sábado, 23 de marzo de 2019

Capítulo 68 - TT 81, de Ineni



TT 81, de Ineni

INTRODUCCIÓN:
Las montañas rocosas de la cordillera líbica al oeste de la ciudad de Tebas guardan en sus entrañas las “moradas de eternidad” de los hombres y mujeres que vivieron durante el periodo de esplendor de la “Ciudad del sur”, la populosa Uaset (WAst). 
Allí, contemplando el monótono curso de las aguas del Nilo, templados por un Sol casi perenne y arropados por las arenas del desierto, los hombres de un remoto pasado alzan sus voces silenciosas llamándonos a nosotros, seres distantes en tiempo y diferentes en mentalidad y cultura. "Oh, vosotros los vivos que pasáis por esta tumba... haced ofrendas a los dioses por el alma del venerable...” ¿Qué importa el paso de los siglos? Una civilización fascinante sigue viva y desfila ante nuestros ojos asombrados. Gracias a esas tumbas, a su decoración y a sus escritos nos ha llegado una fuente de primera mano para descubrir las costumbres y los ritos, las esperanzas e ilusiones de las gentes de entonces. 

La tumba TT[1] 81, la de Ineni, nos ofrece un regalo añadido: la narración de la vida del personaje, en este caso escrita en dos estelas. Las biografías de los nobles y funcionarios egipcios suelen contarnos exclusivamente los hechos de su vida relacionados con la corona. El biógrafo habla en primera persona y cuenta, de forma laudatoria, los cargos que considera importantes, su participación en los acontecimientos del momento y las concesiones y condecoraciones otorgadas por sus propios méritos. Estos retazos particulares nos introducen en la historia de Egipto aclarando algunos puntos negros de las crónicas reales. 
La biografía de Ineni nos ayuda a comprender mejor el confuso momento histórico por el que transcurrió su vida. Pero el mayor legado de estas dos estelas de Ineni es su narración sobre los trabajos y construcciones que le fueron encomendados y su manera responsable de realizarlos. La importancia de las construcciones que Ineni levantó nos permite seguir paso a paso la iniciación del gran templo de Karnak (Ipt-swt), que ahora contemplamos, y apreciamos como, al inicio de la dinastía XVIII, se producen por primera vez una serie de obras de gran envergadura que serán una constante en el arte egipcio posterior. Esto demuestra la importancia intelectual del momento que produjo mentes capaces de innovar dentro de los parámetros de la tradición. 
En ésta, como en otras biografías del momento, el difunto no comenta esa vida familiar, tan cara para los egipcios y, por supuesto, jamás menciona sus fracasos o problemas. Pero las escenas representadas en las paredes favorecen nuestro conocimiento sobre las costumbres de la época y nos dejan ver los trabajos correspondientes al oficio desempeñado por el fallecido. Destacamos la omnipotencia de la figura del faraón en la mente de sus súbditos y una serie de pequeños detalles que nos permiten acercarnos, saltando el tiempo, a una vida que palpitó hace más de tres mil años. 

No podemos olvidar que el difunto trata de conseguir la eternidad por medio de unos ritos mágico-religiosos que plasma con devoción en las paredes, dándonos una idea de las complicadas ceremonias fúnebres y de las creencias religiosas de entonces. Casi siempre incluyen una “confesión negativa” de los pecados que el protagonista no ha cometido en vida, relacionándose así con las máximas sapienciales. El personaje no sólo quiere perdurar su nombre, sino también transmitir ciertas normas de comportamiento, por lo que aconseja, a aquellos que leen su estela, seguir una conducta recta y acatar las normas piadosas para con los dioses. “¡Os hablo a vosotros,  gentes, escuchad! Debéis realizar las cosas buenas que he hecho, debéis actuar del mismo modo” (Primera estela de Ineni, Urk 61, 3-6) De aquí deducimos la moral egipcia y su sentido de justicia. 
Ahora vamos a entrar en la tumba de Ineni para escuchar sus palabras. Queremos saber quién era, qué hacía, en qué sociedad vivía. Para averiguarlo nos van a ayudar los relatos de sus contemporáneos, las escenas plasmadas en paredes de templos y tumbas de su época. 
¿Averiguaremos algo concreto sobre ese momento histórico? ¿Sería Ineni un arquitecto real o un mero funcionario de la corte? Probablemente Ineni no querrá responder a nuestras preguntas, pero intentémoslo. 

Ineni vivió en un momento fascinante de la historia egipcia durante el cual se produjeron profundos cambios políticos y sociales. Debió nacer poco tiempo después de que las armas de los hicsos, esos extranjeros que dominaron el Delta durante más de un siglo, dejaran de sonar en el país del Nilo. La victoria obtenida por Ahmose[2] y su persecución del enemigo más allá de las fronteras de Egipto, abrió a sus sucesores el camino para la posterior configuración del imperio egipcio. 
De estas conquistas decisivas nos hablan dos contemporáneos de Ineni, Ahmose hijo de Abana (el-Kab 5; Urk IV, 1-11) y Ahmose Pennejbet (el-Kab 2; Urk IV, 32-39), ambos guerreros enterrados en el-Kab. Ellos nos servirán de guía como testigos presenciales de muchas batallas. 
La larga vida de Ineni transcurrió bajo los reinados de Amenhotep I, Thutmose I, Thutmose II y Hatshepsut. Deducimos esto por medio de las inscripciones de su tumba y la narración de sus estelas. En las primeras líneas de la primera estela, Ineni nos informa de la muerte de un rey sin mencionar su nombre: “(Cuando) su majestad pasó el tiempo de vida como aquel cuyos años son felices y en paz, salió hacia el cielo y después de haberse reunido con el disco solar, quedó mezclado con él de donde hubo salido [...]” (Urk IV, 54, 14-17). Este rey sería Amenhotep I, pues posteriormente hace alusión a un nTr nfr, buen dios3, que era guerrero (Urk IV, 55,2) y que emprende grandes construcciones en el templo de Karnak, el cual tiene que ser Thutmose I, cuyo nombre, Aajeperkara, aparece en la tumba en la escena de la supervisión de los tributos extranjeros, aunque no está incluido en el contexto histórico de la estela (Urk IV, 70, 3). Sin embargo, Ineni nos da cuenta de su muerte lacónicamente: “Cuando el rey murió, ascendió al cielo después de haber completado sus años con alegría” (Urk IV, 58,11-13).A continuación nos comunica la subida al trono de Thutmose II cuyo nombre especifica claramente, Aajeperenra (Urk IV, 58, 15-17), así como el de Hatshepsut (Urk IV, 59, 16-17). Por tanto no cabe duda de que Ineni contempló los avatares históricos de estos cuatro monarcas. 

1.- LAS CONQUISTAS EGIPCIAS EN LA VIDA DE INENI. 
Estamos, por tanto, en los comienzos de la formación del imperio egipcio, cuando los hombres y mujeres se enardecían con los triunfos de las armas de sus contemporáneos. Ineni no parece emocionarse con los éxitos militares, ya que su interés no es contar los anales del país sino su participación en la vida pública como funcionario civil en el templo de Amón y, sobre todo, en las construcciones reales. 
No menciona ninguna intervención militar de Amenhotep I en Asia. Tampoco nosotros disponemos de fuentes fidedignas que confirmen una posible campaña, pues las únicas evidencias se reducen a nombrar algunas ciudades de Palestina, Qedem, Tunip y Djaiuny, en un fragmento procedente de su tumba o de su templo funerario (Redford, 1979, 279-287) y a una mención hostil de Mitanni en la tumba de Amenemhat, quien sirvió durante 21 años al rey.  Sin embargo, suponemos que Amenhotep I avanzó en la conquista de Asia, pues, de otra forma, parece imposible la incursión de Thutmose I hasta Naharina (Mitanni) en su primera campaña asiática. 
Pero sabemos con certeza que llevó una política agresiva luchando contra los libios del desierto occidental  y siguiendo la reconquista de Nubia. Ahmose hijo de Abana nos relata estas luchas “Entonces conduje el barco del rey del Alto y del Bajo Egipto Djeserkara (Amenhotep I) cuando navegaba hacia el Sur, hacia el Kush, para agrandar las fronteras de Egipto. Su Majestad derribó a ese nubio (luchando) en medio su ejército. Se le trajo como atado del cuello con grilletes, sin sufrir ninguna perdida. Los que huían fueron colocados de lado (muertos), como si nunca hubieran existido” (Urk. IV, 6,17-7,6). Amenhotep llegó a Semna, donde su visir Tury deja una inscripción cerca de la fortaleza del Reino Medio, en el año 8 de su reinado (Urk IV, 78, 8-12). Quizá también construyese el templo de Sai que algunos atribuyen a Ahmose por encontrarse allí una estatua suya. 
Tenemos que esperar a Thutmose I para que Ineni nos hable de las dotes militares de su rey y lo hace sin gran entusiasmo con frases muy convencionales en la narrativa egipcia: “//////////El buen dios, que golpea a los extranjeros, el señor de las fuerzas, que destruye a los beduinos” (Primera estela; Urk IV, 66, 1). En el segundo año de su reinado, Thutmose I atraviesa el Retjenu (Siria) y avanza hasta Naharina, donde, según Ahmose hijo de Abana, obtiene una gran victoria sobre los mitanos: “Y después de esto, se marchó hacia Retjenu para saciar su venganza a través de los países extranjeros y su majestad arribó a Naharina donde su majestad (v.p.s.) encontró que ese enemigo había reclutado tropas. Así que su majestad hizo una gran carnicería con ellos y un innumerable número de prisioneros que su majestad trajo como sus rehenes” (el-Kab 5; Urk IV, 9, 10-14). Ahmose Pennejbet es más explícito sobre su persona y dice que él, en Naharina, cortó 21 manos, es decir, mató a 21 enemigos, y cogió un carro como botín (el-Kab 2; Urk IV, 36, 9-11). Para conmemorar la proeza, Thutmose I eleva una estela cerca de Karkemish, al borde del Éufrates, que encontrará todavía en pie, años más tarde, su nieto Thutmose III (Anales; Urk IV, 697, 5),  y de acuerdo con la  inscripción dejada en Tombos, se sorprende porque el río corre dirección opuesta al Nilo: “Su frontera sur alcanza la parte meridional de esta tierra, (su frontera norte) está tan lejos como ese agua que da la vuelta cuando se viaja hacia el norte, yendo hacia el sur” (Estela de Tombos; Urk IV, 85, 13-14[3]). De retorno a Egipto se para en Neya para cazar elefantes, afición que perdurará en casi todos los reyes de la dinastía. Thutmose llevó la frontera de las posesiones asiáticas al punto más lejano que llegaron a alcanzar en toda la historia faraónica y el conquistador se vanagloria diciendo haber llegado al fin del mundo: “He avanzado la frontera de Egipto tan lejos como lo que rodea el Sol...” (Estela de Thutmose I en el templo de Osiris en Abydos. Urk IV, 102-11), y dado el conocimiento geográfico de la época, se puede afirmar que no mentía. Tampoco Ineni exageraba cuando decía: “Ha establecido su frontera en Upetta (en el cuerno de la Tierra= final de la tierra, por el Sur), y sus límites en las Fuentes de Horus (el  Éufrates, por el Norte)”. (Primera estela; Urk IV, 55, 4-5). 
Thutmose I también se adentra en Nubia, llegando a Tombos, donde dice levantar una fortaleza en la isla de Argos, a 75 Km. de la 3ª catarata. Vuelve a abrir un canal en la Isla Sehel (Urk IV 89, 1-9), construido por Senuseret III y hace una incursión hasta la cuarta catarata de donde vuelve con un jefe nubio, a quien mató en combate personal, colgado de uno de los estandartes. Thutmose fue el máximo responsable de la caída del reino kushita que había dominado Nubia durante el Segundo Periodo Intermedio. 
El valor de estas conquistas en la historia de Egipto es indudable y podemos afirmar que Thutmose I fue el iniciador del gran imperio egipcio y de la nueva imagen de faraón de la dinastía XVIII: guerrero y enérgico, apoyado en una burocracia eficaz y disciplinada, ligada al sacerdocio de los grandes templos. Con sus conquistas se afianzaron las fronteras de la nación, alejando la posibilidad de nuevas incursiones extranjeras, lo que aseguró la tranquilidad de los hombres del país del Nilo. Por otro lado, los tributos de los pueblos sometidos fue una de las causas de su prosperidad y riqueza. Sin embargo, la extensión de tierra conquistada necesitaba un cuidado continuo. La incursión de Thutmose l fue un episodio glorioso que llegó al final de la ruta y despertó el deseo de sus sucesores, pero el dominio sobre Asia no quedó firmemente  establecido. Debemos esperar para ello a Thutmose III.  
Desde este momento el pueblo egipcio se habituaría a contemplar muchas entradas triunfales en Tebas del ejército victorioso de su majestad al que acompañarían los prisioneros portando los más espectaculares tributos. Precisamente la primera representación plástica de la llamada “recepción de tributos extranjeros” la encontramos en la tumba de Ineni (PM l, 159). Nubios con sus mujeres ataviadas con bonitas faldas plisadas en tono rosa, portando a sus hijos en sus espaldas; sirios, algunos con barbas puntiagudas, acompañados también por mujeres y niños. 
Thutmose I, en Deir el Bahari

Los tributos egipcios están relatados en la primera estela y desde el Delta, donde abundan los árboles, hasta Elefantina, rica en hematites, los súbditos del faraón llegarían cargados con sus impuestos para depositarlos a los pies del Señor de las Dos Tierras: “A él viene el cedro de Jenet-she (Líbano), así como las maderas de Ta-meri (de Egipto)... al igual que las hematites de Abu (Elefantina). Los nómadas llevan sus tributos como impuestos y también las tasas del Alto Egipto y el Delta.  Su Majestad los ofreció en Uaset (Tebas) a su padre Amón cada año”. (Primera estela; Urk IV, 55, 6-9). Este párrafo es importante porque demuestra la relevancia de Tebas como capital del imperio y la riqueza que el templo de Amón empieza a acumular. 
A la muerte de Thutmose I, el joven Thutmose II continúa los pasos de sus antepasados y a pesar de sus pocos años pronto empuña las armas. En su corto reinado, acudió a Asia para sofocar una revuelta de los Shasu, nómadas del desierto, que amenazaban las fronteras de Egipto e hizo una incursión hasta Neya y la frontera de Naharina. En cuanto a Nubia, Thutmose aplasta una sublevación pues los nativos no dejaban pastar cerca de Tombos a los rebaños egipcios. El joven rey derrota a los rebeldes, mata a los cabecillas y trae prisionero al hijo del jefe de Kush. 
Por el contrario, no hay ninguna evidencia contrastada para suponer que Hatshepsut mantuvo una política activa en sus dominios extranjeros. A pesar de ello, no aparece ninguna señal, ni en las inscripciones egipcias ni en los archivos o documentos de otros reinos del momento, que haga suponer el impago de los impuestos por los extranjeros, alguna sublevación de las colonias egipcias o algún avance de otras potencias en territorio egipcio. Sin embargo, como este reinado está lleno de misterios, vemos que la reina se jacta, de forma metafórica, de haber derrotado a sus enemigos: “Cuando yo estuve firmemente sentada en el trono de Ra... llegué como un Horus con mi úreo real lanzando llamas contra mis enemigos, he eliminado a aquellos de quien el gran dios abominaba y he capturado la tierra que pisaban sus sandalias” (Grabado en el Speos Artemidos; Urk IV, 390 -13, 14, 15, 16). Y un contemporáneo suyo, llamado Tiy, para corroborar esa vanagloria de su señora, escribe en un grafito de la isla Sehel: “Yo seguí al buen dios, el rey del Alto y Bajo Egipto Maatkara[4], que ella viva. Yo he visto cuando él venció a los arqueros nubios y cuando sus jefes le fueron presentados como cautivos vivos.” (Habachi 1957,101). El hallazgo de este texto por Habachi en 1957, da lugar para que algunos egiptólogos, como el propio Habachi y Donald Redford (1967, 57) piensen que Hatshepsut  emprendió una guerra contra los nubios. Inicios de alguna campaña militar parecen encontrarse también en la Primera Terraza de Deir el Bahari, donde en un texto muy mutilado se pueden leer frases como estas: “Al igual que hizo su padre el victorioso rey del Alto y Bajo Egipto Aajeperkara….” “Ella derrotó….” “Ella destruyó los países del Sur….”  “todos los países están bajo su pie….”. (Naville 1908, VI, Pl CLXV). 
De haber existido algunas campañas militares durante el reinado de Hatshepsut, debieron ser de escasa importancia, quizá un paseo militar por Nubia, dado el poco espacio que la reina les dedica en su gran templo. ¿No es lógico pensar que si Hatshepsut guerreó victoriosamente, sus triunfos ocuparían el lugar de la comercial expedición al Punt en las paredes de Deir el-Bahari, por mucho que ésta fuese ordenada por su padre Amón? Quizá esté más probado el hecho de que Hatshepsut propiciara varias campañas a Thutmose III, entre ellas la conquista de Gaza, llevada a cabo, seguramente, durante su reinado. Con guerras o con paz, no cabe duda de que el ejército debía seguir bien adiestrado, ya que Thutmose III fue capaz de derrotar una coalición de 330 (pueden ser plurales y significar “cientos”) pueblos en Asía, a los dos meses de su ascensión al trono como rey único. “Él me destinó a los países del Retjenu en la primera campaña, cuando ellos vinieron para enfrentares con mi majestad, con millones de hombres, cientos de miles de entre los mejores de todos los países extranjeros, de pie en sus carros, con trescientos treinta jefes, cada uno mandando su ejército. Estaban en el valle de Kina, sobre su camino angosto. Un hecho afortunado me sucedió con ellos. Mi Majestad los atacó. Ellos huyeron al instante y cayeron en montones de cadáveres. Entraron en Megiddo y mi majestad los acorraló por un periodo de siete meses.” (Estela de Gebel Barkal. Urk IV,). La reina misma nos confirma el mantenimiento de su ejército: “Las tropas que se encontraban desprovistas de equipamiento, están bien pagadas desde que yo ascendí al trono” (Gardiner JEA 32, tomado de D. Redford 1967, 81). 
¿Guerreó la reina? Como podemos apreciar y seguiremos comprobando más adelante, en el reinado de Hatshepsut los temas quedan sin respuesta, pues las evidencias son escasas y contradictorias. 


