ocupación de su yacimiento, con sencillas viviendas ovales de madera
o mimbre, hogares bien elaborados, vasijas para conserva enterradas en los
suelos de barro, y grandes canastas recubiertas de barro en fosos auxiliares
que servían de almacenes. También se encontraron enterramientos entre las
viviendas.
La cerámica es radicalmente diferente a la del período previo ya
que va reforzada de paja, aunque su forma seguía siendo sencilla. Casi la mitad
de la cerámica estaba bruñidas, pero sin decoración aparente.
La industria lítica es predominantemente bifacial. Por vez primera
aparecen en Merimda cabezas de flecha de base cónica.
Han aparecido grandes cantidades de artefactos de hueso, marfil y
concha, siendo típico el arpón de tres hileras de dientes.
La agricultura continúa siendo la base de la actividad económica
pero, a juzgar por la cantidad de huesos, el ganado adquiere mayor importancia,
mientras que tanto la caza como la pesca continúan estando bien testimoniadas.
No se dispone de dataciones de radiocarbono, si bien el excavador
apunta a 5.500-4.500 a.C.)
Los niveles III-V corresponden a la tercera etapa cultural denominada Jüngeren Merimdekultur y se identifica como cultura Merimda “clásica”, por el nombre de su primer excavador de principios del siglo veinte.
El asentamiento consistía en un poblado grande de viviendas de
barro, chozas y zonas de trabajo. Las casas, bien construidas y de forma oval,
se alineaban de forma densa a lo largo de unas estrechas calles. Las
edificaciones tenían entre 1’5 y 3 metros de ancho, con los suelos cavados en
la tierra a unos 40 centímetros de profundidad, y paredes hechas de barro
reforzado con paja, y de barro y tierra. Sus techos estaban hechos con material
ligero, como ramas y cañizo.
Dentro de las viviendas se han descubierto hogares, piedras de
moler, jarras para agua, y cavidades que en su día habrían contenido cerámica,
lo que parece indicar que en su interior se realizaba una serie de actividades
domésticas variadas.
Los graneros se asocian con viviendas individuales, lo que vendría
a demostrar que las unidades familiares eran cada vez más independientes
económicamente.
Y se podría concluir, generalizando, que la organización del
asentamiento en Merimda ciertamente es representativa de la organización formal
de la vida de un poblado.
Entre las viviendas se han encontrado fosas ovaladas que contenían
esqueletos en posición fetal, pero apenas sin ajuares u objetos funerarios.
Tanto la ausencia de éstos como la situación de aquellas dentro del asentamiento,
son facetas de un protocolo funerario que parece contrastar claramente con las
costumbres funerarias del Alto Egipto.
Sin embargo, dado el número limitado de sepulturas, inferior a
doscientas, la reducida presencia de varones adultos, y la existencia de cierto
confusionismo estratigráfico, es muy posible que sólo los niños y los
adolescentes fuesen enterrados dentro del asentamiento, como se sabe que
ocurría en el Alto Egipto, mientras los adultos se enterrarían en zonas que más
adelante serían ocupadas por viviendas. De cualquier forma, es más que probable
que la mayoría de cementerios estén aún por descubrir.
La evolución de la cerámica muestra una tendencia hacia formas cerradas. El bruñido o pulimento se utilizaba con fines decorativos, y durante este período la cerámica se caracteriza por su bicromía rojo/negro oscuro con la mitad de su repertorio consistente en grandes y bastas vasijas.
Se mejora la tecnología del enquisto bifacial, en comparación con
la fase inicial de ocupación en Merimda. Continúan los elementos de hueso,
marfil y concha.
Los más singulares son un conjunto de estatuillas, una de las
cuales consiste en una burda cabeza casi cilíndrica de un ser humano, cubierta
de pequeños agujeros, que evidentemente se usaba para aplicaciones relacionadas
con el cabello y la barba. La forma de los agujeros parece indicar que se
utilizaban con plumas para imitar el cabello o la barba. La cabeza habría
estado unidad a un cuerpo de madera, lo que haría de esta estatuilla la
representación humana más antigua de Egipto que se conoce.
A juicio del excavador, el período más reciente de la cultura
Merimda habría sido equivalente al de la Faiyumiense. No obstante, esto ha sido
confirmado sólo parcialmente mediante la datación por radiocarbono según la
cual la Jüngeren
Merimdekultur se debe asignar al período 4.600-4.100 a.C., por lo
que, de ser así, sólo sería contemporánea con la segunda mitad de la
Faiyumiense.
Contemporánea con la fase final de Merimda, encontramos un grupo
de asentamientos y tumbas conocidos como cultura
de El Omari. Cerámica roja y negra, sin decoración. Las vasijas en forma de
jarro cerrado, con borde realzado son frecuentes. En el asentamiento principal
se encontraron cabañas de forma oval de postes de madera y estera. También se
hallaron una serie de pozos, probablemente graneros, interpretándose los más
grandes como cabañas semisubterráneas. Se encontraron zonas de corrales así
como una zona especializada en el trabajo del sílex. En ambos asentamientos
aparecieron enterramientos, con escaso ajuar funerario.
Maadi es un
asentamiento de unas 18 ha, con muestras de ocupación desde el Predinástico
hasta el Protodinástico.
Cultura
predinástica alrededor de 4000 - 3500 (contemporánea con Naqada I - II b).
La cultura
Maadi lleva el nombre del asentamiento cerca de El Cairo Maadi.
Maadi y el
cementerio cercano fueron excavados desde 1930 hasta 1953 por Mustafa Amer,
Oswald Menghin y Rizkana Ibrahim en nombre de la Universidad de El Cairo.
Las
viviendas están situadas en el centro del asentamiento, siendo la mayor parte
de planta ovalada, construidas con postes y cañas y recubiertas de barro. En
algunas se habían excavado amplias estructuras subterráneas, de hasta 2 m. Se
descubrieron también dos estructuras rectangulares, utilizadas como viviendas.
Se han encontrado numerosas estructuras destinadas al almacenamiento: algunas
similares a las de El Fayun; pozos de almacenamiento, revestidos de arcilla y
cestería, con restos de cereal carbonizado y vasijas enterradas hasta el
cuello.
En el asentamiento han aparecido enterramientos de niños no
nacidos. Los cementerios estaban en las proximidades de las aldeas. En estos se
han encontrado tumbas especiales para perros y gacelas. Se practicaba la
agricultura y la ganadería y, en menor medida, la recolección y la caza de
íbices y animales acuáticos como hipopótamos o peces.
Se identifican la especialización artesanal y los primeros objetos de cobre documentados en el norte de Egipto. El asentamiento está en la ruta hacia los principales recursos mineros de Dyebel Ataqa y El Sinaí, sin embargo no está documentado que los egipcios explotasen estos yacimientos. Sin embargo, sí parece plausible suponer que Maadi era una puerta de entrada para el comercio desde palestina hacia el Valle del Nilo.
Se documentan en este yacimiento materiales (cerámicas)
correspondientes a la cultura Guerzeense, lo que acreditaría su ubicación
dentro de una ruta comercial de largo alcance que uniría el Alto Egipto con la
península del Sinaí y Palestina.
A comienzos del periodo Protodinástico, nos encontramos que en el Bajo Egipto la población se ha sedentarizado y depende cada vez más de la agricultura y la ganadería. Por otra parte, hay una gradual especialización artesanal y, se documenta la utilización del metal.
A comienzos del periodo Protodinástico, nos encontramos que en el Bajo Egipto la población se ha sedentarizado y depende cada vez más de la agricultura y la ganadería. Por otra parte, hay una gradual especialización artesanal y, se documenta la utilización del metal.
Este proceso general coincide con lo que está sucediendo en el
Alto Egipto, aunque ocurre con un cierto retraso, debido a que los mayores
recursos disponibles en el Delta han actuado de colchón, haciendo menos
necesarios los cambios culturales.
Finalmente, queremos destacar la existencia de una ruta comercial
de largo alcance que unía el Alto Egipto con Oriente Medio, área esta que
presentaba un desarrollo cultural mucho mayor.
LA CULTURA BADARIENSE (4.400-4.000 (a.C.)
La herencia cultural del Egipto Dinástico proviene principalmente
de la secuencia del Alto Egipto.
Mapa del
Egipto Predinástico.
La cultura neolítica más antigua del Alto Egipto la constituyen
una serie de yacimientos entre El Matmar
y El Qaw. Se nombró como Cultura Badariense.
La cultura Badariense es
considerada la primera cultura agrícola del Alto Egipto, siendo identificada
por vez primera en la región de el-Badari, cerca de Sohag, en 1923, durante las
excavaciones del cementerio de Qau el-Kebir (Etmanieh), donde aparecieron unos
fragmentos de una cerámica hecha a mano hasta ese momento imposible de asignar
a ninguna cultura conocida, según la opinión de Brunton y Caton-Thompson en
1928.
En las aldeas de Qau el-Kebir, Hammamiya, Mostagedda y Matmar se encontraron un total de 40 pequeños asentamientos, mal definidos, a los que se asociaron unas 600 tumbas.
La posición cronológica de la cultura Badariense está aún sujeta a
debate; su relativa posición cronológica en relación a la más reciente cultura
Naqada se estableció hace ya algún tiempo a través de la excavación realizada
en el estratificado yacimiento de North Spur Hammamiya y, según un número de
dataciones mediante termoluminiscencia, la cultura podría haber existido ya
hacia 5.000 a.C. No obstante, sólo se puede confirmar que se extendió a lo
largo del período 4.400-4.000 a.C.
Se reivindica la existencia de otra cultura aún más temprana, la Tasiense, por el yacimiento epónimo de Deir Tasa, caracterizado por la
presencia de restos de trigo y cebada y, por otra parte, de jarras calciformes
de base redonda con diseño a base de incisiones rellenas de pigmento blanco,
también conocidas en contextos de fechas similares en el norte del Sudán.
Cabe decir, sin embargo, que la existencia de una cultura
Tasiense, como unidad cronológica y culturalmente separada, nunca se ha llegado
a demostrar sin ningún género de dudas. Si bien muchos eruditos consideran a la
cultura Tasiense simplemente como parte de la cultura Badariense, también se ha
argumentado que la Tasiense representa la continuación de una tradición del
Bajo Egipto, lo que la haría ser la precursora inmediata de la cultura Naqada
I.
Esto, sin embargo, parece más que improbable; primero, porque las
similitudes con las culturas del Neolítico del Bajo Egipto no convencen y,
segundo, por las claras conexiones que existen entre la cerámica Tasiense y la
del Sudán.
Si finalmente tenemos que considerar la cultura Tasiense como una
entidad cultural separada, entonces podría tratarse de una cultura nómada, con
antecedentes sudaneses, que interaccionó con la cultura Badariense.
A pesar de que se hayan excavado algunos lugares de asentamiento,
la cultura Badariense es conocida, principalmente, por los cementerios del bajo
desierto. Todas sus tumbas son, en realidad, simples fosas funerarias que, con
frecuencia, incorporan una estera sobre la que descansa el cuerpo, normalmente
contraído, sobre su lado izquierdo, con la cabeza hacia el sur, mirando al
oeste.
No aparecen tumbas de niños pequeños, pero sí suficiente evidencia
de que éstos eran enterrados dentro del asentamiento; o más bien en aquellas
zonas del lugar que estaban ya en desuso.
Los Cementerios Badarienses
La cultura Badariense es mejor conocida por los materiales
recuperados de las tumbas, ya sea por haber sido mejor preservados o por la
mayor proporción de la inhumaciones encontradas frente a los yacimientos de
habitación. Por ese motivo comenzaré con el estudio de los enterramientos
Badarienses.
En primer lugar diremos que el terreno en el que son cavadas las
tumbas en el ámbito de la cultura Badarienses es bastante maleable, blando,
dominando la grava arenosa y restos de roca caliza, de forma que aquellas
pudieron ser fácilmente excavadas por los Badarienses con el utillaje, todavía
muy primitivo, que estaba a su disposición y que les dificultaba la excavación
de sus sepulturas en terrenos más duros.
Fig. 7
Las tumbas están agrupadas en secciones, formando una veintena de
cementerios a lo largo de las franjas del desierto que separan la tierra
cultivada de los macizos de piedra caliza que bordean el cauce del Nilo a lo
largo de su orilla oriental (Figura 7: Mapa del distrito de el-Badari). En
total, los cementerios comprenden poco más de setecientas tumbas, dispuestas en
grupos cuantitativamente muy desiguales (Midant-Reynes, 2003: 158).
Fig. 8
Los enterramientos no tienen una forma definida, adoptando,
generalmente y en la mayoría de las tumbas examinadas, la forma de simples
agujeros ovales o aproximadamente redondos en algunas ocasiones, con la
excepción de alrededor de veinte tumbas cuyos lados son rectos (Figura 8:
Ejemplos de enterramientos Badarienses). Estas últimas tumbas, las de lados
rectos, son divididas por Brunton en tres clases (Brunton, 1937: 43):
Clase 1 o definitivamente rectangulares.
Clase 2 o rectangulares con lados rectos y con esquinas
redondeadas.
Clase 3 o rectangulares con los lados largos rectos y los lados
cortos redondeados.
Fig. 9
Otras pocas tumbas pudieron haber tenido sus paredes originalmente
rectas aunque podrían haber perdido esta característica por el desmoronamiento
de la grava en la que fueron excavadas. La mayor parte de las tumbas que
presentan un corte rectangular aparecen en el Cementerio 1200 de Mostagedda,
donde también se encontraron las tumbas más grandes. De hecho, la tumba de mayor
longitud, que alcanza los 228 cm es la tumba número 1254.
Parece claro, por lo tanto, que los Badarienses consideraban
deseable una tumba cuidadosamente cortada en forma rectangular y que las
usuales tumbas con forma oval, redondeadas, quedasen para la gente con menos
categoría social. Las paredes de las tumbas no son verticales sino que están
inclinadas, con varios grados de inclinación, son acampanadas por lo tanto, de
tal forma que el diámetro del fondo de las tumbas es bastante más pequeño que el
diámetro de la apertura en la superficie del terreno.
