Los símbolos egipcios y su significado Tercera Parte
Aunque los ladrillos de adobe se emplearon como elemento de
construcción también tuvieron ciertas connotaciones religiosas, siempre que
reunieran algunas características concretas.
La mujer egipcia, para dar a luz, generalmente se colocaba en
cuclillas y se sujetaba sobre cuatro ladrillos que se consideraban mágicos.
Estos representaban a las cuatro diosas Mesjenet, deidades relacionadas con los
nacimientos y hacedora del Ka,
aunque a veces el número de estas “hadas” se reduce y en su lugar aparece el
dios del destino Shai y la diosa Renenutet, una diosa protectora encargada de
cuidar que la leche de las madres no se retire. Estos dos últimos dioses se
encuentran en forma de ladrillos las escenas de la pesada del corazón puesto
que los antiguos egipcios creyeron que en ellos el dios Thot había inscrito el
momento de la muerte del recién nacido.
También bajo el nombre de ladrillos mágicos se agrupan los cuatro
ladrillos de adobe mezclado con ciertas sustancias que incrementaban su poder
mágico. Se colocaban en los enterramientos, situándose cada uno en un punto
cardinal. Servían para proteger al fallecido de las fuerzas negativas que
quisieran dañarle al igual que sirvieron a Osiris.
Otro tipo de “ladrillos mágicos” son aquellos que aparecen en
Ceremonias de Fundación, con simbolismo análogo al de los ladrillos de la
pesada del alma.
En los depósitos de fundación se almacenaban una serie de objetos (generalmente
en miniatura) que proporcionarían de forma mágica todos los beneficios que se
deseaba para la construcción. Así, los ladrillos sim
bolizaban los miles de estos objetos que iban a ser vitales en la obra.
bolizaban los miles de estos objetos que iban a ser vitales en la obra.
El lago sagrado era una parte muy importante de los templos
egipcios. Simbolizaba el lugar donde en el comienzo de los tiempos había
emergido el primer trozo de materia sólida, es decir, la tierra. Así, el lago
sagrado era la manifestación de las aguas del océano primordial, el Nun.
En él se celebraban fiestas sagradas y por ejemplo el de la ciudad
de Abidos era protagonista de ciertos festivales mistéricos que en este caso
incumbían al dios Osiris. También se usaron para recoger agua de los rituales y
para que los sacerdotes hicieran las abluciones rituales necesarias antes de
prestar servicio a la divinidad consiguiendo que elimiaran todo lo negativo que
pudieran llevar encima. Posteriormente se creó en los templos una sala especial
de purificación (el uabet), con la misma función.
Aunque generalmente eran rectangulares, se conocen casos en los
que estos lagos tenían formas curvilineas como por ejemplo en el templo de Mut
en Karnak.
Los egipcios valoraron desde muy pronto las cualidades de este
alimento ya que fue la fuente nutricia no sólo de hombres sino también de
dioses y difuntos, proporcionándoles la renovación.
Su color blanco proporcionó un simbolismo adicional ya que
denotaba pureza y, por tanto era agradable para las divinidades y a los
difuntos.
La leche solía ser ofrecida a los dioses "niños", esto
es, los que cumplían el papel de hijos de la divinidad principal o en
ceremonias donde se reproducía el nacimiento ritual del monarca (Coronación y
Apertura de la Boca). A menudo la leche la ofrecía la diosa Hathor o la diosa
Isis y se entendía que esta leche procedía del pecho de estas deidades. Es muy
frecuente la representación de una deidad femenina en forma de vaca que
amamanta al monarca, bebiendo tan preciado líquido cargado de poderes divinos.
Es muy familiar la imagen de diosas con aspecto de vacas. En este caso tenemos
por ejemplo a Hathor o Isis, las cuales aparecen con frecuencia amamantando al
rey o al pequeño Horus. Mediante este acto, ellas les transferían sus fuerzas
divinas y les daban la inmortalidad. Con este mismo simbolismo en Egipto se
representaron ciertos árboles, que dotados de abundantes pechos amamantaban al
fallecido.
En el plano funerario la leche proporcionaba cualidades mágicas y nutrientes
para que el difunto pudiera mantener su vitalidad en el Más Allá y renovarse
continuamente. De este modo podría defenderse de todos los males que quisieran
acuciarle y, además obtener el renacimiento. Si esta leche procedía del altar
de un dios alcanzaba un poder mágico y protector aún mayor.
Su importancia se percibe a través de las innumerables veces que aparece
citada o representada, confirmando una costumbre ancestral propia de pueblos
pastores.
LECHUGA
La lechuga aparece en la iconografía egipcia unida al dios Min. No
se trata de la lechuga común sino de una variedad comestible mucho más
estilizada que puede alcanzar un metro de altura (Lactuca sativa) y de la que existen muchas
variedades.
Aunque posee un principio farmacológico calmante, el hecho de vincular esta
verdura al culto de Min se debió a que los egipcios vieron en ella cualidades
afrodisíacas y entendieron que el líquido lechoso que desprende al cortar sus
hojas guardaba directa relación con el semen del dios. Es posible que el color
verde de sus hojas también se valorará desde un punto de vista de magia
cromática.
Introducida en Mendes, según Koemoth (1994) la relación entre la fertilidad y
la lechuga se hace patente a través del homónimo que se emplea para designar al
pene y al vegetal (mnHp), convirtiéndose en símbolo de vida, de potencia
masculina generadora.
Cuando se encuentra acompañando al dios Min se halla posada sobre un altar en
forma de naos situado a la espalda del dios. En tal caso suele representarse
más de un ejemplar.
La figura del león es muy frecuente en la iconografía egipcia. Se
encuentra desde el predinástico, permaneciendo a lo largo de toda la historia
del Egipto faraónico para encarnar a algunas divinidades y al propio rey, al
cual encontramos con frecuencia practicando la caza de este felino como método
de representar la dominación contra las fuerzas agresivas.
La presencia del león en Egipto parece haber sido frecuente en el Predinástico,
disminuyendo considerablemente en el Reino Nuevo y debiendo ser importados
después desde Nubia y el Oeste de Asia. Su caza fue prerrogativa real.
Aunque los egipcios relacionaron macho y hembra de la especie con distintas
divinidades, son menos numerosos los dioses asociados al león que las diosas
vinculadas a las leonas.
Tradicionalmente el león representó el poder, la ferocidad, la
protección y fue símbolo de soberanía, encarnando la fuerza, el valor y la
defensa. Fue emblema del vigor, de los poderes regeneradores ya que,
identificado con el Sol, nacía en la mañana y moría en la noche repitiéndose el
ciclo cada día. Por ello se vinculó a Atum-Ra, Aker, Shu y Tefnut, Mahes,
Apedemak, Ruti, Horajty y en ocasiones el propio Horus, entre otros.
El león como símbolo protector, poderoso y defensor, se representó
en sillas y camas a fin de velar por el descanso de sus propietarios, así como
en las gárgolas de los templos.
Además la piel de este felino fue empleada con fines
mágico-protectores. No hemos de olvidar que algunas pieles representadas en el
Reino Antiguo se parecen sospechosamente a este animal y que el dios Bes
utiliza esta piel como parte de su indumentaria.
Las leonas también fueron un símbolo solar por naturaleza, pero éstas
representan la luminosidad de la luz solar y la fiereza de sus rayos.
La leona era el aspecto agresivo y vengativo de algunas otras
diosas como es el caso de Mut, Tefnut y Pajet. o de la vaca Hathor o, en los
últimos periodos, de la gata Bastet. Es decir, cuando estas últimas se
enfadaban adoptaban el aspecto de una leona encolerizada (mito de la Diosa
Lejana). Sin embargo la leona también era patrona de los médicos ya que se
consideraba que las enfermedades y las plagas provenían de esta diosa (Sejmet).
Por ello, nadie mejor que ella conocía los remedios contra estos males.
Representó al Ojo de Ra, una entidad divina con vida propia e
independiente, que partió de Egipto para vengar la traición de los hombres y de
todos los enemigos del Sol, aniquilándolos a su paso. Cuando Ra fue consciente
de los males que estaba causando su hija, mandó a una comitiva de dioses para
que, con ciertas argucias, la engañaran, la embriagaran y lograran hacerla
retornar.
La familia de los Felinae o Félidos, pertenecientes al orden de los carnívoros, se
agrupa en tres géneros o subfamilias: Felis o
Felinae (gatos), Acinonyx o
Acinonychinae (guepardos) y Panthera o
Pantherinae (leones y leopardos). Muchas publicaciones de egiptología agrupan
erróneamente como panteras un número de felinos que en realidad no deben
considerarse así tasonómicamente. Es decir, debemos entender como panteras
únicamente al león y al leopardo y en ningún modo al guepardo. Este error lleva
a considerar genéricamente como propias de pantera todas las pieles moteadas
que sirvieron de atuendos sacerdotales, tanto si son de guepardo como de
leopardo.
El origen de la utilización de la piel “moteada”, bien de guepardo
o de leopardo, es muy antiguo, quizá se remonte a la Prehistoria y tenga
relación con cultos africanos afincados en el Valle del Nilo, cuyas muestras
todavía pueden encontrarse en el país. Las pieles moteadas de felino (guepardo
o leopardo) aparecen siempre en relación con usos mágico-sacerdotales,
iniciáticos, utilizándose como vestido o capa; por tanto, el empleo de estas
pieles parece que estaba canónicamente regulado. Durante el Reino Antiguo pudo
vincularse al cielo y a la fetilidad, puesto que aparece en la tapa de algunos sarcófagos
de piedra.
El empleo de las pieles como elemento que transfiere poder está
bien documentado en todas las culturas y sobre todo en África, desde la
Antigüedad hasta hoy en día. La piel de forma mágica aportaba a la persona que
la llevaba una protección especial pero, además, en muchas culturas, podía
favorecer el estado de trance. Esto encajaría perfectamente en Egipto, sobre
todo con el sacerdote-Sem,
ya que una de sus labores era partir, en estado de trance, a la muerte del
difunto, para buscar la “fuerza vital”, el “alma” del fallecido y hacerla
retornar, así el fallecido podría participar de los ritos que se celebraban en
los funerales.
En otro orden, tenemos también algunos ejemplos donde la piel de leopardo se
encuentra como atuendo sacerdotal de determinadas divinidades. Así la diosa de
la escritura Seshat aparece representada con la piel de este felino cubriéndole
su propio traje.
Otro elemento muy antiguo, (se encuentra desde la Dinastía I) de
la iconografía egipcia es el fetiche Imiut (véase “Nébrida”). Consiste en una
piel colgada de un palo vertical y sujeto en la base sobre una especie de
mortero. Citar este elemento es problemático, porque los distintos autores no
aciertan a ponerse de acuerdo respecto a si la piel que cuelga del palo es de
leopardo o de un toro; en cualquier caso suele asociarse con el dios Anti y más
tarde con Anubis. No obstante, parece que desde finales de la Dinastía XVIII
las representaciones tienden a mostrar una piel de felino.
Es relativamente frecuente encontrar textos en los que el rey se identifica con
el leopardo para adquirir y demostrar parte de sus feroces poderes. Así, en la
Dinastía XVIII nos encontramencontramos que al monarca se le denomina el “que aparece como
un leopardo” (Urk. IV, 139, lín 9-10). Esta afirmación se hace en referencia a
su indignación con pueblos extranjeros (libios, nubios...) y se ha interpretado
como una declaración de guerra.
Aunque la piel moteada se ha puesto en relación con una divinidad
remota y poderosa, llamada Mafdet, el animal que representa a esta diosa no ha
podido ser determinado con precisión y los autores difieren en su
identificación. Unos lo relacionan con un felino (quizá el leopardo) mientras
que otros creen que representa una mangosta.
Por otro lado, en opinión de Westendorf (LÄ IV, 664-665), el cielo
se representó, según una teología local, en forma de una gran gata
(posiblemente un leopardo hembra) que se comía el Sol al llegar la noche y lo
daba a luz en la mañana (como la diosa Nut). Su vientre estaba plagado de
estrellas (las manchas de la piel) y sus patas eran los pilares que sujetaban
el cielo. Efectivamente, la relación entre el leopardo y las estrellas puede
haber nacido de la identificación entre las manchas de este animal y su
parecido con las estrellas que se extienden en el firmamento.
Los sacerdotes de Heliópolis se vestían con la piel de este felino, adornada
con estrellas.
La liebre del desierto fue otro de los animales relacionados con
la divinidad desde el Reino Antiguo.
Estos animales se vincularon, desde el Reino Antiguo, con la
fertilidad, la fecundidad, regeneración, el renacimiento y la eternidad, siendo
muy frecuentes en amuletos del Periodo Tardío. La agudeza de sus órganos
sensoriales y la rapidez de reacción se relacionaron con una capacidad especial
para detectar los peligros con antelación, y fueron cualidades que no podían
ser pasadas por alto y a las que se atribuyó un sentido divino.
Desde un punto de vista antropológico, la libre en otras culturas
ha representado desde siempre una divinidad lunar.
En Egipto la liebre se identificó con la diosa Iunit, deidad de
Hermópolis y Hermontis, en cuya personalidad se intuye una cierta tendencia
lunar. Además se encuentra representada en el Más Allá en forma de genio de que
lleva cuchillos en sus manos, y protege una de las puertas de este mundo.
La liebre también puede encontrarse sustituyendo al sol en su
nacimiento. Así podemos observarlo en algunos sarcófagos de la dinastía XXI,
donde en el espacio interior de un Uroboros se ha sustituido la figura del niño
sol por la de una liebre colocada sobre un estandarte.
Es un libro religioso empleado y desarrollado en el área de Tebas
dentro del Periodo Grecorromano (aproximadamente entre los siglos I a.C-II
d.C). Está dividido en dos documentos denominados Libro I y Libro II. Ambos se
escribieron en hierático o demótico sobre papiro usándose anverso y reverso.
Fue empleado sobre todo por los sacerdotes tebanos, que incluyeron
al dios Amón en este documento como agente en ciertas cuestiones del Más Allá.
Incluye fórmulas de libros religiosos más antiguos como por ejemplo el “Libro
de los Muertos”, la Ceremonia de la “Apertura de la Boca”, Glorificaciones o
algunos de los conjuros que debían recitarse en la momificación, etc. Además se
añaden fórmulas completamente nuevas redactadas en este periodo.