Tabla 1. RESUMEN DE LA CONQUISTA DE ASIA EN TIEMPOS DE INENI

REY Amenhotep I Thutmose l Thutmose II
CONQUISTAS Sin determinar. Aunque parece posible un avance, dado que Thutmose I hace una incursión hasta Naharina en su primera campaña asiática. Lucha contra los libios El año 2 atraviesa el Retjenu, llega a Naharina y derrota a los mitanos. Eleva una estela cerca de Karkemish,  Llegando al Éufrates donde establece su frontera Norte  Caza elefantes en Neya Sofoca una sublevación de los Shasu, nómadas del desierto Incursión hasta Neya y la frontera de Naharina
FUENTES Nombra a Palestina en un fragmento procedente de su tumba o templo funerario. (Carter 1916, pl. 21,4; Redford, 1979, 279-287); Mención hostil de Mitanni en la tumba de Amenemhat. TT C2 (PM l, 457), Biografía de Ahmose Pennejbet, (Kab 2 (Urk IV, 36, 4 BAR, 42). Ahmose hijo de Abana, (Kab 5, Urk IV, 9, 10-14); Ahmose Pennejbet (Kab 2 Urk IV, 36, 9­11). Mencionada por Thutmose III en los anales, campaña 8. (Urk IV,  697, 5; BAR, 478).    Estela de Tombos (Urk IV, 85, 14) Inscripción en Elefantina, (Urk IV, 103-4) casi totalmente reconstruida por Sethe. Ahmose Pennejbet, (Kab 2; Urk IV, 36, 12-15 ; BAR II 124) En el templo de Deir el Bahari (Naville “Deir el Bahari” lll pl 80, BAR ll,125 


TABLA 2. CONQUISTA DE NUBIA EN TIEMPOS DE INENI

CONQUISTAS Campaña para  “ensanchar las fronteras” Campaña en Kush, lacónica descripción en la que Ahmose-Pennejbet tomo un prisionero. Llega a Semna, donde su visir Tury deja una inscripción cerca de la fortaleza del Reino Medio, en el año 7 de su reinado. Quizá construyese el templo de Sai que algunos atribuyen a Ahmose por encontrarse allí su estatua Campaña en la que llega a Tombos, donde dice levantar una fortaleza en la isla de Argos, a 75 Km. de la tercera catarata. Hace una incursión hasta la cuarta catarata y vuelve con un jefe nubio a quien mató en combate personal, colgado de uno de los estandartes. Reabre un canal en la Isla Sehel construido por Senuseret III Sofoca una sublevación. Derrota a los rebeldes, mata a los cabecillas y trae prisionero al hijo del jefe de Kush
FUENTES Ahmose, hijo de Abana. (Kab 5; Urk IV, 6-8; BAR II, 38-39.) Ahmose Pennejbet (Kab 2; Urk IV, 36, 1-2 PM VII, 165; Säve-Söderbergh, 1941, 145-146; Hintze y Reineke, 1989, n. 368 y 512)   Schmitz, 1978 127-128 y 248­250 J. Vercoutter, 1956, 75-79 Estela de Tombos, Urk IV,, 85, 2-4; BAR. II, 72.) SS. 146- 151. Ahmose, hijo de Abana, (Urk IV, 8, 13-17; 9, 1-6.; BAR II, 80.) Ahmose Pennejbet (Urk IV, 36, 5-8; BAR II, 84.) Inscripción en Sehel. (Urk IV, 89, 11-16; 90, 4-9; BAR. II, 119­122) Grabado en una roca de Assuán: (Urk IV, 137-141; BAR II, 119-122.) SS, 151-153

Abreviaturas: Urk IV,: SETHE “Urkunden der 18 Dynastie”. BAR: BREASTED “Ancient Records of Egypt” Volumen II; S.S.: SÄVE-SÖDERBERGH “Aegyten und Nubien, 1941”

2.- INENI, TESTIGO DE TRES COMPLICADAS SUCESIONES REALES. 
Los sucesos de la corte egipcia durante la vida de Ineni debieron ser turbulentos, aunque constituyen todavía para nosotros un gran misterio. Amenhotep I se casó con su hermana Iahotep II de quien, al parecer, tuvo dos hijos que murieron de corta edad (Drioton y Vandier, 1984, 337; Grimal 1994, 207). Puede que también tomara como esposa a Meryt-Amón, pero a pesar de ello no le sobrevivió ningún heredero varón. Quizá el propio rey eligiera como sucesor al joven Thutmose I, sin parentesco conocido con la familia real, puesto que, en el edicto citado más abajo, Thutmose nombra a su madre, Senseneb, sin ningún título, y no menciona a su padre, lo que sin duda hubiera hecho de ser hijo del rey. Para evitar desórdenes, tal vez Amenhotep asociara al trono a su elegido, ya que en su capilla de alabastro aparecen relieves de los dos reyes[5]. En este momento se da un caso insólito en la relación dinástica ideada por Manetón en su historia de Egipto: la corona cambió de familia sin comenzar una nueva dinastía. 
Senseneb, dama sin título, madre de Thutmose I. En la capilla familiar de Deir el-Bahari

“Escucha, te envío esta circular real para informarte que mi majestad, vida, prosperidad y salud, ha aparecido como rey del Alto y Bajo Egipto, sobre el trono del Horus de los vivos. No habrá otro igual a él nunca. Haz mi titulatura como sigue: Horus, “el Toro Poderoso, amado de Maat”. El de las Dos Señoras, “el que aparece como Neseret, grande en fuerza”. Horus de Oro, “bueno en años, dador de vida a los corazones” Rey del Alto y Bajo Egipto, Aajeperkara (grandes son las apariciones del Ka de Ra), Hijo de Ra, Thutmose, que le sea dada vida eterna por siempre. De ahora en adelante ordenarás que cuando se hagan ofrendas a los dioses en el Alto Egipto y Elefantina, se efectúen también ritos a favor de la vida, prosperidad y salud del Rey del Alto y Bajo Egipto Aajeperkara, ¡que goce de vida! Así mismo ordenarás que se establezca en los juramentos el nombre de mi majestad, hijo de la Madre del Rey Senseneb ¡que ella pueda tener salud! Éste es un mensaje para que sepas también que el palacio se encuentra en orden. Escrito en el año 1, mes 3 de la estación de Peret, día 21, día de la fiesta de la aparición de Neseret[6](Urk IV, 80, 7.81-14)[7]
¿Qué impresión causaría la noticia a un oscuro funcionario llamado Ineni?. No parece impresionarle mucho ya que no la menciona en su biografía. Después de la muerte de Amenhotep I, nos habla de un “buen  dios” conquistador de Asia, es decir, habla de Thutmose I cuando ya ha llegado glorioso y triunfador de sus campañas. 
Las interioridades de palacio quedan ocultas al pueblo, las posibles tensiones de distintos grupos de poder no trascienden al exterior. Si algún funcionario conocía las intrigas palaciegas, callaba. Por esto es frecuente que los nobles se vanaglorien de su silencio (Ej. Intef dice: “quien protege las normas de palacio, callando” Urk IV, 967,14). El mismo Ineni nos comenta en su segunda estela: “que guarda silencio en relación con los asuntos de la casa real” (Urk IV, 63,14). Estamos al inicio de la unificación del país y tanto el pueblo como la corte cercana al rey estarían deseosos de la continuidad de una monarquía fuerte y estable. Thutmose I pertenecería a los hombres próximos a Amenhotep I y, una vez coronado se convertía en el representante legítimo de la magia divina, lo que unido a su fuerza militar, capaz de imponer el orden, hizo que su ascensión al trono de Egipto fuera aceptada sin réplicas. 
Sin embargo, en el interior de palacio comienza un periodo oscuro que ha hecho correr mucha tinta a los estudiosos de los thutmésidas. Thutmose casó con Ahmose a quien, a pesar de no haber dejado en ninguna inscripción el título de “hija del rey”, muchos historiadores atribuían sangre regia y por este motivo tramaron una legitimación del trono por medio de la Gran Esposa Real, hecho que se repetiría con Hatshepsut. Este proceder era normal en otras monarquías del momento y el decreto de sucesión hitita así lo proclamaba. Pero no nos ha llegado de Egipto ninguna ley similar que regulase el derecho sucesorio faraónico, simplemente se daba como normal que el nuevo rey “se sentase en el trono de quien lo engendró”. Precisamente en esta dinastía es absurdo pensar en una legalización del poder a través de la Gran Esposa Real (Gitton 1984, 31 n.9; Robins 1983, 71; Vandersleyen 1995, 230), así como tampoco tienen sentido las teorías que defienden una herencia por vía materna o aquella que propone menos derechos al trono para los hijos nacidos con anterioridad a la coronación del rey (Kitchen 1982, 119; Vandersleyen 1995, 250). Ninguna de ellas se adapta a la percepción histórica que nos han dejado las evidencias relativas a la dinastía XVIII. Al ir desgranando las sucesiones al trono vemos, por ejemplo, como Thutmose III y Amenhotep III, ambos hijos de esposas secundarias (Isis y Mutemuia), no tuvieron que recurrir a una esposa de sangre regia para justificar ante los ojos de nadie su gran reinado; fue suficiente que Amón eligiese al primero en una procesión y engendrara al segundo en el seno de Mutemuia. Tampoco la posición de sus herederos se puso en duda por el origen materno, cuando se trataba de hijos de Grandes Esposas de origen no real: Merytra-Hatshepsut, esposa de Thutmose III, se considera hija de un tal Yey (Hayes 1990, 260) y la dama Huy (Aldred, 1989, 150) lo que no impidió la ascensión al trono de su hijo Amenhotep II. El mismo caso ocurre con la reina Tiy hija de Yuya y Tuya y madre de Ajenatón.  El ka del rey de Egipto provenía directamente de los dioses, que tenían libertad de elegir a su hijo, el futuro faraón. Esa elección divina era la única que podía legitimar la corona, sin cortapisas de que sangre corría por las venas del elegido. Thutmose I, sin sangre real conocida, reinó por este motivo y no por casarse con la reina Ahmes
El matrimonio tuvo dos hijas, Hatshepsut y Neferubity, y, al menos, dos hijos varones: Uadjemose y Amenmose, como lo demuestran las siguientes inscripciones: “En el año 4 del reinado de Su Majestad el rey del Alto y Bajo Egipto, señor de las dos Tierras, Aajeperkara... Salió el hijo mayor del rey, jefe del ejército de su padre, Amenmose, ¡que viva eternamente! (Inscripción proveniente del templo de la Esfinge en Giza, que se encuentra en el Louvre. Urk IV, 91, 9-12) “El hijo real Uadjemose. Su hermano a quien ama, el hijo real Amenmose...” (Inscripción en la tumba de Paheri. Urk IV, 110, 11-12). Ambos debieron morir durante la vida del padre. 
El relato histórico del reinado de Thutmose I contado por Ineni se corta bruscamente. El rey muere y el trono de las Dos Tierras quedó vacante de nuevo. El elegido fue un hijo del rey y su esposa secundaria Mutneferet, que subió al trono con el nombre de Thutmose II. Poco parece importarle a Ineni los avatares hereditarios de la corona. 
Su biografía sigue los raíles de la historia sin comentarios sobre la legitimidad del hijo de una concubina. "El halcón que estaba en el nido..., apareció glorioso sobre el trono de Horus, el rey del Alto y Bajo Egipto Aajeperenra, él reina sobre Egipto (la tierra negra) y gobierna el desierto (la tierra roja) después de tomar posesión de las dos riberas con legitimidad" (Urk IV, 58,15-17, 59,1). En estos momentos nuestro personaje ya debía ser un venerable anciano a quien el nuevo rey siguió protegiendo: “Fui confidente del rey en cualquier lugar. Fue grande lo que me hizo, más que los que estuvieron antes. He alcanzado la edad de los venerables. Estuve en los favores de su majestad diariamente.” (Primera estela; Urk IV, 59, 2-5). 
Al poco Thutmose II casó con su medio hermana la famosa Hatshepsut, hija primogénita de Thutmose I y la Gran Esposa Real Ahmose. La personalidad de la gran esposa real del nuevo Horus se deja sentir  desde estos primeros años de protagonismo en la historia. Enseguida es llamada "Aquella que ve a Horus y a Set", y "Mano del Dios", es decir, la que despierta la sexualidad de dios (recordemos que Atum se masturbaba y con su semen creó a los dioses), títulos que no había ostentado ninguna reina después de Ahmes Nefertari. 
Durante la vida de Thutmose II y principio del reino de Thutmose III, Hatshepsut se hace llamar “Esposa del dios[8], la gran esposa real, a quien él ama, Señora de las dos tierras” o “Hija del rey, hermana del rey, esposa del dios y gran esposa real”. 
Esta titulatura todavía aparece en las jarras de alabastro encontradas en las tumbas de las tres esposas extranjeras de Thutmose III, que hoy se hallan en el Museo Metropolitano de Nueva York (Hayes 1990, 80) .¿Cómo hubiera sido la vida de Hatshepsut si su esposo Thutmose II no hubiera muerto tan pronto? Seguramente hubiera continuado siendo una destacada gran esposa real, como sus predecesoras Tetishery, Iahotep o Ahmose Nefertari, sin llegar jamás a tomar el poder regio.
Pero he aquí que el tiempo de vida de Thutmose ll pasó sin que los dioses dispensaran a la real pareja un heredero varón[9]. Por tanto, el problema sucesorio se planteó por tercera vez en la corte egipcia. Es lógico pensar que la solución adoptada sería la misma que en la ocasión precedente, es decir, el hijo del rey y la concubina Isis, llamado también Thutmose, casaría con la hija primogénita de Thutmose II y la Gran Esposa Real Hatshepsut, llamada Neferura. Sin embargo, no existe ninguna evidencia de esta unión (Ratie 1979, 313­314)[10]. Algunos estudiosos aventuran que la gran Hatshepsut quiso formalizar el matriarcado, entronizando la corona en su hija, y de hecho hay una inscripción en Deir el-Bahari en la que Neferura marcha detrás de Hatshepsut y Thutmose III portando los títulos de “Señora de las Dos Tierras, dueña del Alto y del Bajo Egipto” (Urk IV, 391,13¸ PM II, 366; Redford 1967, 85). En el Sinaí aparece una estela cuyo texto se presta a discusión (Gardiner-Cerný, 1952-55, Pl 68B; 179; PM VI, 361; Redford 1967, 85). En la parte alta figura: “Año 11 de su Majestad”. 
Separado por el símbolo del cielo,  vemos, en la parte baja, a Neferura seguida de Senenmut ofreciendo a Hathor. El texto dice: “La esposa del dios Neferura que le sea dada vida como a Ra”. En PM VI, 361, se describe la escena diciendo: “Estela, año 11 de la reina Neferura seguida de Senenmut...” Por el contrario Vandersleyen (1995, 279 n.4) piensa que se trata del año 11 de Hatshepsut-Thutmose III, y que no tienen ninguna relación las imágenes con la fecha. En todo caso las representaciones de la princesa en Deir el-Bahari la muestran portando el úreo real, el cetro sejem y un collar menat. Lo que demuestra que alcanzó gran poder en su corta vida. Además, como hemos indicado, desempeñó el cargo de Esposa del Dios, cuando su madre se proclamó faraón[11]
Ineni nos cuenta la muerte de Thutmose II con su estilo escueto y preciso, y a continuación la nueva sucesión al trono del hijo de Isis, esposa secundaria del rey, Thutmose III: “Marchó al cielo y se ha reunido con los dioses. Su hijo ascendió en su lugar como rey de las Dos Tierras. Ha gobernado en el trono de aquel que lo engendró (Urk IV, 59, 13­17). De nuevo vemos la aceptación sin reservas de las decisiones palaciegas. Ahora bien, este nuevo faraón es elegido por el propio Amón, según nos cuenta en Karnak. "En el día de la fiesta de Amón, mientras se hacían grandes ceremonias en el cielo y en la tierra... yo estaba en el templo como un joven halcón, arrimado al muro norte de la sala, cuando el dios hizo manifestaciones de querer algo. Se llevó la estatua por todo el circuito de la procesión y, cuando el dios estuvo delante de mí, se paró, sin poderlo mover de ningún modo. Yo me postré en el pavimento, pero el dios permaneció quieto delante de mí...Fui raptado, subido al paraíso y volé al cielo como un halcón... Allí Ra me coronó, me puso las dos coronas que llevo ahora sobre mi cabeza, y la diadema serpentina con la cobra...”. (Urk IV, 155-176). 
Pero esta historia, escrita años más tarde, no concuerda con los acontecimientos del momento, pues a la muerte de Thutmose II reina oficialmente su hijo Thutmose III (Neferura debió morir con anterioridad), pero las riendas del gobierno las toma Hatshepsut. Y esto no son deducciones posteriores, sino la clara visión de los hechos vividos y narrados por Ineni: “Su hermana[12], la esposa del dios, Hatshepsut, actuaba como regente. Las  Dos Tierras estaban bajo su gobierno. Se le servía y Egipto estaba sumiso (inclinaba la cabeza)” (Urk IV, 60, 1-4). Sin hablar de posibles discusiones por el poder, de partidarios del rey luchador o de la reina pacifista, este párrafo no deja lugar a dudas sobre quien mandaba en Egipto y, además, nos informa de la aceptación por parte de los egipcios, que trabajaban para ella y agachaba la cabeza. Es una gran aportación de Ineni al conocimiento histórico del momento. 
Ineni no habla para nada de discrepancias entre herederos, facciones de distintos grupos de poder o posibles levantamientos internos por alcanzar el trono. Los egipcios respetaban a sus reyes y, como hemos dicho, una de las cualidades requeridas a los funcionarios cercanos a palacio era el silencio. Sin embargo, en el cuento de Sinuhé se dejan ver las desavenencias de la familia real y sus futuras consecuencias así como el temor del protagonista a que se desencadenaran conflictos sucesorios a la muerte de Amenemhat. Y tanto miedo tuvo Sinuhé ante la posibilidad de esas luchas internas que, temiendo por su vida, huyo del país. “Los amigos del palacio enviaron mensajeros a la frontera occidental (donde estaba luchando el príncipe heredero, Senuseret) para hacer que el hijo del rey conociera el suceso que había ocurrido en la cámara de la audiencia. Los mensajeros lo encontraron en el camino, lo alcanzaron al anochecer. No aguardó un solo instante. El Halcón voló con sus compañeros sin permitir que lo supiera su ejército. Mientras tanto se enviaron mensajeros a los hijos del rey que estaban en compañía de este ejército... Yo me encontraba de pie cuando escuche su voz... Mi corazón estaba muy turbado, mis manos extendidas, un temblor cayó sobre todos mis miembros. Me retiré de un salto buscando un lugar escondido... Me puse en camino hacia el sur... presentía que iba a haber lucha y no esperaba salir vivo de ella...” (Cuento de Sinuhé, Sethe 1960, 3, 12-20; 4, 1-4). 
Sin embargo, Ineni debía estar alejado de las intrigas palaciegas y no debió preguntarse por qué Hatshepsut se sentó en el trono de un pequeño rey, Thutmose III, ya coronado. Simplemente él, como el pueblo llano, lo aceptaron. Quizá sea nuestro afán de escudriñar las huellas de un martillo sobre un cartucho real, de agudizar nuestra imaginación por restos de palabras escritas, lo que crean, al menos en parte, los problemas sucesorios de los thutmésidas que dieron mucho que hablar a principios de siglo (Sethe 1896). Aun siguen las lucubraciones sobre posibles intrigas, destronamientos y odios familiares. Contribuye a esta forja de rencores la eliminación del nombre y la figura de Hatshepsut en sus monumentos, cuya autoría nos es desconocida[13]. Quizá nuestro juicio actual, alejado por miles de años, miles de civilizaciones y miles de maneras de pensar no sea el adecuado para comprender aquellos hechos. Quizá los contemporáneos encontraran natural lo que a nosotros nos desconcierta. 