Fig. 9bis
No aparece ningún rastro, en el interior de las tumbas
Badarienses, de los nichos o huecos abiertos en las paredes que caracterizan
las tumbas Tasienses y en los que se solía colocar una vaso cerámico, con una
sola salvedad, la de la tumba 1243 de Mostagedda que, pese a ser ciertamente
Badariense, contiene un nicho cortado en la pared de su lado oeste, tal y como
sucede en las Tasienses (ver diversos planos de tumbas badarienses en Figura 9
bis).
Cada tumba era cuidadosamente dispuesta. Una estera, lo
suficientemente grande como para que sus bordes pudieran ser recogidos por
encima del cadáver (Parra Ortiz, 1998: 18) era colocada en el suelo para
acomodar el cuerpo contraído, atado, presumiblemente, antes de que actuara el
rigor mortis, mientras que la cabeza era dejada, en ocasiones, sobre una
almohada hecha de paja o de piel animal enrollada.
Todo el cuerpo era entonces, o bien cubierto o completamente
envuelto con una estera hecha de materiales vegetales o con una piel de animal
(de cabra o gacela), esta última con la cara peluda hacia el interior (a menos
que hubiera sido curtida en cuyo caso el pelo no era visible). La mayoría de
las veces parece que esta piel también cubría uno o más vasos cerámicos
situados como ofrendas funerarias, aunque algunas tumbas intactas han
demostrado que los vasos cerámicos estaban situados a un nivel más alto, como
si no hubieran sido añadidos a la tumba hasta que el propio cuerpo hubiera
sido, al menos parcialmente, enterrado.
En ciertos casos un trozo de tela era situado entre la piel animal
y el cuerpo. Restos de vestidos sugieren que era usado alguna clase de
taparrabos corto, hecho de lino o de piel animal forrada con lino.
En efecto, en ocasiones el muerto, tanto en Badari (en 16
ocasiones) como en Mostagedda (en 48 ocasiones), estaba envuelto en una pieza
de tela que se colocaba directamente sobre la piel del cadáver (salvo en un
caso en el que una piel de animal se interponía entre el tejido y el cuerpo).
Estos tejidos deben considerarse más como los restos de una pieza
de vestimenta que como los restos de una mortaja.
Nos dice Vandier: "En Badari, en efecto, 7 veces sobre 16,
la cabeza estaba envuelta en un tejido, en otro caso el tejido lindaba en las
caderas lo que indica que el personaje -un hombre- estaba vestido con un
taparrabos. Otro hombre tenía un "puñado" de tela en cada una de sus
manos; en los otros siete casos, el cuerpo entero estaba cubierto de tela. Los
mismos usos, pero con porcentajes diferentes, han sido revelados en Mostagedda.
El paño es siempre un tejido de lino, como en Fayum. Muy frecuentemente (68
casos en Badari y 126 en Mostagedda), el cuerpo está envuelto en una piel de
animal hasta la cabeza, no comprendida. La piel estaba colocada, con una
excepción como se ha visto, sobre el vestido de lino, cuando este existía y el
pelo de la piel estaba, casi siempre, vuelta hacia el cuerpo. Se utilizaban
pieles de cabras o de gacelas cuyo color podía variar: negro y gamuza, negro y
amarillo, negro y marrón, marrón y amarillo o, en fin, uniformemente negro,
gamuza, amarillo o marrón. En cuatro casos Brunton creyó identificar el pelaje
de un gato (en aquel momento los gatos no estaban domesticados, se trataba por
lo tanto de gatos salvajes). Las pieles estaban, a veces, cosidas y bordadas
con una especie de correa o tira de cuero. El pelo era más o menos largo,
dándose casos en los que el pelo no era visible, lo cual parece indicar que la
piel había sido curtida." (Vandier, 1952: 195-196).
No está probado que las tumbas badarienses hubieran estado cubiertas por alguna clase de techado interior que tratase de proteger al difunto de la arena o grava con la que se cerraba la tumba. Vandier dice que no ha sido probado que las tumbas badarienses hubieran estado techadas (Vandier 1952: 192) mientras que Baumgartel (1955: 21) afirma que "algunas estaban techadas con palos y esteras".
No obstante, se ha podido constatar que las paredes estaban en
ocasiones revestidas de una estera, lo que indica que se deseaba proteger el
cadáver contra eventuales caídas de grava o arena. De esta primera indicación
podríamos deducir que los badarienses habrían previsto algún sistema de
cobertura que no resultó lo suficientemente eficaz ya que los objetos encontrados
en las tumbas aparecen generalmente rotos y los esqueletos muy raramente
aparecen intactos.
En Mostagedda, Brunton refleja en el cementerio 3500 (Brunton
1937: 41) en el apartado “Tumbas sin cuerpos” el hallazgo del esqueleto de un
animal, probablemente un perro, con esteras, acostado sobre el lado derecho y
con la cabeza hacia el sur. Brunton no establece claramente si esta tumba
pertenece a un animal enterrado de forma independiente o si formaba parte de un
enterramiento humano ya saqueado.
En Deir Tasa han sido documentados dos enterramientos de animales,
aunque aparentemente alterados o perturbados, en un cementerio atribuido a la
Cultura Badariense. Estos animales han sido identificados, inicialmente, como
ganado bovino o caprino. Las tumbas de los animales difieren de las de los
humanos en que estas últimas son en su mayoría ovales o circulares, tal y como
he expuesto anteriormente, mientras que aquellas, las de los animales, son
rectangulares, forma que escasea en la Cultura Badariense.
En Badari se han encontrado enterramientos de animales en dos
zonas. Por una parte, en el cementerio 5100 aparece la tumba registrada con el
número 5113 y en ella se encontraron los
restos de un animal carnívoro pequeño, quizás un chacal o un perro, tumbado con
la cabeza hacia el sur y cubierto con esteras (Brunton y Caton-Thompson 1928:
7). El enterramiento del animal se encuentra en el centro de un arco formado
por tumbas humanas en el límite oriental del cementerio (Brunton y
Caton-Thompson 1928: lámina IV).
Fig. 13
Un análisis de los ajuares de las tumbas badarienses parece
confirmar una desigual distribución de la riqueza. Además, las sepulturas más
ricas aparecen separadas del resto en otro lugar del cementerio. Esto vendría a
demostrar la existencia de una estratificación social que todavía aparenta
estar limitada a esta etapa de la prehistoria, pero cuya importancia siguió en
aumento a través del siguiente período Naqada.
La industria lítica se conoce primordialmente por los lugares de
asentamiento, aunque los mejores ejemplares se han encontrado en las tumbas. Se
trata en su mayoría de la industria de lasca y lámina a lo que habría que
añadir un número considerable de útiles bifaciales.
Entre ellos predominan los raspadores, perforadores y piezas
retocadas. Los útiles bifaciales consisten, principalmente, en hachas, hoces y
cabezas de flecha de base cóncava. Habría que señalar que también está presente
en el Desierto Occidental la característica lasca “side-blow” o de “golpe
lateral”.
La cerámica que aparece junto al muerto en su tumba es el elemento
más característico de la cultura Badariense. Hecha a mano, utilizando el limo
del Nilo, lleva un refuerzo orgánico muy fino, excepto en objetos muy
delicados. Este refuerzo, tan característico, es siempre más fino que el que se
usaba para la cerámica basta durante el período Naqada.
Los ceramistas badarienses nunca escatimaron esfuerzo alguno en
refinar el barro y obtener paredes muy finas que nunca llegaron a conseguirse
en ningún período posterior del pasado egipcio.
Las formas eran sencillas, y principalmente se trataba de copas y
cuencos con borde continuo y base redonda. Una alta proporción de vasijas
estaban coronadas de rojo pero, en general, tenían una superficie más tirando a
marrón que los recipientes de Naqada I ribeteados de negro en su borde
superior. La capa de rojo que cubría la superficie de esta cerámica, era
bastante más excepcional que en la cultura Badariense.
El elemento más característico de la cerámica Badariense es la
“superficie ondulada” que está presente en la cerámica fina, y que consiste en
peinar la superficie con un instrumento y después pulirla con lo que se
consigue un efecto muy decorativo.
Los recipientes carenados son también muy considerados y altamente
representativos de esta cultura, si bien la cerámica decorada es rara;
ocasionalmente se encuentran algunos motivos geométricos grabados, rellenos de
blanco, quizás como imitación a cestería.
Otros productos de la cultura Badariense incluyen objetos
personales tales como horquillas para el cabello, peines, pulseras y cuentas de
hueso o marfil. El repertorio de paletas cosméticas de “greywacke[10]”,
estaba limitado en esta época a ejemplares rectangulares u ovales que más
adelante se convertirían en aspectos característicos de la cultura Naqada.
Se han encontrado unas estatuillas femeninas de estilos totalmente
diferentes y discrepantes; unas son de un alto realismo, mientras que otras son
altamente estilizadas. Habría que destacar la presencia de cobre batido en
cantidades limitadas.
Durante bastante tiempo se pensó que la cultura Badariense estuvo
restringida a la región de Badari, sin embargo también se han encontrado restos
en Mahgar Dendera, Armant, Elkab y Hierakómpolis, así como en el este, en Wadi
Hammamat.
En un principio, la cultura Badariense se consideraba una unidad
cronológicamente separada a partir de la cual la cultura Naqada se habría
desarrollado. La situación, sin embargo, es bastante más compleja. Por ejemplo,
el período Naqada I parece estar muy pobremente representado en la región de
Badari, por lo que se ha sugerido que la cultura Badariense habría sido
mayoritariamente contemporánea con la cultura Naqada I en la zona sur de la
región de Badari.
No obstante, puesto que un número limitado de artefactos
badarienses, o relacionados con su cultura, también había sido descubierto al
sur de Badari, se podría argumentar que la cultura Badariense habría estado
presente, al menos, entre la región de Badari y Hierakómpolis.
Desgraciadamente, la mayoría de estos hallazgos consisten en
unidades poco numerosas, por lo que su comparación con la industria lítica o la
cerámica de los asentamientos de la zona de Badari resulta prácticamente
imposible, o al menos nada se ha publicado.
Así que puede ser, que la cultura Badariense se haya caracterizado
por sus diferencias regionales, siendo la unidad de la propia región de Badari
la única que habría sido debidamente investigada o testimoniada.
Por otra parte, una cultura más o menos Badariense podría haber
estado representada en toda la región entre Badari y Hieraconpolis, pero,
puesto que el desarrollo de la cultura Naqada tuvo lugar más al sur, es muy
posible que la cultura Badariense hubiese sobrevivido durante más tiempo en la
propia región de Badari.
Los orígenes de la cultura Badariense son igual de problemáticos,
y se continúan buscando en todas direcciones. Durante mucho tiempo se la
consideró procedente del sur porque se pensaba que los badarienses tenían un
“escaso conocimiento” del esquisto, - roca de color negro azulado que se divide
con facilidad en hojas - lo que demostraría su procedencia de la zona no
calcárea del sur de Egipto.
También se tenía asumido que los orígenes de la agricultura y la
cría de animales habría que encontrarlos en el Oriente Próximo. Sin embargo, la
teoría de que la cultura Badariense proviene del sur, hoy en día no es
aceptada. La selección de esquisto es perfectamente lógica para la tecnología
lítica Badariense que parece tener conexiones con el Neolítico Tardío del
Desierto Occidental.
La cerámica de superficie ondulada, uno de los rasgos más
característicos de la cultura Badariense, probablemente proviene de la cerámica
bruñida y la cerámica manchada, ambas presentes en los yacimientos del
neolítico sahariano tardío, y desde Merimda, en el norte, hasta el Khartoum (Jartum)
neolítico, en el sur. Así que puede que la cerámica ondulada haya sido un
desarrollo local de una tradición sahariana.
Parece obvio que la cultura Badariense no proviene de una sola
fuente. Por otra parte, la procedencia de plantas cultivadas es controvertida.
Su origen en el Levante Mediterráneo, vía las culturas de Faiyum del Bajo
Egipto y de Merimda, podría ser una posibilidad.
Evidencias procedentes de los yacimientos badarienses parecen
demostrar que la base principal de la economía estaba en la agricultura y la
cría de animales. Entre los contenidos de las comodidades de almacenaje se ha
encontrado, trigo, cebada, lentejas y tubérculos.
En Hammamiya, se ha encontrado una serie de construcciones circulares,
en principio identificadas como viviendas, que probablemente constituye más
bien un conjunto de habitáculos para animales. En algunos de ellos se han
hallado gruesas capas de excremento de animales de unos 20-30 cm. de grosor.
Además, la pesca era sin duda de vital importancia, y muy bien
puede haber sido la principal actividad económica durante ciertas épocas del
año. La caza, por el contrario, parecía tener sólo una importancia marginal.
En los asentamientos de la región de Badari podemos apreciar un
modelo de pequeños pueblos o aldeas que parecen haberse desplazado
horizontalmente después de un corto período de ocupación, y en los que las
fosas de almacenaje y los recipientes representan sus rasgos más típicos
debido, por supuesto, a su buen estado de conservación.
Las construcciones son livianas y, en la mayoría de los casos, efímeras. Ciertamente, es muy posible que los asentamientos de las estribaciones del bajo desierto que han sido testimoniados en la región de Badari, sean sólo partes aisladas, o campamentos estacionales. Sobre esta base, los asentamientos mayores y permanentes habrían estado más cerca de las llanuras y habrían sido barridos mucho antes por el Nilo, o cubiertos de aluvión, quedando así ocultos al ojo humano.
El carácter temporal de los asentamientos badarienses queda
confirmado en Mahgar Dendera, a unos 150 km. al sur de Badari. El lugar habría
sido utilizado por temporadas, desde el final de la estación de aguas bajas en
adelante, en el momento en que se acababa la recolección y había que buscar
zonas idóneas donde reunir el rebaño a lo largo del Nilo, dentro de llanura
aluvial.