Como se ha dicho, el conjunto del Libro de las Respiraciones está compuesto por
dos libros., El
primero, parece ser más antiguo y se atribuye a la diosa Isis mientras que el
segundo se imputa a Thot. En el caso primero, el libro habría sido
confeccionado para “vivificar el Ba
y el cadáver de Osiris y reunir todos sus miembros por segunda vez”. El segundo
contiene textos de función muy concreta: los sarcófagos, la guía del Más Allá,
la conservación del nombre, los textos relacionados con el hipocéfalo y las
protecciones mágicas, el renacimiento a través de la dios Nut, etc.
En genera en su contenido se destaca una gran preocupación hacia
la falta de aire tras la muerte y en este contexto se incluye a Amón como
“creador del viento” o del soplo de vida. En el mismo caso se presenta Shu.
Estos documentos son una innovación tardía y servían al fallecido,
más que como un libro religioso por sí mismo, como un repertorio que ha de
utilizar a modo de pasaporte
para su vida tras la muerte y su aceptación en las esferas divinas.
El “Libro de los Muertos” es un conjunto de textos religiosos que
se incluyeron en papiros colocados junto al cuerpo del fallecido o entre los
vendajes. También se recogieron sobre los muros de algunos enterramientos del
Reino Nuevo, en ambos casos para guiar el destino del difunto. Los primeros
aparecen en el sarcófago de una reina de Mentuhotep y en el de Herunefer (din
XIII-XVI).
Su verdadero nombre es: “Libro para salir al día”. Está formado
por la recopilación de fragmentos de los “Textos de las Pirámides”, de los
“Textos de los Sarcófagos” y una serie de fórmulas nuevas redactadas por los
teólogos de este periodo. De una extensión variable, conocemos algunos rollos
que tienen una longitud muy grande, entre ellos mencionaremos el del artesano
Ja que hoy se encuentra en el Museo de Turín.
El conjunto de los Capítulos debía de ser personalizado, es decir, incluía el
nombre del fallecido para que los textos fueran realmente eficaces. Su uso era
puramente mágico-religioso, una garantía para su deambular por el Más Allá.
En Baja Época el “Libro de los Muertos” se introducía en el
interior de una estatuilla que representaba al dios Ptah-Sokar-Osiris, dándole así
un mayor poder mágico y añadiendo textos de nueva generación que podían
inscribirse, a partir de la dinastía XXI sobre los sarcófagos. La primera
versión saita se encuentra en el papiro de Nespasef. Algunos otros lugares
donde se inscribieron ciertos Capítulos de este Libro, bien en escritura jeroglífica, hierática
o demotica, fueron sobre amuletos, ushebtis, hipocéfalos ... Sobre los amuletos
podríamos destacar el escarabeo de corazón, inscrito con el Capítulo 30, en los
ushebtis se solía colocar el Capítulo 6 y en los hipocéfalos el Capítulo 162.
Sin embargo el Capítulo más importante y el más trascendental para
el fallecido fue aquel en el que éste debía presentarse ante un tribunal divino
y recitar su “Declaración de Inocencia”, tras la cual se sometía a la pesada de
su corazón para juzgar sus actos y determinar si era merecedor de una vida
futura (psicostasia)..
LOTO
El loto acuático fue una planta familiar en el paisaje del Antiguo
Egipto. Se documentan varia especies: el azul (Nymphea cerulea y Nelumbo nucifer), el blanco (Nymphea lotus) y en Época
tardía el rosa (Nymphea
nelumbo) que fue importado.
El loto azul era solar por excelencia y fue un símbolo de vida y renacimiento.
El blanco se relacionó con la luna y el rosa, de hojas más grandes no parece
haber tenido ninguna identificación digna de resaltar, de tipo simbólico.
El loto sagrado era el Nelumbo
nucifer, fue emblema del Alto Egipto, mientras que el papiro se
asoció al Bajo Egipto. Cuando aparece como planta heráldica en los templos,
suele representarse en los puntos orientados al Sur, siempre que esto fuera
posible. También es muy frecuente encontrar el loto en las paredes de las
tumbas egipcias. En estos casos suele estar en las manos del fallecido, que
aspira su fragancia, o sobre la frente de la mujer a modo de adorno. Gracias a
la inhalación, el loto proporcionaba vida al fallecido.
Uno de los mitos de creación elaborados en el Antiguo Egipto
describía cómo el Sol había surgido, por vez primera, del interior de una de
estas flores al abrirse en la mañana. De este modo, Nefertum puede aparecer
bajo la forma de un loto que al abrirse deja ver en su interior a un niño, bajo
el aspecto de un dios con un loto sobre la cabeza, como un loto rematado con
una doble pluma o como un loto del que emerge la cabeza del dios.
El nacimiento del dios solar surgiendo de la flor de un loto se
simbolizó en los templos a través de la ofrenda de un loto de oro. Uniendo el
significado del loto y el del oro se obtenía un sentido concreto, la llegada de
la luz, de la inmortalidad, de la creación que surgía con el advenimiento de un
nuevo día.
Se empleó en medicina y para la composición de fórmulas mágicas ya
que pensaban que su fuerte fragancia repelía los malos olores y, por tanto,
también a los genios malignos que quisieran hacer el mal. Algunos autores
piensan que incluso pudo emplearse mezclado con el vino con usos narcotizantes.
Usados en los capiteles de las columnas, se distribuyeron
generalmente : los abiertos en el patio exterior y los cerrados en el interior.
LUNA
Luna fue entendida como un Sol nocturno y por su color blanco tuvo
conexión con la pureza.
Según creían los egipcios la Luna, diferencia del Sol, sufría variación una
física que se percibía a través de sus fases. Tenía tanta variación que incluso
llegaba a desaparecer, fenómeno que se asoció tanto con su muerte como con la
leyenda del Ojo de Horus devorado por Seth. Es decir, las fases del ciclo lunar
se relacionaron con la lucha contra las fuerzas malignas, concluyendo con la
victoria del bien.
Otra forma de explicar el ciclo lunar bajo el punto de vista mitológico fue el
desmembramiento del dios Osiris y su renovación eterna, asociándose a las
distintas fases cíclicas y su reaparición.
Otras deidades relacionadas con la luna fueron: Thot , Iah y
Jonsu, Hathor y Nejbet. Por el mismo sistemas, hubo objetos inanimados que se
asociaron al astro de la noche, como por ejemplo ciertos cuchillos curvos
identificados con la eliminación de genios y demonios maléficos, el pilar
sagrado Iun de la
ciudad de Heliópolis, etc. Lo mismo ocurrió con ciertos metales preciosos,
cuyos ejemplos se perciben en la plata y el electrum.
En cuanto a su relación con algunos animales podemos destacar al
cinocéfalo.
MAAT
Definir Maat es en extremo
difícil si tenemos en cuenta que además de ser una diosa es un concepto
abstracto básico y trascendental en el Antiguo Egipto, uno de los más
importantes del pensamiento egipcio pero sin una correspondencia exacta en la
actualidad.
Maat personificó el orden cósmico, la verdad, la justicia (a partir de la
Dinastía V), la estabilidad que ha de existir en el mundo y el cosmos. El rey y
los dioses se alimentan de Maat, ya que el soberano y los dioses son los
responsables directos del orden y la armonía. Además el monarca era el “Hijo de
Ra” y Maat era la “Hija de Ra”. Consecuentemente él era el más apropiado para
cubrir este papel, para mantener este “equilibrio”, sin el cual el mundo
estaría condenado a permanecer en el caos más absoluto. Por esta razón era la
ofrenda por excelencia, la fundamental y se encuentra representada en numerosas
ocasiones del modo siguiente: el rey, como garante del orden, sujeta en sus
manos la figurilla de Maat y la aproxima a la divinidad para que se alimente de
su poder. Tanto uno como el otro simbolizan aspectos paralelos. El primero es
el responsable de mantener el equilibrio cósmico, la segunda “es” este
equilibrio.
Precisamente era ella la que
aparecía en el contrapeso de la balanza cuando se pesaba el corazón del difunto
para determinar si era merecedor de vida en el Más Allá. En esta escena podía
aparecer con el emblema que le caracteriza (una pluma de avestruz) o bajo la
forma de una diosa sentada con el mismo atributo sobre la cabeza.
Sin Maat no podía existir la creación, como universo ordenado, ya que tanto
dioses como seres vivos están sometidos a Maat y esta Maat debía permanecer en
cada individuo para que todo funcionara correctamente. En el caos no había
Maat, porque era un lugar sin forma ni volumen, sin orden ni concierto. Oler
Maat (o comer Maat) era nutrirse de justicia, de armonía, en definitiva de
orden cósmico.
Maat también puede aparecer representada de una forma “escondida”, esto es a
través de los pedestales sobre los que suelen colocarse los tronos de los
dioses. Dichos pedestales representaron igualmente la colina primordial donde
se originó el orden universal.
MAGIA
La mangosta común o icneumón,
se introdujo como animal representativo de ciertas divinidades del Periodo
Tardío (Atúm, Ra y Horus) por llevar a la esfera divina sus hábitos
alimenticios. La mangosta caza serpientes y está inmunizada de su veneno,
interpretándose que ella aniquilaba a la peligrosa serpiente Apofis. Por otro
lado la también se alimenta de huevos, entre los cuales se encuentran los del
cocodrilo, y por esta razón, se le asoció al nacimiento del Sol.
Por sus costumbres diurnas
representó el lado claro del dios Horus, Mejentiirty (Horus el de los Dos
Ojos), otra deidad encargada de luchar contra Apofis y relacionada con la luz.
Finalmente sirvió como emblema y encarnación de algunos genios defensores del
Sol en el Más Allá.
Por su asociación con el Sol
en la iconografía egipcia la mangosta aparece levantada sobre sus patas
traseras y adornada con un disco solar y un Ureo sobre la cabeza.
Precisamente por llevar este emblema se relacionó con la cobra Uadyet, y quizá
con Mafdet, aunque hay dudas respecto a si el mamífero que lo representa es una
mangosta, una jineta, un leopardo o un lince. Si esto fuera así habría sido
introducida en el panteón mucho antes del Período Tardío ya que esta divinidad
aparece desde momentos muy tempranos.
Mientras
que las varas y los bastones son un signo de poder y autoridad, la maza con
forma de pera o disco, podría catalogarse más bien como arma ofensiva que, en
muchas ocasiones, es puramente votiva.
Su
origen habría que buscarlo en primitivos palos y porras que fueron
evolucionando a partir de finales del predinástico; más tarde, aprovechando la
superficie de la piedra, sirvieron como objetos ceremoniales y en su superficie
se grabaron acontecimientos relacionados con la dominación que el rey ejercía
contra el enemigo como método de simbolizar la contención del desorden.
Entre los primeros ejemplos
podríamos recordar la cabeza de maza perteneciente a Escorpión hallada en
Hieracómpolis y conservada en el Museo Ashmolean de Oxford, la famosa paleta de
Narmer o, más tarde, los relieves que decoran el exterior de muchos de los
primeros pílonos de los templos egipcios que reproducen la misma imagen grabada
en la paleta de Narmer: el monarca aferrando con una de sus manos la maza
dispuesto a golpear a los enemigos que inmoviliza por el pelo con la otra mano.
El menat era un collar
de cuentas de uso ritual que tenía varias vueltas y que se complementaba con un
contrapeso que servía a modo de mango y que se empleó como instrumento de
percusión para fiestas sagradas.
Dicho collar emitía un sonido
agradable a la divinidad cuando se agitaba y ahuyentaba los espíritus malignos.
Estaba decorado con motivos propios de la diosa Hathor o de alguna de sus
manifestaciones (Bastet) así como de entidades divinas relacionadas con ella
(Bes u Horus). También se incluían símbolos de fecundidad y renacimiento.
El menat se entendía como el poder mágico de Hathor que, como entidad
creadora, obtenía la soberanía de la divinidad sobre el universo que ella había
establecido. Este poder incluía facultades mágicas de sanación y de
rejuvenecimiento por lo que, en los rituales funerarios, también se empleaba
con fines de renacimiento, regeneración y renovación del difunto.
El menat lo hacían
sonar toda una suerte de sacerdotes y sacerdotisas, entrenados especialmente
para tocar tanto el sistro como el menat. Es decir, grupos dirigidos por
un miembro superior. También aparece, representado en los muros de los templos
a modo de ofrenda.
Otra deidad en cuya
iconografía aparece el menat fue el dios Jonsu, cuando representaba al
gemelo del rey o a la placenta.
Estas mesas eran uno de los
enseres más importantes que se incluían en los enterramientos y eran de uso
exclusivamente funerario.
En los comienzos de la
civilización faraónica las ofrendas alimenticias que se hacían a los difuntos
se presentaban sobre unas esteras vegetales; más tarde, en el Imperio Antiguo,
éstas se sustituyeron por mesas de piedra que reproducían las anteriores y a
las que se les fueron añadiendo toda una serie de alimentos y bebidas, que
fueron incrementándose con el paso del tiempo, llegando a alcanzar una cantidad
considerable.
También podían estar representadas sobre los muros de los enterramientos o en
las Estelas de Falsa Puerta.
En todos los casos su función
consistía en recoger los alimentos y las bebidas para que, de forma mágica,
éstas se hiciesen realidad en el caso de que no llegaran puntualmente a su
destino los alimentos frescos que debían presentarse al fallecido, para su
subsistencia póstuma. Fue precisamente esta desconfianza la que indujo a
incluir cada vez un mayor número de elementos. Las mesas tenían un canalillo
para que corrieran los líquidos ofrecidos sobre ellas y tenían la forma del
jeroglífico “hetep”
En el caso de los ejemplares trabajados en piedra, la mesa de ofrendas se
localizaba en un lugar accesible, para poder colocar sobre ella las dádivas
diarias con las que el difunto iba a subsistir tras la muerte. En contextos
meroíticos, las mesas de ofrendas podían llevar inscrita una invocación
sagrada, y la representación de Isis y Anubis
En las mesas de ofrendas se
incluían distintos tipos de pan, ocas, pichones, cerveza, vino, agua, bueyes...
e incluso algunos objetos que no se relacionaban con el alimento, como por
ejemplo lino, alabastro, ungüentos, etc., si no podían reproducirse físicamente
podían citarse en la inscripción jeroglífica que se encontraba en la mesa, la
cual , en ocasiones, iba acompañada de la “pancarta”, relación pormenorizada y
tabulada de las ofrendas.