SUCESIONES THUTMESIDAS
MUTNEFERT 
Hija del Rey: ¿? Esposa secundaria del Rey: Thutmose I Hermana del Rey:¿? Madre del Rey: Thutmose II Madre de los príncipes: Uadjmose y Amenmose? 
Esposa secundaria de Thutmose I. Una estatua suya se encontró en la tumba del príncipe Uadjmose, por lo que se supone que es madre de los tres varones hijos del rey. Podría ser hermana de la reina Ahmose y ambas hermanas de Amenhotep I. 
Aparece: A los pies de un coloso de Thutmose II en el pilono VIII de Karnak. Mutnefert abraza la pierna derecha del rey con los títulos de Hija del Rey y Hermana del Rey. Lo que le otorga un rango real indefinido, sin que sepamos a que rey se refieren los dos títulos.  En una estela encontrada cerca del Rameseo. En un fragmento del templo de Thutmose III en Deir el-Bahari. 

HATSHEPSUT 
Hija Primogénita del Rey: Thutmose I y la reina Ahmose. Hermana (medio) del rey: Thutmose II. Gran Esposa Real: Thutmose II Madre de la princesa Neferura. 
Tuvo gran importancia como Gran Esposa Real. Es hasta posible que correinara con su esposo Thutmose II, pues en un relieve marcha detrás del rey portando el nemes y el cetro Heka propio de los faraones. Antes de coronarse lleva los títulos normales de una Gran Esposa Real y todavía figura con ellos en las jarras del tesoro de las tres esposas extranjeras de Thutmose III. Porta el título de mano del dios, sin utilizar desde Ahmose-Nefertari. Su sarcófago como reina consorte se encontró al Sur de la tumba KV 20. El sarcófago como rey se encontró en la KV 20. 
Esposa del Dios. Mano del Dios. Bibliografía: Ratie, 1979. 
Puede que nunca fuera esposa de Thutmose II Los títulos de Esposa del Rey y Gran Esposa Real figuran en dos fragmentos encontrados en el templo de Thutmose III en DB que parecen usurpados. Su hijo sólo le hizo Madre del Rey. Así figura en una preciosa estatua, encontrada en Karnak. Aparece: En la tumba Thutmose III: en una barca con el rey y en un pilar en el que está divinizada como la diosa Isis, amamantando a su hijo. 
En un momento no determinado por los egiptólogos[14], Hatshepsut se hace coronar rey pretextando un nombramiento como heredera hecho por su padre delante de toda la corte y apoyándose en un oráculo de Amón eligiéndola faraón en una fiesta Opet. Gobernó junto a Thutmose III de una manera que nunca se ha dado en la historia faraónica. No sigue las normas habituales de una corregencia (Murnane, 1977, 35-43)[15], ni de una regencia. El reino de Hatshepsut es uno de los más discutidos de la historia faraónica. Tan pronto aparece como una usurpadora ambiciosa que congeló la expansión territorial egipcia, como una reina llena de fuerza que consolidó el bienestar interior de su país. La realidad histórica nos habla de una paz interior que propicio el desarrollo comercial y económico de Egipto y las manifestaciones artísticas pregonan una belleza clásica difícilmente superable. La reina supo rodearse de hombres capaces y fieles a su persona que la mantuvieron en el deseado poder. 
Entre estos grandes no se encontraba nuestro personaje, el supervisor de las obras de su padre ya envejecido. Ineni lo sabe y nos quiere advertir que no siente envidia por aquellos que ocupan los primeros puestos del reino: “No ha sido hostil mi corazón contra los grandes que están en palacio” (Primera estela Urk IV, 62,2). 
Parece probable que Ineni muriera antes de la ascensión del trono de Hatshepsut, puesto que en su estela no figura el nombre de coronación de la reina, Maatkara. 
Este hecho da pie a Dorman para sugerir una larga regencia de Hatshepsut antes de coronarse reina, ya que Ineni tuvo tiempo suficiente para recibir sus favores, completar la decoración de su tumba y terminar su biografía. Pero esta propuesta no deja de ser una especulación más, pues los egipcios trabajaban de modo incomprensiblemente rápido. Recordemos que la misma Hatshepsut se vanagloria de haber terminado dos obeliscos de granito de Assuán para su padre Amón en 7 meses: “....comencé los trabajos en el año 15 de reinado, en el segundo mes de la estación de peret y se finalizaron en el año 16 de reinado, en el cuarto mes de la estación de shemu”. (Inscripción en uno de los obeliscos que Hatshepsut alzo en el templo de Karnak. Urk IV,. 367,3-5). El continuar recibiendo los favores del nuevo gobernante y terminar la decoración de una tumba no implica un periodo de tiempo determinado. 
Lo que no cabe duda es que Ineni se mostró partidario de la reina y ésta recompensó su fidelidad: “Me favoreció su majestad, me amó después de conocer mis excelencias en el palacio. Me enriqueció con bienes, me engrandeció y llenó mi tienda con plata, oro y toda clase de cosas hermosas de la casa real.” (Primera estela; Urk IV, 60, 12-17). ¿Exageraría Ineni, o en verdad sería la reina tan espléndida con aquellos que la seguían?. Ineni por su parte muestra por ella un amor casi senil. Hatshepsut es para él el verdadero faraón, el que proporciona el equilibrio sujetando al país, como si fuera un barco, para que no derivase hacia el caos: “La semilla benéfica del dios, que salió fuera de él, era la cuerda de proa del Alto Egipto, el poste de amarras de los habitantes del sur. Era la excelente cuerda de popa de Tamehu, quien daba las órdenes, cuyos planes eran excelentes, la que alegra las dos orillas cuando habla”. (Urk IV,. 60, 6-11). !Cabe mayores alabanzas en boca de un humilde servidor!. 

Durante el Segundo Periodo Intermedio, la autoridad del país se había segregado en distintos nomos regidos por príncipes locales sin que la debilitada monarquía tebana frenara su poder. Algunos nomarcas del Norte del país se vieron obligados a pagar tributo al rey hicso a cambio de gobernar libremente su territorio. Pero la dinastía XVIII se inicia con el glorioso acontecimiento que devolvió a los egipcios su propia identidad: la expulsión de los hicsos. Este hecho suscitó un espíritu de patriotismo que unió al pueblo alrededor del héroe libertador, el rey. El entusiasmo popular facilitó a Ahmose abordar de manera eficaz la constitución de la unidad política, sometiendo a todo el país bajo el mando único del soberano de Tebas y estableciendo una fuerte burocracia administrativa centralizada y fiel a sus deseos. Esta reorganización acabó con el poder de los príncipes locales, que pasaron a ejercer algún cargo público dentro del nuevo orden, donde el rey ostentaba el poder absoluto. El feudalismo había terminado. 

Así nació una nueva aristocracia, formada por funcionarios, milicia y clero, mucho más fluctuante que la hereditaria ya que estaba basada en el favor real. El rey concedía títulos y cargos pero a la vez tenía derecho a despojar de bienes y honores a aquel que contrariaba sus deseos, hecho que advertimos en algunas tumbas de casi todas las necrópolis del Reino Nuevo. La libertad regia a la hora de nombrar los altos funcionarios del estado se observa en algunas elecciones sin obstáculos de herencias nobiliarias o vinculaciones ancestrales, actuación que no era nueva, ya que formaba parte de los consejos que recibe el rey Merykara: “No alabes más al hijo de aquel que tiene un alto cargo que a aquel que es de bajo origen, escoge para ti al hombre por sus acciones” (Erman 1966, 78). Cercano a Ineni tenemos el ejemplo de Senenmut que, siendo de ascendencia modesta, fue elevado por Hatshepsut, llegando a poseer más títulos que ningún otro funcionario. Sin embargo, parece ser que cayó en desgracia en fecha no determinada y fue destituido de todos sus privilegios por la misma soberana que lo encumbró. 
Pero a pesar de la autonomía regia en la elección de sus consejeros, comprobamos con frecuencia que la nominación recaía en las mismas familias, aquellas que componían el pequeño círculo de personas allegadas al rey y, por tanto, las mejor educadas para desempeñar estas responsabilidades. Ineni es hijo del llamado también Ineni, cuyo único título es el de “alto dignatario”, título que aporta poco a la vida del individuo ya que en esta época parece ser utilizarlo como símbolo respetuoso de los hijos hacia los padres. Sin embargo la madre, Satdjehuty, parece ostentar el título de “adorno real”, (título reconstruido por Sethe sobre jeroglíficos machacados, Urk IV, 72,9; PM 161,9), el cual, de ser cierto, significaría una conexión íntima con la familia regia. Por tanto, Ineni pertenecía a una familia introducida en la corte, aunque no muy cercana a la persona del rey, ya que no se educó en el harén real, es decir no fue “niño del harén”, ni se vanagloria de títulos que indiquen amistad con el monarca como “amigo único”, “amigo verdadero” o “gran amigo” del soberano. 
Otra característica social de este momento fue la internacionalidad cosmopolita de sus gentes. El tránsito recíproco de personas, asiáticos o nubios que llegaban a Egipto como siervos, artesanos o prisioneros de guerra y egipcios que se desplazaban a las bases militares en el exterior, favoreció el conocimiento de diferentes dioses, tierras y hombres. Los extranjeros se acomodaban a la civilización egipcia, siguiendo hasta sus complicados ritos fúnebres, y sus hijos se asimilaban a la sociedad sin ninguna traba. Así encontramos en la necrópolis de Dra Abu el-Naga a un tal Neferrenpet, apodado con el nombre semita de Keftia, el cual fue pintor en tiempos de Thutmose III y Amenhotep II, y cuya tumba (TT 140) es completamente egipcia (Bresciani 1991, 268). Un ejemplo más cercano lo constituye el posible sucesor de Ineni como supervisor de los trabajos, Benia, cuyo origen foráneo parece comprobado, ya que sus padres tienen ambos nombre atípicos en el país del Nilo. Los egipcios no sintieron ninguna discriminación racial y los extranjeros se mezclaban sin complejos pudiendo llegar a alcanzar cargos importantes. 
Entre la nobleza de la época destaca sobre todo la milicia. Es indudable que el poder de Ahmose y sus sucesores se cimentaba en un fuerte ejército, no sólo capaz de mantener las conquistas y defender las fronteras, sino también como garante del poder absoluto del soberano. Parece ser que Ahmose adaptó la milicia a los nuevos tiempos, creando una tropa bien entrenada y permanente que se nutría con reclutamientos regulares. La existencia de un ejército profesionalizado desterró los reclutamientos esporádicos en momentos de necesidad que hasta entonces había funcionado. 
También Ahmose inaugura la costumbre de otorgar recompensas a los soldados por sus méritos en las batallas. Así nos lo indican los dos Ahmoses de el-Kab: “Dejad que os hable, gentes todas, que os haga saber los hechos favorables que me han sucedido. Fui recompensado con oro 7 veces en presencia de todo el país” (Urk IV, 1,17-2,2). Más sorprendente es el revoltijo de regalos obtenidos por jugarse la vida en el campo de batalla que Ahmose Pennejbet enumera orgulloso en una de sus estatuas (Louvre C 49). El rey Amenhotep l le otorgó: “dos brazaletes de oro,  dos collares Shebu, una armadura, una daga,..., un abanico y un adorno de oro”. Thutmose l: “cuatro brazaletes de oro, cuatro collares Shebu, una armadura, seis moscas, tres leones (ambas condecoraciones militares) y dos hachas de oro”. Thutmose II “cuatro brazaletes, seis collares, tres armaduras, un adorno de oro y un hacha de plata” (Urk IV, 38,14-39,3). Aunque fueran piezas costosas, aptas para el trueque o para acumular riqueza, todas poseían además el gran valor añadido de ser donaciones del rey como premio a la valentía. Poseer todas estas joyas debía elevar al soldado ante sus convecinos y situarle en una clase superior e importante. Pero no sólo era oro lo que percibían los valientes del ejército, sino también lotes de tierras cultivables que convertían a los soldados en pequeños terratenientes. “Entonces conseguí traer dos prisioneros de los que habían sido capturados en el barco de Aata. Por ello se me entregaron cinco personas y una parcela cultivable de cinco aruras en mi ciudad. Del mismo modo se hizo con todos los marineros.” (Ahmose hijo de Abana; Urk IV, 6, 5­9). 
Estas recompensas, junto al espíritu patriótico despertado por la expulsión del extranjero, levantaron el interés por el oficio de militar, casi siempre menospreciado por los egipcios. La nobleza se dejaba seducir por la gloria, ocupando altos cargos en el ejército y formando el cuerpo de élite llamado los “bravos”. Todos, aún los no militares, consideraban un honor acompañar al rey en el campo de batalla. Senenmut que vivió en el pacífico reinado de Hatshepsut[16] se vanagloriaba de ello: “Yo seguí al rey en sus viajes por los países extranjeros del sur y del norte, del este y del oeste” 
Fruto de estas luchas fue, como ya hemos dicho, el enriquecimiento de las arcas reales por medio de los impuestos asiáticos y del preciado oro de Nubia. Hasta el reinado de Amenhotep III parece que el pago de impuestos extranjeros fue cada vez más cuantioso y su redistribución entre el pueblo llegó a casi todas las clases sociales. Los soberanos comprendieron la necesidad de crear una nueva administración centralizada capaz de poner en marcha sus deseos. Esto requería infinidad de fieles funcionarios que cumplirían las tareas administrativas a lo largo de todo el país y todos esos grandes y pequeños empleados que servían al monarca incluso en la lejana Nubia, vivían de los tesoros de palacio. También a estos fieles seguidores en labores administrativas se les recompensaba y los contemporáneos de Ineni corroboran la magnificencia regia: “En la primera ocasión que tuvo de repetir los favores, el rey del Alto y Bajo Egipto Aajeperkara (Thutmose I) me nombro “hijo real” y me dio oro: un ornamento y un brazalete” (Biografía de Tury, Virrey de Nubia; Urk IV, 40, 13-15). 
Además de este amplio cuerpo funcionarial, los reyes emprendieron grandes obras que necesitaban un gran número de personas, desde obreros y capataces, hasta supervisores y “arquitectos” que trabajaban a cargo de las arcas del estado. Dentro de este grupo encontramos a Ineni, a quien todos los reyes para los que trabajo le concedieron favores y prebendas. Tanto que él exclama satisfecho “No he dicho ¡ojalá! tuviera más de todas las cosas” (Urk IV, 61,1).  Las pinturas de la tumba nos muestran a un hombre rico, poseedor de una casa con jardín y graneros, y con fincas que visita para supervisar los trabajos e inspeccionar sus ganados. Un hombre ante el cual los criados besan el suelo. Es decir, un funcionario real con todos los privilegios económicos que el cargo suponía. 
Los valiosos testimonios autobiográficos que los egipcios nos dejaron en sus tumbas, nos permiten introducir nuestro pensamiento en la vida real de aquella época. Así la estela de Ineni nos proporciona una fuente de primera mano para intentar deducir cuales eran los pensamientos religiosos, la obsesión por la vida de ultratumba, los sentimientos monárquicos, la mentalidad burocrática, y la importancia del núcleo familiar, para un funcionario egipcio a comienzos del Reino Nuevo. 

3.- IMPORTANCIA DE LA RELIGIÓN. 
Los egipcios fueron unos hombres muy religiosos y respetuosos con sus dioses. Sus creencias en un Ser Superior único, del que hablan constantemente en sus máximas sapienciales, se mezclaban con otros dioses patrones de oficios o de ciudades y con la fuerza irresistible del poder mágico atribuido a otros seres divinos capaces de solventar las diferentes dificultades con se tropezaban los hombres en el mundo cotidiano. Ellos ayudaban en el parto a las mujeres, defendían a los niños de las mordeduras de los escorpiones y ayudaban al Nilo en su crecida anual. Estos patrocinadores llegaron a ser numerosísimos pues también cada accidente geográfico o cada hecho imponderable de la naturaleza tenía su dios. 
Ineni nos demuestra esta dualidad mental “dios-dioses” tan común en el pensamiento egipcio. La última parte de su primera estela y varias líneas de la segunda están dedicadas a dejar constancia eterna de su comportamiento religioso: “He hecho lo que ama mi dios local y carezco de blasfemia en las cosas de dios. En cuanto al que pasa los años como un favorito, su alma permanecerá viva cerca del Señor del Universo y tendrá fama en boca de los vivientes y su recuerdo y su gloria serán para la eternidad” (Primera estela de Ineni. Urk IV, 62, 3-8). “El temor a mi dios está en mi mente y el terror a mi señor en mi corazón, pues no existe el despiadado a quien favorezca su señor, ni litigante a quien su señor haya favorecido”. (Segunda estela de Ineni; Urk IV, 64, 4-6). En estos textos la palabra dios está escrita siempre en singular y parece referirse a un Ser Superior abstracto y sin nombre propio. Sin embargo, este ser comprende un Señor del Universo, junto a quien Ineni piensa vivir por toda la eternidad y un dios familiar “mi dios” quizá el mismo patrocinador de su ciudad. 
Esta amalgama de dioses se complica en el lenguaje egipcio, ya que el rey es también un ser dotado de poderes mágico-divinos y por tanto su personalidad queda englobada en la palabra dios. También Ineni se hace eco de esta aceptación hablando de Thutmose I: “El buen dios que golpea a los extranjeros, el señor de las fuerzas que destruye a los beduinos”. 
(Primera estela de Ineni, Urk IV, 55, 3). Es más, el faraón es el Horus viviente que se sienta en el trono de Osiris como su legítimo heredero y de aquí que sus súbditos le den a veces el nombre de este dios: “el noble principal, confidente excelente de su Horus”.(Texto del techo del pasillo de la tumba; Urk IV, 67, 9). Horus es un halcón y quizás por esta conexión Ineni nombra a Thutmose II como “El halcón que estaba en el nido” dando a entender la juventud del dios-monarca (Primera estela de Ineni; Urk IV, 58, 15). 
A nuestro entendimiento le cuesta incorporar en una sola palabra todas las aceptaciones que cabían dentro de la egipcia “dios”. Pero, los egipcios lo aceptaron, atribuyendo a ese vocablo cualquier fenómeno que sobrepasara los límites de su comprensión. 