Además, aparte de la ganadería, la segunda actividad económica de
Mahgar Dendera era la pesca, que se practicaba en el canal principal del Nilo
cuando éste se encontraba en su nivel más bajo.
En Mahgar Dendera, el nivel aluvial es muy pequeño, así que el
lugar estaba, por un lado, cerca del Nilo y, por otro, lejos de las
inundaciones, lo que permitía a la gente permanecer en un mismo lugar cuando
empezaban las inundaciones; e incluso cuando éstas alcanzaban su nivel más
alto.
Durante este período, cuando las condiciones de vida alcanzaban su
nivel anual más bajo, parte del rebaño, principalmente los machos jóvenes, eran
sacrificados. La gente habría abandonado Mahgar Dendera antes de que la llanura
aluvial fuese vadeable, ya que para entonces tendrían que empezar a trabajar la
tierra que no se encontraba en Mahgar Dendera debido a las limitaciones de la
propia llanura.
Sólo se dispone de una insuficiente información sobre los
contactos con el exterior de la cultura Badariense. Sus relaciones con el Mar
Rojo las atestigua la presencia de conchas de dicho lugar en sus
enterramientos, mientras que el cobre puede proceder del Desierto Oriental, o
del Sinaí. Este último ha sido también fuente de la turquesa, si bien,
recientemente, la identificación de turquesa en los contextos badarienses ha
probado ser errónea.
Si hubo contactos entre la región de Badari y el Sinaí, es muy
probable que estos tuviesen lugar a través del Desierto Oriental, más que
provenir del Bajo Egipto, donde no parece que existan indicios de la cultura
Badariense. Esta posibilidad puede que acabe confirmándose con la noticia de
nuevos hallazgos en Hammamat cuyo informe, desgraciadamente, está aún por
publicar.
Período
Naqada (c.4.000 - 3.200 a.C.)
Naqada o Nagada es el nombre de una ciudad a 25 km al norte de Luxor
(Tebas), situada en la ribera occidental de El Nilo; en la gobernación de Qina.
Naqada o Nagada es igualmente el nombre que recibe una cultura del
Período Predinástico del Antiguo Egipto que data de c.4.000 a 3.200 a.C.
La proximidad de las minas de oro del desierto oriental hizo que en el
antiguo Egipto se la conociese con el nombre de Nubt o “ciudad del oro”; para los griegos se la conoció como
Ombos y, más tarde, en árabe, se la denominó Tuj.
Se la considera como la primera ciudad-estado o confederación regional que
ejerció la hegemonía desde c.3.500 a 3.300 a.C., al inicio del Período Naqada
II (estadios Naqada IIa y IIb), hegemonía que acabó pasando a Nejen
(Hieracómpolis), (estadios Naqada IIc y Naqada IId).
En las primeras excavaciones realizadas por el sempiterno y omnipresente
Flinders Petrie, James Quibell del University College de Londres y John
Garstang de la Universidad de Liverpool, se encontraron evidencias de una cultura
que eclosionó hacia 3.800 a.C. y que tuvo una continuidad cultural que duró
prácticamente un milenio, llegando hasta Nubia (Hemamein).
Flinders Petrie inicialmente denominó a la cultura Naqada I, Amratiense, pero, en 1957,
Werner Kaiser le dio el nombre de Naqada, mientras que Amratiense se
aplicaría a lo que es el período; de esta forma se hacía más hincapié en el
hecho de la continuidad cultural entre las tres fases de Naqada (I, II y III).
INTRODUCCIÓN
En el año 1892, Flinders Petrie desentierra un enorme cementerio con más de 3.000 tumbas. Sorprendido por la naturaleza del descubrimiento de características muy dispares a las de los ya existentes, llega a la conclusión, eventualmente errónea, de que se trata de un grupo de invasores de otra raza cuya existencia se extendería hasta finales del Imperio Antiguo y que, probablemente, fue la causa de su declive.
En el año 1892, Flinders Petrie desentierra un enorme cementerio con más de 3.000 tumbas. Sorprendido por la naturaleza del descubrimiento de características muy dispares a las de los ya existentes, llega a la conclusión, eventualmente errónea, de que se trata de un grupo de invasores de otra raza cuya existencia se extendería hasta finales del Imperio Antiguo y que, probablemente, fue la causa de su declive.
Por primera vez, los arqueólogos que se habían acostumbrado a la monumental
arquitectura funeraria, se encontraban ante unas humildes sepulturas
consistentes, básicamente, en el cuerpo de un fallecido en posición fetal,
envuelto en una piel de animal o en una esterilla y en la mayoría de los casos
colocado dentro de un simple hoyo cavado en la arena. El ajuar que acompañaba
al cuerpo no tenía nada que ver con el de hallazgos previos pertenecientes al
período faraónico. Y Petrie era totalmente consciente de ello.
El conjunto de artefactos consistente en vasijas de cerámica roja pulimentada
y rematada en negro, paletas de esquisto, peines y cucharas de hueso o marfil,
cuchillos de sílex, etc. presentaba unas características muy peculiares.
Jean-Jacques de Morgan (1857-1924), Ingeniero de Minas, geólogo y
arqueólogo francés, que excavó en Menfis y Dashur, y que acompañaba a Petrie,
fue el primero en sugerir la posible existencia de alguna civilización
prehistórica. Petrie se propuso probar científicamente la sugerencia de Morgan.
Después de excavar otras miles de tumbas más de tamaños comparables y
características similares, Petrie establece la primera cronología Predinástica
de Egipto.
Petrie se convierte así, de pleno derecho y de forma irrefutable, en el
Padre de la Prehistoria Egipcia.
CRONOLOGÍA Y GEOGRAFÍA
Una vez establecido que las tumbas descubiertas eran predinásticas, el
siguiente paso tenía que consistir en proceder a organizar la enorme cantidad
de material acumulado procedente de las numerosas excavaciones y situar la
recién descubierta cultura predinástica dentro del adecuado marco cronológico.
Para ello, y basándose en la cerámica procedente de unas 900 tumbas de Hiw y Abadiya, Petrie desarrolló un método de seriación que sería la base de un sistema de datación relativa, a partir de los estilos de alfarería hallados en los diferentes sitios, conocido como “datación por secuencias”, en el que las nuevas categorías de cerámica se definirían según la forma y decoración de las vasijas.
De forma totalmente intuitiva, Petrie plantea la hipótesis de que las
vasijas de barro de asas onduladas no eran sino el resultado de una evolución
gradual de las vasijas globulares, de modeladas y funcionales asas, hacia
formas cilíndricas en las que las asas eran meros elementos decorativos. Y fue
alrededor de este concepto de evolución hacia el diseño de vasijas de asas
onduladas que se inicia la cronología de la datación por secuencias.
El resultado fue un cuadro con cincuenta entradas de dataciones por
secuencias, numeradas del 30 hacia adelante, con el fin de dejar espacio a
otras posibles culturas anteriores aún por descubrir.
Guy Brunton (1878-1948), egiptólogo inglés discípulo de Flinders Petrie,
agradecería esta inteligente previsión dado que sus posteriores excavaciones en
Badari darían como resultado la identificación del Período Badariense, primera
etapa del Predinástico en el Alto Egipto, como ya vimos en el segundo ensayo de
esta obra.
Brunton, que en 1931 se haría cargo de la Dirección Adjunta del Museo de El
Cairo, tras su jubilación se iría a vivir a África del Sur, patria de su
esposa, donde fallecería en 1948.
La extensión de las fases individuales representadas por cada una de las
dataciones secuenciales era incierta y el único eslabón con alguna datación
absoluta era entre la SD79-80 (SD, del inglés Sequence Dating) y la llegada al
poder del Rey Menes a principios de la Dinastía I que se suponía tuvo lugar en
3.000 a.C.
Las dataciones se agruparon así en tres períodos.
El primero, llamado Amratiense o Naqada I, por el tipo de yacimiento de el-Amra, correspondía a los estilos SD30-38, y coincidía con el desarrollo máximo de los recipientes rojos rematados en negro y las vasijas decoradas con motivos pintados en blanco sobre un cuerpo rojo pulimentado.
El segundo, llamado Gerzeense
o Naqada II, por el yacimiento de el-Gerza, correspondía a los estilos
SD39-60, y se caracterizaba por el aspecto de su cerámica de asas onduladas,
elementos utilitarios toscos y decoraciones a base de pintura marrón sobre un
fondo de color crema.
Y en tercer lugar, estaba el Naqada
III que representaba la fase final SD61-80 marcada por la aparición de un
estilo tardío cuyo aspecto evocaba ya la cerámica Dinástica.
Y sería durante esta fase cuando, según Petrie, la “Nueva Raza”
asiática llegaría a Egipto trayendo consigo la semilla de la civilización
faraónica. Para entonces, ya se conocía a Petrie entre la población local con
el sobrenombre árabe de Abu Bagousheh, que los ingleses traducen por “Father
of Pots”.
Los estudiosos siempre han elogiado el sistema por secuencias de Petrie
que, no obstante, a lo largo del tiempo y tras varios análisis ha sido objeto
de algunas correcciones y mejorada su precisión si bien las tres fases básicas
del final Predinástico nunca se han cuestionado y todavía hoy constituye el
telar en el que se ha tejido la prehistoria egipcia.
La fiabilidad de un corpus de la cerámica era fundamental para la validez
del sistema. En el año 1942, Walter Federn, un exiliado vienés de los Estados
Unidos, durante un proceso de clasificación de las vasijas de la colección del artista
Maud Cabot Morgan (1903-1999) del Museo de Brooklyn, descubrió algunos fallos
en el corpus de Petrie por lo que se sintió obligado a revisar los grupos de
Petrie suprimiendo un par de ellos de la secuencia e introduciendo un factor
que se le había escapado a Petrie: la “materia” de las vasijas. Igualmente se
hizo evidente que un sistema basado en material procedente de cementerios del
Alto Egipto no tenía por qué ser transferible a las necrópolis del norte o a
las de Nubia.
Y aunque se reconocen algunos fallos, el trabajo de Petrie constituyó la
única forma de organizar el Período Predinástico en fases culturales hasta la
aparición, en los años sesenta, del sistema ideado por Werner Kaiser que, aun
así, no pudo reemplazarle.
Kaiser procedió a la seriación de unas 170 tumbas en Armant de 1.400-1.500
basándose en la publicación del yacimiento realizada por Robert Mond y Oliver
Myers en los años treinta y su trabajo hizo ver que también existía una
cronología “horizontal” en el cementerio. Los recipientes rojos rematados en
negro abundaban en la parte sur del cementerio mientras que las formas más
tardías se concentraban en el extremo norte.
Un minucioso análisis de la clasificación, aún basada en el corpus de
Petrie, le permitió corregir y perfeccionar el sistema de datación por
secuencias. Se confirmaban así los tres grandes períodos de Petrie, y se afinó
aún más con la adición de once subdivisiones (o Stufen) de la Ia a la
IIb.
La tesis doctoral del holandés Stan Hendrickx leída en 1989 permitió que el
sistema de Kaiser se aplicase a todos los yacimientos nagadienses de Egipto.
Esto supuso ligeras modificaciones, en particular a las fases transitorias
entre Naqada I y II.
Otro progreso importante en la cronología predinástica ha sido el avance en
la datación absoluta. Tanto el sistema de datación por secuencias como las Stufen
de Kaiser son sistemas de datación relativa; ambos tienen un terminus ante
quem de alrededor de 3.000 a.C, presunta fecha de la unificación de Egipto
pero, por sí mismas, no pueden proporcionar ninguna fecha absoluta para el
comienzo y el final de cada fase y subdivisión de Naqada.
Los eslabones vinculantes para una cronología absoluta se hicieron posibles
durante la segunda mitad del siglo veinte mediante el desarrollo de métodos de
datación basados en el análisis de fenómenos físicos y químicos.
En lo referente al Período Predinástico egipcio, los métodos científicos
más destacables han sido la datación por termoluminiscencia (TL) y por
radiocarbono (C-14).
William Frank Libby, químico estadounidense, galardonado con el Premio
Nobel de Química en 1960 por el desarrollo de la datación por radiocarbono,
comprobó la precisión del sistema en material procedente de la región de Faiyum
y, a partir de ese momento, las pruebas de datación en especímenes han sido
suficientemente sistemáticas como para permitir la elaboración de un marco
cronológico, bastante exacto, en el que las tres grandes fases de Petrie
encuentran su lugar.
La primera fase de Naqada, la Amratiense,
cae así entre 4.000 y 3.500 a.C., seguida de la segunda fase, la Gerzeense, entre 3.500 y 3.200 a.C.,
y la fase final Predinástica entre
3.200 y 3.000 a.C.
Todos los yacimientos de Naqada I están situados geográficamente dentro del
Alto Egipto; desde Matmar en el norte hasta Kubaniya y Khor
Bahan en el sur. Esta situación, por otra parte, cambia en la cultura
Naqada II que se caracteriza muy particularmente por su proceso de expansión;
emerge de un núcleo en el sur y se difumina hacia el borde norte del Delta, y
también hacia el sur, donde entra en contacto directo con el "Grupo
A" nubio. NAQADA (AMRATIENSE).
Durante más de un siglo nuestro conocimiento de este período estuvo basado casi en su totalidad en los restos funerarios procedentes de unas 15.000 tumbas de todo el Período Predinástico desenterradas por Petrie y Quibell.
Los muertos amratienses se enterraban, en general, en fosas ovales, con el
cuerpo contraído reposando sobre su lado izquierdo, la cabeza orientada hacia
el sur, y mirando al oeste. Se colocaba una esterilla sobre el suelo bajo el
cuerpo y, a veces, la cabeza descansaba sobre una almohada de paja o de piel.
Otra esterilla, o la piel de un animal, cubría o envolvía el cadáver y en
la mayoría de los casos cubría también las ofrendas.