MIEL
Parece que la apicultura,
desarrollada en Egipto desde el Neolítico, no fue un motivo común en la
iconografía egipcia. De hecho no hay una representación concreta hasta el
reinado de Niuserra (Dinastía V) que la incorporó en su templo solar de Abu
Gurab. A finales de esta misma dinastía el rey Unas recogió otra imagen similar
y la situó en la calzada que une su pirámide con el “Templo del Valle”. Tras estas
dos representaciones no se conoce, por el momento, ninguna escena de apicultura
hasta el Reino Nuevo cuando, al menos Rejmira (TT100) y Thanuro (TT101), ambos
de la Dinastía XVIII y en la tumba de Pabasa (TT279) de la Dinastía XXVI, se
volvió a representar. Pese a no ser común este tipo de escenas, lo que sí se
encuentra con cierta frecuencia es la ofrenda de miel, aunque, curiosamente,
además de las citadas, el resto se limita a tumbas de la Dinastía XVIII, en el
cementerio privado de Tebas.
Por otro lado es evidente la importancia de las abejas en el culto al dios Min,
ya que algunos de sus sacerdotes llevaron títulos relacionados con la miel y
las abejas.
Como ocurre en otras culturas, los egipcios tuvieron a la reina de las abejas
como un animal macho y quizá la organización de estos insectos y los cuidados a
su prole fuera el modelo que escogieron para el propio monarca egipcio y su
corte. Por ello al faraón se le denominó “El de la Caña y la Abeja” como
símbolo de su reino. Así ciertas sustancias producidas por la abeja se
utilizaron en Egipto y se consideraron símbolos de algunos conceptos.
La miel, como sustancia
creada gracias a la intervención mágica de las abejas, representaba el
renacimiento, la inmortalidad, y estaba relacionada con la resurrección y con
la facultad de repeler a los demonios. También se identificó con las lágrimas
de Ra, según se recoge en el papiro Bulak III.
Por sus cualidades
terapéuticas, la miel también se consideró remedio mágico contra ciertas
fuerzas del mal y algunos textos nos citan cómo elaborar amuletos cuya base es
este ingrediente, para ser empleados como protección ante estos genios y
demonios que con su ataque producían enfermedades. También se empleó en la
momificación al tener la propiedad de impedir el crecimiento de las bacterias.
En otro plano, se empleó para expresar conceptos de tranquilidad y gozo. Así el
papiro Hearst (215) 14,7-10 relata cómo el corazón de los dioses se dulcificó
gracias a la ingesta de la miel tras lo cual fueron felices. Del mismo modo el
difunto desea y espera que gracias a la ofrenda de esta sustancia su felicidad
tras la muerte quede asegurada.
El
milano es un ave rapaz diurna, de carácter agresivo y costumbres migratorias.
Tiene un vuelo lento pero suave lo que le dota de una elegancia de movimientos
en el aire.
Mora
en las proximidades del río, donde aprovecha para alimentarse de inmundicias,
así como de ranas, sapos y peces enfermos que toma de la superficie. Se
caracteriza por aprovechar cualquier oportunidad para arrebatar los frutos del
río a los pescadores o a otros animales.
La
razón por la que se relacionó con Isis y Neftis nos es desconocida. Quizá se
deba a su cercanía y su relación con el río puesto que Osiris fue asesinado por
su hermano Seth y lanzado al Nilo. La tradición cuenta cómo Isis partió por
este río buscando los trozos de su esposo para recomponer su cuerpo y darle
vida de forma mágica.
La mención de los dos milanos se documenta ya en la liturgia funeraria real más
antigua siendo desde entonces asociados al entorno del dios del Más Allá aunque
a veces se sustituyen por dos halcones hembra.
Es una gomorresina
suministrada por una planta arbórea: la burserácea Commiphora myrrha y
tiene su origen en Arabia y Abisinia. Es de color rojizo y transparente, y
procedía del llamado país de Punt, como otras sustancias exóticas. Por su
fragancia, era muy valiosa y se relacionó con Min y con Hathor, como se
desprende de los “Textos de los Sarcófagos”.
Por su fragancia se usó en
unciones y purificaciones, otorgándole cualidades mágicas y se empleó, sobre
todo en los ritos funerarios.
En la “Ceremonia de la
“Apertura de la Boca” se usó para ungir la boca del fallecido puesto que,
gracias la magia de la mirra, se conseguía que el difunto pudiera tener su boca
pura y dispuesta para recibir la ofrenda de los alimentos imprescindibles que
se le iban a presentar, algo que también hacía el rey con idéntico sentido
purificador. Además también se utilizó en medicina y en cosmética para la
elaboración de perfumes (sobre todo para la cabeza).
MOMIFICACIÓN
Para cualquier egipcio
antiguo el primer requisito para conseguir una vida tras la muerte era
conseguir que su cuerpo fuera embalsamado porque así se preservaría en la
eternidad y los elementos espirituales tendrían un lugar reconocible donde
descansar.
En el caso de un enterramiento de lujo: a la llegada de un cuerpo, los
especialistas enseñaban los distintos modelos de momificación para que los
familiares escogieran la más conveniente y una vez acordado el precio comenzaban
a actuar sobre el cuerpo, que colocaban sobre una mesa de piedra que tenía un
receptáculo a los pies para recoger los líquidos sobrantes que habían sido
derramados sobre el cuerpo.
La momificación más cara consistía en la repetición de los ritos que se habían
llevado a cabo sobre el cuerpo del dios Osiris.
Gracias al relato del
historiador griego Herodoto tenemos más información sobre las distintas
técnicas que se llevaban a cabo. Si bien es cierto que Herodoto no detalla el
proceso paso a paso, normalmente consistía en romper el tabique nasal y el
hueso nasal inferior, traspasando la lámina cribosa del hueso etmoides con un
gancho introducido por las fosas nasales, verter en el interior una serie de
líquidos para su descomposición, batir el cerebro y sacar el contenido de la
caja craneal por las fosas nasales. Estas técnicas se constatan desde la
dinastía IV -aunque no son corrientes- (cráneo, mastaba 17 de Meidum). En el
caso de los niños, el cerebro solía eliminarse retirando uno de los huesos parietales,
como ocurre con los fetos encontrados en la tumba del rey Tutanjamón, de la
dinastía XVIII, o por la bóveda palatal (esta última también presente en
cuerpos adultos, a partir de la dinastía XII).
Los órganos internos los retiraban haciendo una incisión vertical en el costado
izquierdo del abdomen (técnica que ya encontramos en la dinastía IV). Para ello
utilizaban una cuchillo de piedra etiópica, según Heródoto, y se momificaban
preparándolos en otra pequeña mesa de piedra similar a la empleada para el
cuerpo.
En algunos casos, la evisceración se realizó por el ano, lo que coincidiría con
el tercer método que nos describe Herodoto (el más barato y más rápido, pero
igualmente eficaz). Se hacía mediante un purgante que se mantenía en el
interior, rellenado todo el intestino delgado y grueso hasta que lo diera de
sí. Para hacer estanco el relleno, se taponaba el ano o se suturaba dejando que
las propiedades corrosivas del aceite hicieran su efecto, durante el tiempo que
transcurría la deshidratación inducida por el natrón. Al retirar el tapón los
órganos internos, licuados y descompuestos y mezclados con el aceite, salían
deshechos por este conducto (Pensilvania 3, din XXV, mujer). Después por el
mismo lugar se introducían materiales de relleno.
Pese a que ésta es
considerada la embalsamación más modesta, se han encontrado restos, en algunos
cuerpos de aceite de cedro del líbano, sustancia muy cara ya que era un
producto de importación. El conocimiento de las propiedades químicas de este
aceite para licuar el contenido visceral, fue el determinante para su uso en la
fase de la evisceración funeraria.
Si los órganos se habían
retirado practicando una incisión en el abdomen, en el interior se vertía vino
de palma y sustancias aromáticas. Más tarde lo vaciaban, lo rellenaban, cosían
la incisión y se cubría con una placa protectora. Según los textos, el cuerpo
se cubría con natrón sólido durante 70 días. Después lo lavan, y si el
personaje era importante le adornaban con una serie de dedales en las manos y
en los pies e incluso con una lengua artificial de oro. A continuación, lo
vendaban en el orden siguiente: los dedos de manos y de los pies por separado,
las extremidades, el tronco y la cabeza. Una vez vendadas estas zonas, se
realizaba un vendaje general de arriba abajo y de abajo arriba, intercalando
los amuletos protectores cuyo número se incrementaba en el tronco. También se
incluían materiales de relleno (trapos o prendas de vestir) para dar forma
crisaliforme y se adherían pegando el vendaje al cuerpo con resina. Como
curiosidad comentar que parece que las vendas eran entregadas por los propios
familiares, utilizando para ello restos de telas de la casa, incluso hay casos
en los que se ha hallado una vela de barco entera entregada para tal función
(hombre de Lyon, del Período Ptolemaico).
Finalmente se cubría con un sudario, una máscara, un cartonaje, lienzo o
retrato, aunque en época Ptolemaica llegaron a pintarse sobre las propias
vendas. Cada uno de estos procesos de vendaje requería la recitación de textos
precisos para cada parte del cuerpo, recogidos en el Libro de los Muertos.
Los órganos internos
(intestino, hígado, pulmones, estómago) eran momificados aparte y se
introducían en unos recipientes llamados Vasos Canopos, mientras que el
corazón, como órgano más importante del cuerpo era la única víscera que se
dejaba en el interior de la momia y sobre ésta un sustituto mágico del corazón
en forma de escarabeo.
MONO
Entre
los monos que habitaban el Valle del Nilo, el Cercopithecus aethiops,
llamado de forma común Tota o mono verde, el Papio hamadryas denominado
también Hamadriae, Papión sagrado, cinocéfalo o babuino y el Papio
cynocephalus anubis o Papión perruno fueron los que se representaron sobre
los muros de templos y tumbas y se relacionaron bien con ciertos símbolos o
dioses o bien se valoraron como animales de compañía.
Por su activa vida sexual, en general, los monos representaron en Egipto el
amor carnal; así, en contextos funerarios se representaban como el ideal de la
vida sexual activa que deseaba algunos dioses e, incluso, el difunto en el Más
Allá. Por su capacidad para el aprendizaje se relacionó con la sabiduría y fue
designado patrono de los escribas, conectándose con el dios Thot. El babuino
también se asoció a la luna en su faceta de medidor del tiempo, puesto que
precisamente había sido Thot el que había logrado que la Luna llena apareciera
periódicamente gracias a la curación del Ojo de Horus y que retornara la
crecida del Nilo anualmente.
Como vemos el babuino suele aparecer relacionado con las medidas y así lo
encontramos junto a la balanza en la que se pesa el corazón del difunto para
determinar si es merecedor de vida tras la muerte. Sin embargo, gracias a ese
sentido dual del pensamiento egipcio, también estuvo conectado al Sol puesto
que estos animales profieren algunos gritos al amanecer, entendiéndose que eran
los saludos que dedicaban al astro. En el Más Allá se encontraban en la primera
hora de la Amduat, en el horizonte.
En Hermópolis Magna aparece
como responsable de la creación. Allí fue venerado principalmente bajo la forma
de un babuino siendo éste inhumado en la cercana necrópolis de Tunah el-Gebel.
El dios Hedy-Ur (“El Gran
blanco”) es otra manifestación que personifica al babuino. Otros dioses
asociados con más o menos frecuencia al babuino fueron: Jonsu, Hapy, Shu y
Atum.
MORINGA
MORINGA
Es un
árbol de hoja caduca de cuyo fruto puede extraerse un aceite inodoro y dulce
que fue empleado en perfumería. En Egipto se utilizó en el ritual del
embalsamamiento y se decía que manaba del ojo de Horus.
Por
alguna razón que se nos escapa la moringa se relacionó con el dios Jeribakef.
Esta deidad, de la que hay pocos datos, fue adorada en Menfis donde se fusionó
al dios local Ptah.
Al
ser su madera idónea para la elaboración de estatuillas funerarias (Usheties)
la moringa sufrió identificación con el dios del Más Allá, Osiris en varios
aspectos.
MOSCA
Como cualquier otro país con
altas temperaturas estivales, Egipto tiene una destacable población de estos
insectos, incluyéndose en el pensamiento mítico desde el Predinástico (Nagada
I-II) cuando comenzó considerarse un ser apotropaico, quizá por .reconocer en
este animal unas cualidades valerosas y persistentes.
Durante el Reino Medio se incluyó en la decoración de los llamados “marfiles
mágicos” y a comienzos del Reino Nuevo se identificó con la valentía,
utilizándose su reproducción en oro u otro metal, como condecoración militar.
Se llevaban pendiendo de una cadena en el cuello.
Gracias a sus cualidades, el natrón, como sustancia divina, denotaba pureza tanto en las abluciones de los vivos como en las que se llevaban a cabo en honor de los dioses o a los difuntos. Así fue especialmente importante en la Ceremonia de la "Apertura de la Boca". Mitológicamente se entendió que era una emanación de la diosa Hathor, pero que había sido producida por su hijo Horus. Igualmente, el natrón obtenido del Uadi Natrum, se relacionó con las exudaciones del dios Osiris, ya que estaba relacionado con las aguas (y por tanto con los depósitos de natrón acumulados en ciertos lagos) y la germinación.
Es posible que el origen de este pellejo debamos buscarlo en las antiguas pieles de animal en las que se enterraban los difuntos, estableciéndose quizás un paralelo entre estas y la generación, la regeneración y la resurrección del difunto en el Más Allá.
La razón para conectar todos estos órganos animales con una significación más abstracta como lo bueno, lo bello, feliz, joven o perfecto, es decir, a connotaciones francamente beneficiosas, es todavía un misterio. Sin embargo su uso, en este sentido se repite sin cesar presentándose como un amuleto muy utilizado, tanto como elemento aislado como pendiendo de collares, o inscrito en brazaletes y pulseras.
El signo nefer aparece también en una importante cantidad de nombres propios desde el Reino Antiguo.