4.- IMPORTANCIA DEL DIOS AMÓN. 
Otra nota destacable de esta época es la importancia creciente del dios Amón. La expulsión de los hicsos tuvo como consecuencia la reunificación del país bajo el rey Ahmose y fue la segunda vez en la historia egipcia que los príncipes tebanos se proclamaban soberanos únicos del Alto y Bajo Egipto. El dios tebano, Amón, sincretizado desde el Reino Medio con el dios Sol, Ra, se convierte en el dios principal del país, siendo la divinidad más poderosa conocida, el super dios Amón Ra. No paró aquí la unidad religiosa diseñada por Ahmose quien entrelazó, más aún, los poderes políticos y clericales. Los príncipes de los nomos eran adoptados como hijos por sus dioses locales en el momento de su coronación, efectuada en sus respectivos santuarios. A partir de Ahmose, los reyes tebanos se nombraban a sí mismos hijos de Amón, elegidos de Amón y se coronaban en Karnak. Pero, no queriendo herir la sensibilidad piadosa de sus súbditos, Amón presentaba a los demás dioses del país a su hijo, repitiéndose la ceremonia de la coronación en los principales santuarios nacionales, donde las distintas divinidades de la zona aceptaban con júbilo al nuevo rey. Esto constituía una prueba evidente del sometimiento de los dioses al dios nacional y, a la vez, de todos los cleros al faraón, puesto que con esta fórmula, los reyes suplantaron también a los nomarcas o príncipes locales en los ritos de los diferentes santuarios, erigiéndose en jefes del culto de todos los dioses. Si el poder político estaba en manos de un sólo soberano, también era necesario que el culto religioso lo ejerciera un sólo sacerdote, el propio rey, quien ofrecía, beneficiaba y festejaba a los dioses adorados por todo el pueblo. Los sacerdotes no hacían sino reemplazar al faraón ante la imposibilidad de su presencia en cada lugar. 
Desde los inicios de la dinastía XVIII, el poder y la riqueza de Amón no hicieron más que crecer. Cada monarca ampliaba el templo de Karnak transformándolo en el Santuario oficial del Reino y en esta actividad participó activamente Ineni (ver construcciones de Ineni). Al mismo tiempo los reyes conquistadores acrecentaron la riqueza de Amón ofreciéndole parte de los botines de sus campañas por Asía y África, incluyendo oro, plata, piedras preciosas y prisioneros de guerra. Ineni nos da prueba de ello cuando relata los impuestos del propio país y los tributos que recibía Thutmose I después de sus victorias. “Su majestad los ofreció en Uaset (Tebas) a su padre Amón” (primera estela; Urk IV, 55, 9). También en su tumba nos cuenta como supervisó la entrega de ganado, trigo, cautivos y tributos de países extranjeros al templo de Amón. “La supervisión del establo de las vacas, los bueyes, los toros, las vacas lecheras y los arrendatarios de las ofrendas divinas de Amón y la entrega de la tasa de grano para granero de las ofrendas divinas de Amón” (escena en la que Ineni inspecciona los productos para Amón PM 150, 4; Urk IV, 72, 4-6).   “La supervisión de los nubios que fueron entregados como personas cautivas para ofrendas de Amón cuando la vil Kush fue derribada y los presentes de todos los países que su majestad entregó al templo de Amón como tasas anuales” (texto de la escena de inspección de tributos extranjeros; PM 161,5;  Urk IV, 70, 1-6). De esta forma el tesoro del templo se fue incrementando de manera peligrosa. Tanto creció su poder, que el clero de Amón pasó a ser uno de los grupos más importantes de la sociedad egipcia y llegó a ser un desafío para la monarquía. 

5.- IMPORTANCIA DEL MUNDO DE LOS MUERTOS. 
El solo hecho de estar analizando los textos encontrados en la tumba de un ser difunto, indica la creencia de los egipcios en una vida eterna. Ninguna civilización ha estado tan obsesionada por la inmortalidad del hombre como la egipcia. Durante más de tres mil años, sus hombres pasaron la vida terrenal preparando “sus moradas de eternidad”, es decir, sus tumbas; durante más de tres mil años sus construcciones, su arte y gran parte de sus obras, estuvieron supeditados a cumplir unos ritos mágico-religiosos capaces de proporcionarles la inmortalidad. 
Durante la vida de Ineni se redactó el libro del “Amduat” que narra el singular viaje del dios sol por el mundo fantasmagórico del más allá, con el fin de resucitar a los muertos. Las paredes de las tumbas de los reyes se pueblan de seres misteriosos cuyo significado, a veces, no logramos entender, pero que demuestra el derroche de imaginación que los egipcios emplearon para asegurarse la eternidad. Pues bien, fue precisamente en la tumba de Thutmose I donde aparece por primera vez este  nuevo texto con su riquísima iconografía,  tumba obra de Ineni, ya que él mismo nos cuenta como supervisó celosamente sus trabajos: “He supervisado la excavación de la tumba de su majestad en privado, sin ser visto, sin ser oído” (primera estela; Urk IV, 57, 3-4). El continuo recorrido del Sol solventó dos constantes del pensamiento egipcio: el orden cósmico y la inmortalidad. El sol nacía cada mañana por el oriente y calentaba y daba vida al mundo; moría cada día por el occidente y resucitaba a los muertos. El Amduat trata de explicar los hechos extraordinarios que suceden, en ese lugar oculto y en esas horas oscuras, capaces de resucitar al Atón cada mañana para alegrar la tierra con su luz. 
Ineni nos habla de la muerte de sus reyes, los cuales se unían a Atón (Amenhotep I; Urk IV, 54,14-17) o a los dioses (Thutmose I; Urk IV, 59, 13-14), volviendo a encontrar en estos textos la dualidad dios-dioses. El verdadero significando es que el rey se convertía en un espíritu benéfico que vivirá eternamente. Si tomáramos literalmente las palabras de Ineni caeríamos en clasificar a la religión egipcia como un panteísmo por el cual los seres difuntos vuelven a la fuente de la vida y se funden con el dios. Sin embargo, en el pensamiento egipcio nunca se dio una fusión completa, ni de los dioses entre sí, ni de los difuntos con los dioses. El rey nunca perderá su propia identidad y desde el otro mundo seguirá ayudando a su pueblo: prueba de ello es la existencia de sus templos funerarios donde sus sucesores les venerarán y pedirán su protección. 
También el difunto vulgar puede alcanzar la vida eterna y convertirse en un “Osiris”, apelativo que recibe en su papiro o “libros de los muertos”, cuyo contenido son una serie de fórmulas mágicas para conseguir  vencer las pruebas del más allá. Pero tampoco él perderá su propia personalidad ni su conexión con la tierra. Este es el deseo de Ineni: “Que sea enterrado mi cadáver después de mi muerte en mi tumba de la necrópolis, que salga mi alma, que esté bien suministrada sobre la tierra y atraviese su lago como desee, que haga mis transformaciones, salga por el día, me refresque bajo los árboles [...] Nut y beba como desee....” (segunda estela; Urk IV, 64, 16; 65, 1-8). Vemos que el egipcio nunca quiso separarse del todo del mundo terrenal. Una prueba contundente son las llamadas “cartas a los difuntos”, en las que los vivos pedían los favores de sus seres fallecidos por medio de escritos, en lajas de piedras o trozos de barro, que depositaban en las tumbas. Los seres del más allá protegerán a sus descendientes, manteniendo un contacto continuo con ellos. 
Sin embargo, observamos la disparidad decorativa existente entre las tumbas de los faraones y las de los nobles de su tiempo. Mientras que, como hemos dicho, los reyes dibujaban en sus cámaras sepulcrales los lúgubres episodios de la barca de Ra atravesando el mundo subterráneo de los difuntos, las tumbas de sus súbditos suelen estar decoradas con pinturas coloristas de los campos de los Juncos y la vida placentera que desearían vivir en ellos y que se asemejaba mucho a su vida terrena. Así Ineni parece elegir los espacios de los pilares para contarnos la vida que quisiera llevar en el paraíso soñado: cazar en el desierto (PM 161,10), cultivar los campos de los juncos recogiendo sus espléndidas cosechas (PM 162, 14 y 15) y recibir las ofrendas. Pero es particularmente curioso el pilar que nos muestra una casita y enumera todos los árboles que anhelaba tener, aquellos que plantó en su vida terrenal:  “y la visión de estas grandes y hermosas arboledas que plantó sobre la tierra bajo los favores de este insigne dios, Amón, el señor de los tronos de las Dos Tierras: 73 sicomoros, 31 perseas, 170 palmeras datileras, 120 palmeras dam, 5 higueras, 3 algodoneros, 2 moringas, 12 viñas, 5 granados, 8 qesebet, 16 algarrobos, 5 zizyphus, 5 tiun, una palmera, 2 mirtos, [...] ished, [...] ih,; 3 ima, 9 sauces y 10 tamariscos” (Texto del pilar, PM 161,11;  Urk IV,, 73, 10-17). ¡Con cuanta precisión preparaban los egipcios su eternidad!. 
Para conseguir la deseada felicidad, Ineni nos deja constancia, en el pasillo de su tumba, de las ceremonias funerarias que el hombre egipcio consideraba necesarias para vivir para siempre: ofrendas del hermano de Ineni, Paheri, procesión funeraria, peregrinaje a Abydos, ritos en el jardín, estatuas, el misterioso “tekenu” (PM 162,117) del que ignoramos casi todo[17]. Hileras de portadores de ofrendas alimenticias, obsesión clavada en la mente egipcia para asegurar la supervivencia del alma en el más allá, y el desfile con los objetos materiales que, con solo su presencia en una pintura, proporcionarían la comodidad  necesaria para una vida placentera (PM 163,19). No se olvida de representar también el banquete fúnebre con sus músicos (PM 163, 20 y 21). Estos ritos sagrados conducirán al difunto ante el tribunal de Osiris: “Mi alma será glorificada después de mi muerte entre aquellos que realizaron cosas benéficas y será hallada justa mi palabra en la ancha sala (sala del juicio)” (texto en el techo de la sala. Urk IV, 66, 17). 
Los textos de estas escenas repiten sin cesar los títulos de Ineni, tanto que en la pared izquierda de este pasillo tan sólo leemos una retahíla de honores. Podemos adivinar varios motivos por los que el difunto proclamaba sus distinciones. Uno sería el ser reconocido fácilmente en el más allá y otro es, que el hecho de haber obtenido esos apelativos probaba la bondad de sus acciones en este mundo y, por lo tanto,  podían ser un aliciente para alcanzar la eternidad. A la vez, los títulos obtenidos en vida podían dar derecho al difunto para reclamar las ofrendas necesarias para el sustento de su ba (alma) en el más allá. “Es que soy, ciertamente, un justificado sobre la tierra a quien se presentan ofrendas cada día” (Texto de la pared derecha del pasillo, donde figura el difunto con su esposa y su hermano Paheri con  la lista de ofrendas ritual ante ellos;  Urk IV,. IV, 67, 1­2). Por último Ineni repite sus títulos en los textos de su tumba porque de esta manera, por la fuerza mágica de la palabra escrita, seguirá ostentándolos en el más allá sin perder su propia personalidad.

6.- IMPORTANCIA DE UNA ESCALA DE VALORES ESTABLECIDA. 
No se ha encontrado hasta la fecha ningún código ético sobre la conducta de los egipcios. Sin embargo, tenemos buenos ejemplos de aquello considerado como bueno y recto en las “Máximas sapienciales” y en las alocuciones a los vivos que los difuntos escriben en sus tumbas. En las dos estelas de Ineni encontramos una muestra. En la primera exhorta: “!Os hablo a vosotros, gentes, escuchad!. Debéis realizar las cosas buenas que he hecho, debéis actuar del mismo modo. Pasé el tiempo de vida en paz y no me ha ocurrido ningún infortunio. Mis años transcurrieron con alegría. No tuve adversarios, ni tuve calumniadores, ni tuve mezquindad, ni tuve reproche alguno”. (Urk IV, 61, 3-12). “Mirad para vosotros mis maravillas. Obrad conforme a ellas, será beneficioso para vosotros... ” (Urk IV, 65,15­17). 
Esta es la parte de las estelas que guarda más semejanza con las máximas sapienciales. La diferencia radica en que las máximas van dirigidas a un individuo concreto, generalmente el hijo del autor, y los ejemplos para amonestarle son impersonales. Sin embargo la finalidad de las estelas es alabar al difunto para justificar su vida. Por eso, aunque siguen un estereotipo marcado, los ejemplos quieren reflejar la propia vida del personaje. En sus líneas parece aflorar un sentimiento muy sutil para pedir ofrendas para su “ka”, que es tomar la decisión de enseñar a los demás. Los nobles parecen querer decirnos que no sólo se vanagloria para su propio provecho, sino también para ser útil al paseante desconocido. De esta forma, los escritos autobiográficos en paredes y estelas de las tumbas pasan a ser una enseñanza moral imitable por generaciones futuras. 
Podemos comparar los pecados que Ineni afirma no haber cometido con nuestro código de conducta actual. 

7.- IMPORTANCIA DEL SENTIMIENTO MONÁRQUICO. 
La monarquía representaba para el egipcio la estabilidad y el orden. La persona del rey era responsable del mantenimiento del Maat,  tanto en el sentido de orden cósmico como en el de disturbios internos o derrotas en el exterior. De aquí que Ineni hable metafóricamente de Hatshepsut, como la cuerda  de proa y el poste de amarre que mantiene al barco del estado firmemente atado, sin dejarlo zozobrar, para que el país pueda vivir de acuerdo con el orden eternamente establecido. 
Al propio tiempo, Ineni nos deja ver que el rey es quien proporciona el bienestar de sus súbditos. Así nos informa de los beneficios obtenidos durante su vida. Con Thutmose I: “...se me asignaron todas las cosas bajo la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto, este buen dios” (Urk IV, 55,10) “Fui maestro de cualquier trabajo y mis favores permanecieron en palacio...... Su majestad me dotó con sirvientes y mis provisiones estuvieron en el granero de la casa real” (Urk IV, 58, 6-10). Con Thutmose II, llegó a viejo y parece que le concede una “pensión vitalicia”: “Fui confidente del rey en cualquier lugar. Fue grande lo que me hizo más que los que estuvieron antes. He alcanzado la edad de los venerables.  Estuve en los favores de su majestad diariamente.  Fui alimentado de la mesa del rey, con panes del desayuno real y cerveza del mismo modo, carne magra, vegetales, frutos variados, miel, pasteles, vino y aceite de moringa. Se me preguntaba por la salud y la vida, demandando su propia majestad por lo que deseaba” (Urk IV, 59, 2-12). Así mismo hemos comprobado que Hatshepsut le colmo de oro y plata. Es decir, los reyes aparecen como benefactores de los que trabajan para ellos y teniendo en cuenta que la mayor parte de la población egipcia dependía de la corona o de los templos, los reyes aparecen ante los ojos de los egipcios como los dadores de bienestar. 

Lo que nos parece más chocante es la “seguridad social” admirable de la que gozaban los funcionarios del rey. Ineni es viejo, ya no trabaja pero sigue subsistiendo a costa de la corona. Esta costumbre queda también reflejada en el cuento de Sinuhé, a quien, cuando vuelve a Egipto, el rey le concede una casa con rico equipamiento. “Fui llevado a la casa de un hijo del rey en la que había cosas preciosas, un baño, imágenes sagradas del “horizonte”, objetos valiosos de la tesorería, ropas reales de lino, mirra y aceites reales que los cortesanos desean tener en todas las habitaciones. Todos los subordinados estaban en sus funciones. Se hizo que pasara un tiempo descansando y, luego, fui afeitado y se peinó mi pelo.  Más tarde se envió la carga de ropas de beduino para el país extranjero. Fui vestido con lino fino, embadurnado con aceites finos y acostado sobre una cama.... Y las comidas eran traídas para mi desde palacio, tres y cuatro veces al día” (Cuento de Sinuhé. Sethe, 1960, 16,  8-20). 
Vemos por tanto que era costumbre real perpetuar los medios económicos de sus súbditos, por respeto a sus años “la edad de los venerables” así como por reconocimiento a los trabajos realizados. !Qué trajín debía de haber en palacio, si diariamente tenían que medir, sacar, cocinar y repartir las provisiones de comida para este asilo de ancianos! !Cuántos funcionarios y sirvientes se necesitarían para vigilar y llevar a cabo todas estas funciones!. 

8.- IMPORTANCIA DEL ESPÍRITU ORGANIZATIVO, MINUCIOSIDAD Y SABIDURÍA EN EL FUNCIONARIO EGIPCIO. 
Los funcionarios egipcios formaban parte indistintamente de los tres grupos de poder que constituían la élite de todos los países: 
a)        los gobernantes y ejecutores de los mandatos reales, ambos con su nube de personal administrativo. 
b)        la milicia. 
c)         el clero. 

Curiosamente una misma persona podía ejercer un cargo en varios de ellos a la vez o en diferentes periodos de su vida.  Esto es debido a que la valoración personal más estimada en todo el Egipto faraónico fue la capacidad organizativa de cada individuo y se suponía que quien era capaz de dirigir, mandar, solventar problemas y llevar a buen término una misión encomendada, podía actuar del mismo modo frente a cualquier otra circunstancia en acciones diferentes. Durante esta dinastía estuvieron las tres categorías sumamente enlazadas y podríamos englobarlas bajo el título genérico de funcionarios. 
En Egipto, por lo tanto, el ser funcionario no significaba la dedicación absoluta a un tipo específico de trabajo, sino la capacidad de adaptación a funciones tan diversas como dirigir una caravana o erigir un obelisco. En el caso de Ineni se refleja esta polifacética actitud en sus dos principales títulos, Supervisor de los graneros de Amón y Supervisor de los trabajos del rey. Lo mismo construía una capilla de alabastro (ver trabajos), como dirigía los trabajos artesanales y organizaba el calendario de fiestas del templo: “He supervisado lo que su majestad hizo... bronce, cobre de Asia, menats, vasos, collares, mientras estaba como administrador de todos los oficios artesanales, con todas las oficinas bajo mi supervisión........ las fiestas del calendario del mismo modo, para su padre Amón, el señor de los tronos de las Dos Tierras (primera estela de Ineni. Urk IV, 54, 1-9). 