Los restos de ropas hallados parecen sugerir que el atavío usual del
difunto consistía en una especie de taparrabo de tela o bien de pellejo.
Aunque predominaban los enterramientos sencillos e individuales, los
enterramientos múltiples eran muy frecuentes destacando los de una mujer,
posiblemente la madre, con su recién nacido. En comparación con el período
anterior, aparecieron grandes lugares de enterramiento provistos de ataúdes de
madera o de tierra más lujosamente acondicionados.
Aunque saqueadas, las tumbas amratienses de Hierakómpolis destacan por su
forma rectangular y tamaño poco corriente; la mayor de 2’50m x 1’80m. En un par
de ocasiones, la inclusión de cabezas de maza de pórfido en forma de disco
solar parece apuntar a enterramientos de personajes poderosos.
La cultura Amratiense en particular, difiere de la Badariense en cuanto a
la diversidad de tipos de artículos funerarios y sus consiguientes signos
jerárquicos, siendo Hieraconpolis ya de por sí un yacimiento importante desde
el punto de vista de dicha diversificación.
A comienzos del IV milenio a.C. Nagada I se
desarrolla en paralelo a la cultura Badariense pero la irá desplazando de forma
progresiva.
Los yacimientos Amratienses se extienden desde Deir Tasa hasta la
frontera sur de Nubia y parecen ser más grandes, más prósperos y más abundantes
que los Badarienses. Hay pruebas de un periodo Amratiense en Hieracómpolis y
Nagada, asentamientos clave en el desarrollo del Egipto Predinástico. Las
únicas viviendas encontradas son cabañas de forma oval, de unos 2 m. de
diámetro, con cimientos de piedra y fragmentos de arenisca unidos con barro.
Las paredes estaban construidas de cañas y barro.
La economía era similar al periodo Badariense y el arte nos ha
dejado muestras de que aún subsistían en la zona jirafas y elefantes.
Los cementerios eran similares también a los de época Badariense,
si bien sorprende la aparición de numerosos cuerpos sin cabeza. Podría deberse
a una "caza de cabezas" o bien al desmembramiento ritual de los
cuerpos. Se descarta el canibalismo.
El trabajo del sílex se vuelve más depurado, con un tratamiento
bifacial muy trabajado. Destacan los cuchillos, los instrumentos de cola de pez
y los cuchillos romboidales.
Cuchillo en forma de cola de pez o
"Peseshkef" de sílex.
En el artículo publicado por D. Javier Uriach Torelló. El autor
describe el uso de este utensilio de la siguiente manera: "El
peseshkef", un cuchillo de sílex prehistórico con forma de cola de pez,
fue utilizado en el Antiguo Egipto para cortar el cordón umbilical después del
nacimiento, aproximadamente desde el 5000 a.C. Este fue el principal propósito
de este artefacto que está considerado como el primer instrumento quirúrgico de
la Historia. Posiblemente la forma de cola de pez provenga de la utilidad por
la cual fue creado en sus orígenes. Esta peculiar forma se adaptaba fácilmente
para cortar cualquier tipo de cuerda, pero debido a su significado religioso
acabó limitado a cortar únicamente cordones umbilicales. Esta acción de cortar
separaba al niño de su madre y en consecuencia su destino del de la
madre."
Ejemplo
de industria del sílex del periodo Nagada, British Museum de Londres.
La diferencia existente entre las culturas Badariense y Amratiense radica,
sobretodo, en el material; los recipientes rojos rematados en negro van siendo
menos comunes y esta tendencia continúa así hasta su eventual desaparición a
finales del Período Predinástico.
El efecto ondulado de la superficie en la cerámica va desapareciendo como
ocurre con la cerámica pulimentada de negro, mientras que, paralelamente, sin
embargo, la cerámica pulimentada de rojo florece en formas variadas, con
frecuencia adoptando estilos de decoración de la superficie diferentes.
Cuenco de cerámica roja con decoración
blanca. Museo Egipcio de la Universidad de Leipzig.
Las producciones cerámicas de Nagada I están muy
repartidas por el sur del Alto Egipto, incluso se han encontrado en Nubia y en
el Oasis de Dajla.Las cerámicas del periodo de Nagada I están realizadas con
arcillas aluviales igual que las badarienses, arcillas aluviales muy depuradas
a las que se han añadido desgrasantes vegetales, distintos según las zonas,
desgrasantes minerales o bien cerámica triturada.
Estas cerámicas
de Nagada I presentan diferentes tipologías y morfologías: recipientes
globulares, cuencos, platos, vasos germinados,…, los acabados son también
variados, con superficies externas bruñidas de color rojo semejantes a las
cerámicas badarienses, con o sin bordes negros.
A veces presentan en su superficie decoración
lineal incisa pintada en un color crema o blanquecino. En algunas decoraciones
aparecen figuras animales, escenas rituales, incluso embarcaciones. Las
cerámicas de Nagada I presentan color rojizo y decoración en estuco blanco
sobre su superficie a base de líneas rectas, quebradas o entrecruzadas. En la
foto de la derecha podemos ver un cuenco decorado con estuco blanco, parece que
se representa un cocodrilo y unas líneas decorativas.
Los egipcios acostumbraban a representar las cosas y los animales en la forma que son más fácilmente reconocibles, en el caso del cocodrilo de forma plana dorsal, pues si lo representaran de perfil sería difícil de distinguir.
Estas composiciones en las que aparecen animales
aluden tanto a fauna del desierto como animales del entorno nilótico, conocían
ambos mundos y los plasmaban en las cerámicas, del mismo modo que plasmaran en
ellas sus creencias religiosas.
Diapositiva de una jarra donde aparecen pintadas
figuras humanas, una de ellas de mayor tamaño que podría representar a un jefe-líder,
pues lleva un tocado de plumas. Las figuras parece que tienen actitud de baile
o celebran algún ritual. Cerámica amratiense que se encuentra en el Museo del
Cincuentenario, Bruselas.
Todas las figuras están representadas de forma
esquemática, pero tienen muchos detalles que permiten identificarlas
perfectamente.
Plato con hipopótamo y líneas en
zig-zag.
Los mejores ejemplos de decoración los encabeza, de forma global, la
escultura y los diseños pintados en blanco con motivos geométricos, de animales
y de plantas, como albores de una iconografía que eventualmente cobraría forma
en las entrañas de la propia civilización faraónica.
La fauna representada en los recipientes solía ser ribereña, como
hipopótamos, cocodrilos, lagartos, y flamencos, pero también había escorpiones,
gacelas, jirafas, meloncillos[3]
y bóvidos; éstos se representaban de forma esquemática por lo que su correcta
identificación resulta a veces difícil.
A veces, podía también representarse un barco como representación anticipada
del leitmotiv de la fase Naqada II.
La figura humana, si bien en esas fechas de una forma discreta, estaba
presente en la versión Amratiense del Universo y se representaba de forma
esquemática con una cabeza pequeña y redonda, en un torso triangular que
terminaba en una delgadas caderas sobre unas piernas de palillo y, en
ocasiones, sin pies. Los brazos sólo se representaban cuando la figura estaba
haciendo alguna actividad.
Las representaciones en las que aparecían figuras humanas se pueden dividir
en dos tipos: La primera y más frecuente, el Cazador, y la segunda, el Guerrero
Victorioso.
Un buen ejemplo del Cazador se muestra en un recipiente de Naqada I del
Museo Pushkin de Bellas Artes, en Moscú. La escena muestra a una persona
sujetando un arco en su mano izquierda mientras que con su mano derecha
controla a cuatro galgos con unas correas.
Estamos ante la típica escena del cazador con el rey llevando sujeta a su
cinturón la cola de un animal, que podrá verse siglos más tarde en la llamada
Paleta del Cazador o en el mango del puñal de Gebel el-Arak la primera de ellos
ahora en el Museo Británico y el segundo en el Louvre y que continuó
constituyendo una poderosa imagen hasta finales del período faraónico.
En cuanto al tema del Guerrero Victorioso, aparece en el alargado cuerpo de un recipiente de Naqada I en la colección del Museo Petrie, University College, Londres. La escena se compone de dos figuras humanas entre motivos de plantas. La figura mayor, con tallos o plumas fijados en el cabello, eleva sus brazos sobre la cabeza mientras muestra de forma inequívoca su virilidad con un pene o vaina. Las cintas entrelazadas que descienden de entre sus piernas parecen sugerir un paño decorado. Una línea blanca surge del pecho de la figura mayor envolviendo el cuello de la figura menor; la de una persona mucho más pequeña de pelo largo. Un bulto en la espalda de la figura menor podría representar unos brazos inmovilizados. A pesar de una clara protuberancia en la pelvis, la sexualidad de la figura más pequeña permanece ambigua; si fuese femenina, explicaría su pequeña estatura.
Una escena parecida decora un recipiente idéntico en el Museo de Bruselas
así como uno de igual material excavado en los años 90 por arqueólogos alemanes
en Abydos. El predominio de la figura atada y la ausencia u obstrucción de los
brazos de las personas pequeñas parecen sugerir de forma contundente la imagen
del conquistador y del vencedor.
El antiguo tema de la dominación parece ser el prototipo de escenas de
victoria en la fase faraónica. Es interesante resaltar que ya en la fase Naqada
I se establece la dualidad temática de la caza y la guerra, siempre entendida
como victoriosa, insinuando así la existencia de un grupo de
cazadores-guerreros envueltos en una aureola de poder.
Los enterramientos y las ofrendas funerarias indican no tanto un incremento
de la jerarquización como una tendencia hacia una diversidad social dentro de
la cultura Naqada. En este período, las ofrendas en principio parecen
simplemente querer destacar la identidad del fallecido y no es hasta la fase
Naqada II y más aún en la Naqada III que una mayor acumulación de artefactos
funerarios se hace claramente evidente.
La presencia de estatuillas funerarias es particularmente significativa.
Hombres y mujeres por igual aparecen de pie, en raras ocasiones sentados, con
un cierto énfasis en las características sexuales primarias. Sólo unas pocas de
las miles de tumbas excavadas contienen estas figurillas, y normalmente sólo
hay una, siendo raros los grupos de dos o tres de ellas. El mayor número
encontrado en un solo enterramiento es de dieciséis figurillas.
Basándonos en el análisis de las otras ofrendas, las tumbas que contenían
múltiples estatuillas no eran particularmente ricas en otros aspectos, y en
ocasiones estas figurillas talladas representaban el total de la ofrenda
funeraria. ¿Se tratarían de tumbas de escultores? Cualquiera que fuese su
significado, la presencia de tales objetos parece indicar más exclusividad que
riqueza, como se desprende de la mera cantidad de elementos funerarios. El uso
de cuchillos de cobre y de sílex como ofrendas funerarias nos hace plantearnos
la misma cuestión durante la fase Naqada II.
La representación de una forma más o menos esquemática de cabezas de
hombres barbudos parece constituir otra nueva categoría de representación
humana en Naqada I, que tendría un mayor desarrollo en Naqada II. Aparecían
representadas en algunos pequeños “throwsticks” (instrumento curvo de madera
utilizado para cazar aves parecido al bumerán) tallados en marfil, o en puntas
de colmillos de hipopótamo o elefante, en las que el tema repetitivo de estas
representaciones consistía en la presencia de una barba triangular compensada
con una especie de “gorro frigio” agujereado; gorro cónico de color rojo,
puntiagudo, ajustado, muy popular durante la Revolución Francesa y en los EEUU
antes de 1800 por ser símbolo de la Libertad. Tiene su origen en Frigia
(1.200-700 a.C), reino dominante en el centro de Anatolia (Turquía) donde lo
solían llevar sus habitantes en la antigüedad.
Contrariamente a con las mujeres, a los hombres no se les identificaba sólo
por sus características sexuales primarias sino mediante otra característica
secundaria y el estatus social que ésta les confería. La barba era, evidentemente,
un signo de poder, y en su versión de “falsa barba” ceremonial llegó a estar
estrictamente reservada para tomar asiento en el mentón de reyes y dioses.
Otro símbolo de poder que caracteriza a la fase Naqada I es la cabeza de
maza con forma de disco, normalmente tallada en roca dura, pero a veces en
materiales más blandos, como caliza, terracota e incluso cerámica sin cocer,
yendo en ocasiones provista de un puño. Y fue durante este período cuando
empiezan a desarrollarse nuevas técnicas para trabajar piedras duras y blandas,
tales como el greywack (variante de caliza caracterizada por su dureza),
el granito, el pórfido o “piedra púrpura”, la diorita, la breccia
(conglomerado de diferentes minerales), la caliza y el alabastro egipcio,
artesanía esta que eventualmente contribuiría a que la cultura egipcia se
conociese como la “Civilización de la Piedra” par excellence.
Las paletas de greywack (paletas de tocador) se convierten en el artículo a
elegir para los equipos funerarios durante el período Amratiense. Estas paletas
acaban estallando en innumerables formas; desde un simple óvalo, a veces
tallado con figuras de animales, a elementos zoomorfos completos, incluyendo
peces, tortugas, hipopótamos, gacelas, elefantes y pájaros, aunque la gama de
animales representados en recipientes pintados llegó a ser, sin embargo, mucho
más amplia.
Paleta enmarcada por cuadrúpedos, hienas
o licaones. Pizarra. Altura, 32 cm; longitud, 17'7 cm. 3300-3100 a. C. Museo
del Louvre. A fines de la prehistoria, se depositan cerca del muerto paletas
recortadas en pizarra, sobre las cuales se molía el polvo para ojos. Algunos
ejemplares más tardíos son de gran tamaño y llevan decoraciones que constituyen
los primeros testimonios del arte del bajorrelieve egipcio. Éste une el relieve
y la técnica de la silueta recortada para componer los cuatro molosos que
constituyen el marco. Por un lado, un animal monstruoso con el cuello
desmesurado, cercano a las criaturas del arte mesopotámico. Por el otro, dos
jirafas nos recuerdan que el bajo valle del Nilo estaba por entonces rodeado de
sabana.