Se encuentra desde periodos muy tempranos y en algunas tabletas tinitas el monarca se muestra vistiendo un atuendo muy similar al tradicional, aunque algo más largo, que podría ser el precedente del que aparece en el Reino Antiguo. Tras finalizar el Reino Antiguo, el nemes puede encontrarse relacionado con enterramientos de personajes que no han ostentado el trono de Egipto. En estos casos el nemes actúa de talismán.
Por otro lado, 42 es el número de dioses que se encuentra en el tribunal del Más Allá, según se desprende del capítulo 125 del Libro de los Muertos del Reino Nuevo. Ante ellos el difunto debe hacer una “declaración negativa”, es decir confesar no haber cometido ciertos pecados para poder ser considerado justo y merecedor de vida en el Más Allá.
MURCIÉLAGO
Pese a ser el murciélago los
egipcios lo relacionaron con las aves.
Este mamífero es uno de los más problemáticos a la hora de interpretar el sentido simbólico-religioso que los egipcios pudieron darle. Aunque es muy frecuente en Egipto, no aparece representado con asiduidad en monumentos y objetos.
Algunos autores interpretan como murciélagos algunas paletas predinásticas de cosméticos, mientras que otros ven en estas mismas paletas esquemáticas, simplemente barcas. En la colección egipcia del Museo de Historia del Arte en Viena se conserva una figura de serpentina, datada a finales del IV milenio a.C (nº inv. 1180) que representa, sin lugar a dudas, un murciélago con las alas extendidas y con dos orificios en la parte superior por donde se sujetaba quedando el animal suspendido en posición invertida. La perfección al tallar el mamífero induce a pensar en la reproducción de una entidad divina que en época posterior tiende a desaparecer.
Este mamífero es uno de los más problemáticos a la hora de interpretar el sentido simbólico-religioso que los egipcios pudieron darle. Aunque es muy frecuente en Egipto, no aparece representado con asiduidad en monumentos y objetos.
Algunos autores interpretan como murciélagos algunas paletas predinásticas de cosméticos, mientras que otros ven en estas mismas paletas esquemáticas, simplemente barcas. En la colección egipcia del Museo de Historia del Arte en Viena se conserva una figura de serpentina, datada a finales del IV milenio a.C (nº inv. 1180) que representa, sin lugar a dudas, un murciélago con las alas extendidas y con dos orificios en la parte superior por donde se sujetaba quedando el animal suspendido en posición invertida. La perfección al tallar el mamífero induce a pensar en la reproducción de una entidad divina que en época posterior tiende a desaparecer.
Durante el Reino Medio,
hallamos una pintura en la tumba de Baket III donde claramente se dibujó este
animal, inmortalizado también en un óstraka que se conserva en el Museo de El
Cairo, datado en el Reino Nuevo. Más tarde, en el Período Tardío y Ptolomaico
reaparece la figura del murciélago y se encuentra tanto en forma de amuleto
como en estatuillas de bronce.
Aunque nada hay concluyente,
como hipótesis de trabajo podríamos afirmar que nos encontramos ante un animal
cuyas cualidades físicas debieron ser llamativas para los egipcios. Su aparente
buena vista, su facilidad para volar en la noche sin tropiezos, su aspecto
durante el día -envuelto en el sudario que forman sus alas- son características
que inducen a situarlo como un genio protector del Más Allá, quizá destinado a
ayudar al difunto a moverse en la oscuridad. Debido a la creencia errónea de su
agudeza visual, el murciélago se empleó en recetas médicas para remediar
problemas de los ojos.
MUSARAÑA
La musaraña es el más pequeño
de todos los mamíferos pero cuenta con una rapidez de movimientos digna de
destacar y un carácter muy fiero.
Quizá por sus hábitos
crepusculares y nocturnos se relacionó con el aspecto subterráneo y oscuro del
dios Horus, en su forma de Jentienirty, siendo la contrapartida mitológica del
Icneumón. Por ello, se identificó con aspectos nocturnos del Sol y con el
renacimiento al que éste se sometía cada noche, tras pasar por el Mundo
Subterráneo.
Se han hallado algunas
musarañas cuidadosamente momificadas e introducidas en pequeños sarcófagos, en
cuya tapadera aparece la figura tallada del animal.
En la Baja Época está
representado en un buen número de bronces, e incluso se han encontrado sus
diminutos cuerpos momificados en pequeños contenedores de madera.
NATRÓN
El natrón es una sal compuesta de carbonato sódico, bicarbonato
sódico, sulfato sódico y cloruro sódico, que en Egipto se encontraba en estado
natural. Se obtenía, principalmente en el Uadi Natrum y en el-Kab, aunque los
textos nos citan distintas variedades.
Tuvo muchas aplicaciones: se usó en rituales religiosos, en la
momificación, en la limpieza diaria, así como en la elaboración de ciertos
objetos que podrían incluirse dentro de las “artes menores” (cristal, mezclas
con incienso...). No obstante cabe destacar sobre todas sus aplicaciones la de
actuar como deshidratador y conservante sobre los cuerpos de los difuntos para
que éstos se mantuvieran incorruptibles eternamente.
Gracias a sus cualidades, el natrón, como sustancia divina, denotaba pureza tanto en las abluciones de los vivos como en las que se llevaban a cabo en honor de los dioses o a los difuntos. Así fue especialmente importante en la Ceremonia de la "Apertura de la Boca". Mitológicamente se entendió que era una emanación de la diosa Hathor, pero que había sido producida por su hijo Horus. Igualmente, el natrón obtenido del Uadi Natrum, se relacionó con las exudaciones del dios Osiris, ya que estaba relacionado con las aguas (y por tanto con los depósitos de natrón acumulados en ciertos lagos) y la germinación.
En los templos del periodo ptolemaico y en ciertas ceremonias
funerarias se cita el acto de ofrecer cinco bolas del natrón del Norte y cinco
bolas de natrón del Sur, en conexión con las diosas tutelares del Bajo y Alto
Egipto: la cobra Uadyet y el buitre Nejbet.
Tal fue la importancia que tuvo el natrón en la civilización faraónica que en el Periodo Ptolemaico se convirtió en un monopolio real.
Tal fue la importancia que tuvo el natrón en la civilización faraónica que en el Periodo Ptolemaico se convirtió en un monopolio real.
NÉBRIDA (Imiut)
Presente desde la dinastía I, la nébrida consiste en una piel
colgada de un soporte vertical apoyado en una base que tiene el aspecto de
unmortero. Citar este elemento es problemático, porque las distintas
interpretaciones no aciertan a ponerse de acuerdo respecto a si la piel que
cuelga del palo es de un toro, de una vaca o de un felino ya que tras finalizar
la Dinastía XVIII en las representaciones parece más la piel de felino,
pudiendo ser la de un leopardo. En cualquier caso suele asociarse al dios Nemty
y desde el Reino Antiguo a Anubis; de hecho, algunas veces lo encontramos bajo
la denominación “el fetiche de Anubis”, pasando posteriormente a ser
representado junto a Osiris. Este objeto ha sido denominado nébrida acuñándose
un término griego usado para denominar el uso de una piel de ciervo (a modo de
revestimiento) en fiestas dionisíacas.
Es posible que el origen de este pellejo debamos buscarlo en las antiguas pieles de animal en las que se enterraban los difuntos, estableciéndose quizás un paralelo entre estas y la generación, la regeneración y la resurrección del difunto en el Más Allá.
La conexión con Osiris responde a que el Imiut se denomina “El que
está en las vendas” relacionándose al dios del Más Allá momificado y regenerado
con esta piel.
NEFER
El jeroglífico Nefer es quizá uno de los signos más comunes
en las inscripciones jeroglíficas. Tuvo connotaciones positivas y sirvió para
designar conceptos de belleza y de bondad.
Existen dudas respecto a lo que pudiera representar. Así algunos
autores se inclinan a pensar que se trata del estómago conectado a la tráquea,
otros un corazón junto a la tráquea y finalmente un tercer grupo al esófago y
el corazón. Estas dos últimas versiones son las que parecen acercarse más a lo
que los egipcios quisieron representar. En cualquier caso es un conjunto de
algunas partes internas de un animal mamífero y en ningún modo de un ser humano.
El signo nefer, como otros de los que integran la escritura
jeroglífica, es extremadamente antiguo. Una de las primeras veces que aparece,
aunque de forma burda, es sobre una estela de la Dinastía I que perteneció a un
sirviente del rey Semerjet y que hoy se aloja en el Museo Británico.
La razón para conectar todos estos órganos animales con una significación más abstracta como lo bueno, lo bello, feliz, joven o perfecto, es decir, a connotaciones francamente beneficiosas, es todavía un misterio. Sin embargo su uso, en este sentido se repite sin cesar presentándose como un amuleto muy utilizado, tanto como elemento aislado como pendiendo de collares, o inscrito en brazaletes y pulseras.
El signo nefer aparece también en una importante cantidad de nombres propios desde el Reino Antiguo.
NEMES
El nenes era un cubrepeluca confeccionado en tela con el que se
adornaban los reyes. Consistía en una pieza que cubría la cabeza cayendo a
ambos lados del rostro y anudado en la parte posterior.
Aparece tanto en contextos donde el rey se representa vivo como
cuando ya ha fallecido. En ambos casos el atuendo le sirve para identificarse
con la divinidad y obtener cierto poder indeterminado.
Aunque en las representaciones pictóricas suele aparecer como si
fuera listado en amarillo (o quizá oro) y azul, los textos nos hablan de un
pañuelo blanco, relacionado con la diosa Nejbet, patrona del Alto Egipto.
Mitológicamente, el azul con el que pudo teñirse esta pieza de tela era del
mismo tono que el lapislázuli por lo que podría guardar cierta relación con el
mineral. Por otro lado el color amarillo del oro era un símbolo solar de
eternidad e incorruptibilidad.
Se encuentra desde periodos muy tempranos y en algunas tabletas tinitas el monarca se muestra vistiendo un atuendo muy similar al tradicional, aunque algo más largo, que podría ser el precedente del que aparece en el Reino Antiguo. Tras finalizar el Reino Antiguo, el nemes puede encontrarse relacionado con enterramientos de personajes que no han ostentado el trono de Egipto. En estos casos el nemes actúa de talismán.
Su aspecto se hará habitual en todos los periodos de la
civilización faraónica como un modo de representar el poder del rey contra las
fuerzas del mal, simbolizando en este caso por el enemigo asiático de Egipto.
NOMBRE
Junto al Ka,
el Ba, el cuerpo
físico y la sombra, éste era uno de los elementos que formaban al ser humano.
Debía ser asignado nada más nacer para que el individuo existiera realmente y
era un concepto importante e imprescindible. Sin el nombre el recién nacido no
existía, no tenía identidad, como tampoco podía existir ningún objeto inanimado
o deidad.
El nombre era un poderoso instrumento mágico que portaba parte de
la esencia de la persona o cosa que lo llevara y su eliminación suponía la
anulación de su propio ser. Conociendo el nombre de un dios o de un individuo
se tenía control sobre el mismo, se tenía conciencia de su “ser”, pero también
se corría el riesgo de una manipulación maligna. Especialmente arriesgado para
los dioses era que fueran conocidos sus nombres secretos ya que eso suponía
perder el dominio sobre su persona, sobre su energía y transferir en beneficio
del conocedor parte de sus poderes. El propio secreto tenía en sí mismo un
poder sobrenatural. Al respecto, conocemos una descriptiva leyenda, recogida en
el llamado papiro mágico de Turín, donde se nos cuenta cómo la diosa Isis,
amparada por su magia, logró enfermar al dios Ra para, por medio de promesas de
curación, robarle su nombre secreto y obtener el poder y la fuerza del dios.
Una medida de precaución divina era tener un número grande de
nombres, algunos secretos, tal y como relata el Capítulo 142 del “Libro de los
Muertos”, del Reino Nuevo, haciendo referencia a Osiris e, identificado a éste
con el difunto. De este modo nunca se podría atentar contra la persona del dios
o del fallecido
Por todo lo expuesto, se explica que en el Antiguo Egipto los reyes y los personajes privados tuvieran un especial interés en permanecer eternamente con su nombre inscrito en estelas, templos, tumbas o cualquier objeto material. Por la misma causa algunos soberanos ordenaron eliminar el nombre de un monarca anterior que no hubiese seguido la regla o las costumbres establecidas desde tiempo inmemorial condenándoles a la desaparición eterna y logrando la restauración del orden, un sistema seguido también mediante la supresión de la imagen.
Los reyes egipcios inscribían su nombre en el interior de un cartucho. Poseían cinco nombres: el Nebty (las Dos Señoras o lo que es lo mismo Uadyet y Nejbet), el nombre de Horus, el Horus de oro, el de la Caña y la Abeja y el de Hijo de Ra, que era el nombre que se le daba al nacer.
Por todo lo expuesto, se explica que en el Antiguo Egipto los reyes y los personajes privados tuvieran un especial interés en permanecer eternamente con su nombre inscrito en estelas, templos, tumbas o cualquier objeto material. Por la misma causa algunos soberanos ordenaron eliminar el nombre de un monarca anterior que no hubiese seguido la regla o las costumbres establecidas desde tiempo inmemorial condenándoles a la desaparición eterna y logrando la restauración del orden, un sistema seguido también mediante la supresión de la imagen.
Los reyes egipcios inscribían su nombre en el interior de un cartucho. Poseían cinco nombres: el Nebty (las Dos Señoras o lo que es lo mismo Uadyet y Nejbet), el nombre de Horus, el Horus de oro, el de la Caña y la Abeja y el de Hijo de Ra, que era el nombre que se le daba al nacer.
NUDO
Los nudos en Egipto se interpretaron como una forma mágica de
“atar y desatar”, de ligadura energética. Fue el modo mágico de unir ciertos
elementos básicos para el mantenimiento del orden, proteger contra demonios o
genios agresivos y peligrosos, practicar ciertos encantamientos e incluso para
magia amorosa, entre otras cosas.
Se encuentran citados en los textos más antiguos y continúan hasta
el fin de la civilización del Egipto Faraónico alcanzando, progresivamente, un
mayor simbolismo. Simbolizaba la unión, la eternidad, la infinidad ya que una
cuerda anudada y en forma de anillo no tenía principio ni fin. Por ello se
identificó con el ciclo solar y se relacionó con la vida imperecedera.
Muchos son los signos y símbolos que incorporan el nudo en su
aspecto gráfico. Entre ellos destacaremos la Sema
Taui, como representación del Egipto unificado, el Shen o el Tit.