Más curiosa es la valoración que hace Ineni de sus respectivos trabajos. Hablando de la construcción de los obeliscos nos dice: “He supervisado la erección de dos grandes obeliscos a la entrada del templo, en piedra de granito. He supervisado la construcción en madera de un espléndido barco de 120 codos de longitud y 40 codos de anchura para el transporte fluvial de los obeliscos, que llegaron en paz, sanos y salvos, siendo desembarcados en Ipetsut (Karnak)” (Urk IV, 56, 11-17). Ineni concede más espacio en su estela a la construcción de una barca y comentar su viaje sin problemas, que al hecho de desembarcar los obeliscos y alzarlos en Karnak, con los riesgos que conllevaba. De estos difíciles y precisos trabajos no se vanagloria, no los nombra y ni tan siquiera menciona el tamaño de los obeliscos cuando sí lo hace de la barca. Ineni sigue esta misma conducta cuando nos cuenta la construcción de los primeros pilonos de Karnak (ver construcciones) y da más espacio y categoría al levantamiento de los “espléndidos mástiles en las dos entradas del templo, de cedro auténtico del mejor de las plataformas (cerros del Líbano), con sus puntas” (Urk IV, 56, 1-5). La deducción lógica es que para Ineni, lo importante era dirigir algo, supervisar lo que fuera, es decir, la actividad funcionarial organizativa. Para los egipcios cualquier trabajo tenía el mismo mérito si se hacía con habilidad y perfección. 
Sin embargo existía un equilibrio valorativo que aglutinaba las ideas creativas con la eficacia organizativa. El funcionario egipcio gozaba de una individualidad propia que le permitía aportar su imaginación y experiencia para la modernización o recreación de sus obras y contribuir así al progreso de trabajos futuros. Con frecuencia leemos la frase “nunca se había hecho nada parecido anteriormente” dando a entender que cada cual añade su chispa inspiradora en las obras que realiza. También Ineni hablando de sus trabajos en la tumba real nos dice: “Fueron trabajos que no fueron realizados con anterioridad, en donde se me ordenó hacer algo que llegara a ser majestuoso, diseñando para ella sus muros. He investigado para los hombres futuros. Fueron proyectos de mi imaginación, pero mi éxito estuvo en mi sabiduría. 
No se me dieron instrucciones por ningún anciano” (primera estela; Urk IV, 57, 11-11-12 y 15; 58,1). La mentalidad arriba señalada queda fielmente reflejada en las palabras de Ineni.  Por un lado nos dice que se le ordena una obra de gran envergadura como es la construcción de la tumba real. Y a la vez se le deja libertad para investigar y hacer algo que no se había hecho antes. Dentro de los límites de la orden dada, no recibió instrucciones específicas de como realizarla.  Es decir el funcionario tenía capacidad de decisión propia. 
Entre las cualidades de los funcionarios y escribas hay que destacar también la minuciosidad con la que debían dar cuenta de todo lo que pasaba por sus manos, ya fuera grano o turquesas. Esta cualidad también la poseía Ineni que, como ya hemos visto, nos ha dejado en su primera estela la relación exacta de los árboles que quería tener su casa del otro mundo. Además en una pared del pórtico (PM 159, 3) se representa inspeccionando el tesoro de Amón y midiendo el incienso que se debía dar a cada templo.  El texto dice: “La supervisión de la plata, el oro, el lapislázuli, la turquesas y todas las piedras preciosas. El pesaje del incienso para los requerimientos del mes [...] para la eneada de los dioses” (Urk IV, 70,17-71,1). Y a continuación específica en un cuadro las cantidades exactas para cada templo (ver traducción de la estela). Como vemos todo era fielmente sumado, contado, valorado y escrito, aunque el personaje estuviera ya en el otro mundo, como es este caso. 
Ineni debió de creer imprescindible dejar constancia de la precisión con la que había medido el incienso para los dioses con el fin de no tener problemas con ellos en el más allá. En su segunda estela también nos dice que fue generoso con el grano para los panes divinos: “No creé conflictos cuando se pesaron los heqats (una medida) de [...] las ofrendas divinas para cocinarlas” (Urk IV, 64,1-2). Con esa largueza Ineni se aseguraba la eternidad. 
Otra reflexión que surge de la estela de Ineni, es el amor a la sabiduría que profesaban los funcionarios egipcios. En la Sátira de los oficios, queda patente como los mayores intentaban inculcar el oficio de escriba en los jóvenes reacios al estudio. “La escritura, para quien la conoce, es la mejor de las profesiones. Es más satisfactoria que el pan y la cerveza, más que los trajes y los ungüentos. Vale más que una herencia en Egipto y una tumba en Occidente” (Lichtheim 1984, 168). Ineni va más lejos pues afirma que investigó cosas nuevas que podían ser útiles en el futuro. Y piensa que quien le imite, lo alabará. “Seré alabado por mi sabiduría al cabo de los años, por quienes imiten lo que he hecho” (primera estela;  Urk IV, 57, 17; 58, 2-3). 
Así fue la hábil burocracia egipcia, la cual garantizó la estabilidad del sistema faraónico. Los funcionarios gozaban de una gran libertad de movimientos y un gran poder de ejecución. Su palabra podía movilizar recursos humanos, técnicos  y económicos. De esta forma se les habilitaba para llevar a cabo los magníficos proyectos reales que todavía admiramos. 

9.- IMPORTANCIA DEL NÚCLEO FAMILIAR. 
El núcleo fundamental de la sociedad egipcia fue la familia, en un amplio sentido patriarcal, como gran agrupación de parientes y subordinados, aglutinados en un ambiente más o menos fraternal. El elemento central de esta gran familia estaba constituido por el matrimonio: marido y esposa principal, distinguida en Egipto con el preciado título de “Señora de la Casa” y los hijos de ambos, pero frecuentemente se añadían los padres, hermanos y sobrinos de los dos cónyuges. Estos últimos parientes están a veces representados en las tumbas, así como las varias esposas de los personajes, si las hubo. Quizás el ejemplo mejor representado de esta gran familia en tiempos de Ineni se encuentra en la tumba de Paheri, la número 3 de el-Kab. En ella aparecen los nombres de tres hijos y tres hijas, así como un grupo de nietos, los padres y los abuelos de Paheri, cuatro hermanos y una hermana, un tío, una tía con sus tres hijas, tres hijos y una hija de una hermana de su abuela etc. Respecto a los parientes de la esposa aparecen sus padres, cuatro hermanos, tres hermanas y una prima. 
Sin llegar a esta extensión, en la tumba de Ineni aparece también un gran número de parientes. Entre ellos, el más relevante es sin duda su esposa, Iahotep que juega un papel importante, apareciendo en ocho escenas y en el grupo de estatuas de la capilla. Acompaña a Ineni cuando recibe los nubios y asiáticos que el rey ofrece al templo de Amón (PM 5) y cuando inspecciona los campos y graneros de Amón (PM 9), es decir en actos oficiales del cargo de su esposo. Curiosamente en la recepción de los extranjeros, la esposa tiene un tamaño inferior al de Ineni, mientras que en la inspección de las propiedades de Amón está a igual tamaño. Todavía no se ha conseguido saber el porqué de estas representaciones empequeñecidas de la esposa del difunto que aparecen también en otras tumbas: una razón podía ser la falta de espacio. Por su supuesto, Iahotep le acompaña en la mesa de ofrendas, en el banquete fúnebre y en el viaje a Abydos. Pero no sabemos nada más sobre su persona ni su posible filiación. La pareja no debió de tener hijos, puesto que no aparecen en la tumba y es el hermano de Ineni quien oficia los ritos fúnebres. Sin embargo en la escena del banquete vemos a una joven detrás de Ineni sin nada que nos aclare de quien se trata (PM 163, 21). 
El segundo gran personaje de la tumba es el hermano de Ineni, Paheri, quien celebra los ritos fúnebres de la pareja (PM 17,18,21), en los que también participa otro hermano, Ken (PM 18). Los padres de Ineni están representados en las esculturas de la capilla y entre los parientes que le acompañan en la revisión del granero de Amón (PM 9), pero choca que no se le dé más preeminencia a la madre por su título de “Adorno Real”, por lo que algunos dudan que lo portara (Whale 1989, nota 21). Respecto a la gran cantidad de “hermanos” que aparecen en la tumba, hay que tener en cuenta la falta de precisión en los nombres familiares egipcios. Es posible que alguno de ellos sea cuñado o primo. Dziobek (1987) llama nuestra atención sobre el nombre de una de las hermanas de Ineni, Tamethu, ya que coincide con el de la esposa del visir Amethu. Dada la proximidad de fechas es muy posible que se trate de la misma persona, lo nos llevaría a situar a Ineni entre las familias más importantes de la época y no nos chocaría el cariño y afecto que él nos dice le mostraron cuatro reyes consecutivos. 
A continuación damos una relación de los familiares de Ineni, según el parentesco escrito en la tumba. 
Iahotep, llamada Tuiu Ineni, dignatario Satdjehuti, adorno real Pahery, administrador del Primer Profeta de Amón Ken, Sacerdote de Mut Intef, controlador de los trabajadores? Userhat, sacerdote de Amón Imentu, escriba  Djehutymes, escriba  Amenhotep, escriba  Userhat, escriba Paiyn Turi In Tetianj Tena Naia Baki otros cuatro posibles Iahmes Tamethu Iahmes Seniseneb Iahotep Tanetiseru Nesnebu Senires 3 mujeres.
La lengua egipcia es muy rica a la hora de otorgar títulos a nobles, cortesanos y altos funcionarios. A veces resulta difícil su exacta traducción ya que desconocemos los diferentes matices de su trabajo ejecutivo. La tumba de Ineni no es una excepción. Vamos a intentar analizarlos para llegar a conocer la importancia y categoría de Ineni en la sociedad de su tiempo. Para esto los dividiremos en dos grupos: títulos nobiliarios u honoríficos y títulos que llevan implícito el nombramiento para llevar a cabo un trabajo determinado. 

IV. 1- TÍTULOS HONORÍFICOS DE INENI. 
rpat HAty-a
Noble Principal 
HAty-a
Persona principal
HAty-a m niwt
Principal de la ciudad
sab
Dignatario de rango desconocido
saH
Noble, digno de, bienaventurado.

EXPLICACIÓN. 
Es la forma más utilizada por casi todos los altos funcionarios. Quiere decir que fue hombre noble y principal en su momento. En algunos casos va seguido de otro título ejecutivo. Veamos las asociaciones encontradas en la tumba de Ineni: 
rpat HAty-a aparece de las siguientes formas: 
a) sin relacionar con títulos ejecutivos: (Urk IV, 67,9, 68,1; 74,1). 
b) asociado con director de todos los trabajos en Ipetsut (Urk IV, 68,8). 
c) asociado con los trabajos de la tumba del rey (Urk IV, 69,4;72,7). 
d) asociado a graneros de Amón (Urk IV, 70,8; 72,14) 
En estos casos puede significar que era la principal persona en esos trabajos y puede dejar de ser un título honorífico para pasar a ser ejecutivo. 
Otros contemporáneos de Ineni que llevaron el título de rpat HAty-a son: Ahmose Pennejbet ((Urk IV, 35,12), Renini (Urk IV, 75, 14), Tury (Urk IV, 78, 9), Neferhotep en la tumba de su hermano Amenhotep (Urk IV, 106,5) 
Vamos a desglosar el significado de las dos palabras para profundizar en su significado. 
El término significa el principio de algo; hablando de barcos se traduce por la proa (Urk IV, 9,5) y refiriéndose al ejército, por la vanguardia (Urk IV, 650,5). Aplicando el término a una persona, distingue al individuo como principal o primero en algo que a veces no se especifica. En este caso se puede considerar un título honorífico que determina un “status” social reconocido en la persona a la que califica, una especie de honor otorgado por el rey a determinados súbditos por sus eficaces servicios al estado. Pero en otras ocasiones va seguido de un segundo término significando que la persona está al frente de un cargo, una misión o grupo de personas específicas. 
Así en la tumba de Ineni encontramos el término HAty-a separado de rpat. 
a) sin relación con título ejecutivo (Urk IV, 55,13). 
b) asociado con supervisor de los graneros (Urk IV, 62, 9). 
Como en el caso anterior, puede que la asociación indique un calificativo de importancia para el segundo título. Por ejemplo: “principal supervisor de los graneros de Amón”. Es posible que existiera más de un supervisor de los graneros del dios puesto que estaban repartidos por todo el país e Ineni sería el principal, el que está verdaderamente al frente de los graneros. O bien puede que, sólo por el hecho de tener a su cargo los estados del dios, fuera una persona principal de la ciudad. En una sola ocasión, en la segunda estela de Ineni (Urk IV, 63,16), aparece el título seguido de la palabra “ciudad” HAty-a m niwt, lo que podríamos traducir por alcalde, a pesar de no nombrar la ciudad en cuestión, ya que a Tebas muchas veces se la llamaba “la ciudad”, considerándola la urbe por excelencia. En algunos casos también Ineni aparece como supervisor de los graneros sin especificar cuáles son y precisamente, en una ocasión, figura a continuación el título de alcalde (Urk IV, 63,16). Puede, por tanto, que en algún momento de su vida haya desempeñado algún cargo local importante, aunque más bien podría tratarse de omisiones o añadidos, pues hay poca constancia de estos empleos. 

Veamos el empleo de HAty-a en algunos contemporáneos de Ineni: 
Renini lo utiliza en relación a ser el principal hábil escriba (74,11) y el principal supervisor de los sacerdotes de el-Kab (75,6). En Paheri observamos el título solo, seguido de su nombre (Urk IV, 110,8; 124,15; 126, 5, 10), pero también conectado con supervisor de los sacerdotes y escriba (Urk IV, 127,4) así como simplemente con escriba (Urk IV, 127,9). Paheri fue alcalde de el-Kab y en los demás casos la palabra HAty-a va seguida del nombre de dicha ciudad (Urk IV, 109,12; 113,2; 115,11; 120.7; 122,2; 124,7; 126,15). 

El título de HAty-a se utilizó desde el Reino Antiguo. A partir de la dinastía VI se aplicaba a los nomarcas de las distintas provincias. De aquí que con frecuencia se traduce por “príncipe” dando al termino príncipe el sentido latino de “princeps” o persona principal de una comunidad, no el de persona de estirpe real. (Lefèbvre 1949, 3, nota 2.) En el Reino Nuevo adquiere el significado de “gobernador de la ciudad” y de allí el de “alcalde”. Sin embargo, en los casos en los que no va acompañado del nombre de una ciudad, parece más correcta la traducción como “principal”. 
Es un término muy controvertido y autores como Donald Redford (1976) y Stephen Quirke (1993) no incluyen esta palabra en las respectivas relaciones de títulos que ofrecen en sus obras. 
Su origen debemos buscarlo en iry pat. La palabra pat, se traduce durante el Reino Medio como “gentes, pueblo llano”. Pero en el Reino Nuevo parece que se le da el significado de “patricio o noble” por lo que iry pat puede traducirse por “el que pertenece a la nobleza o a los patricios”. De aquí que algunos autores como Gardiner (1988, 578) Faulkner (1991,148) y Budge (1978, 423) dan como traducción: heredero, jefe hereditario; príncipe hereditario o noble hereditario. Sin embargo, hoy en día se duda de esta supuesta herencia y más bien se piensa en un título de nobleza dado a una persona por su propia importancia sin necesidad de ningún lazo sanguíneo anterior. Se consideraría como un miembro más de los pat, es decir de la alta clase gobernante (Dodson, KMT s.2202). La confirmación de esta última aceptación la encontramos en varios personajes de la dinastía XVIII y tenemos un ejemplo cercano a Ineni en la figura de Senenmut. Su padre sólo aparece con el ambiguo título de sAb (ver más abajo) que junto con su pobre entierro, realizado antes de que su hijo llegara a obtener los favores de Hatshepsut, presagia su poca categoría social. Este hecho no impidió que su prepotente hijo fuera “noble principal” rpat HAty-a (Urk IV, 396,14; 398,7; 404,8; 407,10; 408,11,17). 
Este título significaba “juez” durante el Reino Antiguo. En el Reino Medio aparece algunas veces seguido del título de visir sAb TAty tomándolo como un prefijo de ese cargo (Quirke, 1990, 69) o quizás reforzando la autoridad judicial del visir. Pero poco a poco parece haber degenerado a un cargo sin trabajo conciso, que se podría traducir por “dignatario”. En el diccionario de Faulkner dice que se trata de un título de rango social desconocido que, cuando antecede a otro título, se puede considerar como “junior”. Gardiner apunta hacia un significado de riqueza. Lasing y Hayes (1937) piensan que se usa cuando el individuo no tiene ningún otro título. A principio de la dinastía XVIII lo utilizan mucho los hijos como un modo de venerar y mostrar respeto al padre (Whale 1989, 260-261). En esta época podemos observar: 

1.-Generalmente no va seguido de ningún título, aunque encontramos una excepción en Hapuseneb que nombra a su padre sab: de diferentes maneras: “sab bendecido por el dios de su ciudad” (Urk IV, 471, 2,3); sab tercer sacerdote lector de Amón (Urk IV, 488, 9, 10); y en la forma tradicional “nacido del sab Hapu” (Urk IV, 485, 9). Ineni nos proporciona otra excepción, pues se nombra a sí mismo sab (Urk IV, 69.8). 
2.- Lo utiliza siempre el hijo respecto a su padre, nunca a la inversa. En los tiempos cercanos a Ineni lo vemos con frecuencia refiriéndose a su padre en la famosa frase de “nacido de”. Veamos unos ejemplos: Por ejemplo, Bakt, del sab Iy (Urk IV, 129, 4-5); Meneh, del sab Nenna (Urk IV, 130,1); Djehuty, del sab Kari (Urk IV, 135, 2); Minajt, del sab Djehutisen (Urk IV, 465,16); Senemiah, del sab Wadjmes (Urk IV, 515, 13); Puimra, del sab Puia (Urk IV, 522, 6); Senneferi, del sab Dyehutyhai (Urk IV, 540,14). 
La palabra saH aparece ya en los Textos de las Pirámides con el significado de “dignidad” o de “honores“. “Tu dignidad que sale de la boca de Anubis es la de Horus...”; “Los honores del rey no le serán arrebatos” (Faulkner 1969, 1015 Pág. 170; 41, Pág. 82, respectivamente). Como título, lo encontramos en el Reino Medio sin estar asociado a ningún cargo específico y utilizado tanto por vivos como por muertos. Su traducción más aceptada para el mundo de los vivos es la de “noble”. A veces se encuentra coordinado con otros grupos de la elite como los smrw (amigos del rey) y los srw (oficiales), en frases como wr n wrw saHw smrw “el grande de los grandes, los nobles y los amigos” y sah nfr m-m srw “el mejor noble entre los oficiales”. Posiblemente en estos casos sah sería el título más importante (Doxey, 1998, 163). Un gran número de los epítetos conectados con sah se hallan en las tumbas de Assiut y Beni Hassan, por lo que en el Reino Medio pudiera tener alguna relación con las autoridades locales (lo portan dos nomarcas, aunque también un visir). Así mismo encontramos este título relacionado con el mundo de los muertos, en el Himno a Osiris y en una serie de estelas del Reino Medio y más tarde en el Libro de los Muertos. En estos casos es más conveniente traducirlo por “bienaventurado”. Budge lo define como “la forma de un hombre que existe en el cielo, el cuerpo espiritual”. 
En el Reino Nuevo se traduce por dignidad en algunos textos oficiales, por ejemplo en la coronación de Hatshepsut en Deir el-Bahari, donde se aprecia que cuando va en la expresión sah aparece seguido de la doble corona, significando que le iba ser concedida la dignidad real. También parece que tratándose del mundo de los difuntos se le da el sentido tradicional de bienaventurado. Así Djehuty en la estela de su tumba TT 11 nos dice: “Mi corazón fue beneficioso para mi señor con intención de descansar en el desierto de los bienaventurados saHw que están en la necrópolis” (Urk 430, 4-5). 

Sin embargo, parece que la utilización más frecuente es una designación honorífica para los nobles. Veamos unos ejemplos de la época de Ineni: En la tumba de Ahmose Pennejbet, encontramos “El que anuncia lo que dice el rey a los nobles (saHw; Urk IV, 38, 7). Paheri nos dice: “Yo soy un noble (saH) excelente para su señor” (Urk IV, 118,3). Frase que se repite en muchas otras tumbas, como por ejemplo en la de Senemiah (Urk IV, 500,5). Senenmut y otros la varían algo diciendo: “Noble (saH) amado de su señor” (407, 17) y también la emplea para alabarse como el más potente de la corte “El más noble (saH) de los nobles (saHw)” (Urk IV, 412,17) o “El más grande entre los nobles (saHw)” como se proclama Amethu (Urk IV, 491,4). 
De todo esto, se puede deducir que saH no implica una categoría determinada, sino un honor abstracto que sitúa al calificado a una altura digna de mención. 
Después este pequeño estudio sobre los títulos honoríficos de Ineni, podemos afirmar que no añaden nada respecto a su personalidad, más bien son un complemento que indica la importancia de sus acciones.  