Las PALETAS, que ya aparecían en el periodo Badariense,
en esta cultura Nagada I, fabricadas con esquisto, alabastro o basalto, adoptan
formas rectangulares o romboides, y pueden presentar o no decoración en su
superficie.
Hay paletas de esta época con formas zoomorfas,
sobre todo formas de peces, tortugas, hipopótamos y antílopes.
La producción de objetos de hueso y de marfil tales como punzones,
taladros, agujas y peines, aumentó, e incluso mejoró el repertorio de la
cultura Badariense que la precedía. No han sido muchos los útiles trabajados
que se han encontrado en enterramientos de Naqada I pero lo inusual de tales
hallazgos se equipara a su calidad.
Estas largas y delicadas hojas bifacialmente laminadas de hasta 40 cm de largo iban regularmente serradas y su característica principal consistía en que todas habían sido pulimentadas antes de ser retocadas.
Este proceso fue también utilizado en preciosas dagas con hojas bifurcadas,
que se anticipaban así a los instrumentos ahorquillados del Imperio Antiguo,
como el conocido como pesesh-kef utilizado en la ceremonia funeraria de
la Apertura de la Boca.
La esteatita vidriada, ya conocida en el período Badariense, continuó en
uso. Los primeros intentos de trabajar la fayenza parecen datar de la fase
Naqada I, en los que a un núcleo de cuarzo machacado se le daba la forma
deseada y se cubría con una capa de un vidriado confeccionado a base de natrón
coloreado con óxidos metálicos.
El trabajo en metal muestra algunas diferencias con el del período
Badariense, además de una ampliación del repertorio que incluye artefactos
tales como alfileres, arpones, cuentas, alfileres con aros para colgar y
pulseras, casi siempre en cobre trabajado a martillo. Las puntas de lanza
bifurcadas encontradas en una tumba en el-Mahasna que imitan especímenes
trabajados en piedra evocan comparación con las técnicas de fabricación en
metal empleadas por sus vecinos del norte en Maadi, como veremos más adelante.
La imagen que obtenemos del análisis de tumbas y de su contenido es el de
una sociedad estructurada y diversificada, con tendencia hacia la organización
jerárquica, en la que los rasgos de una civilización faraónica se vislumbran ya
de forma embrionaria.
Comparados con los significativos restos del mundo de los muertos, los
vestigios que han prevalecido del asentamiento Naqada I son escasos; no sólo
porque pocos han sido los yacimientos de este tipo que se han conservado sino
también por la naturaleza de las propias prácticas predinásticas de utilización
de la tierra.
Puesto que las construcciones que componían los asentamientos se edificaban
con una mezcla de barro y materiales orgánicos, como pudo ser la madera, la
caña y la palmera, su vida era efímera, así que el trabajo del arqueólogo se
presentaba considerable para al final obtener unos datos mínimos.
Entre los vestigios de chozas subdivididas hechas a base de tierra batida -
que por cierto no se sabe si se pueden catalogar como tales viviendas -
encontramos hoyos para hacer la lumbre y para colocar postes. Las zonas
habitables se identifican por los depósitos de material orgánico de docenas de
centímetros de espesor.
La única construcción que se conoce que haya sobrevivido fue excavada en Hieraconpolis,
donde un equipo americano desenterró una estructura, quemada, hecha por el
hombre, consistente en un horno y una casa rectangular parcialmente cercada por
un muro de 4’0 x 3’5 m. Aunque es posible que este tipo de vivienda hubiese
estado presente en todos los asentamientos del Valle del Nilo en estas fechas,
no debemos olvidar que Hieraconpolis puede haber sido una excepción por
constituir un importante emplazamiento desde tiempos remotos que a partir de
ese momento se convertirá en el núcleo de un grupo de élite, a juzgar por sus
sepulturas a gran escala.
Una de las razones que justifica la escasez de asentamientos excavados es
el impreciso conocimiento de la economía de Naqada I.
Las especies de animales domesticados que aparecen representadas entre los
restos funerarios son las cabras, las ovejas, los bóvidos y los cerdos, que han
sobrevivido bien en forma de ofrendas de alimentos o como meras figurillas
modeladas en barro.
En cuanto a la fauna salvaje, las gacelas y el pescado abundaban. Se
cultivaba la cebada y el trigo así como los guisantes y las arvejas, y el fruto
del jujube o "dátil chino", posible ancestro de la sandía.
NACADA II (GERZEENSE)
Naqada II es la cultura del periodo
predinástico egipcio, conocida también como Gerzeense o Gerzense
(nombre proveniente de la localidad de Gerza, o Al-Gerzeh, en la región
de El Fayum) que se desarrolla de c. 3500 hasta c. 3200 a. C.
Se divide, siguiendo a Werner Kaiser, en los estadios Naqada IIa,
Naqada IIb, Naqada IIc y Naqada IId. Deriva del Naqada I o Amratiense y se
encuentran en la misma área, principalmente en el Alto Egipto.
En los estadios IIa y IIb se incrementa la población, aparecen
nuevas técnicas, surge la especialización y se mejora la estructura social y la
calidad de los elementos, sean de piedra, marfil o cerámica. El entierro
todavía es parecido a los de Naqada I.
En los estadios IIc y IId la cultura se expande, sobre todo hacia
el Bajo Egipto, donde provoca la desaparición de la cultura Maadi. Los
asentamientos de Buto, Sedment, Harageh, Abusir el Maleq y Minshat Abu Omar
dejan de tener elementos de esta cultura y, o bien desaparecen o son
sustituidos por elementos de Naqada II. Las teorías modernas sugieren que la
cultura Maadi, dentro de su propia evolución, podría haber llegado a un grado similar
a la de Naqada, sin precisar una influencia directa, aunque los contactos están
acreditados.
En este periodo se establecieron verdaderas ciudades Estado, si
bien algunos lugares conservaron su independencia como entidades políticas
menores. De las excavaciones, los expertos deducen que Nubt (Naqada) fue
sobrepasada en poder por Hieracómpolis. El mito dinástico de la lucha entre los
dioses Seth (que fue el dios de
Naqada) y Horus (el dios de Hieracómpolis) podría indicar
este hecho. El proceso parece que fue general y las comunidades más ricas y
poderosas se impusieron, por voluntad o por conquista, a las pequeñas. Las
causas más probables, a veces una mezcla de éstas, podrían ser la actividad
militar, las migraciones de población desde el desierto oriental, las nuevas
rutas de intercambio comercial con Asia, el compartir recursos, los matrimonios
entre familias dirigentes y otros. No se descarta que algunos estados menores
de hecho continuaran existiendo pero dependientes de un estado mayor, y que fuesen
el origen de los futuros nomos.
La sociedad se desarrolló con expresiones artísticas e ideas más
complejas. Aparecen los signos precursores de los jeroglíficos. La tumba 100
en Hieracómpolis, de un jefe, muy rica en comparación con las anteriores, muestra
la estratificación social. De este período es el primer templo, también en
Hieracómpolis, que demuestra el establecimiento de ideas religiosas.
Actividad
económica
La economía continua siendo agrícola y ganadera, con incremento
del comercio. Algunos animales fueron domesticados como las ovejas, las cabras,
los cerdos y los perros. Ya se irrigaba mediante medios naturales en este
período, con las crecidas del Nilo de agosto y septiembre.
La expansión de Naqada II llegó también al Sinaí y al sur de Palestina
(Ain Besor, Tell Erani, Azor). Las influencias externas vienen de Uruk, Jamdat
Nasr, Tell Judeidayh, Biblos y Megiddo. El Lapislázuli, procedente de Mesopotamia,
aparece muy a menudo en Naqada II. Es en este periodo cuando se establecen las
primeras relaciones comerciales con los pueblos de Nubia.
En esta etapa empiezan a ser frecuentes en los
enterramientos las cerámicas de uso doméstico utilizadas como contenedores de
ofrendas o restos del banquete del sepelio en honor del difunto.
Se caracteriza por una evolución de las prácticas funerarias, con
menos entierros, poca variación en sus tipos y formas de sepulcros, incremento
de los ricos entierros en tamaño y diseño, prácticamente exclusivos para una
sola persona, pero hay entierros múltiples más numerosos que en Naqada I;
aparece el ataúd ajustado al cuerpo y a los elementos que lo acompañan; se
encuentran algunos cuchillos con los difuntos. Los cementerios continúan siendo
en el suelo, y los de los ricos separados de los otros.
Las necrópolis gerzenses denotan una acusada
estratificación social y una mayor sofisticación en los elementos de ajuar.
Los enterramientos de Naqada II suelen ser individuales, si bien se fueron
haciendo más corrientes los enterramientos múltiples de hasta cinco personas.
Los rituales funerarios se fueron haciendo cada vez más complejos, a veces
con el desmembramiento de los cuerpos, práctica no testimoniada en el período
precedente. En la Tumba T5, en Naqada, una serie de huesos largos y cinco
cráneos aparecían alineados a lo largo de las paredes de la tumba, y en Adaïma,
encontramos algunos casos de cráneos separados de los torsos.
Ya Petrie, de nuevo, apuntó la posibilidad de la existencia de sacrificios
humanos, y tenemos dos casos identificados en Adaïma con clara evidencia de
gargantas seccionadas y decapitación posterior. Aunque escasa y dispersa, esta
posible evidencia de sacrificio auto-infringido podría representar el preludio
de los sacrificios humanos masivos existentes alrededor de las tumbas reales de
principios del Período Dinástico en Abydos que marcaron el punto de inflexión
en el nacimiento de la realeza egipcia en el Período Dinástico
Las necrópolis de Nagada II muestran ya una clara estratificación social.
Artesanía
La cerámica cambia de estilo con nuevas decoraciones figurativas y
esquemáticas, definitorias de esta época, ornamento que no volverá a
practicarse a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto.
El trabajo en piedra se mejora; surgen joyas de oro y plata;
figuras femeninas, amuletos, más productos de importación (Canaán, Mesopotamia)
y desaparecen los rasgos similares a la cultura de Maadi (en el estadio IIc)
La CERÁMICA
DE NAGADA II se abandonan los fondos rojos con decoración en blanco por
fondos blancos con decoración en rojo, son cerámicas de mejor calidad incluyen
piezas realizadas con arcillas margosas puras conseguidas a partir de
materiales geológicos procedentes del desierto, a veces estas arcillas margosas
se mezclan con aportes aluviales, esta materia prima tiene un aspecto pétreo
antes de su preparación como arcilla, presenta un alto porcentaje de calcio en
sílice y carbonato, elementos que le proporcionan tras el proceso de cocción
una coloración de tomos claros en su superficie, que van desde blanquecinos,
amarillentos, verdosos o rosados, las arcillas margosas requieren recursos
técnicos más depurados y proporcionan recipientes de alta calidad, cerámicas
más duras y compactas que resultan muy idóneas para almacenar líquidos a largo
plazo, como productos lácteos, miel… permitiendo su óptima conservación y
transporte, predominan las formas globulares y ovoides también se dan
recipientes geminados, estas cerámicas presentan bordes planos, con bases
estables y bases inestables, también se aprecian una especie de asas pequeñas o
mamelones, concebidos como elemento de presión suspensión ya que los mamelones
tienen orificios que permiten la posibilidad de colgarlos, también encontramos
vasijas de asas onduladas que derivan de modelos próximo orientales
(palestinos) interpretados como piezas exportadas.
La calidad de las cerámicas de Nagada II denota la
capacidad de alfareros especialistas dedicados a su oficio en talleres
organizados con producciones margosas al presentar un fondo claro deben ser
decoradas con tonos rojos, naranjas, marrones o negros y se realizaban estos
motivos decorativos antes de la cocción de los recipientes.
Este tipo de decoración pintada será el elemento
diferenciador de las cerámicas de Nagada II ofreciendo diferentes estilos:
·
Motivos
moteados que recuerdan las vetas de la piedra
·
Líneas
quebradas u onduladas interpretadas como alusiones al agua
·
Espirales
Los últimos pueden aparecer solos o combinados.
Estos motivos geométricos se combinan con
triángulos rellenos de color que suelen acompañar a composiciones más
complejas, donde suelen aparecer una embarcación con muchos remos, aves
zancudas, antílopes, también suelen aparecer plantas y figuras humanas,
estilizadas tanto masculinas como femeninas.
Los motivos utilizados en la decoración de estos
vasos son motivos muy recurrentes y suelen ofrecer con escasas variaciones
esquemas compositivos muy similares en los vasos con la misma morfología.
La repetición de estas formas probablemente
responde a la existencia de un estilo que se daba en una única área donde se
concentraban los distintos alfares localizada entre Nagada y Abydos. La
relativa proximidad de estos centros productivos y el conocimiento, por parte
de los alfareros de las producciones permite la igualdad de estilos que
predominó en estos vasos, sin embargo la dispersión de estas producciones es
muy amplia y se han documentado piezas entre Tamit (Baja Nubia y Minshat abu
Omar en la zona oriental del delta del Nilo.
La documentación de estas cerámicas gerzenses ha
sido objeto de estudio y continúa siéndolo.
En la mayoría de las composiciones destaca la
imagen de una embarcación con numerosos remos, motivo que puede aparecer en la
parte delantera y también repetido en la parte trasera. En la actualidad se ha
aceptado que se trata de barcos provistos de una o dos cabinas que suelen estar
adornadas con un estandarte compuesto por un mástil y por un emblema, que
suelen recordar símbolos de etapas posteriores de la cultura faraónica, los
barcos suelen tener la proa destacada por un elemento adornado con palmas, en
ocasiones se aprecia un ancla debajo de la proa. Estas decoraciones de
embarcaciones nos permiten conocer el uso extensivos de la madera en la
construcción de barcos con sus cabinas y los remos, también nos indica el
carácter fluvial de esta civilización volcada en el río que durante el periodo
de inundación fertilizaba las orillas, en época faraónica el Nilo también será
el medio de transporte más utilizado.