NÚMERO
Los egipcios emplearon los números como método para simbolizar
distintas cualidades y conceptos más o menos abstractos. Citaremos los más
importantes.
El uno
Era el símbolo del creador. Es el dios que se hizo consciente de
sí mismo y creó sin necesidad de contrapartida femenina a los dioses y al mundo
ordenado.
Uno era el dios principal del santuario (excepto en por ejemplo el templo de Haroeris y Sobek en la ciudad de Kom Ombo) aunque en el templo se veneraran a otras divinidades secundarias. Era además, un importante distintivo singularizador.
Uno era el dios principal del santuario (excepto en por ejemplo el templo de Haroeris y Sobek en la ciudad de Kom Ombo) aunque en el templo se veneraran a otras divinidades secundarias. Era además, un importante distintivo singularizador.
El dos
Representó la dualidad puesto que los egipcios veían en el mundo
muchos conceptos duales formados por pares opuestos y lo plasmaron en su
pensamiento. Por ejemplo, existía el Alto y el Bajo Egipto, la Corona Roja y la
Corona Blanca, la diosa Uadyet y la diosa Nejbet, el bien y el mal, el desierto
y el valle, la noche y el día, el hombre y la mujer, el invierno y el verano,
la Luna y el Sol, etc. En definitiva, lo complementario.
Una forma clara de entender esta dualidad es siendo conscientes de
que los egipcios concebían que existía un mundo paralelo al suyo, con elementos
iguales a los existentes en el Valle del Nilo. Éste era el Más Allá idílico.
El tres
Era la pluralidad, el concepto de tríada que representaba el
modelo a seguir, la formación de una familia (padre, madre, hijo) llevada a la
esfera divina.
Según la cosmogonía de la ciudad de Heliópolis, el mundo se creó en tres fases: uno creó a dos, dos crearon a dos, dos crearon a cuatro obteniendo la enéada como conjunto de divinidades.
Según la cosmogonía de la ciudad de Heliópolis, el mundo se creó en tres fases: uno creó a dos, dos crearon a dos, dos crearon a cuatro obteniendo la enéada como conjunto de divinidades.
También el Sol mostraba tres aspectos consecutivos: Jepri en la
mañana, Ra en el cénit y Atum al anochecer.
A un nivel más terrenal, el día estaba dividido en tres periodos:
mañana, tarde y noche y el año en tres estaciones, (Ajet o la inundación, Peret o la siembra y Shemu o la recolección).
Como número mágico, algunos rituales debían repetirse tres veces
en el día (Culto Diario) para que los dioses estuvieran complacidos.
El cuatro
Corresponde al concepto de totalidad, de algo que está completo.
Era la protección universal.
Cuatro eran los pilares que sujetaban el cielo, los hijos de Horus, los cuatro vientos e incluso algunas divinidades podían representarse con cuatro cabezas. Los puntos cardinales también eran cuatro; por ello el rey debía lanzar cuatro aves hacia esos lugares para que todo el cosmos tuviera noticia de sus hazañas.
Los egipcios entendían que las razas humanas estaban divididas en cuatro: nubios, libios, asiáticos y egipcios.
Cuatro eran los pilares que sujetaban el cielo, los hijos de Horus, los cuatro vientos e incluso algunas divinidades podían representarse con cuatro cabezas. Los puntos cardinales también eran cuatro; por ello el rey debía lanzar cuatro aves hacia esos lugares para que todo el cosmos tuviera noticia de sus hazañas.
Los egipcios entendían que las razas humanas estaban divididas en cuatro: nubios, libios, asiáticos y egipcios.
Ciertos objetos litúrgicos, como los cofres Meret se ofrendaban cuatro
veces pero, además, aparecen en conjuntos de 4 y llevan cuatro plumas en la
parte superior. Los cofres simbolizaban las cuatro esquinas de la tierra, los
cuatro puntos cardinales y en época tardía al Egipto unificado. Por lo que el
cuatro simbolizó la inmensidad del espacio.
Algunas ceremonias se repetían cuatro veces para que su magia llegara a los confines del mundo.
Algunas ceremonias se repetían cuatro veces para que su magia llegara a los confines del mundo.
El cinco
Este número se encuentra en títulos sacerdotales de gran
importancia tales como el del Sumo Sacerdote de Hermopolis, denominado “El Más
grande de los Cinco”.
Además también aparece en relación con el monarca, ya que éste tiene cinco nombres; cinco son asimismo los elementos que forman al ser humano (Aj, Ba, Ka, Nombre y Sombra .
Además también aparece en relación con el monarca, ya que éste tiene cinco nombres; cinco son asimismo los elementos que forman al ser humano (Aj, Ba, Ka, Nombre y Sombra .
Cinco eran los días que se incluían al finalizar el año de 360
días para completar el ciclo de 365 jornadas y que se denominaron días
epagómenos. Finalmente las estrellas que adornan los techos de tumbas y templos
tenían cinco puntas.
El seis
Estuvo relacionado con el calendario lunar.
En el Encantamiento 75 de los “Textos de los Sarcófagos” se
encuentra el seis con un alto valor simbólico y se cita una misteriosa mansión
de justicia divina denominada “La Mansión de los Seis”.
El siete
Denotaba perfección y totalidad y era un número mágico por
excelencia. Unía en sí mismo las cualidades del tres y del cuatro.
Algunos dioses presentan siete hipóstasis de sí mismos ya que así
se simbolizaba algo que, al ser perfecto, era también completo.
La mitología egipcia nos cita las siete Maat y éstas se encuentran
en el Encantamiento 126 de los “Textos de los Sarcófagos” del Reino Medio. Por
otro lado, un claro ejemplo de siete hipóstasis divinas lo constituyen las 7
Hathor, hadas madrinas que auxiliaban al difunto y que, en el mundo de los
vivos, eran las encargadas del destino del individuo desde su nacimiento. Se
encuentran en el Capítulo 148 del “Libro de los Muertos” del Reino Nuevo:
Análogamente algunas divinidades, como es el caso de Ra, estaban
dotadas de 7 Bas o podían presentarse con siete formas distintas.
El siete, como otros números, también se utilizaba crípticamente,
es decir, empleando sus múltiplos. El 14 se obtenía duplicando el número 7 y
era el número de los Kas de Ra. El 42, fruto de multiplicar 7 x 6, era el
número de los jueces que presidían el juicio ante Osiris.
Asociado al dios del Más Allá, se encuentra a través de las
capillas que se ubican en el templo funerario que el faraón Sethy I mandó
construir en Abidos. Estas estaban encomendadas a: Sethy I divinizado, Ptah,
Ra-Horajty, Amón-Ra, Osiris, Isis y Horus.
Siete aceites se empleaban en los funerales, siete escorpiones que acompañan a la diosa Isis, son otros símbolos mágicos que se recogen en el “Libro de los Muertos”.
Siete aceites se empleaban en los funerales, siete escorpiones que acompañan a la diosa Isis, son otros símbolos mágicos que se recogen en el “Libro de los Muertos”.
Los siete nudos también se citan en los “Textos de los Sarcófagos”
del Reino Medio, gracias a los cuales se conseguía un poder mágico. En la
mitología estos nudos servían para aliviar el dolor de cabeza de Horus y como
número mágico servía también como remedio para los hombres vivos o muertos.
Ciertas fórmulas debían de repetirse siete veces, cumpliendo
requisitos específicos, para que tuvieran el resultado deseado.
En un plano más terrenal, los egipcios consideraban que la cabeza
tenía siete orificios (dos ojos, dos orejas, una boca y dos en nariz).
El ocho
Fue el número de los componentes de la Ogdóada hermopolitana o de
los ocho dioses Heh que creó Shu para sujetar la bóveda celeste.
Su simbolismo parece relacionarse con la repetición del número 4
y, por tanto, se entendía que se duplicaba el concepto de totalidad.
El ocho era también el número del conjunto formado por las siete
vacas del destino más el toro que las acompañaba.
Ocho fueron los dioses “Heh” creados por el dios del aire Shu para
sostener la bóveda celeste, representada en forma de vaca.
El nueve
Fue el resultado de la creación según la cosmogonía de la ciudad
de Heliópolis y simbolizó a la pluralidad en la esfera divina. Según la
concepción del mundo de esta localidad, los primeros dioses nacieron gracias a
un proceso establecido en tres fases: uno hizo a dos, dos hicieron a dos, dos
hicieron a cuatro dando como resultado el nueve. Éste fue uno de los sistemas
de creación que más influyeron en el Antiguo Egipto, tanto como para que en
algunos textos religiosos se dé por supuesto que la agrupación de nueve
entidades divinas no pueda ser otra que la de este lugar.
El nueve era la pluralidad multiplicada por sí misma, la cifra más
grande posible antes del comienzo de un nuevo ciclo superior que empezaba con
el diez. Por otro lado, simbolizaba a la humanidad hostil, que en Egipto se
representaba con los llamados “nueve arcos”, es decir, los nueve enemigos
tradicionales del país.
El diez
Fue la representación del comienzo de un nuevo ciclo, la plenitud,
la medida del tiempo y del espacio. Es la base del sistema numérico egipcio,
que es decimal (excepto en astronomía, campo en el que la influencia
mesopotámica impuso un sistema sexagesimal).
Triplicando el diez se obtiene el treinta, número de los días de los
meses egipcios. Treinta eran también los años que debían transcurrir para
celebrar el Festival de Renovación Real, denominado por los egipcios Heb Sed, pudiendo
relacionarse con el paso de una generación.
El doce
El doce aparece en Egipto ligado al tiempo. Doce eran las horas
del día y doce las de la noche, doce fueron los meses egipcios, divididos en
tres estaciones. En algunas leyendas también se relacionó con los pedazos en
los que fue desmembrado Osiris cuando fue asesinado por su hermano Seth, en algunas
versiones del mito.
En otro plano, los ncestros reales estaban representados a través
de la imagen de cuatro grupos de tres dioses con cabeza de chacal o de halcón,
llamados “las Almas de Pe y Nejen”. En la Baja Nubia, los gobernantes
ptolemaicos regalaron a Isis de Filé los 12 schenoi, el Dodecaschoenos,
territorio del Sur de Filé que llegaba a Dakka.
El catorce
Es uno de los números más significativos. Como ocurre con el doce
y con el cuarenta y dos, algunos mitos citan este número como símbolo de los
fragmentos del dios cuando fue desmembrado por Osiris. Precisamente en relación
con el dios del Más Allá, el catorce simbolizaba la perfección y lo que está
completo y los catorce nomos en los que Egipto estaba dividido en algunos
periodos. A su vez este número guarda conexión con el ciclo lunar.
Se obtenía duplicando el número siete, mágico por excelencia y
doblando así su poder.
Según el historiador griego Plutarco, en su obra Sobre Isis y Osiris (368) nos habla también del número catorce en relación al dios del Más Allá y con la luna:
Según el historiador griego Plutarco, en su obra Sobre Isis y Osiris (368) nos habla también del número catorce en relación al dios del Más Allá y con la luna:
Cuarenta y dos
Como ocurre con el doce y el catorce, se relacionó con los trozos
del cuerpo de Osiris que su esposa Isis tuvo que reunir ya que se encontraban
dispersos por todo Egipto. Es decir, Isis recorrió los cuarenta y dos nomos que
en el Periodo Tardío estaba dividido Egipto (20 en el Bajo Egipto y 22 en el
Alto Egipto) erigiendo un santuario en cada centro donde halló un fragmento.
Por otro lado, 42 es el número de dioses que se encuentra en el tribunal del Más Allá, según se desprende del capítulo 125 del Libro de los Muertos del Reino Nuevo. Ante ellos el difunto debe hacer una “declaración negativa”, es decir confesar no haber cometido ciertos pecados para poder ser considerado justo y merecedor de vida en el Más Allá.
El mil
Fue el numeral que sirvió para denotar el concepto de “gran
cantidad”. Miles de panes, miles de jarras de cerveza, miles de aves o miles de
“cosas buenas”, era parte de la ofrenda funeraria que se inscribía sobre las
“Estelas de Falsa Puerta” para que el difunto, por medio de la magia de la
palabra pudiera hacerlas realidad, asegurándose que no le faltaría alimentación
ni bebida en la eternidad.
El cien mil
Representado con una rana recién nacida (renacuajo) simbolizaba el
número que los egipcios entendían como “ilimitado”, la regeneración eterna y la
abundancia.
Un millón
Era el número que simbolizó lo infinito y se representó mediante
un genio llamado Heh que llevaba en la mano una hoja de palma y que se
relacionaba con la infinitud de la creación. Significaba “incontable”,
“inacabable”.
“Millones de Años de Vida” era la medida inmortal de años que todo
humano deseaba disfrutar. Es la medida simbólica de la eternidad.
Los “Templos de los Millones de Años”, son los templos funerarios
donde el rey muerto se regeneraba en un ciclo anual infinito.
OBELISCO
Obelisco es un término de origen griego que sirvió para designar a
un monolito en piedra, con forma de tronco de pirámide cuadrangular (casi un
paralelepípedo), rematado en su parte superior por una sola pieza piramidal
denominada piramidion.
Generalmente tuvieron una altura que podía sobrepasar los treinta metros aunque
los hubo de pequeñas dimensiones. Los egipcios lo denominaron tejen.
El obelisco más antiguo data del reinado del rey Teti (Dinastía VI) y se emplazó en Heliópolis, tenía una altura aproximada de tres metros. Algunos personajes privados, desde el Reino Antiguo y en concreto de la Dinastía VI, también erigieron obeliscos de menor tamaño (hasta de 80 centímetros) y peor calidad que los construidos por los monarcas ya que éstos llegaron a alcanzar los 30 metros.
El obelisco más antiguo data del reinado del rey Teti (Dinastía VI) y se emplazó en Heliópolis, tenía una altura aproximada de tres metros. Algunos personajes privados, desde el Reino Antiguo y en concreto de la Dinastía VI, también erigieron obeliscos de menor tamaño (hasta de 80 centímetros) y peor calidad que los construidos por los monarcas ya que éstos llegaron a alcanzar los 30 metros.