IV. 2- TÍTULOS PROFESIONALES DE INENI. 
La traducción literal sería “uno que está en la boca de (sus subordinados)” dando a entender que hablaban de su importancia y admiraban su poder. Su significado es el superior de un colectivo y se traduce generalmente por Supervisor. Pero desconocemos las responsabilidades exactas que el cargo conllevaba a menos que vaya acompañado de algún término significativo. Por ejemplo, si se trata de un supervisor de obras algunos lo traducen por arquitecto y se refiere a un supervisor del ejército, por general. 

Con
imy-r
 “supervisor”.
trabajos en Ipetsut,

imy-r kA(w)t m Ipt-swt
(Karnak)


Supervisor de todos los

imy-r xtm nbt m pr Imn
contratos (con sello) del estado de Amón


Supervisor de todos las


oficinas de la dominio

imy-r iAt nbt m pr Imn
de Amón.


Supervisor de los


trabajos de la tumba

imy-r kA(w)t m Hrt nt nswt
del rey.



Supervisor-jefe en su tumba

imy-r Hry Hrt.f









El poder de este cargo se deriva de la posesión de un determinado bastón de mando ( ). En su origen tuvo una función ejecutiva de dirección y administración (Helck 1954, 32), aunque hay quien duda que durante la dinastía XVIII tuviera algún sentido profesional determinado. Aunque en algunos casos se nos escapa el significado real, por ejemplo cuando Senenmut se proclama Administrador de los grandes del Alto y Bajo Egipto, la mayoría de las veces se puede aplicar a este título el significado de dirigir, emprender, estar a la cabeza de (Gardiner 1988, 585), o el de gobernar, controlar, administrar, emprender (Faulkner 1991, 196). También se pretende unir el título a la ceremonia del festival Sed del rey (Redford 1976, Pág.103, nota 12), lo que no tiene por qué quitarle su valor ejecutivo.  Así en los casos de Senenmut (Naville 1885 placa 27) y Jeruef (Epigraphic Survey 1980, placas 10, 23, 30, 46, 69, 71, 79), podía tratarse de los administradores de los festivales Sed de sus respectivos reyes. 
El hecho de que Ineni asuma a la vez  los títulos de supervisor y administrador de sus dos trabajos principales, Karnak y la tumba del rey, quizás denote una diferenciación entre la organización y vigilancia sobre la totalidad de la obra que podía ejercer el Supervisor y el control administrativo llevado a cabo por el xrp. Creemos, por tanto, que en el caso de Ineni, los títulos de imy-r y xrp se complementan, asumiendo de manera clara la supervisión y dirección ejecutiva de la obra. El xrp debería, además, suministrar y administrar la mano de obra y los materiales necesarios para cualquiera de los trabajos emprendidos. Ineni, se convierte así el verdadero creador y promotor de las construcciones, proporcionando todos los medios para llevarlos a buen fin. 

V. 1- FUNCIONES ORGANIZATIVAS DE ADMINISTRACIÓN EN EL TEMPLO DE AMÓN. 
Los templos egipcios eran concebidos como el lugar terreno en donde se manifestaba la divinidad. Los dioses elegían sus imágenes de acuerdo a “lo que placía a sus corazones” y los hombres les fabricaban sus templos donde moraban en el recóndito y escondido santuario. Allí el Sumo Sacerdote, en representación del rey, le prodigaba los cuidados diarios. Las imágenes de los dioses, como las del rey o las de los particulares, requerían un sustento alimenticio que el sacerdote les presentaba en forma de ofrenda. De estos alimentos el dios comía la esencia, siendo posteriormente utilizados para los Ka o espíritus de los donantes de “fundaciones piadosas” y, por último, repartidas como pago en raciones a los sacerdotes y demás personal del templo. En momentos de gran acumulación de ofrendas, como en algunas fiestas, puede que parte de éstas se repartieran entre el pueblo,  o entre los participantes en las mismas. 
Esta necesidad alimenticia forzaba al templo a tener sus propios recursos agrícolas que provenían de la propia riqueza del dios, acumulada principalmente por regalos del rey, garante en la tierra del bienestar de la divinidad, de las llamadas “fundaciones piadosas”, gentes que legaban al templo tierras y siervos en perpetuidad a condición de recibir ofrendas diarias y donaciones particulares motivadas por cualquier acontecimiento religioso, público o privado. Para acumular donativos y cosechas el templo disponía de grandes graneros, repartidos por todo el país, donde se acumulaban importantes reservas de las que podía disponer la corona en tiempos de escasez de alimentos, como medio de pago y para paliar la hambruna del pueblo. La independencia económica del templo era por tanto relativa y en la primera mitad de la dinastía XVIII fue administrada por funcionarios civiles como el propio Ineni. 
Vamos a examinar las posibles responsabilidades de Ineni en el templo. El título más preciado para Ineni, el que más repite en su tumba y, suponemos, el que le dio más prestigio y poder en su vida, fue el de supervisor de los graneros de Amón. No sabemos los graneros que estaban bajo su supervisión, pero, dado que él siempre nombra la palabra Snwt en plural, parece razonable adjudicarla la supervisión de todos los graneros o, al menos, de los principales graneros de Amón que se encontrarían en Tebas. Pero además Ineni controlaba los campos y las ofrendas del dios:  “con los campos cultivables y las ofrendas del dios bajo mi supervisión” (Urk IV, 55,14). Como hemos visto antes, supervisaba la recepción de los impuestos que el rey desviaba al templo, como los prisioneros donados como siervos y los tributos de todos los países (Urk IV, 70, 1-4). Inspeccionaba el ganado de Amón, los arrendatarios del dios y el grano entregado para el almacén de las divinas ofrendas (Urk IV, 72, 4-6). Luego podíamos decir que dirigía y administraba, más o menos directamente, toda la riqueza agrícola del templo. A la vez supervisaba el tesoro de la plata, el oro y las piedras preciosas (Urk IV, 70, 17) y nos dice que “El administrador de todos los trabajos en Karnak, con las dos casas de plata bajo su supervisión y con las dos casas del oro bajo su sello” (Urk IV, 68, 9-10). Ineni también parece dirigir el comercio del templo pues es “quien sella todos los contratos de la dominio de Amón” (Urk IV, 68,11) y “Supervisor de todos los contratos (o los tesoros) en la dominio de Amón” (Urk IV, 68,16). Los templos poseían unos talleres artesanales que eran otra de sus fuentes de riqueza. Vemos que Ineni también participa en ellos, en tiempos de Amenhotep I, “Estaba como administrador de todos los oficio artesanales, con todas las oficinas bajo mi supervisión” (Primera estela, Urk IV, 54, 4-5). También parece tener autoridad sobre el resto de las oficinas de Karnak: “Supervisor de todas las oficinas en la dominio de Amón” (Urk IV, 69,5), lo que supondría tener a una gran cantidad de personas a su servicio, que a su vez ejecutarían sus órdenes y pondrían en marcha a obreros y escribas. Si a esto añadimos que administraba y medía el incienso para cada templo, como hemos anotado anteriormente (Urk IV, 71, 1-13) y organizaba el calendario de fiestas de Amón vemos que las obligaciones de Ineni en el templo abarcaban todas las áreas.  Resumidas serían estas:

LITURGIA Organizador del calendario de fiestas, etc
ECONOMÍA Supervisor de los graneros de Amón, de los arrendatarios, de impuestos, del ganado, etc.
COMERCIO Supervisor de contratos y de los sellos del dominio de Amón
OBRAS
Supervisor de todos los trabajos en Karnak
PERSONAL Supervisor de todas las oficinas de la dominio de Amón
ARTESANIA Administrador de todos los talleres  oficinas artesanales de la dominio de Amón

Dada la preponderancia del dios Amón en aquella época no es de extrañar que Ineni fuera considerado un personaje importante en Tebas. 

V. 2.- ORGANIZACIÓN DE CONSTRUCCIONES Y LOS TRABAJOS SUBSIDIARIOS A LAS MISMAS. 
En el capítulo de las construcciones vemos la importancia de los monumentos levantados por Ineni. Aquí simplemente trataremos las funciones encomendadas. La estela de Abydos de Thutmose I y el rollo de cuero de Berlín nos informan sobre el proceso seguido por el rey en el momento de ordenar una construcción: “Su majestad ordena al supervisor del tesoro: ‘Dirige trabajos haciendo que vengan... todos los más hábiles de sus subordinados, el jefe de los sacerdotes horarios, quien conoce las instrucciones y es experto por lo que ha conocido, que no traspasa lo que se le ha encargado” (Estela de Thutmose I en Abydos.  Urk IV, 97, 2-8). 
El rey decidía la ejecución de una construcción y convocaba una reunión con el tesorero imy-r sDAwty, y no con el supervisor de la casa de oro y plata, lo que pudiera indicar una diferenciación entre estos títulos que en muchas ocasiones recaen sobre un mismo individuo. Quizás la persona del tesorero estuviera más ligada a la figura del rey y por tanto administrara su fortuna personal o, en todo caso, tuviera más poder decisorio en el momento de determinar de dónde iban a salir los medios para una obra concreta. Al convocarle juntamente con el xrp kAwt, nos vuelve a indica el carácter administrativo de este último título. Puede que su trabajo consistiese en la coordinación y administración de los recursos. Quizá en esa reunión se elegiría supervisor de los trabajos. En el caso de Ineni ambos cargos recaen sobre su persona, tanto en las construcciones en Karnak como en la de la tumba del rey. 
Ineni reuniría a aquellos hombres especializados en construcciones y, sobre el terreno elegido, se comenzaría a discutir y diseñar la obra. Lo reyes, deseosos de “perpetuar sus nombres “con obras magníficas y, a ser posible, nunca vistas, tomarían parte en la decisión final sobre el tipo de monumento, calidad de los materiales, estatuas y grabados, que se iban a realizar. Se convierte así en el creador del proyecto, quedando el verdadero artista en el anonimato. 
La ejecución de los planos, el riguroso cálculo de los materiales necesarios cubicando el tamaño del monumento, el número de unidades de trabajo y la cantidad de raciones a repartir, así como los problemas diarios de cada uno de los trabajos serían resueltos por personas más especializadas. Entre ellas, el maestro de obras (imy-r qd) o el jefe de los escultores (imy-r gnwty). Bajo estos estarían los capataces o constructores (qdw) que mandarían a pequeños grupos de obreros. Hay que tener en cuenta que las construcciones reales tenían como fin, además de la demostración de poder del soberano, solucionar el problema del 
“desempleo” en los momentos de paro estacional agrícola. Es decir que el supervisor de los trabajos, contaba con una copiosa mano de obra temporal que había que aprovecharla al máximo. Por esto se daban comienzo a muchos trabajos a la vez, razón por la que muchos de ellos quedaban sin concluir en vida del rey. 
Volviendo al caso de Ineni, posiblemente la construcción de los pilonos, las murallas y la sala hipóstila pudieron haber coincidido temporalmente en los trabajos que habían de realizarse en ladrillo. Esto supone poner en marcha a un colectivo específico para la fabricación de los ladrillos secados al sol. Mientras tanto otros grandes grupos de hombres se desplazarían a las canteras para sacar las piedras necesarias para el recubrimiento de algunas obras, las columnas de la sala hipóstila, las estatuas osiríacas del rey y los obeliscos. Estas piedras necesitarían, no sólo el trabajo de los canteros, sino también el de escultores, pulidores, grabadores, etc. Tanto los grupos desplazados, como los de la propia obra, estaban acompañados, además, por soldados para vigilar los trabajos, los almacenes y el trasporte de materiales, una intendencia para cubrir las necesidades alimenticias, que comprendía molineros, panaderos, cerveceros, además de un grupo de cazadores para conseguir carne fresca, y unos cuantos escribas que llevarían un control minucioso del reparto de raciones, utensilios empleados, horas trabajadas, etc... 
Añadamos que el supervisor de los trabajos tenía obligación de solucionar todos los problemas, por lo que Ineni debió de negociar con el supervisor del tesoro para obtener la madera de cedro importada del Líbano con la que fabricó los mástiles, así como para conseguir el cobre, electro, oro y otros metales preciosos que adornaron puertas y obeliscos. Tuvo que contratar oficios auxiliares como los constructores de una gran barcaza de transporte y los joyeros que cincelarían la figura de oro de Min incrustada en la gran puerta, y que fundirían el electro para los obeliscos. 
En resumen, queda claro el poder de maniobra efectivo de un supervisor de los trabajos, así como su capacidad en el movimiento masivo de la fuerza de trabajo. 
Ineni vivió en una época de grandes cambios políticos y sociales. Por un lado las complicadas transiciones monárquicas que abarcan la subida al trono de un rey, aparentemente sin sangre real, Thutmose I, y las sucesiones thutmésidas que, como hemos visto, brillaron por su irregularidad. Sin embargo, los egipcios sobrevolaron esos inconvenientes y los sucesivos monarcas aportaron paz, tranquilidad y riqueza al país del Nilo. Los soldados enriquecidos con campos y botines, los múltiples empleados administrativos necesarios para el buen gobierno y los “arquitectos” o “supervisores” de las obras reales configuraron una clase funcionarial acomodada, dependiente de la corona, la cual redistribuye así su riqueza creando bienestar social y elevando el nivel de vida de sus súbditos. Este hecho queda patente examinando como, a lo largo de la dinastía XVIII, el abanico social de las personas enterradas en las colinas de Tebas se va ampliando: pequeños artesanos, medidores de campos, astrónomos, sacerdotes, joyeros.. Cada vez son más los egipcios que pueden acceder a perpetuar con pompa su existencia, que pueden costearse decorar una de esas “moradas de eternidad” que hoy tanto admiramos. A esta nueva élite social perteneció Ineni. 
Ineni se nos presenta ya adulto. No nos cuenta su infancia ni su iniciación previa a los importantes cargos que desempeñó, aparece desde el principio como supervisor de los graneros de Amón y vigilando los trabajos arquitectónicos del rey. Sin embargo, debía de ser un hombre familiar dado el número de parientes que aparecen en su tumba. Su posición social le proporcionó las riquezas que inspeccionaba con su esposa y que quiere conservar en el otro mundo. Aunque tenemos pocos conocimientos ciertos de las funciones que realizaba en cada uno de los cargos estudiados, no cabe la menor duda de que Ineni fue un eficiente ejecutivo en sus trabajos a quien los reyes supieron recompensar. Esto le sitúa en un lugar alto de la escala social palaciega. 
Ineni nos proporciona datos importantísimos para reconstruir el tiempo en el que vivió. Quizás la mayor aportación histórica de la biografía de Ineni es la famosa frase referente al gobierno de Hatshepsut: “Su hermana, la esposa del dios Hatshepsut, actuaba como regente. Las Dos Tierras estaban bajo su gobierno.” Es una información de primera mano que no deja lugar a dudas sobre quien mandaba en Egipto. Por otro lado las construcciones que dirigió tienen una importancia decisiva en la arquitectura egipcia. Basta recordar que construyo el primer pilono como entrada monumental de un templo y que inauguró los enterramientos en el famoso Valle de los Reyes. A pesar de que estas dos partes de su biografía son las más valiosas para la historia de Egipto, su título más querido fue el de Supervisor de los graneros de Amón, quizás porque fuera el que más poder y respeto le otorgara durante su tiempo de vida. Para los egipcios eran más importantes los cargos administrativos que los profesionales o artísticos. Resumiendo, debemos agradecer a Ineni su narración. Hemos oído su voz, importantísima fuente de noticias. Nadie mejor que un testigo presencial podría contarnos los aconteceres de aquella época. 

La larga vida de Ineni abarca los reinados de Amenhotep I, Tutmosis I, Tutmosis II y Tutmosis III-Hatshepsut. Seguramente murió antes del año 7 del reinado conjunto de estos últimos monarcas, pues en su estela autobiográfica se alude a Hatshepsut con su nombre de nacimiento y el título de Esposa del Dios. 
Comenzó su vida profesional durante el reinado de Amenhotep I, aunque no queda una referencia explícita a este monarca en la estela, pero la mención de la muerte de un rey y la alusión a un nTr nfr, anterior a Tutmes II, del que da el nombre de coronación, indica claramente que la primera parte de la estela corresponde al reinado de Amenhotep I y el nTr nfr es Tutmes I. 
Fue precisamente Tutmes I quien encargó a Ineni importantes construcciones: pilonos, obeliscos y una sala hipóstila en Karnak, así como la primera tumba real en el Valle de los Reyes. También le otorgó los títulos de HAty-a, "Príncipe", e imy-r Xnwt n imn, "Supervisor de los Graneros de Amón"
Ineni terminó en Qurna una tumba inacabada de la Dinastía XI, para convertirla en su enterramiento. La decoración pictórica responde aún a unos esquemas rígidos, muy similares a los del Reino Medio, pero la gama de color utilizada es muy variada. Hoy es la número 81 de las tumbas tebanas
En la pared sur del pórtico de la tumba se halla lo que queda de su estela autobiográfica, pues ya en 1905 estaba prácticamente destruida. 
Afortunadamente, Boussac y Bouriant copiaron el texto en las condiciones en las que se encontraba a finales del s. XIX. Sethe lo recogió en su Urkunden der 18. Dinastía, completando algunas lagunas
La bellísima Capilla de alabastro, reconstruida por Chevrier, se encuentra hoy en el Museo al Aire Libre de Karnak. Es un edificio de reducidas dimensiones, erigido con motivo del Festival Sed de Amenhotep I y que sirvió de reposadero de barca de Amón en las ceremonias procesionales. Pillet la encontró desmantelada dentro del Tercer Pilono de Amenhotep III, cuando trabajaba en Karnak entre 1922 y 1927. Junto a ella se hallaban otras joyas arquitectónicas de la Dinastía XVIII, como la Capilla Roja de Hatshepsut, o del Reino Medio, como la Capilla Blanca de Senuseret III. 
Una delicada decoración incisa cubre sus paredes tanto interiores como exteriores. En el lado norte interior, se encuentra la representación más antigua de la barca procesional de Amón. En la pared sur exterior, Tutmes I lleva a cabo una carrera ritual
Como todas las capillas reposadero, tiene dos accesos, cuyas jambas se cubren con una inscripción dedicatoria, que se repite en las cuatro. 
Es la Capilla Roja de Hatshepsut la que nos proporciona la primera evidencia de la existencia de la Capilla de alabastro en época de la reina. En los bloques 102 sur y 128 norte, Hatshepsut corre con el buey Apis ante un recinto en cuyo interior reposa sobre un pedestal la barca de Amón. 
"Descansando en la capilla de alabastro 'Permanente es en monumento de Amón'". 
De acuerdo con Lacau y Chevrier, esta capilla no puede ser obra de la reina, pues tenía por costumbre anteponer su nombre de coronación al de sus construcciones, por lo que los textos se refieren a la capilla de Amenhotep. imn mn mnw es, además, el nombre que consta en las jambas de la Capilla de alabastro. 
Lacau, Chevrier y Björkman aceptan la opinión de Otto cuando sugiere que esta capilla estaría situada en el eje Norte-Sur, en el lugar donde Tutmes III construyó el actual Séptimo Pilono. Fue seguramente este monarca quien la trasladó o desmanteló, sustituyéndola por otra suya llamada, "Permanente es el monumento de Menjeperra", repitiendo casi idénticamente el nombre de la Capilla de alabastro. 
Veamos ahora cómo se relaciona la estela de Ineni con esta construcción de Amenhotep I. Recordemos que su vida profesional se inicia en el reinado de este monarca y que en su estela, ya desde que Boussac la copiase, faltan unos 7 u 8 renglones en su comienzo. Tras ellos empieza así: 
"[...] Hatnub, cuyos batientes de puertas se erigieron en cobre, forjados en una sola lámina de metal con sus imágenes de electrum". 
La primera palabra está al inicio del primer renglón legible y es "Hatnub", lugar de una cantera de alabastro en el nomo de Hare en el Egipto Medio, a unos 20 Km. de Amarna. Sin embargo, Hatnub no se refiere necesariamente al lugar concreto donde se obtenía el alabastro. Más bien parece designar la calidad de la piedra utilizada. 
A continuación habla de unas puertas. Para posteriores razonamientos, conviene aquí distinguir las palabras utilizadas en egipcio para referirse al término genérico de "puerta". En este caso, Ineni emplea aA, que, según Spencer, se aplicaba a los batientes de las puertas, tanto monumentales como de menor tamaño. Se hacían generalmente de cobre, bien cubriendo con láminas de metal una superficie de madera si eran grandes, bien realizándolas completas de cobre si eran pequeñas. En cualquiera de los dos casos, los egipcios las definían como de metal. Para las grandes puertas monumentales, incluidas las de los pilonos, así como para otras de menores dimensiones, se utilizaba sbA. En la Dinastía XVIII este término parece referirse exclusivamente al marco de la puerta, generalmente hecha de piedra
Björkman afirma que la puerta que se menciona en esta parte de la estela de Ineni, es una monumental de Amenhotep I que estaba en el eje Sur del templo, y de la que Pillet en 1903 encontró un dintel en la cachette de Karnak, en el patio del actual Séptimo Pilono, encontrándose hoy en el Museo al Aire Libre de Karnak. 
El dintel en cuestión tiene inscripciones en ambos lados. En uno de ellos se dice: 
"... para quien (Amón) se erigió una gran puerta de 20 codos a la entrada del templo, de piedra blanca de Tura".