Las figuras humanas aparecen esquematizadas pero a
pesar de esto se permite distinguir hombres y mujeres que presentan siempre la
misma actitud, levantar los brazos por encima de la cabeza aproximando las
manos indicando en ocasiones los dedos, el cuerpo está formado por un triángulo
invertido apoyado en otra forma triangular que sugiere las piernas al final de
la cual se insinúan los pies.
A pesar de la simplicidad de esas imágenes su
fuerza expresiva es notable, sugieren mujeres danzando en actitud ritual que
según la egiptóloga E. Baumgartel, estas mujeres estarían evocando la capacidad
reproductora del ganado vacuno, cuyos brazos simularían las astas.
La presencia de figuras de terracota del periodo
de Nagada II representando mujeres en la misma disposición podía corroborar la
importancia de este motivo iconográfico en el marco de la mitología
predinástica.
Las figuras masculinas son menos esquemáticas y
presentan sus extremidades bien definidas, aparecen de perfil con los brazos
extendidos ligeramente doblados y portando en ocasiones una vara, se
representan con el torso de frente y las piernas de perfil atisbando ya los
principios de la perspectiva, las cabezas son un mero círculo y a veces se
insinúa un ojo, en ocasiones presentan un tocado algo que no encontramos en las
figuras femeninas.
Las imágenes de hombres suelen estar orientados
hacia las de las mujeres llegando a tocarlas, otras veces aparecen figuras
masculinas una frente a otra, no siempre aparecen junto a embarcaciones también
los vemos rodeados de animales, interpretando estas escenas como de pastoreo o
de caza.
Cuando aparecen solo animales suelen estar en
fila, sobre una línea de triángulos, que aluden a las dunas del desierto, otras
veces aparecen aislados. Los mamíferos suelen ser cérvidos o carpidos y las
aves son zancudas; avestruces o flamencos, en ocasiones formando parte de
estandartes encontramos también elefantes, el caso del elefante se halló en
Hieracómpolis donde se encontró el enterramiento de un elefante joven
junto a este animal aparecieron una
serie de restos cerámicos de Nagada I, el hecho de que se tuviera tanto cuidado
al enterrar estos animales ha llevado a pesar en que fueran objetos de culto,
las fechas de Nagada I parecen corresponder con la desaparición de estos
animales.
Figuras femeninas de terracota con la misma
actitud que las imágenes pintadas en los vasos son figuras exentas realizadas
en terracota y parecen haber tenido alguna significación en la mitología de
Nagada II. Presenta la parte inferior del cuerpo reducida a una masa arcillosa
sin definir ninguno de los rasgos de las extremidades inferiores, algunas de
estas figuras presentan una cabeza que se parece a la cabeza de un ave más que
a la de una mujer, no se conoce la significación que tuvieron estas figuras en
las tumbas aunque parecen estar relacionadas con la fertilidad y la
resurrección, parece ser que están en actitud de danzar y podrían emitir algún
sonido similar al mugido de una vaca. Este tipo de danza ritual en la que
participan mujeres que tratan de asegurar su fertilidad se ha documentado en
grupos en grupos primitivos del Sudán actual.
Una de las tumbas más espectaculares de este
periodo, relacionada con la cultura de Nagada II, es la T100 de la necrópolis real de Hieracompolis, tiene las pinturas al
fresco más antiguas que se han documentado hasta la actualidad en Egipto. Se ha
datado en Nagada II tardío.
Sobre un fondo en tonos claros hay pintadas
imágenes en colores que van del rojo a los marrones y en negro. Entre los
motivos que aparecen podemos distinguir dos tipos de embarcaciones, ambas sin
remos, unas son en forma de media luna y las otras en forma de “U”. Podrían
representar una lucha entre grupos rivales, para Joseph Cervelló se trata de la
representación de una procesión ritual, pero las interpretaciones pueden ser
variadas.
El hecho de un enfrentamiento entre grupos rivales
también se podría deducir del relieve que encontramos en el cuchillo o Puñal de Gebel el Arak. La fabricación de útiles de sílex había alcanzado un alto nivel de
calidad durante el periodo prehistórico. Las empuñaduras de algunos puñales, en
hueso o en marfil, se decoraron con motivos grabados e incisos. El ejemplo más
espectacular se halla hoy en el Louvre. Se descubrió en una región montañosa
del centro de Egipto llamada Gebel el-Arak.
Uno de los lados de
la empuñadura aparece decorado con unas figuras que parecen estar enfrentadas
en los registros superiores, y en la parte inferior el enfrentamiento se
produce entre hombres que están sobre embarcaciones que curiosamente tienen
formas semejantes a las de la tumba 100 de Hieracómpolis.
En una de las caras, un
personaje de aspecto mesopotámico está situado entre dos corpulentos leones, y
encima de un tercer león que está cazando animales del desierto; en la otra
cara figura una escena de batalla, terrestre y naval, que opone a dos grupos
diferenciados. Da la impresión de que esta pieza conmemoraba un suceso
histórico de capital importancia, que es probable que tuviera lugar en el
periodo inmediatamente anterior a la I dinastía.
En el reverso podemos
ver una imagen que se repite de forma constante en la iconografía egipcia a lo
largo de toda su historia, un hombre en el centro y dos leones rampantes, uno a
cada lado, que representarían la dominación del hombre sobre los animales,
sobre la Naturaleza. Este objeto se halló en la zona de Dendera, su empuñadura
es de marfil y la hoja de pedernal, se ha datado entre 3400 y 2940 a.C., hoy en
día se conserva en el Museo de Louvre, París.
Hay que destacar que las escenas de tumba 100 de
Hieracompolis no aparecen en registros, disposición que será típica en el arte
egipcio posterior que representará las escenas de forma ordenada, representando
el orden, Maat, solo en las escenas de enemigos se simboliza el “caos” mediante
el desorden de los elementos decorativos.
La rica decoración de la T100 nos hace suponer que
perteneció a un dirigente importante del periodo de Nagada II.
La T100 se descubrió en 1899, pero el
enterramiento no estaba intacto, solo se conservaban dos jarrones de piedra y
pequeños objetos que permitieron datar la tumba en el periodo tardío de Nagada
II.
Su arquitectura no es de fosa ovalada como era
habitual hasta ese momento, tiene forma rectangular y sus paredes y suelo están
realizados con adobes, podemos considerarla precursora de las tumbas de las primeras
dinastías. En la tumba existía un muro
que dividía la fosa para separar la zona destinada al cadáver del recinto donde
se depositaban los objetos de ajuar, esta separación será muy característica en
las tumbas de la 1ª Dinastía.
En este periodo de finales de la cultura Nagada II
tenemos el ejemplo más antiguo de tela utilizada como soporte para pintura.
Este fragmento de tela formaba parte del ajuar funerario de una tumba
encontrada en Gebelein, que se conserva en el Museo de Turín, Italia. En los
fragmentos se pueden distinguir varias escenas: hombres y mujeres bailando,
hombres pescando y cazando hipopótamos, o escenas de embarcaciones con hombres
que portan remos como en el fragmento de la foto.
Todas las imágenes están pintadas en negro, rojo y
blanco.
Es curioso que cuando aparecen hombre y mujeres,
estas son de mayor tamaño que los hombres.
En cuanto a las PALETAS destinadas a moler
cosméticos, en Nagada II tenemos muchos ejemplos, algunas presentan una
perforación, en algunos casos tienen formas de animales.
A finales del periodo Predinástico las formas de
las paletas se irán abreviando convirtiéndose en formas alargadas o
rectangulares, con algunas líneas cruzadas en los bordes. Al mismo tiempo
surgen los primeros ejemplares de Paletas ceremoniales, de carácter votivo
generalmente, decoradas con escenas en bajorrelieve que conmemoraban
acontecimientos políticos relacionados con la unificación de Egipto.
En cuanto a los VASOS realizados en piedra
(basalto, arenisca, diorita, mármol) su número se va incrementando a partir del
periodo Predinástico Tardío. No existen dos vasos iguales, en muchas ocasiones
adoptan formas de animales, sobre todo pájaros.
Estas piezas no eran de uso cotidiano, se
dedicaban al ajuar funerario, aparecen en los enterramientos más importantes.
En algunas tumbas de Nagada II se han hallado
otros objetos como cuchillos de sílex, y objetos elaborados con materias primas
más valiosas como oro, plata, piedras preciosas como el lapislázuli,
coralina,…, estos materiales se utilizaron sobre todo para elaborar hilos finos
y cuentas para elaborar objetos de uso personal, collares, brazaletes,
tobilleras.
Durante la fase Naqada II, tuvo lugar un considerable desarrollo en las
técnicas del trabajo en piedra. Se descubrieron variedades de caliza,
alabastro, mármol, serpentina, basalto, breccia (conglomerado también conocido
como “brecha”), gneis (roca metamórfica compuesta por los mismos minerales que
el granito), diorita y gabro (roca plutónica), que se explotaron a lo largo de
todo el Valle del Nilo, así como en el desierto; en especial en Wadi Hammamat.
El continuo progreso en el arte de la talla de recipientes de piedra
preparaba el camino para los grandes logros de la arquitectura de piedra en el
período faraónico. El famoso “Cuchillo Gerzeense”, de este período, se
encuentra entre los mejores y más finos ejemplos de trabajo en sílex de todo
mundo.
Las paletas cosméticas van siendo menos frecuentes y evolucionan hacia
formas triangulares y romboidales, pero a la vez se empiezan a decorar con
relieves, iniciándose así una línea de evolución hacia las paletas decoradas de
estilo narrativo de la fase Naqada III.
Las cabezas de maza en forma de disco del período Amratiense se sustituyen
por las de forma de pera, o macehead, de las que tenemos dos ejemplos
aparecidos en un asentamiento del temprano Neolítico en Merimda Beni Salama.
Para la fase Naqada II, la “macehead” se convertiría de forma misteriosa en
símbolo de poder, y durante el período faraónico era el arma que empuñaba de
forma característica el rey victorioso.
El trabajo en cobre se intensifica; y no se limita ya a objetos pequeños,
sino que gradualmente se empiezan a fabricar ejemplares que van sustituyendo a
los fabricados en piedra, tales como hachas, cuchillas, pulseras y anillos.
Paralelamente a los avances del cobre, va creciendo el uso del oro y de la
plata, y yacimientos como el de Adaïma sugieren que la creciente atracción del
metal podría, de algún modo, justificar la gran mayoría de los robos de tumbas
llevados a cabo durante el Período Predinástico.
El cuadro que se nos ofrece de la sociedad de Naqada II nos muestra una “blue
print” de la evolución de una clase artesanal que se especializó en servir
a una élite.
Este hecho tiene dos implicaciones: La primera, que tiene que haber habido
una economía capaz de mantener a grupos artesanos no autosuficientes durante al
menos una parte del año y, segundo, que tienen que haber existido centros
urbanos que amalgamasen a clientes, talleres y artesanos aprendices, y que
facilitasen servicios para el intercambio comercial.
El proceso de evolución cultural estuvo siempre vinculado a El Nilo. Como
nos hace ver Michael Hoffman en su interpretación de los restos predinásticos
de Hieraconpolis, los asentamientos se agrupaban cerca del río, que mantenía la
tierra cultivada, y donde técnicas sencillas de irrigación podían sacar partido
de las inundaciones anuales. Todo el Valle del Nilo estaba cubierto por una
cadena de aldeas a las que normalmente se les conoce por sus cementerios, que
aún perduran.
Tenemos evidencia de la existencia de diferentes especies de cebada y
trigo, lino, frutas varias (como la sandía y el dátil) y de verduras.
Como en el período precedente, el ganado consistía en vacas, cabras, ovejas
y cerdos. En cuanto a animales domésticos, a juzgar por sus tumbas en el
asentamiento de Adaïma, el perro disfrutaba de un estatus especial.
El pescado también jugaba un importante papel en la dieta, mientras que la
caza mayor de mamíferos ribereños y procedentes del desierto, tales como
hipopótamos, gacelas y leones, se fue viendo cada vez más restringida
socialmente, hasta convertirse en prerrogativa de los grupos dominantes.
Tres grandes centros se alzaron en el Alto Egipto: Naqada, la “Ciudad del
Oro” en la boca de Wadi Hammamat; Hieraconpolis, más al sur; y Abydos, donde se
ubicaría la necrópolis de los primeros faraones.
Dos grandes zonas residenciales fueron descubiertas en Naqada por Petrie y
Quibell en 1895: la "Ciudad del Sur", en la parte central del
yacimiento, y la "Ciudad del Norte". La primera muestra una
construcción rectangular, de grandes dimensiones, 50 x 30 m, que bien puede
tratarse de restos de un templo, o de una residencia real. Al sur de esta
estructura, se vislumbra un grupo de casas rectangulares y un muro de
cerramiento. Estos dos elementos son típicos de los emergentes pueblos de
Naqada II.
Puede que la evidencia arqueológica primaria de asentamientos de la época
sea escasa, sin embargo, dos artefactos de contextos funerarios ayudan a
compensar tal deficiencia. El primero se trata de un modelo-maqueta de casa de
terracota de una tumba Gerzeense, en el-Amra. El segundo, de otro modelo de una
tumba Amratiense, en Abadiya, que representa un muro almenado detrás del cual
aparecen dos personas de pie; la fecha Amratiense de este último sugiere la
época en que se empezaron a utilizar estas viviendas.
CULTURAS DEL EGIPTO NÓRDICO (Incluyendo el Complejo Maadi)
El complejo cultural Maadiense, consistente en una docena de
yacimientos, no había visto aún la luz hasta recientemente. Estos yacimientos
incluyen el cementerio excavado y el propio complejo del asentamiento de Maadi,
un suburbio de El Cairo moderno.
La cultura Maadiense aparece durante la segunda parte de Naqada I y
continúa hasta Naqada IIc y IId, cuando se ve eclipsada por la propagación de
la cultura Naqada II, cuyo ejemplo encontramos en los cementerios de el-Gerza,
Haraga, Abusir el-Melek y Minshat Abu Omar.