Idealmente debían estar recubiertos de oro, al menos el piramidion, pero en la
práctica no todos los obeliscos pudieron cubrirse con tan preciado metal. A lo
largo de sus caras suele llevar una inscripción jeroglífica conmemorativa que
incluye el nombre del monarca que lo mandó levantar. En la base, un friso de
babuinos subrayan su estrecha relación con el sol.
Vinculados al simbolismo solar, estaban relacionados con la colina
Benben; de hecho,
eran la estilización de ésta. Además, igual que las pirámides su forma se
entendía como petrificación de los rayos solares al caer a la tierra, y por
ello eran sagrados en sí mismos.
Durante el Reino Nuevo se emplazaron a pares ante los pílonos de
los templos no sólo por la solarización de los dioses iniciada en el Imperio
Medio (la asimilación de los dioses a Ra), sino también como símbolo de un
lugar "santo", una morada del dios. El hecho de presentarse en pareja
puede tener relación con el concepto de dualidad tan arraigado en el
pensamiento egipcio.
El término ogdóada sirve para designar un grupo de ocho
divinidades responsables del huevo de donde nació Ra, en el comienzo de los
tiempos, según la cosmogonía elaborada en la ciudad de Hermópolis. Estas formas
divinas se encontraban imbuidas en el caos primigenio y en conjunto se
denominaron "Los Padres y las Madres que Crearon la Luz" es decir, el
sol. Sin embargo son elementos inmateriales, vínculos para explicar un proceso
concreto, el nacimiento del verdadero creador del mundo ordenado: Ra. Ellos
preparan el terreno, crean una colina para que se pose el astro y esta colina
se llamará la "Isla de las Llamas". Realmente son manifestaciones del
dios Thot que se encuentra a la cabeza de este escenario creado para la
aparición del disco solar.
La ogdóada estaba estructurada de forma dual, ya que se compone de
cuatro parejas de machos y hembras, encarnados en serpientes y ranas
respectivamente, que simbolizan distintos aspectos del océano primordial.
Dichas parejas fueron: Nun y Naunet el agua primitiva (primordial), Heh y Hehet
el espacio infinito indeterminado, Kek y Keket las tinieblas, Nia y Niat la
vida o la indeterminación espacial. A este grupo de cuatro deidades se añadió
con posterioridad Amón y Amonet, sustituyendo a los últimos, con fines
claramente legitimistas, por parte de los teólogos tebanos.
La elección de estos animales para crear tal mito cosmogónico se
debió a que tanto las ranas como las serpientes son las primeras en aparecer
cuando se retiran las aguas de la crecida del río Nilo, que, por otra parte,
están identificadas con las aguas primigenias. Dichas criaturas podían ser
observadas en los islotes que iban surgiendo del río, relacionados con la
colina primordial. Este acontecimiento natural se puso en conexión con la
creación en los primeros tiempos y convirtió a sus protagonistas en los
responsables del cuidado del sol.
OJO
El ojo ha sido en todas las culturas un símbolo vital ya que el órgano
visual es uno de los más importantes en el ser humano. Precisamente por esta
causa los hombres lo llevaron a las esferas divinas y lo relacionaron con el
concepto de luz y de energía luminosa.
Ojo humano
El ojo humano es un elemento que aparece representado desde la
Dinastía V.
Aunque se desconoce su significado exacto pudo estar relacionado con la
capacidad de percepción del mal y fue un poderoso amuleto contra las fuerzas
negativas.
Ciertas luchas mitológicas acaecidas entre el dios Horus y su tío
Seth hicieron que el ojo de Horus, simbolizara la totalidad, aquello que ha
vuelto a su ser y se ha completado. Los egipcios lo denominaron Udyat. Dicha narración
cuenta cómo Horus tuvo que luchar encarnizadamente con su tío Seth para vengar
la muerte de su padre Osiris. En la batalla Horus perdió el ojo izquierdo, que
fue dañado o robado por Seth, teniendo que ser sustituido por el Udyat.
El ojo izquierdo de Horus se relacionó con la Luna, mientras que
su ojo derecho se identificó con el sol. El punto de conexión entre el Udyat y la Luna se debe a
una versión del mito que cuenta que el ojo herido tuvo que ser sanado y
reconstruido por el dios Thot. El proceso de curación se percibía en la
naturaleza a través de las fases lunares, es decir, la Luna modificaba su
aspecto cuando estaba en trance de curación y la Luna Llena aparecía cuando el
Ojo de Horus estaba sanado completamente.
La conexión entre mitos solares y osiríacos que se percibe en esta leyenda
parece indicar que los propios egipcios fusionaron historias que pertenecían a
deidades distintas, Horus el Viejo (Haroeris) y Horus el Joven (el hijo de
Osiris e Isis) y que al final el Ojo sirvió como modelo de la ofrenda que Horus
el Joven le hacía a su propio padre para volverle a la vida. Es decir, Horus el
Joven llegó a fusionarse con su homólogo cuando el mito de Osiris comenzó a
cobrar importancia.
En forma de amuleto, era uno de los más poderosos e importantes y
la cantidad de ejemplares que se llevaran o incluyeran en la momia incrementaba
el valor protector del mismo. Servía para contrarrestar los efectos del mal de
ojo, como remedio contra las enfermedades oculares y para proteger al difunto
de cualquier encantamiento dañino o de la mala suerte, potenciándole la visión,
tanto la real como la introspectiva.
Aparece en multitud de contextos; por ejemplo, sobre los muros de los templos
se recoge la ofrenda de dos Ojos de Horus para asegurar el buen funcionamiento
del ciclo solar y lunar. Idéntico simbolismo tenía la presentación de dos espejos
(Véase “espejo”). También en el santuario el Udyat
se personifica en la cerradura del naos
de la divinidad. La parte por donde entraba el pestillo se denominaba de este
modo y el pestillo en sí era “el dedo de Seth” evocando de nuevo los problemas
entre ambos dioses; el retorno de maat
(orden), personificado por el dios del templo, estabilizaba el cosmos agitado
por esta lucha.
El Udyat
se encuentra en el ajuar funerario, formando parte de la decoración o, incluso,
integrado en la ornamentación de cetros, proas de las barcas, etc. Con la
inclusión del ojo se animaba el objeto y de forma mágica se facultaba para que
tuviera la facultad de ver.
El Ojo de Horusfue considerado la ofrenda por excelencia. En
opinión de Hornung (1992) podría ponerse en paralelo con la ofrenda de Maat ya
que con ambos se conseguía alejar las amenazas peligrosas y dañinas logrando
que la justicia y la armonía permanecieran o retornaran. Estas dos ofrendas se
presentaban una junto a la otra en ceremonias tales como el “Culto Diario” y se
acercaban a la boca de la divinidad. Una estatuilla representaba a la diosa de
la justicia y del orden cósmico, Maat, que portaba sobre la cabeza una pluma de
avestruz como símbolo distintivo.
Ella constituía el alimento genérico del dios, ya que éste se
sustentaba de la justicia, fortaleciéndose con el "espíritu" de este
concepto que facultaba la buena marcha del país. Por otro lado, el Ojo de Horus simbolizaba
la salud, otro de los elementos esenciales para el mantenimiento del maat. Gracias a estas
ofrendas se insuflaba a la estatua la "vida" mágica y poderosa,
necesaria para la armonía de la tierra egipcia.
Algunos dioses como Iah (la Luna) o Nefertum en su aspecto de “Soberano de la
Comida” (Reino Nuevo) llevan con frecuencia este órgano en la mano como símbolo
de “toda” ofrenda. Es decir, llegó a personificar no sólo conceptos
relacionados con la luz, sino que también podía ser, por ejemplo, la
materialización mágica de alimentos. Representado en el lateral de los
sarcófagos servía para que el difunto pudiera ver mediante ellos el viaje que
realizaba a través del cielo, incluyéndose a finales del tercer milenio.
Ojo de Ra
Como se ha citado en el apartado anterior, el ojo está relacionado
con el concepto de luz y de energía luminosa. El ojo izquierdo de Horus está
relacionado con la Luna, mientras que el ojo derecho se identifica con el Sol y
es el Úreus vigilante y defensor que se encuentra en su frente.
En este caso nos encontramos ante la personificación del ojo del
dios solar, que tenía la facultad de ser independiente del dios, pero que le
preservaba del mal.
El Ojo de Ra estaba identificado con la llama, con el fuego y éste a su vez se
relacionaba con la diosa Sejmet, el aspecto destructor del sol. Esta diosa
podía tomar la forma de una cobra o el de una mujer con cabeza de leona. Dicha
cobra protectora se colocaba sobre la frente del dios Ra y en la del soberano
como símbolo de poder potencia y defensa.
La leyenda cuenta cómo el Ojo (personificado en una diosa
Hathor-Sejemet) se desprende del propio dios Ra y, encolerizado por el trato
que los humanos han dado a su padre (el sol) viaja furiosa hasta Nubia para
vengarse de los hombres y aniquilarlos a su paso. Dándose cuenta del desastre
que está ocasionando, Ra le ordena cesar la matanza, pero ella, enfebrecida por
el sabor de la sangre, no escucha sus ruegos. Por ello el sol ha de convocar a
los dioses y ordenar a una comisión divina que parta en busca de su Ojo y le
ordene retornar a su lugar.
Cuando la encuentran tratan de aplacarla con música y danzas, y
deciden embriagarla con una bebida de color rojo, compuesta con madrágoras
fermentadas, que vierten sobre el suelo. Al despertar, la diosa bebe en
abundancia y completamente borracha calma sus ánimos, así los dioses logran
llevarla a Egipto donde se lava en las aguas de la primera catarata del río
Nilo (relacionadas en este caso con las aguas primordiales) y se convierte en
una hermosa mujer. Después de ser recibida en varios centros religiosos con
muestras de alegría y alborozo, Ra la convierte en Úreus y la coloca en su
frente para que nunca más pueda escaparse.
Este mito se recoge por primera vez en la Tumba de Sethy I en el
Valle de los Reyes y más tarde, con distintas variantes, se repite en los
templos ptolemaicos, documentándose también en papiros de época Grecorromana.
Es conveniente recordar que la sangre y el vino estaban en Egipto íntimamente
relacionados. En cualquier caso esta leyenda varía en función de la versión del
mito que se consulte. Así, en algunos lugares el responsable del retorno y del
apaciguamiento de esta deidad es el dios Thot, mientras que en otros textos es
Onuris, Shu y Tefnut, etc. En todos los casos el responsable se hace acompañar
de todo un cortejo de dioses menores, genios y músicos que mediante sus cánticos
y el sonido de sus instrumentos calman a la diosa encolerizada y la hacen
volver con su padre Ra que la coloca en su frente en forma de Úreus.
OLIVO
Fue cultivado desde el 3.000 a.C y se encuentra representado en
algunas paletas del período tinita (Wilkinson 1998). No tiene gran altura (unos
cuatro o cinco metros), es de hoja perenne, copa ancha que si no se poda tiene
forma piramidal y tronco retorcido de madera dura y extremada longevidad (de
500 a 1.000 años). Su fruto es la aceituna.
Quizá las cualidades citadas fueron las causas para determinar su
conexión con la ciudad de Heliópolis ya que en esta urbe se relacionó con el
dios Horus, en su aspecto de dios halcón solar.
El olivo también se fusionó con una arcaica deidad de la que no
hay muchos datos, llamada Jeribakef, al que se le denominó “El que está bajo su
olivo”.
Como soporte de objetos artísticos, sólo se empleó en el la Baja Época para
elaborar estelas.
La hoja del olivo es un poderoso hipotensor, cualidad que pudieron
conocer los egipcios.
El testimonio físico más antiguo se encuentra unos ramilletes de olivo, atados
con persea que se han encontrado en la tumba de Dyehuty, en Tebas Oeste, donde
está excavando un equipo español.
OREJA
Un gran número de ojos y orejas votivas se encontraron, por
ejemplo, en Deir el-Bahari (Tebas-Oeste); estaban destinadas a la diosa Hathor
para que escuchara las plegarias de sus devotos.
En la cara este del templo de Karnak existía una curiosa
construcción de época de Ramsés II, denominada “Amón el de la Oreja que
Escucha” o “Amón que escucha las plegarias”, cumpliendo la misma función y en
Menfis existía un lugar similar para el dios Ptah, denominado “Grandes de
Oído”. En otros centros religiosos se hallaron más ejemplos de este tipo, e
incluso algunas orejas de reducidas dimensiones las llevaban los egipcios como
amuleto.
En otro plano los egipcios pensaban que la oreja derecha el punto por donde
entraba el soplo de vida, mientras que la izquierda era por donde entraba la
muerte.
Las orejas requerían un cuidado especial ya que por ellas podían penetrar en el
individuo fuerzas negativas que avanzaban por el cuerpo hasta alcanzar la sede
del “pensamiento”, es decir, el corazón.
ORO
El oro en Egipto simbolizó la carne de los dioses, especialmente
de Ra, ya que los rayos del astro se asimilaron al color de este metal
inalterable y teóricamente imperecedero. Además el oro tiene la cualidad de
mantenerse brillante y sin oxidación, fenómenos que no fueron pasados por alto
por los observadores egipcios y que se relacionaron con la vida eterna..
Una leyenda de la Dinastía XIX nos cuenta que el cuerpo de Ra
estaba formado por huesos de plata, carne de oro y cabellos de lapislázuli,
uniéndose en una misma entidad divina el simbolismo de los materiales y del
color.
La relación entre el oro y el dios Ra, como entidad suprema, fue
precisamente la causa por la que los egipcios incluyeron este metal en muchos
de los objetos funerarios que se incluían en las tumbas. Además, se “imitaba” en
la pintura y por ello en algunos enterramientos se utilizaba el amarillo para
la decoración. Es más, la Cámara del Sarcófago se llamaba “La Sala o Casa del
Oro” ya que aquí se producía el renacimiento, la regeneración del difunto.
Otras divinidades, tanto masculinas como femeninas, asociadas al
oro fueron: Hathor, denominada en muchos casos “la dorada”, una manifestación
femenina de la luz del astro del día, Horus y las diosas Isis y Neftis, las
cuales, con frecuencia, están arrodilladas sobre el símbolo que representa este
metal y Seth puesto que su culto se centró en una ciudad denominada Nubt, palabra que también
servía para designar este metal. Del mismo modo, los egipcios pensaban que la
constelación de Orión, (Sah para los egipcios) tenía la piel de oro.