En el otro lado el texto dice: 
"... cuyo templo embelleció con una puerta al sur, 'La que se eleva felizmente', de 20 codos, de piedra blanca de Tura [.....] de Amón en Ipet-sut"

En resumen, los textos del dintel se refieren a una puerta de piedra caliza, de 20 codos, situada al Sur delante de un templo, el Ipet-sut, sin ligarla a un edificio concreto. 
Björkman cree que los batientes   aAw, que hizo Ineni en época de Amenhotep eran de esta puerta sbA, que debía estar en el extremo sur del templo y cuya descripción estaría en la parte dañada del comienzo de la inscripción de la estela. 
Sin embargo, ningún dato nos permite apoyar esta afirmación. Lo que sí es cierto es la existencia de la palabra "Hatnub", las canteras de alabastro, que Björkman elude. No hay, por tanto, relación alguna entre el comienzo de la estela y una puerta monumental de Amenhotep I, puesto que los batientes de cobre de Ineni están asociados a una construcción de alabastro de Hatnub, mientras que el dintel nos informa de utilización de caliza. 
En las jambas de las puertas de la Capilla de alabastro de Amenhotep I hay inscrito un texto de dedicación que dice: 
"El Horus, el toro que conquista las Dos Tierras. Las Dos Damas [...]  Horus de Oro, el que perdura en años. El Rey del Alto y Bajo Egipto, el Señor de las Dos Tierras, el Señor de la Acción, Djeserkarra. Él lo ha hecho como su monumento para el padre Amón, Señor de los Tronos de las Dos Tierras, se hizo  para él la capilla 'Permanente es el monumento de Amón', de alabastro de Hatnub, (con) batientes de puerta en cobre de Asia de una sola lámina de metal, (con) sus imágenes de electrum. Nunca se había hecho algo así en esta tierra desde los primeros tiempos de la tierra. En la primera ocasión del Festival Sed. Que él actúe para que se le de vida eterna. 

La Tumba de Ineni (TT 81)
La tumba de Ineni57, Supervisor de los Graneros de Amón, fue descubierta en el siglo XIX y desde entonces y hasta hace unos años, ha estado prácticamente abandonada. En 1991 se terminó su excavación y restauración, con lo que algunas de sus pinturas se han recuperado, otras apenas las vislumbramos y muchas, desgraciadamente, se han perdido, de ellas sólo nos quedan dibujos, algunos magníficos como los que hizo Nina Davies.

La Necrópolis de Qurna a comienzos de la Dinastía XVIII.
La TT 81 está en Qurna que, junto con Dra abu el-Nagga, es la necrópolis donde se excavaron los primeros hipogeos del Reino Nuevo en Tebas. Ocupa lo que puede considerarse un lugar privilegiado donde fueron enterrados los altos dignatarios en los inicios de la Dinastía XVIII. Durante los reinados de Ahmose y Amenhotep I los nobles parecen tener preferencia por construir sus tumbas en Dra abu el-Nagga, necrópolis donde se sepultaron Amenhotep I y su madre la reina Ahmose Nefertary.

La Tumba.

A. PLANTA, ESTILO Y PROGRAMA ICONOGRÁFICO.
Ineni terminó una tumba inacabada de la Dinastía XI de grandes dimensiones. Constaba de una sala transversal con seis pilares y otra longitudinal que termina en un nicho con tres grandes estatuas adosadas al muro. Hoy este hipogeo no tiene la apariencia originaria, pues una tapia que se edificó en el siglo XIX une los pilares entre sí, creando una estrecha sala longitudinal. En el interior de este nuevo muro y de forma alternada se conservan las escenas pintadas en las caras de los pilares. 
Su decoración es exclusivamente pictórica, frente a la realizada en relieve de algunos de sus contemporáneos, Djehuty (TT 11), Benia (TT 345) o Senenmut (TT 353), ninguno de los cuales se encuentra en Qurna Norte.
La técnica más usada en la decoración de las tumbas tebanas es la pintura, el temple, en gran medida debido a la mala calidad de la piedra, aunque también influyó en esta preferencia el alto coste del relieve.
El estilo pictórico de la tumba de Ineni es muy arcaico, característica que puede ser fácilmente apreciada en el rígido movimiento de los personajes, igual al que distingue las pinturas de las tumbas del Reino Medio, especialmente la de Antefoker (TT 60)61, visir de Senuseret I, también en la colina de Qurna y cercana a la TT 81. Pero hay una importante diferencia entre estas dos tumbas, pues en la de Antefoker los colores son fríos y planos, mientras que en las representaciones de Ineni el color es más rico y claro, destacando el predominio de los rosas sobre un bello fondo azul-gris. Uno de los avances de la pintura en el Reino Nuevo está en el empleo de las transparencias, logradas mediante un cambio en la tonalidad del color de la porción de piel que cubre el tejido y que puede ser rojo o amarillo, según sea un cuerpo masculino o femenino. En la tumba de Ineni se utiliza esta técnica en algunas de sus figuras, muy especialmente en la del dueño de la tumba.
Las tumbas tebanas no siguen un programa iconográfico rígido, sino que se producen variaciones. La TT 81, aunque tiene una planta tradicional en T invertida, presenta la peculiaridad de los pilares, al igual que la de Amenemhab llamado Mahu (TT 85)62, cuya tumba, del reinado de Thutmose III, es una de las mayores de la necrópolis tebana. También tienen pilares los hipogeos del reinado de Amenhotep II de Suemniut (TT 92)63, Kenamon (TT 93)64 y Sennefer (TT 96)65 y la de Neferhotep (TT 49)66 del gobierno de Ay.
La sala transversal está dedicada a las actividades profesionales y a la familia de Ineni. En el lado Oeste del muro Norte se desarrollan las escenas en las que el dueño de la tumba muestra sus actividades como funcionario, especialmente las relacionadas con su cargo de Supervisor del Granero de Amón. Entre ellas se encuentra la recepción de tributos y prisioneros extranjeros. Ineni aparece de gran tamaño y junto a él los nubios, muy pequeños, empujados por un egipcio que lleva un hacha y un bastón. Son, efectivamente, prisioneros y no tributarios, así lo indican el texto y la actitud del personaje que los conduce. Las mujeres nubias que llevan a sus niños cargados en cestos a la espalda, van vestidas solamente con una falda larga de bello color rosa que contrasta vivamente con el negro de la piel. En otra escena muy deteriorada, Ineni muestra las funciones de su cargo de supervisor del tesoro de Amón con los servidores del templo pesando las piezas que constituyen las riquezas de Karnak.
En el lado Este se encuentran las escenas tradicionales en la mayoría de las tumbas de los altos dignatarios de la Dinastía XVIII, en este caso se trata de la inspección del ganado de todo tipo y de la vendimia, pero también de una representación simbólica utilizada desde el Reino Antiguo: el dueño de la tumba cazando y pescando en las marismas. Ineni se dedica a la pesca de peces y a la caza del hipopótamo. Al igual que en las otras tumbas de comienzos de la Dinastía XVIII, esta escena se sitúa en la sala transversal, allí donde se representan los episodios de la vida del difunto.
Sin embargo, esta escena, a partir del reinado de Amenhotep II, se empieza a situar en la cámara interna, el espacio reservado para los ritos fúnebres y el Más Allá. Tanto si está en la sala transversal como si está en la interior, esta representación se relaciona con las creencias egipcias en el Más Allá plasmadas a través de imágenes de las actividades habituales de la población trabajadora o de la nobleza. La caza del hipopótamo en concreto, como ha demostrado Säve Söderberg67, es un rito en el que simbólicamente se mata al dios Seth, el mal, representado por el hipopótamo.
Sala transversal de la TT 81. Ineni supervisa las actividades del
Granero de Amón.

Las caras de los pilares tienen una decoración muy interesante. En el primero se encuentra la escena de la caza en el desierto. En los registros inferiores se aprecia como el artista sigue modelos del Reino Medio y aún no se enfrenta a los problemas de la representación del movimiento. Los animales no se vuelven, sino que se encaran, mirándose de frente, tal y como sucede en una pugna entre un perro y una hiena. El perro no levanta las patas dejándolas libremente en el aire, sino que las apoya sobre un montículo. Los ayudantes de caza de Ineni y él mismo, son tan rígidos que más parecen seguir un ritual religioso que practicar un deporte.
En el segundo de los seis pilares Ineni hizo representar su casa y los jardines que la rodeaban. Esta escena está hoy muy difuminada, pero aún se puede apreciar su calidad. Fue dibujada por Boussac en 1896, lo que nos permite tener una imagen completa. La casa era de dos plantas, tenía graneros y jardín y todo ello se rodeaba de una valla.
El hermoso jardín tenía gran cantidad de árboles y un estanque con lotos. Dado que sólo se podía pintar una selección de esos árboles, Ineni se aseguró que constara su existencia mediante una lista exhaustiva que puso junto a la representación68.
En el quinto pilar se desarrolla una escena tradicional en las tumbas tebanas de la Dinastía XVIII: los trabajos agrícolas. De los cuatro registros que se conservan, los dos superiores están muy deteriorados. La rigidez de la caza de nuevo se aprecia en la zona inferior donde los campesinos que están recolectando se inclinan formando todos el mismo ángulo.
Las tumbas de Amenemhab e Ineni tienen aquí otro punto en común, la representación de su jardín que, en la TT 85, se desarrolla en dos escenas situadas en la cámara axial en las que la pareja contempla los árboles y el estanque y recibe los productos de su huerta.
En la cámara interior del hipogeo de Ineni se encuentran las escenas de ritos funerarios. También aquí, como en otras tumbas en Tebas y El Kab, aparecen el tekenu y los bailarines muu. Según Hornung69, el tekenu era un recipiente de piel donde se ponían todos aquellos elementos del cuerpo que no podían momificar pero que consideraban debían incluirse en el rito del enterramiento. De todas formas, es un hecho que no parece estar muy claro, porque en ésta y en otras tumbas no es un envoltorio, sino un ser humano arrodillado o en posición fetal, unas veces desnudo, y otras cubierto con una piel. Los bailarines muu eran unos sacerdotes funerarios que actuaban varias veces a lo largo de la ceremonia fúnebre y que parecen tener como misión dar la bienvenida al difunto. Se sitúan a la entrada de una construcción de apariencia ligera cubriéndose la cabeza con unos tocados muy altos que parecen hechos de papiro. Ante ellos, un jardín y un estanque los separan de una figura de Anubis. Reeder70 entiende que esta construcción y su entorno constituyen la morada donde esperan al difunto para su viaje al paraíso en el que los dioses residen y Osiris reina.




LA PRIMERA ESTELA.
En la pared Sur del pórtico se halla lo que queda de la estela autobiográfica, realizada en letras azules sobre fondo blanco, que ya en 1905 estaba prácticamente destruida. Afortunadamente, Boussac y Bouriant copiaron el texto tal y como estaba a finales del siglo XIX.
Las pinturas de la tumba y la estela de Ineni se complementan para relatar sus ocupaciones como funcionario. En la estela no reseña cuales eran sus tareas en el templo de Amón, pero sí lo hace en la decoración de su tumba, en la que aparece supervisando el pesaje del tesoro. Por el contrario, en las representaciones del hipogeo no encontramos ni una sola imagen de sus construcciones en el templo de Karnak o de la tumba real, construcciones a las que hace amplia referencia en la estela. Amenemhab (TT 85) también, como Ineni, cuenta los aspectos interesantes de su vida en una estela autobiográfica. En ella explica Amenemhab su intervención en las campañas asiáticas de Thutmose III. En Siria participó en una cacería de elefantes en la que él mató valientemente a uno de ellos. Sin embargo, en la decoración del hipogeo no hay referencia alguna a estos importantes hechos de su vida, pero sí hay una famosa escena en la que Amenemhab se enfrenta a una hiena.
Estela de Ineni dibujada por Boussac y Bouriant en 1905.

La estela era una parte importante de la tumba. En ella se hacía una semblanza de los logros y virtudes del difunto en primera persona, es decir, nos encontramos ante textos autobiográficos. No sólo se narran las realizaciones del difunto, también son un retrato moral, una afirmación de la conducta recta como hombre y como funcionario del dueño de la tumba.

Las Construcciones de Ineni
La estela de Ineni es una valiosa fuente de información sobre las más importantes construcciones llevadas a cabo a comienzos de la Dinastía XVIII, durante los reinados de Amenhotep I y de su sucesor Thutmose I, los dos monarcas para los que Ineni trabajó. Él dirigió las obras en el Gran Templo de Amón en Karnak, elevando en su interior edificios de diferentes características como la capilla de alabastro para el Jubileo de Amenhotep I o la primera sala hipóstila con sus pilonos y obeliscos bajo Thutmose I. Pero también fue el encargado de las edificaciones funerarias de este último, el templo mortuorio y la tumba, la primera en el lugar que hoy se conoce como Valle de los Reyes.

La Capilla de alabastro de Amenhotep I.
La bella Capilla de alabastro de Amenhotep I, reconstruida por Chevrier, se encuentra en la actualidad en el Museo al Aire Libre de Karnak.
Es un edificio de reducidas dimensiones, erigido con motivo del Festival Sed de dicho monarca y que sirvió de reposadero de la barca de Amón en las ceremonias procesionales. Pillet la encontró desmantelada dentro del Tercer Pilono de Amenhotep III, cuando trabajaba en Karnak entre 1922 y 1927.
Una delicada decoración incisa cubre sus paredes tanto interiores como exteriores. En el lado norte interior, se encuentra la representación más antigua de la barca procesional de Amón. En la pared sur exterior,
Thutmose I lleva a cabo una carrera ritual.71 Como todas las capillas reposadero, tiene dos accesos, cuyas jambas se cubren con una inscripción dedicatoria, que se repite en las cuatro.
En la Capilla Roja de Hatshepsut se sitúa la primera evidencia de la existencia de la Capilla de alabastro en época de la reina. En los bloques 102 sur y 128 norte, Hatshepsut corre con el buey Apis ante un recinto en cuyo interior reposa sobre un pedestal la barca de Amón. En ambos bloques se lee la siguiente inscripción:
Htp m sH nTr n Ss imn mn mnw
"Descansando en la capilla de alabastro 'Permanente es el monumento de Amón'."

Lacau y Chevrier72 afirman que esta capilla no puede ser obra de la reina, pues tenía por costumbre anteponer su nombre de coronación al de sus construcciones. Así, la referencia de la Capilla Roja está relacionada con la pequeña construcción de alabastro de Amenhotep I, en cuyas jambas se la llama imn mn mnw, el mismo nombre que figura en la Capilla de Hatshepsut.

Lacau, Chevrier y Björkman aceptan la opinión de Otto74 cuando sugiere que esta capilla estaría situada en el eje Norte-Sur, en el lugar donde Thutmose III construyó el actual Séptimo Pilono. Fue seguramente este monarca quien la trasladó o desmanteló, sustituyéndola por otra suya llamada:
Mn- xpr- ra mn mnw
"Permanente es el monumento de Menjeperra".

Con este nombre dado a la nueva capilla, Thutmose III repite casi idénticamente el de la de alabastro de su predecesor.
Como ya Borla ha destacado, la estela de Ineni proporciona algunas claves que pueden relacionar a su protagonista con esta construcción de Amenhotep I.
Las semejanzas con la inscripción de la Capilla de alabastro y el comienzo de la estela sirven de base para esta atribución.

La vida profesional de Ineni se inicia en el reinado de este monarca y en su estela, ya desde que Boussac la copiase, faltan unos 7 u 8 [//////] ¡wt-nbw saHaw aAw.f m Hmt qmA m stAt wa(t)tiwt irw m Damw [.......] "Hatnub, cuyos batientes de las puertas se levantaron en cobre fabricado en una única lámina con sus imágenes en electro."