Los yacimientos neolíticos más antiguos se han descubierto en esta parte
del Valle del Nilo, en la región de el-Fayum, en Merinda Beni Salama y
el-Omari, y son estos yacimientos los que representan la tradición de donde
emerge la cultura Maadiense del material.
La cultura Maadiense difiere en todas sus características de otros
yacimientos de datación similar del Alto Egipto. En una situación inversa, en
los yacimientos de la cultura Naqada, los cementerios eran mucho menos
destacables en el registro arqueológico, por lo que la mayor parte de nuestro
conocimiento proviene, en cambio, de los asentamientos.
En Maadi, los restos predinásticos cubren cerca de 18 hectáreas de terreno,
incluyendo el cementerio. En la segunda mitad del siglo XX, se excavó un área
de unos 40.000 metros cuadrados. La profundidad de los depósitos arqueológicos
es de casi dos metros, incluyendo cúmulos de basura preservada in situ, cuya
estratigrafía es compleja.
Las estructuras excavadas muestran que había tres tipos de restos de
asentamiento, uno de ellos es único en un contexto egipcio, ya que presenta
reminiscencias de los yacimientos de Beersheba al sur de Palestina.
Entraña casas excavadas en roca viva en forma de grandes óvalos de 3 x 5 m
de superficie y 3 m de profundidad, a las que se accedía por medio de un
pasadizo también excavado en la roca; las paredes de una de estas casas
subterráneas estaban recubiertas de piedra y ladrillos hechos con limo seco de
El Nilo; pero este es el único caso conocido del uso de ladrillo hecho de lodo
en Maadi. La presencia de hogares de lumbre, jarras a medio enterrar y desechos
domésticos, sugiere que se trataba de auténticas viviendas.
Los otros tipos de construcción doméstica de Maadi, ya han sido
testimoniados en otros lugares de Egipto: Primero, una especie de cabaña oval,
con hogares en el exterior y jarras de almacenaje a medio enterrar y, segundo,
un estilo de casa rectangular de las que sólo quedan las estrechas zanjas de
cimentación de los muros, supuestamente construidos utilizando material
vegetal.
En general, se pude decir que la cerámica Maadiense es globular, de base
ancha y plana, cuello más o menos estrecho, y canto quemado, parcialmente hecha
de barro aluvial y raramente decorada, excepto en ocasiones con marcas de
incisiones aplicadas después de la cocción.
Interesa señalar que los estratos más antiguos en los yacimientos de Buto
(Tell el-Iswid) y Tell Ibrahim Awad, incluyen fragmentos decorados con
impresiones que son reminiscencias de la cerámica saharo-sudanesa.
Lazos con el Alto Egipto de dataciones retrotraídas al período anterior a
la cultura Maadiense, los testimonian la presencia de fragmentos de vasijas
importadas de ejemplares rojos rematados en negro, que se entremezclan con sus
descoloridas imitaciones de Maadi hechas localmente.
Contrariamente, los lazos comerciales con la Temprana Edad de Bronce
palestina son responsables de la presencia de las distintivas cerámicas de pie,
con cuello, boca y asas decoradas en mamelons (protuberancias o
pezones), hechas de un barro calcáreo, que contenían productos importados, como
aceites, vino y resina.
Así que la cultura Maadiense fue una especie de cruce de caminos sujeto a
las influencias del Desierto Occidental; quizás en una asociación
extremadamente lejana, del Oriente Próximo y de los emergentes reyezuelos de
Naqada, en el sur.
La influencia palestina es también claramente discernible en el sílex
trabajado de la cultura Maadiense. En contraste con la industria del sílex
local, que esencialmente empleaba la tecnología “pressure-flake” o "lasca
mediante presión", los conjuntos Maadienses también incluyen grandes
raspadores circulares extraídos de grandes nódulos de superficies lisas, muy
conocidos por todo el Oriente Próximo.
También aparecen en los yacimientos Maadienses bellas hojas afiladas de
bordes rectilíneos, conocidas como “Hojas Cananeas”, que acabarían
evolucionando hacia los cuchillos del período faraónico (en realidad raspadores
dobles), que constituirían elementos del equipo funerario real hasta finales
del Imperio Antiguo, a veces pulimentados, y a veces reproducidos en cobre, e
incluso en oro.
Las piezas bifaciales, en número escaso, incluían puntas de proyectil,
dagas, y hojas para hoces. Estas últimas eran productos de la tradición local
(hoces bifaciales de el-Fayum) que fueron gradualmente sustituidas por un nuevo
estilo de hoz procedente de Oriente Próximo, montada en una hoja.
La comparativa escasez de paletas cosméticas de “greywacke” importadas del
Alto Egipto, parece una indicación de su limitada disponibilidad y, por lo
tanto, de la lujosa naturaleza del objeto. Por otra parte, la abundancia de
paletas de caliza da muestra de señales de desgaste que indican su frecuente
uso cotidiano.
Las cabezas de maza son de las de forma de disco, características de las
culturas Amratiense y temprana Gerzeense.
Aparte de algunos peines importados del Alto Egipto, los objetos de hueso y
marfil pulimentados incluyen el repertorio tradicional de agujas, arpones,
taladros y punzones.
Se ha encontrado un gran número de dardos de “catfish” que consisten en la
primera espina de las aletas pectorales y dorsales del pez, en su mayoría en
tinajas, probablemente en conserva para su exportación.
Existen muchas indicaciones que apuntan a la participación de Maadi en
contactos comerciales e interculturales, y en este contexto, es significativo
el rol del cobre del que aparecen no sólo piezas sencillas como agujas y
arpones, sino también barras, espátulas y hachas. Estos útiles se fabricaban en
piedra en las culturas de Fayum y Merimda mientras que en Maadi eran de metal.
Esta situación es paralela a la de Palestina en el mismo período, donde las
hachas de piedra pulimentada desaparecieron por completo, siendo sustituidas
por sus versiones en metal, aunque, eso sí, utilizando técnicas diferentes a
las usadas en Maadi.
Esta sustitución de la piedra por el metal no pudo ser una mera
coincidencia, sino más bien un proceso de avance tecnológico que es, a la vez,
indicación y resultado directo de una auténtica simbiosis entre dos regiones.
También se han encontrado grandes cantidades de mineral de cobre en Maadi, que
bajo análisis ha revelado una posible procedencia de la región de Timna o
Fernan, ambos yacimientos de mineral de cobre en Wadi Arabah, en la esquina sureste
de la península de Sinaí.
Sin embargo, más que el mineral se procesase en el mismo Maadi, es más
probable que fuese en principio importado para su proceso en cosméticos, y que
el proceso inicial se hubiese llevado a cabo cerca de las propias minas.
A pesar de la participación del pueblo de Maadi en una red de contactos con
el Oriente Próximo, su cultura fue, sobretodo, sedentaria, de pastoreo y
agricultura. Hay algunas muestras de fauna salvaje, ligero contrapeso de la
enorme cantidad de animales domesticados, tales como cerdos, cabras y ovejas
que, aparte del perro, constituían la dieta básica de carne de la comunidad. El
asno, sin duda, servía como transporte de mercancías.
Los kilos de grano encontrados en jarras y en fosas de almacenamiento
incluyen el trigo y la cebada (Triticum monococcum, Triticum dicoccum,
Triticum aestivum, Triticum spelta, Hordeum vulgare), así como legumbres
(lentejas y guisantes).
Comparado con la clara evidencia de actividad agrícola en Maadi, el
entierro del difunto era prácticamente modesto, lo que apuntaría a una sociedad
que quizás habría experimentado pocos cambios desde el Neolítico, a la vez que
mostraba una evidente carecía de estratificación y jerarquía.
Se ha recuperado un total de 600 tumbas Maadienses frente a 15.000
predinásticas en el sur. Contribuyen a este desequilibrio factores geográficos
y geológicos; los cementerios del norte, ubicados en zonas propensas a fuertes
inundaciones, podrían encontrarse enterrados en gruesas capas de limo de El
Nilo.
Esto, por otra parte, no lo explica todo, porque también es evidente el
contraste que se aprecia entre la calidad y la cantidad de componentes
funerarios en el norte, y la situación en el Alto Egipto.
Las tumbas del Bajo Egipto se caracterizan por su extrema sencillez,
consistentes en simples fosas ovales, con el finado en posición fetal, arropado
con una estera o un trapo, y acompañado de una o dos piezas de cerámica y, a
veces, ni eso.
No obstante, mientras repasamos el desarrollo de las culturas del Egipto
nórdico, que consisten en tres fases que más o menos corresponden a los
cementerios de Maadi, Wadi Digla y Heliópolis, algunas tumbas aparentan estar
mejor equipadas que otras, pero en ninguna de ellas se aprecia nunca de forma
visible un lujo ni siquiera comparable al que encontramos en las del Alto
Egipto.
Aun siendo así, se puede discernir una tendencia gradual hacia la
estratificación social, y es muy posible que la mezcla de tumbas de perros y de
gacelas con las de seres humanos forme parte de este proceso de cambio social.
La fase final de la cultura Maadiense representada por las primeras capas estratigráficas de Buto coincide con la mitad de la fase Naqada II, niveles II c y d.
En el excepcional yacimiento de Buto, existen siete estratos arqueológicos
sucesivos en los que se hace patente la transición entre las fases Maadienses y
las protodinásticas que las solapan. Durante esta transición, se percibe un
incremento en los estilos de la cerámica Naqada, a la vez que la Maadiense va
desapareciendo. Es así, pues, que el fin de la cultura Maadiense no constituyó
un fenómeno abrupto como el yacimiento de Maadi sugiere, sino más bien un
proceso de asimilación cultural.
Es más que probable que por su localización fluvial y marítima, Buto
disfrutase de una ubicación privilegiada para un boyante comercio y que,
además, incorporase un palacio para los soberanos locales.
Mientras que los datos arqueológicos de Buto son menos llamativos que los
restos de Naqada, tuvo lugar aquí un proceso de desarrollo cultural que
condujo, de igual manera, a un aumento de la complejidad social, generando eventualmente
una sociedad caracterizada por sus propias creencias, ritos, mitos e
ideologías.
Fue esta la precondición necesaria para el próximo gran paso hacia la
historia de Egipto que se dio en Naqada III y en los períodos de las primeras
dinastías.
NAGADA III
Naqada III (Nagada III), antes
conocida como Semaniense, es la cultura perteneciente al periodo
predinástico de Egipto que sigue a la fase Naqada II y se data entre 3200 y
3000 a. C. Con él acaba la cultura Naqadiana.
Se subdivide en cuatro estadios: Naqada IIIa 3200-3150 a. C., Naqada IIIb 3150-3100 a. C., Naqada IIIc 3100-3050 a. C. y Naqada IIId 3050-3000 a. C., estos últimos coetáneos con
el periodo protodinástico de Egipto. En este último período comenzó el proceso
de formación del estado unificado, puede que ya iniciado en el Naqada II. Los
reyes de este período se han agrupado a efectos cronológicos en la denominada dinastía
0. De Nejen la hegemonía pasó a Tinis (Abidos) pero se mantuvieron los estados
locales o regionales, posible origen de los futuros 42 nomos (16 nomos del Alto Egipto y 10 del Bajo Egipto son
anteriores a la tercera dinastía).
Hegemonía
del Alto Egipto
La hegemonía regional en el Alto Egipto se desplaza de Nejen hacia
Tinis (Abidos), con algún otro estado importante como El Kab. En cambio Nubt (Naqada)
casi no tiene presencia y las tumbas encontradas en la ciudad son pobres, sea
por falta de poder político o económico (los expertos consideran probable que
hubiera sido absorbida por Nejen o por Abidos). Otros posibles estados de la
época podrían situarse en Tinis y Abadiya (Alto Egipto), Maadi, Buto y Sais
(Bajo Egipto), y Qustul en Nubia.
La influencia del Alto Egipto se extiende hacia a Maadi (que
desaparecerá avanzado el Naqada III) y hacia Buto, en el Delta. Es durante este
período que se fundó, o se hizo mayor Menfis, que se convirtió en capital.
Hacia el 3050 a. C. en que podría situarse el reinado de Narmer, el
primer faraón que se supone que gobernó sobre el Alto y Bajo Egipto, hasta el
final del período, hacia el 3000 a. C. o un poco más tarde, se
consolidó la unión de las dos tierras y se inició el llamado Periodo tinita, y
la primera dinastía, en el estadio Naqada IIId.
La
unificación
La unificación se hizo, según algunas evidencias como la paleta de
Narmer y la Paleta de Tehenu, mediante actividad militar, aunque debía ser
ínfima pues no hay evidencias arqueológicas; parecería entonces que los reyes
de Abidos sólo recogieron una fruta madura, preparada ya para la unificación
que se dio mediante un proceso económico, cultural y social prolongado en el
tiempo (seguramente iniciado antes del 3300 a. C.), al que podrían no
ser ajenas las alianzas (familiares o no) y la falta de poder y liderazgo de
muchos pequeños estados frente a la fuerza política, económica y militar de un
poder territorialmente extenso, numéricamente fuerte, socialmente cohesionado,
culturalmente dominante y económicamente rico. Las resistencias podrían haber
surgido en lugares puntuales o de pueblos culturalmente diferentes como el
libio. Desde el establecimiento de Menfis como capital, fue el centro
administrativo del estado.
Religión
Los dioses más importantes de la época fueron Horus (dios celeste y sanador, considerado iniciador de la
civilización egipcia), Seth (deidad
brutal, señor del mal y las tinieblas), Nejbet
(diosa protectora, en los nacimientos y en las guerras), Min (dios lunar, de la fertilidad y la vegetación), Hathor (divinidad cósmica, diosa del
amor, de la alegría) y Bat (diosa
celeste, asociada a la fertilidad).