La importancia ritual del oro se manifiesta en un texto donde
Dyehuty, Intendente del Tesoro de Osiris y orfebre, relata haber incrustado con
oro y plata uno de los suelos del templo de Karnak y la barca Userhat de Amón.
Uno de los cinco nombres que tenía cada monarca egipcio era “El
Horus de Oro”, asociando al rey con el sol. Sin embargo, por otro lado tenemos
constancia de que el dios halcón Horus recibe el nombre de “oro” en multitud de
ocasiones y otro halcón relacionado con el cielo y con el sol denominado
Ra-Horajty lleva el epíteto de “Disco de Oro”.
Según Daumas, pesaba prohibición sagrada (tabú) sobre el contacto
con el oro, lo cual explicaría el que apenas circulara (en forma de moneda)
entre los egipcios, tras las primeras acuñaciones, quedando en manos de
mercenarios griegos.
ORTÓPTEROS (SALTAMONTES,
LANGOSTAS Y MANTIS)
Los relieves de las mastabas del Reino Antiguo nos muestran
escenas en el campo donde el saltamontes aparece, por ejemplo posado sobre
papiros (Ptahotep). Sin embargo, en otros contextos pudo tener una
significación religiosa.
Hay presencia iconográfica de estos animales en los techos de las
tumbas, como por ejemplo la de Neferhotep (TT50), en las cajas de cosméticos
(Museo de El Cairo, Dinastía VI), en las joyas (broche del brazalete de
Tut-Anj-Amón Cairo 62362) y en los bronces de la Época Baja (Museo Fitzwilliam
E.9, 1937, del Tercer Período Intermedio).En estos casos –y sobre todo en los
numerosos amuletos- podríamos encontrarnos ante deidades protectoras asociadas
a conceptos de felicidad y la fertilidad, dotadas con connotaciones de
abundancia y riqueza.
La mención del saltamontes en textos religiosos es otro dato a
tener en cuenta, ya que ésta es una de las formas que toma el difunto para
poder alcanzar con más facilidad el cielo, el Más Allá. Como ocurre con las
serpientes se relacionó con la resurrección puesto que cuando nacen las larvas
y se alimentan, convirtiéndose en ninfas, mudan de caparazón para convertirse
en un insecto adulto.
Ciertos autores (Budge 1969) han relacionado la langosta, desde la
Dinastía IV, con una forma del dios Ra jubiloso.
En otro plano, y como animal que puede volar y que se desplaza en
grupos muy numerosos asolando a su paso todo alimento vegetal que se encuentra,
la langosta también fue una fuerza de destrucción y los propios egipcios en los
textos religiosos sitúan al difunto en una barca divina gracias a la cual logra
escapar de las langostas. Además este animal protagonizó en Egipto la octava
plagas bíblica, según relata el Éxodo (10, 1-20)
La mantis parece que se relacionó con la Apertura de la Boca,
según se aprecia en la tumba de Sethy I en el Valle de los Reyes y en el
óstrakon 44892 del Museo de El Cairo. Esta asociación pudo deberse a la
observación de la fiereza y la voracidad del animal , que utiliza sus grandes y
espinosas patas delanteras para llevarse a la boca la presa viva o, incluso que
devora a sus congéneres, cualidades muy útiles para el difunto, necesitado de
voracidad y poder para vencer los peligros del Más Allá. Por otra parte, el
color verde del animal se puso en relación con los conceptos de “crecimiento” y
de “fertilidad”. La matis nace de un huevo y al ver la luz está aún desprovisto
de alas permaneciendo así hasta que es adulto. Este desarrollo se asemeja al
proceso de renacimiento que tenía lugar gracias a la Ceremonia de la “Apertura
de la Boca”.
En forma de amuleto tuvo un uso exclusivamente funerario.
OSIRIS VEGETANTE Y CAMA
DE OSIRIS
Los Osiris vegetantes, que aparecen en el Periodo Tardío, pudieran
ser los descendientes de las “Camas de Osiris” que surgen con Hatshesut. Son
unas figurillas momiformes modeladas con barro y otros materiales mágicos
(minerales, sustancias aromáticas...) que se vendaban cuidadosamente y solían
introducirse en un pequeño sarcófago de madera.
Ambas se incluían en el ajuar funerario consiguiendo que las
semillas germinaran dentro de una imagen de Osiris, rememorando su función de
dios del grano y propiciando la agricultura por medio de la regeneración,
muerte y resurrección. De este modo se cumplía el ciclo de nacimiento,
crecimiento, muerte y renacimiento, proceso al que se sumaba el fallecido de
forma mágica, obteniendo así su propio renacimiento, su regeneración en el Más
Allá.
Aunque representan a Osiris, en ellas se fusionan tres divinidades relacionadas
con el Más Allá: Osiris, Ptah y Sokar. Gracias esta asimilación entre los tres
dioses se creó una deidad denominada Ptah-Sokar-Osiris, que estaba unida tanto
al ciclo de Osiris como al solar.
Las figurillas sufrían el proceso de la vejez y, al pasar un año,
debían de ser sustituidas por otras de similares características, celebrándose
un festival denominado los “Misterios de Osiris” donde se llevaba a cabo la
complicada elaboración, cocción y preparación de la estatuilla mágica; en él se
rememoraba el enterramiento de la figurilla de barro confeccionada el año
anterior coincidiendo con la fecha en la que, de forma mítica, había acontecido
la muerte de Osiris (día 18 del mes de Joiak). Al estar vinculadas a Osiris, tenían
conexión con la agricultura y en concreto con el grano y de forma simbólica,
con el ciclo vital. La primera estatuilla se inhumaba con toda clase de pompa,
ya que había cometido su función anual: la germinación y la muerte, renovándose
el proceso mágico de nacimiento-muerte-resurrección, es decir el ciclo de la
vegetación.
Koemoth (1992) expone la posibilidad que estas figuras estuvieran
relacionadas con ciertos objetos alargados cubiertos de trigo hallados en la
tumba 2498 de Sakkara, datados en la Dinastía II.
Fue otro de los árboles que apareció en la iconografía egipcia y
que llamó la atención de los egipcios por su altura (algunas alcanzan hasta 20
metros), tronco esbelto y erecto, copa con grandes hojas pecioladas (de tres a
cuatro metros) pero sin ramas, y por su resistencia aun con altas temperaturas.
Por ello se relacionó con conceptos de durabilidad y de renacimiento y, como
otros árboles, con el cielo ya que se consideró que su copa formaba la bóveda
celeste.
Las muescas de sus
ramas se entendieron como marcas divinas que el dios Heh, dios de la eternidad,
había hecho para representar el número de años. En este sentido, la hoja de la
palmera está presente en una de las ceremonias de regeneración real más
importante: el Heb Sed.
La palmera guardaba relación con el dios solar (M. Lurker 1.991)
ya que la disposición de sus ramas y la altura de su tronco recordaba, por un
lado a los rayos del astro y por el otro la majestad de este dios; era el eje
del cosmos. La palmera crece en lugares cálidos donde el agua no es abundante.
Por tanto simbolizó el triunfo de la vida sobre la muerte, es decir, la
resurrección.
Como el sicomoro, la palmera era un árbol de la vida y también se
asoció a otras divinidades, sobre todo femeninas, tales como Nut, Hathor, Isis
e Iusaas. Todas ellas se hallan en los textos citadas como “Señoras de la
Palmera Datilera”; se pensaba que estas entidades divinas se encontraban en el
árbol y ofrecían alimentación y bebida al difunto.
En opinión de A. Wilkinson (1998) la palmera datilera era un
emblema del Alto Egipto.
El tipo de palmera que los egipcios llamaron Dum (Hyphaene thebaica) es la que
de forma común se conoce como palmera de Arabia), su madera es más dura y
compacta y cuenta con más de un tronco que parte desde la base. Su opulencia se
puso en relación con otras divinidades, tales como Sepa, Osiris, Min y Thot de
Hermópolis Magna (Lurker 1991). La palmera Phoenix dactylifera cuenta con una
madera blanda y de mala calidad.
El uso de pieles de felino como prenda que vestían los sacerdotes
al oficiar es común a muchos cleros, sin embargo existe la tendencia a
relacionar dentro de las panteras a otros felinos, como es el caso del guepardo
que no pertenecen al género de las Panteras.
Es decir, debemos entender como panteras únicamente al león y al
leopardo sin que realmente exista un animal que pueda llamarse “pantera o
pantera negra”. Esta sería simplemente una imprecisión puesto que realmente nos
estamos refiriendo a un leopardo con una modificación en su melanina que
modifica su color, algo que aprovecharon los egipcios para incluir en el aguar
funerario por el simbolismo del negro durante las dinastías XVIII y XIX.
Si ubicamos taxonómicamente estos animales, encontramos que la
familia de los Felinae o Félidos pertenece al orden
de los carnívoros. Se agrupa en tres géneros o subfamilias: Felis o Felinae (gatos), Acinonyx o Acinonychinae (guepardos)y Panthera o Pantherinae (leones y
leopardos)
Centrándonos únicamente en África, el segundo género (Pantherinae) consta de
animales de mayor alzada, tales como el león (Panthera
leo) y el leopardo (Panthera
pardus). Ambos tienen entradas independientes en este texto.
PAPIRO
Representado hasta la infinidad en el antiguo Egipto, el papiro
crecía mayoritariamente de forma salvaje en el Delta de Egipto, sobre todo en
los lugares pantanosos. En la actualidad ha de reproducirse en lugares
artificiales y no crece de forma espontánea en su suelo como antiguamente.
Esta planta echaba sus raíces en el agua o en la orilla del río,
siendo esta la causa por la que se pensaba que crecía directamente del océano
primigenio Nun y que posaba (o había posado) sus raíces sobre la colina
emergida del abismo. Además se entendía que cielo y tierra estaban separados
gracias a cuatro pilares de papiro que los sustentaban. Por ello, los egipcios
los esculpieron como capitel de sus columnas en las salas hipóstilas de los
santuarios, rememorando la creación.
Fue la planta simbólica del Bajo Egipto y representando al Norte se colocó en
los santuarios, siempre que fuera posible orientado hacia este punto cardinal.
Fue asociado a la diosa Uadyet, denominada “la del color de papiro” y, por
tanto, con la corona del Bajo Egipto que, aunque de color rojo, aparece citada
en algunos textos como “la verde”.
No obstante algunos autores piensan que la adscripción del papiro
con esta parte de Egipto (el Norte) es equívoca y que en realidad, el papiro
serviría como emblema del punto cardinal Oeste y del área menfita.
El papiro también se relacionó con la diosa Hathor que, en cuando
se manifestaba como una vaca salvaje surgía entre los bosques de papiro. Ella,
al igual que la planta, tenía connotaciones positivas, en conexión con la
alegría del nacimiento, la frescura, la juventud, la fertilidad, el vigor y a
regeneración.
Un tallo de papiro era el que llevaban las diosas femeninas en la
mano; él estaba cargado de energía y la posesión del mismo confería una
protección especial.
En forma de amuleto se encuentra en infinidad de momias.
El empleo del tallo de papiro para confeccionar soportes de
escritura (antecedente de lo que hoy conocemos por papel) se debió a que este
material era más cómodo, más transportable y menos pesado que otros soportes y
además tenía una cualidad especialmente apreciada: permitía el borrado. En él
se escribía todo tipo de correspondencia, se compilaban textos religiosos, se
hacían anotaciones, inventarios, etc., y parece que no debió de ser tan costoso
como se creía hasta hace unos años.
Los papiros se hacían en pliegos y conocemos algunos ejemplares de
largo considerable. Normalmente se escribía por una sola cara, pero en
ocasiones se llegaron a reutilizar aprovechando ambos lados.
También sirvió para confeccionar cartonajes para las momias,
cestos, sogas, etc.
PATECO
Los patecos eran unas deidades menores relacionadas con el dios
Ptah.
Tenían apariencia de enanos con piernas curvadas (como el dios
Bes) y deformes. En Menfis estaban relacionados con la elaboración de piezas de
joyería. Los enanos no fueron menospreciados en Egipto sino que gozaron de una
gran consideración.
Por su aspecto, se encuentran con frecuencia en forma de amuletos ya que
gracias a su apariencia lograban expulsar a los demonios que amenazaban tanto a
los vivos como a los muertos. El empleo de este tipo de talismán se incrementó
en la Baja Época, difundiéndose por el Mediterráneo gracias a comerciantes
fenipúnicos.
PECES
En general el pez suele relacionarse con la fecundidad, ya que es
prolífico en crías, y con el océano primigenio, un lugar hostil y peligroso, ya
que habita en las profundidades del agua.
El hecho de que ciertos peces aparezcan como símbolos en la
mitología y que se asocien a algunos dioses se debió a que algunas especies
destacaban sobre otras por ciertas características (el color de su piel, su
fortaleza, sus capacidades...) por lo que mientras que en algunas localidades o
provincias era un animal sagrado, en otras no tenía ninguna significación
especial o, simplemente, representaba la encarnación del mal, muy posiblemente
como consecuencia de la dificultad de su conservación en un medio cálido
(excepto si se secan y se salan). Su rápida putrefacción, su fuerte y
desagradable olor y el hecho de vivir bajo el agua en las oscuridades
misteriosas pudo provocar que tuvieran connotaciones negativas.
Cuando el historiador Plutarco, entre los años 85 y 126 d.C., escribió su libro
“Sobre Isis y Osiris” señaló que el dios Osiris había sido asesinado por su
envidioso hermano Seth, fragmentando su cuerpo y lanzando los trozos al Nilo.
La esposa de Osiris, la diosa Isis, buscó todos los fragmentos hallando todos
excepto el falo, que había sido devorado por tres peces: la carpa del Nilo (Lepidotus), el Oxyrrynco (Mormyrus) y el mújol (Phagrus). En consecuencia
estos peces fueron considerados impuros en ciertos centros religiosos, y a sus
sacerdotes les estaba prohibido su consumo, sobre todo en la Baja Época,
momento en que las identificaciones entre los peces y ciertas divinidades
fueron mucho más comunes.
Sabemos que en los almacenes de los templos había pescados secos y
salados para el consumo sacerdotal y que la restricción de algunas especies
variaba simplemente en función de los tabúes locales. Es conveniente resaltar
que el pescado jugó un papel muy importante en la alimentación de los antiguos
egipcios tal y como e aprecia en las mastabas de Saqqara o en la paredes de las
tumbas del Reino Nuevo. Sin embargo, no es corriente encontrar peces sobre las
mesas de ofrendas o en las listas de alimentos (menus o
pancartas), salvo en casos excepcionales.
Algunos sirvieron como elementos mágico-decorativos en paletas predinásticas,
cucharas de afeites, platos, colgantes, vasos, etc.
No es intención de este trabajo hacer un análisis exhaustivo de
todas las especies de peces que hubo en Egipto aunque sí las más significativas
y las que tuvieron una mayor relevancia en el ámbito mágico-religioso.
Por su actividad nocturna, ningún animal acuático reunía mejores
características para relacionarse con Atum. Además su apariencia es similar a
la serpiente terrestre, entidad primordial por naturaleza a la que está
asociado el dios como demiurgo. Por otro lado, su hábitat acuático se vinculó
al del creador cuando estaba diluido en las aguas caóticas del Nun, antes de
tomar consciencia de sí mismo y comenzar la creación como dios primigenio.
Como es bien sabido, las serpientes fueron consideradas animales
ctónicos; al añadir al aparente oficio un medio que incluía el agua, su
simbolismo se enriquecía considerablemente.
Algunos dioses vinculados a la anguila fueron Shu-Onuris y
Tefnut-Mehyt
Barbo
o Lepidotus (Sp. Labeo, Barbus bynni). Familia de las Carpas
El hecho de que los egipcios escogieran al barbo como animal
mitológico pudo deberse, como en otros casos, a la observación de sus
costumbres puesto que este pez es capaz de nadar contra corriente en las
condiciones más adversas. Esta cualidad le llevó a ser representante de valor,
fuerza y fortaleza puesto que, además, puede vivir en aguas muy sucias sin
sufrir problemas en su organismo. Es por ello que se asoció a la putrefacción y
por tanto a la fase sufrida por Osiris a su muerte, gracias a la cual se
produjo su resurrección.
En Lepidontópolis, la egipcia Per-Mehit, actual Nag el-Masharyt,
recibió culto al vincularse con el dios del Más Allá y formó pareja con la
Hatmehit, una diosa local que llevaba sobre la cabeza un pez y que se ha
relacionado con la carpa (por su aspecto se parece más a un siluro y según
algunos autores un delfín).
Fue muy frecuente la presencia de barbos en los bronces de la Época Tardía y
sus cuerpos fueron momificados desde períodos anteriores.
Chromis labriformes o Tilapia nilótica
Conocido por el nombre árabe bulti,
éste es el pez inet de
los antiguos egipcios.
Al ser un cíclido, simbolizó el renacimiento, la vida y la fertilidad y se
relacionó con la habilidad para dominar el caos (como el Clarias). Por todas estas
razones se entendió como una transformación del Osiris -y del propio difunto-
que, además tomaba la forma de pez para cuidar que su barca no encallara. A
menudo se encuentra inmortalizado junto a un loto, otro símbolo de renacimiento
muy habitual.
Estuvo asociado al Bajo Egipto, lugar donde proliferaba. En este
sentido, tanto la Tilapia
como la perca aparecen juntas en escenas de caza en los pantanos donde, con un
mismo arpón, se pescan ambos animales, simbolizando el Norte y el Sur de
Egipto.
La Tilapia nilótica
también se identificó con Horus cumpliendo el papel de rechazar a los enemigos
de Ra en la barca nocturna y, en el Periodo Ptolemaico, se relacionó con Hathor
de Dendera, la contrapartida femenina del sol por esta vinculación y porque
algunos ejemplares tienen un color azulado por lo que se relacionó con la
turquesa.
Mújol, Phagrus (Mugil auratus, M. capito, M.cephalus, y
Mugil ramada)
Es un pez de aguas salobres, que durante el verano entra en el río
Nilo en grandes bancos, nadando contra corriente y saltando por encima del agua
hasta llegar a Assuan, algo que fascinó tanto a los egipcios como para
incluirlo dentro de su mitología, considerándose un heraldo que anunciaba la crecida
del río y mensajero de Hapy. Por otro lado, por el color rojizo de sus aletas y
por el tono dorado o plateado de su piel se relacionó con el sol nocturno y por
tanto con la luna y con Osiris.
El hallazgo de estos peces momificados en el yacimiento de Elefantina parece
indicar que allí tuvo un centro de adoración, muy posiblemente por su relación
con el Nilo aunque en otros fue considerado un animal impuro.
La identificación de este pez con el Phagrus, llamado por
los antiguos egipcios HbA, es aún motivo de estudio. Mientras que algunos
entienden que se trata del Mújol cephalus otros lo relacionan, con el alestes
o con el hydrocynus, ambos de la familia de los Characidae o peces
tigre.
En cualquier caso, el Phagrus fue citado por autores clásicos (Elio, Plutarco,
Clemente de Alejandría) del que dijeron era uno de los tres peces responsables
de comerse el falo de Osiris cuando fue desmembrado y lanzado al río por Seth.
Aunque los egipcios supieron muy bien distinguir al phagrus del oxirrinco,
parece que no ocurrió de igual modo a la hora de escoger el pez que debía ser
cuidadosamente momificado y en cementerios donde en teoría sólo debían
inhumarse oxirrincos
también se han hallado fagros.
Oxirrinco o Mormyrus oxyrhyncus, Mormyrus kannume o
Pez Elefante
Como ocurre con otros muchos peces, el oxirrinco fue considerado
en algunas localidades impuro y en otras sagrado. Es otro de los pescados
responsables de haber comido el falo de Osiris, cuando Seth lanzó sus miembros
al río.
Su aspecto benéfico se justifica por haber nacido de las heridas causadas al
dios Osiris y en este mito no se le vincula a la ingestión del miembro viril
del dios del Más Allá.
En la ciudad que llevó su nombre, actual el-Bahnasa, se han hallado una serie
de necrópolis comunitarias donde estos peces, previa momificación, eran
enterrados cuidadosamente. Allí pudo relacionarse con Tueris, según una estela
escrita en griego de época de Ptolomeo XI.
En ocasiones el phagrus y el oxirrinco se confunden
aunque el segundo parece haber sido más popular.
Perca del Nilo o Lates nilóticus
La perca del Nilo estaba asociada al Alto Egipto, lugar donde se
encuentra más fácilmente (la tilapia
se relacionó con el Bajo Egipto). Ambos peces aparecen
representados juntos con cierta frecuencia.
También se relacionó con Neith de Esna, entendiéndose que era el
aspecto que tomó la diosa para poder desplazarse por las aguas del Nun. En este
yacimiento y concretamente en su necrópolis se han hallado una buena cantidad
de estos peces momificados.
Los egipcios le denominaron Abdu.
Por su apariencia extraña y por el tono azulado de su piel lo vincularon al
lapislázuli, lo que le añadió unos poderes especiales. El abdu fue también una
manifestación del dios Osiris, cuando comenzaba en la noche a regenerarse
bañado en las aguas regeneradoras, acontecimiento que algunos autores han
definido como la “gestación antes del renacimiento”.
También era el protector y conductor de la barca nocturna de Ra,
el que cuidaba de que no quedara encallada y el que avisaba de la presencia de
los genios maléficos o de la dañina serpiente Apofis. En algunos textos se le
denomina “Ba de
Ra”.
Como símbolo del renacimiento lo encontramos en la tumba de
Ja-bejent, en la ciudad de obreros de Deir el-Medina. Allí podemos observar la
típica representación de Anubis momificando a Osiris, pero en este caso, Osiris
ha sido sustituido por un gran pez posado sobre una cama.
Pez Gato
(Synodontis betensoda,
Synodontis schall, Selachi, Mustelidae, Bargrus, Sciaena, Arius trachysurus,
Eutropius y Schilbe
(Siluro),
Melapterurus electricus y otros).
Bajo este nombre se agrupan un número importante de especies. En
general, como su propio nombre indica, se caracterizan por poseer unos bigotes
que recuerdan a los de los gatos. Algunos ejemplares como el Malapterurus electricus emite
ciertas descargas eléctricas para atontar a sus presas y quizá fue esta la
especie a la que los egipcios dieron connotaciones funerarias, ya que esta
cualidad podía ser imprescindible para que el difunto se defendiera de los genios
malignos en el Más Allá.
Otros peces del suborden de los peces gatos son los que pertenecen al género Clarias y Heterobranchus, fáciles de
distinguir por la forma de su cabeza. Estos son peces especialmente resistentes
que pueden vivir en aguas con carencia de oxígeno y pueden nadar hacia la
superficie y respirar el aire de la atmósfera. Por otro lado, están capacitados
para cubrir distancias de hasta 200 metros en tierra con objeto de desplazarse
buscando un nuevo y más apropiado lugar donde vivir. Por lo tanto no era un pez
que pudiera pasar desapercibido y por ello aparece desde períodos muy
tempranos. Se encuentra entre los signos que componen el nombre del rey Narmer
en su célebre paleta. En este caso el Heterobranchus
fue denominado por los antiguos egipcios Nar. También parece
encontrarse en una pequeña placa de marfil del rey Dyer de la misma dinastía.
Algunos autores suponen que, como la Tilapia, tenía cierta
relación con la fertilidad, la habilidad para dominar el caos.
El pez gato se relacionó con el sol y se pensó que era uno de los
peces que servía de guía a la Barca de Ra en el Más Allá. De hecho algunos
genios que ayudan al sol en su recorrido nocturno tienen cuerpo de pez y cabeza
de Pez Gato.
Por su parecido al felino, en Baja Época se asoció a la diosa
Bastet.
Veamos algunas especies más concretas:
Synodontis
betensoda
Dentro de los peces gatos, algunos se relacionaron con la
maternidad y los niños, y en consecuencia con la fertilidad, siendo el que
adorna los cinturones y las trenzas de las mujeres, en los amuletos que se
encuentran en las tumbas de niños o en los frascos de cosméticos.
Siluro o Schilbe
Aunque la carpa del Nilo ha sido identificada con el pez que
aparece sobre la cabeza de la diosa Hatmehit, su aspecto se parece más al del
siluro pese a que algunos autores piensan que pudiera tratarse de un delfín.
Éste es un pez de agua dulce de difícil clasificación ya que
existen veintiocho familias con más de mil especies.
En general se caracteriza carecer de escamas; su piel está
recubierta por una especie de placas óseas que le protegen a modo de armadura.
En la boca tiene una serie de babillas que varían en número, dependiendo de la
especie, de dos a ocho. Se defiende de sus enemigos emitiendo una corriente
eléctrica o con una fuerte espina, que puede ser dentada, conectada a unas
glándulas venenosas. Vive en la profundidad del río pero tiene la capacidad de
poder subsistir, en casos extremos, en charcas de aguas cenagosas con muy poca
profundidad (2 cm). Su actividad se desarrolla principalmente en la noche.
Al ser un pez poderoso y temido pudo colocarse a la cabeza de los
animales acuáticos aplicándose a la personalidad de Hatmehit “la que está
frente a los Pescados” o “la que Preside la Crecida”, que a su vez se relaciona
con Banebdyedt, con Jnum y con el Nilo.
El perro aparece desde período muy tempranos y ya se encuentra
citado en los Textos de las Pirámides del Reino Antiguo.
Existe la tendencia a relacionar al dios Anubis con el perro
salvaje (Lycaon pictus),
con el Perro del Semién o Caberú
(Canis simensis) más que con el chacal. Entre estos animales es el
segundo el que se asemeja más al aspecto que encontramos en pinturas y relieves
egipcios pese a que actualmente el hábitat del perro del Semién se limita a una
zona muy reducida del centro Este de África. Otros estudiosos identifican tanto
al perro como al chacal, con el dios Anubis.
El hecho de escoger a este animal como protector pudo deberse a la
personalidad propia del can. Los perros son unos magníficos guardianes y,
domesticados, fieles compañeros del hombre desde el Neolítico. No obstante,
ninguno de los animales citados destacan por tener el pelo de color negro,
hecho que, en el caso de su representación en el Egipto faraónico, pudo deberse
a la necesidad de cambiar el tono del pelo para darle unas connotaciones
funerarias.
La presencia de estos animales como representantes del nomo 19 del
Bajo Egipto y del 12 y 13 del Alto Egipto, demuestra que la veneración hacia
estos cánidos jugó un papel primordial en la mentalidad egipcia. No en vano el
perro también estuvo vinculado con los dioses Jentamentiu y Upuaut.
Fuera del contexto religioso, desde períodos muy tempranos, los
egipcios disfrutaron del perro (Canis
familiiaris) como animal doméstico y fue tal el cariño que
demostraron hacia estos animales que no sólo los representaron en muchos
relieves y pinturas sino que también los enterraron en sus propias tumbas.
PERSEA
El árbol de la persea presenta problemas de identificación en la
iconografía. Según algunos autores es el SwAbegipcio mientras que otros lo
identifican con el ished.
Es de hoja penene y puede alcanzar 20 metros de alto.
Vinculado a Heliópolis fue emblema de renovación cíclica y como
tal era el árbol de Ra, aunque Osiris residía en él.
La persea se relacionó también con Thot y con Seshat. En el primer
caso se asoció con la crecida del Nilo y en el segundo y tercero se vinculó con
la escritura y el destino, ya que ambas deidades, a partir del reinado de
Hatshepsut. eran las responsables de supervisar el registro de los títulos,
nombres y número de años de reinado de cada uno de los monarcas sobre sus
frutos.
La persea crecía en el mundo donde vivían los dioses y estaba guardada por el
gran gato de Heliópolis que, con un cuchillo, lo defendía de los ataques de la
serpiente enemiga del Sol, Apofis. Por su estrecha relación con la ciudad
“santa” de Heliópolis, parece ser que este árbol se cultivó en el templo que el
Sol tenía en esta ciudad.
Los frutos de la persea eran comestibles y es frecuente encontrarlos formando
parte del alimento funerario que se depositaba en la tumba. Quizá esta ofrenda
se deba a que éstos tenían una forma similar a la del Sol y una madurez que les
recordaba la crecida del Nilo. Así, la persea se vinculó con el renacimiento diario
del astro y por extensión con el difunto, como tal aparece por ejemplo en el cuento de Bata (Los dos Hermanos).
Se usó pala la elaboración de elementos funerarios durante el
Reino Nuevo y la Época Baja.