La primera palabra está al inicio del primer renglón legible y es ‘Hatnub’, lugar de una cantera de alabastro en el nomo de Hare en el Egipto Medio, a unos 20 Km. de Amarna. Sin embargo, Hatnub no se refiere necesariamente al lugar concreto donde se obtenía el alabastro, más bien parece designar la calidad de la piedra utilizada.
A continuación del nombre de la cantera o del tipo de piedra, se mencionan unas puertas. En egipcio se utilizaban varias palabras para referirse al término genérico de "puerta." En este caso, Ineni emplea aA, que, según Spencer, se aplicaba a los batientes de las puertas tanto de las monumentales como de las de menor tamaño. Se hacían generalmente de cobre, bien cubriendo con láminas de metal una superficie de madera si eran grandes, bien realizándolas completas de cobre si eran pequeñas. En cualquiera de los dos casos, las definían como de metal. Para las grandes puertas monumentales, incluidas las de los pilonos, así como para otras de menores dimensiones, se utilizaba el término sbA. En la Dinastía XVIII este vocablo parece referirse exclusivamente al marco de la puerta, generalmente hecho de piedra.
La palabra aA en la estela está en plural y va seguida del sufijo posesivo de 3ª persona, masculino, singular, aAw.f, y que se refiere a un sustantivo anterior, hoy desgraciadamente perdido. Puede deducirse, por tanto, que esas puertas que Ineni erigió, pertenecían a una construcción que, muy probablemente, era de alabastro de Hatnub.
Björkman79 afirma que la puerta que se menciona en esta parte de la estela de Ineni, es una monumental de Amenhotep I que estaba en el eje sur del templo, y de la que Pillet en 1903 encontró un dintel en la cachette de Karnak, en el patio del actual séptimo pilono, expuesto hoy en el Museo al Aire Libre del templo.
El dintel en cuestión tiene inscripciones en ambos lados. En uno de ellos se dice:
....... "Para quien (Amón) se erigió una gran puerta de 20 codos a la entrada del templo de hermosa piedra blanca de Anu." (Urk. IV, 43, 4-5).
En el otro lado el texto es:
......"cuyo templo embelleció con una puerta al Sur "La que se eleva felizmente", de hermosa piedra blanca de Anu [.....] Amón en Ipet-Sut (Karnak)." (Urk. IV, 43, 12).

Evidentemente, los textos del dintel se refieren a una puerta de piedra caliza de 20 codos que estaba situada al Sur delante de un templo, elIpet-Sut, pero que no está relacionada con un edificio concreto.
Björkman cree que los batientes (aAw) que hizo Ineni en época de Amenhotep I eran de esta puerta (sbA), que debía estar en el extremo sur del templo y cuya descripción estaría en la parte dañada del comienzo de la inscripción de la estela.
Sin embargo, ningún dato permite apoyar esta afirmación. La existencia de la palabra "Hatnub", las canteras de alabastro, que Björkmanelude, habla de una construcción de este material, lo que supone que no existe relación alguna entre el comienzo de la estela de Ineni y una puerta monumental de Amenhotep I, ya que los batientes de cobre que sugiere se relacionan con una construcción de alabastro de Hatnub, mientras que el dintel sólo informa de la utilización de caliza.
El texto de dedicación inscrito en las jambas de las puertas de la Capilla de alabastro de Amenhotep I es el siguiente:
"El Horus, el toro que conquista las Dos Tierras. Las Dos Damas [......], Horus de Oro, de perdurables años. El Rey del Alto y Bajo Egipto, el Señor de las Dos Tierras, el Señor de la Acción, Djeserkara. Es como un monumento de su parte que ha hecho para el padre Amón, Señor de los Tronos de las Dos Tierras, para quien se hizo82 la Capilla "Permanente es el monumento de Amón", de alabastro de Hatnub, cuyos batientes se erigieron en cobre de Asia83 de una sola lámina de metal, (con) sus imágenes de electro. Nunca se había hecho algo así en esta tierra desde los primeros tiempos de la tierra. En la primera ocasión del Festival Sed84." "Que él actúe para que se le dé vida eterna".


Bibliografía
ALDRED, C. Akhenaton, Faraón de Egipto, Madrid, 1989
ALDRED, C., EDWARDS, I.E.S., HAYES, W.C., JAMES, T.G.H.,
KEMP, B. Cambridge Ancient History. Vol. II. Cambridge, 1977.
ARNOLD, D. Building in Egypt. Pharaonic stone masonry. Nueva York, 1991.
ASAE Annales du Service des Antiquités de L´Égipte, El Cairo.
AUFRERE, J., GOLVIN, J.C., GOYON, J.C. L’Egypte restitue. Sites et temples de Haute Egypte. París, 1991.
BADAWY, A. “Politique et Architecture dans l'Égypte Pharaonique." CdE XXXIII, Nº 66 1958), 171-181.
BADAWY, A. A history of Egyptian Architecture, 3. The Empire. Berckley, 1968.
BARGUET, P. “La structure du temple Ipet-sout d'Amon à Karnak du Moyen Empire à Aménophis II." BIFAO 52 1953, 145-155.
BARGUET, P. Le temple d’Amon Re á Karnak. Essai d’exégése. Cairo, 1962.
BAUM, N. Arbres et arbustes de l'Égypte ancienne. La liste de la tombe thébaine d'Ineni (no. 81). Lovaina, 1988.
BIFAO Bulletin de Institut Francais d´Archéologie orientale, El Cairo
BISSING, Fr. W. "Baumeister und Bauten aus dem Beginn des Neuen Reichs" en Studi Rosellini. Pisa, 1949-1955.
BJÖRMAN, G. Kings at Karnak. Upsala, 1971.
BORLA, M. “Alcuni aspetti dell'autobiografia di Ineni." SEAP 14, 1995, 13-31.
BOURIANT, U. “Une stèle du tombeau d'Anna." Rec.Trav 12, 1892, 105-107.
BOUSSAC, H. Tombeaux thébains: le tombeau d'Anna (XVIIIe dynastie). Paris, 1896.
BREASTED, J.H. Ancient records of Egypt. Nueva York, 1962.
BRESCIANI, E. El extranjero. El Hombre Egipcio. Madrid, 1991
BRYAN, B. “In women good and bad fortune are on earth”. En Mistress of the House, Mistress of Heaven. Cincinnati, 1996
BRYAN, B. The reign of Thutmose I. Baltimore, 1991
BUDGE, W. E.A., An Egyptian Hieroglyphic dictionary, Vol l, N.York. Edi 1978
CARTER, H. “Report on the tomb of Zeser-ka-ra, Amenhetep l, discovered by the Earl of Carnavon in 1914. En JEA III, 147-154. Londres, 1916
CHEVRIER, H. “Rapport sur les travaux de Karnak (mars-mai 1926-1938/39)." ASAE 26; 27, 1927; 28, 1928; 29, 1929; 30, 1930; 31, 1931; 32, 1932; 33, 1933; 34, 1934; 35, 1935; 36, 1936; 37, 1937; 38, 1938; 39, 1939.
CHEVRIER, H. “Rapport sur les travaux de Karnak” 1947-1948, ASAE 49, 1949.
CHEVRIER, H. “Technique de la construction dans l’Ancienne Egypte. II: Problems posés par les obelisques." Revue d’Egyptologie, 22, 1970, 15-39.
DAVIES, N. de G. The tomb of Antefoker, vizier of Sesostris I., and of his wife, Senet (No. 60). Londres, 1920.
DAVIES, N. de G. The tomb of Puymre at Thebes. Nueva York, 1922.
DAVIES, N. de G. The tomb of Rej-mi-Re at Thebes. Nueva York, 1943.
DAVIES, N. de G. The tombs of Menheperraseneb, Amenmose and another. Londres, 1933.
DAVIES, N. Scenes from some Theban Tombs (Nos. 38, 66, 162, with excerpts from 81. Oxford, 1963.
DESROCHES NOBLECOURT, CH. La femme au temps des Pharaons. Paris, 1988
DODSON, A. “Crown Prince Djhutmose and the Royal Sons of the Eighteenth Dyanasty”. JEA 76, 87-96, Londres 1990
DODSON, A. “The tombs of the Kings in the early 18th Dinasty at Thebes." ZÄS 115, 1988, 110-123.
DORMAN, P.F. The monuments of Senenmut. Londres, 1988 DOXLEY, D. M. Egyptian non-royal epithets in the Middle Kingdom, Leiden-Bostón 1998
DRIOTON, E y VANDIER, J. L´Egypte, sexta edición Paris, 1984
DZIOBEK, E “The Architectal development of Theban tombs in the early Eighteenth Dynasty”. En Problems and Priorities in Egytpianh archeology. Londres y N York, 1987
DZIOBEK, E Das Grab des Ineni. Berlín, 1992
DZIOBEK, E. “The Architectural Development of Theban Tombs in the Early Eighteenth Dynasty” en Assmann, Burkard y Davies ed. Problems and Priorities in Egyptian Archaeology. Londres y Nueva York, 1987, 69-79.
El.BIALY “Une tombe de la XVIII em Dynasty découverte à Gournet Mourai” En DdA 149-150, 96-98. Dijon, 1990
ENGELBACH, R. The problems of obelisks. Nueva York, 1923.
EPIGRAPHIC SURVEY, The tomb of Kheruef. Chicago, 1980
ERMAN, A The ancient Egyptians N. York, 1966
ERMAN, A., GRAPOW, H. Wörterbuch der Ägyptische sprache. Leipzig, 1926-1931.
EYRE, C. “Work and the organization of work in the New Kingdom” en Marvin Powell ed. Labour in the Ancient Near East. New Haven, 1987, 167-221.
FAULKNER The Ancient Egyptian Pyramid Texts. Oxford, 1969
FAULKNER, R. A concise dictionary of Middle Egyptian. Oxford, 1962.
G.M. Göttinger Miszellen, Göttingen
GARDINER, A.H. Egyptian Grammar, 3.Ed. Oxford, 1988
GARDINER, A.H., PEET, T.E. y CERNY, J The Inscriptions of Sinai EES. 2 partes Londres, 1952-55
GITTON, M. "Le palais de Karnak." BIFAO 74,1974, 63-73.
GITTON, M. “Variation sur le thème des titulatures de reine” BIFAO, 78, 389-403. El Cairo 1978
GITTON, M. « Les divines épouses de la 18tm dynastie” en Centre des recherches d´histoire ancienne, Université de Besancon, 61. Paris 1984
GOEDICKE, H. "Inana as Inventor." VA 2, 1986, 35-41.
GOLVIN, J.C. Les batisseurs de Karnak. París, 1987.
GOLVIN, J.C., TRAUNECKER, C. Karnak d’Egypte. Domaine du divin. París, 1973.
GRIMAL, N. History of Ancient Egypt. Oxford y Cambridge (Massachuset), 1994
HABACHI, L “Two graffiti at Sehel from the Reign of the Queen Hatshepsut” en, JNES 16, 101. Chicago, 1957
HABACHI, L. The obelisks of Egypt. Cairo, 1988.
HAYES, W. C. The Scepter of Egypt. A Background for the Study of the Egyptian Antiquities in The Metropolitan Museum of Art. Part II: The Hyksos Period and the New Kingdom. Cambridge, Massachusetts, 1959.
HAYES, W.C. “Internal Affairs from Tuthmosis l to the death of Amenophis lll”, en C.A.H. Cambridge, 1978
HAYES, W.C. The royal sarcophaghy of the 18th. Dinasty. Princeton, 1937.
HELCK, H.W Untersuchungen zu den Beamtentiteln des ägyptischen Alten Reiches 1954
HELCK, H.W. Der Einfluss der militärführer in der 18 ägyptischen Dynastie. Leipzig, 1939
HINTZE F. y REINEKE, W. Felsinschriften aus dem Sudanesischen Nubien, Berlín 1989
HORNUNG, E. Idea into Image. N. York, 1992.
HORNUNG, E. The Valley of the Kings. Horizon of eternity. Nueva York, 1990.
JAOS Journal of the American Oriental Society, New Haven JEA Journal of the American Oriental Society, New Haven
JOHNSON, G. “No one seeing, no one hearing." KMT, Winter 92-93.
KEES, H. Ancient Egypt. A cultural topography. Chicago, 1977.
KEMP, B. El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona, 1992.
KITCHEN, K.A. “The Twentieth Dynasty Revisited” En JEA 68, 116-125. Londres, 1982
KMT Modern Journal of Ancient Egypt, San Francisco
LACAU, P. Stèles du Nouvel Empire. El Cairo 1909
LACAU, P., CHEVRIER, H. Une chapelle d’Hatshepsut a Karnak.
PINO, C. “La Estela de Ineni y la Capilla de alabastro de Amenhotep
I”. En L. Cunchillos, J. M. Galán, J. A. Zamora, S. Villanueva de Azcona (eds.), Actas del Congreso "El Mediterráneo en la Antigüedad: Oriente y Occidente", Sapanu. Publicaciones en Internet II, 1998.
PINO, C. Arte y eternidad. La decoración de las tumbas privadas en el Reino Nuevo. Barcelona, 2001.


[1]   Abreviatura de “Tumba Tebana”.
[2]  Concluyendo las campañas llevadas a cabo por su antecesor en el trono Kamose, que aparecen relatadas en la tablilla Carnarvon 1 (Cairo JE43216 - descubierta en 1908 en un lugar cercano al emplazamiento del templo delos millones de años de la reina Hatshpesut en Deir el-Bahari y publicada por Carter en 1912) y en los restos de dos estelas: la primera localizada por Chevrier en las cercanías el pilono III del gran templo de Amón en Karnak, y la segunda, descubierta por Habachi en una zona a la entrada de la sala hipóstila del mismo templo).3 El rey Thutmose I, emplea con más frecuencia el apelativo de “buen dios” (nfr nTr) que los de “Señor de las dos tierras” o “Rey del Alto y Bajo Egipto” (Hayes, 1990, 77).
[3]  Este pasaje tan claro para unos, es punto de discusión para otros. La llegada al Éufrates, aparece en la estela de Tombos, es decir en Nubia, algo extraño a primera vista.  Breasted dio por hecho al traducirla que se trataba del Éufrates por la frase mw pf qdw = esa agua que da la vuelta. La discusión planteada relaciona mw qdw con el cambio de dirección del Nilo en Nubia, el cual, pasando Kurgus hace una horquilla y, por unos 300 km., la corriente va en dirección sur, cambiando de nuevo hacia el norte al entrar en la región de Dongola. Para mayor confirmación de esta tesis, parece que en otros textos ramésidas se nombra una región mw qd en Nubia: “los nómadas de mw qdamenazan las minas de Akkita y en un ostracón que enumera lugares nubios, figura mw qd como uno de ellos (Vandersleyen 1995, 258). Sin embargo, esta hipótesis no esclarece satisfactoriamente varios factores:
a) el hecho de que Thutmose III elevara una estela en el Éufrates en el mismo lugar de su abuelo (Urk IV, 697,5).
b) el relato de Amenemheb, quien acompañó al rey en sus campañas (Urk IV, 890-895), y nombra Karkemish, ciudad cercana al Éufrates.
c) la mención de Karkemish encontrada en las listas topográficas de Thutmose III (Urk IV, 792, n.270).  Estos tres textos desbaratan bastante la idea de acortar las correrías egipcias en Asia. Para ello, los defensores han planeado nuevos y complicados itinerarios geográficos. En este debate participaron Hofmann, Thausing, Störk, Goedicke, Posener, Nibi y Goörg (en GM) y Redford (en JSSEA, 10). Tomado de Vandersleyen 1995, 258.

[4]   El nombre de Hatshepsut “Maatkara” esta tachado pero legible.
[5]   Puede haber otra lectura, que la capilla fue terminada por Thutmose I, después de la muerte de su predecesor. 

[6]  La mención de Neseret, que es la cobra real, puede significar la fiesta de su aparición como rey, es decir día de la coronación.
[7]   Existen varias copias de esta carta dirigida a Tury, Gobernador de los Países del Sur. Una de ellas se encontraba en Uadi Halfa y está en el M. de El Cairo (34006); otra en Quban cuyos fragmentos se hallan en Berlín (13725) y seguramente habría una tercera en Elefantina.

[8]   Entre el año 2 y el año 7 de reinado, Hatshepsut transfiere el título de “esposa del dios” a su hija Neferura.
[9]  En una sepultura descubierta en 1989 en Gurney Murai, cercana a la tumba del Virrey de Kush Merymose (TT 380) pudiera estar representado un sacerdote del culto mortuorio de un hijo de Thutmose II llamado Seneb. Aunque el nombre del rey Aajeperenra (aA-Hpr-n-Ra) parece claro, no está encerrado en cartucho (El-Bialy 1990, 96-98). Por esto no es unánime esta opinión y  Bryan (1991, 72) afirma que sólo se conoce un hijo de Thutmose II, Thutmose
III.
[10]   En el MMA pueden verse unos sellos de Neferura con el título de Esposa del Dios, pero nunca con el de Esposa del Rey (Hayes 1990, 87).
[11]   Es posible que alguno de los monumentos de Neferura fueran usurpados por las esposas de Thutmose III, por lo que los títulos no se pueden aplicar con absoluta precisión: Cairo 34013; PM II, 198 y Cairo CG 34015.
[12]   La palabra “hermana” de este texto ha sembrado la discordia entre egiptólogos.  Parece claro que Hatshepsut era madrastra y tía de Thutmose lll, pero no hermana.  De todas maneras “hermana” es un término muy genérico en la lengua egipcia y puede significar “esposa” pero también “amada” o “amiga”.  En este contexto, de haber sido Hatshepsut esposa de Thutmose III, Ineni la hubiera dado el título respetuoso de “Gran Esposa Real” y no el más familiar de “hermana”.
[13]   Muchos egiptólogos piensan que Thutmose III borró el nombre de Hatshepsut por odio contenido durante los años de reinado de la reina en los que él estuvo relegado.  Desroches Noblecourt (1988,160) da una serie de argumentos para demostrar que tal odio no existió y traslada el acto vandálico a tiempos de Ramsés II, faraón que quiso hacer desaparecer a los faraones atípicos de la dinastía XVIII: Hatshepsut y Ajenatón. Otros piensan que la eliminación de la reina se llevó a cabo al final del reinado de Thutmose III, en el momento en el que Amenhotep II reinó como corregente con su padre (Bryan 1996, 34).
[14]   Desconocemos la fecha exacta de coronación de Hatshepsut.  Las dos hipótesis más verosímiles son el año 2 y el año 7. P.F. Dorman en “The Monuments of Senemut” (cap. II, pags. 18-45) expone de forma exhaustiva las evidencias en las se basan estas dos hipótesis y explica los argumentos de ambas teorías.
[15]   Las corregencias egipcias consisten en la voluntad de un rey viejo de asociar al tono a su joven heredero; en el caso de Hatshepsut pasa lo contrario, el rey coronado era el niño Thutmose III y la corregente sería su tia, mayor que él. El corregente inicia sus propios años de reinado en el momento de ser coronado como corregente; Hatshepsut adopta en sus inscripciones la cronología del reinado de Thutmose III. El rey sigue siendo la primera personalidad del reino y el corregente participa en las ceremonias oficiales en un segundo lugar;  Hatshepsut relega a Thutmose III al segundo plano y éste aparece detrás de la reina en múltiples relieves.
[16]   Helk (1939) cree que la carrera de Senenmut empezó como simple soldado, quizá participando en la campaña de Thutmose II en Nubia en el año 1 de su reinado (Dorman 1988, 8).
[17]   El Tekenu tiene forma de paquete y unos creen que es la placenta; Hornung piensa que son los restos salidos del cuerpo en la momificación, empaquetados en forma humana o redondeada; Moret opina que el tekenu es un maniquí envuelto en la piel del animal sacrificado como sustituto de un sacrificio humano de tiempos anteriores; por ultimo Reeder, cree que se trata del sacerdote Sem que, colocándose en postura fetal, sufría un trance mágico y en ese estado semi-dormido, reconocía al difunto en el mundo de los espíritus. Cuando se despertaba a la voz del sacerdote ami-as, el sacerdote sem había adquirido los poderes para efectuar la apertura de la boca. (Greg Reeder, 1994).

No hay comentarios:

Publicar un comentario