Enterramientos
El cementerio real siguió en Abidos y el de los altos funcionarios
se estableció en Saqqara. El cementerio secundario debió ser Helwan. Tarjan
debió ser un cementerio de dignatarios de segundo nivel. Dentro de los
cementerios se incrementa el número de tumbas de personajes importantes y se
establecen algunas sólo para la clase dirigente, entre ellos el cementerio real
de Abidos con tumbas mucho más ricas y arquitectónicamente más complejas; esto
pone en evidencia una diferenciación social muy notable.
Las cerámicas de la cultura de Nagada III tienen
características propias, se suprimen las decoraciones complejas y los
materiales decorativos se simplifican:
·
Recipientes
de forma más alargada
·
Cuellos y
bordes muy bien definidos
·
Persisten las
cerámicas rojas de interior y bordes negros de tradición badariense, pero con
tendencia a disminuir su número.
·
Los
recipientes de asas onduladas de Nagada II van a evolucionar dando lugar a
recipientes con borde ondulado.
·
La decoración
se reduce a una serie de líneas onduladas, cruzadas o puntos. Las líneas
cruzadas se piensa que podrían sugerir el cordel que se ponía a los recipientes
para su transporte.
En el cementerio de Abusir el-Meleq, en la zona
norte del Alto Egipto cerca del lago Fayoum, se hallaron ajuares con cerámicas
Nagada III, pero además se documentaron cuatro sarcófagos de arcilla, tres de
ellos con inhumaciones infantiles.
La Cabeza
de maza de Narmer es una cabeza de maza de ceremonia egipcia, datada ca. 3000
a. C. (Naqada III); fue tallada en piedra caliza, y tiene 19,8 cm de altura.
La Paleta de Oxford o de Hierakómpolis
Se encuentra en el Ashmolean Museum y pertenece al período de
Nagada III, hacia el 3150 a.C.
Fue encontrada en un depósito de ex-votos del templo de Hierakómpolis.
Sus medidas son: 42 cm. de largo por 21 cm. de ancho.
Tiene dos caras esculpidas y forma de escudo. Está confeccionada
en grauvaca (del alemán: Grauwacke, roca de grey, es una roca detrítica formada
por la consolidación de los minerales que resultan de la descomposición del
granito).
Las dos caras son diferentes y están muy llenas ("horros
vacui" = miedo al vacío) de dibujos.
Anverso, o parte donde hay la cazoleta
para cosméticos (se cree se usaba para aceites destinados a ungir las imágenes
de las divinidades):
En su parte superior y a ambos lados hay dos felinos en posición enfrentada que entrelazan las manos (patas). Al de la izquierda le falta la cabeza.
Rodeando la cazoleta hay dos seropardos que tienen ante sus fauces
una indefensa gacela que está a punto de ser devorada por ellos.
Encima de la gacela hay un ibis.
Abajo hay un conjunto de 4 cánidos que persiguen a unos cápridos o íbices... Todo ello en desorden.
El reverso nos muestra un conglomerado caótico de figuras de
animales salvajes y fantásticos (se ha comparado a un Bestiario Medieval).
En la parte inferior izquierda se puede ver una figura
antropomorfa que lleva una máscara de animal y que parece que está tocando una
flauta (¿será un músico?).
Otra incógnita: ¿qué clase de animal es el de la máscara?. Parece
ser una mezcla de varios animales: asno, jirafa, chacal o perro... La
explicación puede ser que estos animales representarán al dios Seth, es decir
el dios del caos.
¿Y el músico?. Seguramente es el ser que inicia o incita el caos entre los animales con su música.
Paleta de Narmer
En la parte superior
observamos en cada lado unas cabezas de vaca (la diosa Bat) vistas de frente, y
entre ellas un rectángulo conocido como el serej, precedente de los cartuchos,
con el nombre del faraón Narmer.
En la primera de las caras,
el faraón, que lleva la corona del Alto Egipto ataca con su maza a un enemigo.
A su lado, un criptograma explica la escena: el halcón Horus ha sometido al
Bajo Egipto, representado por el ramo de papiros y el personaje barbado.
Detrás del faraón un siervo
lleva un jarro de agua y las sandalias. En la línea inferior dos personajes
abatidos observan la escena, junto a ellos aparecen dos símbolos de ciudades.
En la segunda cara, aparecen
tres franjas. En la superior, el faraón lleva la corona del Bajo Egipto y se
aproxima con su ejército hacia un gran número de enemigos decapitados.
En el centro, hay dos bestias
cuyo largo cuello se enrolla en torno a la cavidad destinada a la mezcla de
cosméticos; los animales son sujetados por dos hombres con cuerdas. En la
franja inferior un toro pisotea a un hombre barbado, fuera del recinto de una
ciudad.
Aparece un signo que identifica claramente una zona pantanosa.
Narmer en forma de halcón sujeta con una cuerda enganchada a la nariz a un
habitante de esa zona, al tiempo que en forma humana adopta la imagen del
monarca golpeador de enemigos; enemigos que son los de una zona pantanosa o
húmeda. En la otra cara de la Paleta, los enemigos aparecen con las cabezas
cortadas. Estimo que se muestra un combate en donde Narmer sale vencedor. La
zona pantanosa puede ser identificada con el Delta, el Bajo Egipto, o una parte
de ese territorio. Por lo tanto, se nos muestra la conquista bien del Bajo
Egipto bien de una parte de él por parte de Narmer. No existe ningún otro
documento anterior donde se muestre algo similar, con referencias al Delta. Por
otra parte, tampoco parece ser mero simbolismo: aunque el monarca pretendiera
demostrar una dualidad preexistente en el plano religioso, no lo hubiera hecho
mediante una clara muestra de conquista, en donde lo que se conquista es sólo
el Bajo Egipto; podría haber mostrado la unión de las dos partes de Egipto de
forma pacífica. Sin embargo, se presenta como el conquistador de una sola zona
de Egipto, el Delta.
Bibliografía:
Adams, B. 1996: "Elite Tombs at Hierakompolis" in Spencer, J. (ed): "Aspects of Early Egypt" pp 1-15.British Museum Press
Adams, B. 1996: "Elite Tombs at Hierakompolis" in Spencer, J. (ed): "Aspects of Early Egypt" pp 1-15.British Museum Press
Adams, B. 1987: "The Fort Cemetery at Hierakompolis"
London. Kegan Paul
Adams, B. 1988: "Predynastic Egypt" Shire
Egyptology.
Adams, B. and Friedman, R. F.
1992: "Imports and Influences in the
Predynastic and Protodynastic Settlement and Funerary Assemblages at
Hierakompolis" in Van den Brink, E.C.M. (ed): "The Nile Delta in
Transition: 4th. - 3rd. Millennium B.C." pp 317-338. Tel Aviv.
Ana Mª Vázquez Hoyos: “Historia Antigua
Universal. Próximo Oriente y Egipto”, Tomo I, 2ª Parte. UNED, 2001.
Barry J. Kemp. Routledge, “Ancient Egypt.
Anatomy of a Civilization”. London, 2006.
Baumgartel, E.J. 1955: "The Cultures of Prehistoric Egypt Volume
I" London
Baumgartel, E.J. 1960: "The Cultures of Prehistoric Egypt Volume
II" London
Baumgartel, E.J. 1970: "Petrie's Naqada Excavation. A Supplement"
London
Baumgartel, EJ. 1970: "Predynastic Egypt" in The Cambridge
Ancient History, vol I, chap.IXa. London
Boreux, Ch., 1908: "Revue des Études Ethnographiques et
Sociologiques I": pág. 41-42.
Crubezy, E., Duchesne, S. and
Midant-Reynes, B., 2008: "The
Predynastic Cemetery at Adaima (Upper Egypt). General Presentation and
Implication for the Populations of Predynastic Egypt" in
Midant-Reynes, B and Tristant, Y. (ed) "Egypt at its Origins 2":
289-310
Eiroa, J.J., 2003: "Nociones de Prehistoria General"
Ariel Prehistoria
Holmes, D.L., 1989: "The Predynastic Lithic Industries of Upper
Egypt. A Comparative Study of the Lithic Traditions of Badari, Nagada and
Hierakonpolis". BAR International Series 469. Oxford
Helen Strudbrick, "The Enciclopedia of
Ancient Egypt", Ambar Books, London, 2008.
Ian Shaw, Oxford University Press, 2003. “The
Oxford History of Ancient Egypt”.
Maria Cristina Guidotti y Valeria Cortese, "Antico Egitto". Cortese,
Giunti Editoriale, Florencia-Milán, 2002.
Mario Menéndez, Alfredo Jimeno y Víctor M. Fernández, “Diccionario de Prehistoria”
Alianza Editoral. 2001.
Parra Ortiz, J.M. 1998:
"El Periodo Predinástico en Egipto:
Una Síntesis de Trabajo. II. El Alto Egipto" BAEDE 8: 15-49
Petrie, WMF. 1902: "Abydos, Part I"
Petrie, WMF. 1910: "The Arts and Crafts of Ancient Egypt"
London
Petrie, WMF. 1920: "Prehistoric Egypt". London
Seidlmayer, SJ. 1988: "Funerärer Aufwand und soziale Ungleichheit.
Eine methodische Anmerkung zum Problem der Rekonstruktion der
gesellschaftlichen Gliederung aus Friedhofsfunden" in: GM 104: 25-51
Williams, B. 1986: " The A-Group Royal Cemetery at Qustul:
Cemetery L" (The University of Chicago Oriental Institute Nubian
Expedition III) Chicago.
The British Museum Database.
Musée du Louvre.
[9] Se está refiriendo al tipo humano Mechta, mechtoide
o Mechta-Afalou. El nombre procede del yacimiento Mechta-El-Arbi
(Argelia), y por sus características físicas (disarmonía cráneo-facial, órbitas
rectangulares, gran estatura, etc.) se le relaciona con el Cro-Magnon
europeo, aunque su origen parece ser local a partir de los restos aterienses.
[10] “Greywacke” es una variedad de arenisca que, en general,
se caracteriza por su dureza y su color oscuro, y que está compuesta de granos
de cuarzo, feldespato y pequeños fragmentos de roca establecidos en una matriz
de arcilla fina.
[11]
Herpestes ichneumon o meloncillo (del latín meles,
tejón) es un pequeño mamífero, miembro de la familia de las mangostas,
presuntamente introducido en la Península Ibérica por los árabes que lo
utilizaban de mascota para protegerse de las serpientes.
[i] Gertrude Caton-Thompson fue una arqueóloga inglesa, discípula de Flinders
Petrie en el University College, London, que excavó en Abidos y Oxyrhynchus, y
en otros yacimientos de Oriente Medio, Egipto y África meridional.
[1] El achelense,
o industria de modo 2, es una industria lítica originada en el Paleolítico Inferior.
El achelense se caracteriza por ser la
primera cultura lítica que posee bifaces en su tipología. Esta innovación principal,
asociada con las hachas de mano y cuchillas achelenses, consiste en que la
piedra fue trabajada de forma simétrica a ambos lados de la lasca.
Los tipos de herramientas en los
conjuntos achelenses incluyen puntas, hachas de mano, cuchillas, herramientas
de lascas retocadas, raspadores,
y segmentos. Los materiales utilizados estuvieron determinados por los tipos de
piedra local; así, en África las rocas ígneas y sedimentarias, como el basalto, fueron las más ampliamente utilizadas, en
tanto el pedernal
se asocia con las herramientas encontradas en Europa Occidental. Otros
materiales incluyen calcedonia,
cuarcita, andesita,
arenisca, cuarzo y esquisto. Incluso se aprovecharon rocas relativamente
blandas como la piedra
caliza.
[2]
Para las fechas absolutas se ha utilizado el Cuadro Cronológico de Ian
Shaw, Edición “The Oxford History of Ancient Egypt”, Oxford, 2.000, páginas
479-83. Las fechas del Paleolítico y el Epipaleolítico se dan en años de
datación por radiocarbono o años B.P. ("before present" o
"before phisycs").
[3]Gacela común o dorca (Gazella
dorcas) es una especie de
mamífero artiodáctilo
de la familia Bovidae.
Esta gacela está especialmente adaptada al hábitat donde se distribuye, los desiertos del norte
de África desde Egipto hasta
el Sáhara Occidental.
[4]
Wadi (a veces también uadi,
es un vocablo de origen árabe
utilizado para denominar las ramblas, es decir, los cauces secos o
estacionales de torrentes
que se forman por regiones cálidas y áridas o desérticas
[5]
Nabta Playa es una gran cuenca
situada en el desierto
de Nubia. Alrededor del X
milenio a. C., esta región del desierto de Nubia poseía
gran pluviosidad, generándose un lago. Los primeros grupos de personas debieron
ser atraídos a la región por sus fuentes de agua y pasto para el ganado vacuno.
[6] La Ziziphus zizyphus es una de 40 especies relacionadas, y en España
se le conoce como "jinjolero" o "azufaifo". Se la supone
originaria del norte de África y Siria, e introducida posteriormente a la India
y China donde se conoce desde hace más de 4.000 años. Es un arbusto o arbolito
frutal caducifolio de la familia de las Rhamnacae.
[7] El Sorghum, o
"sorgo", es un género botánico de unas 20 especies de gramíneas
oriundas de las regiones tropicales y subtropicales de África oriental. El
sorgo tiene un hábito y una fisiología vegetal similar al del maíz (Zea mays)
pero con un valor energético algo inferior al de éste.
[8] La cultura
Bashendi, similar al Neolítico inferior del Sahara, fue identificada en el
OASIS Dakhleh y se dividió en dos unidades (A y B) representadas por las fechas
obtenidas de cáscaras de huevo de avestruz y carboncillo. Alrededor de 5400
A.C. es evidenciado el comienzo de la domesticación animal, luego complementada
por la caza; alrededor de 4900 BC los primeros edificios de piedra local y una
cerámica pulida y discreto, a veces con la parte superior pintada de negro,
similar a los modelos de Bir Kiseiba y Nabta Playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario