El templo de Horus en Edfú
El principal monumento en Edfu es el templo ptolemaico de Horus de
Behdet en las afueras de la ciudad. A pesar de que estaba cubierto de arena y
escombros de los asentamientos humanos, el templo
de Edfu fue visitado por muchos de los primeros viajeros. La arena ha
contribuido a preservar el edificio que apareció casi completamente intacto
cuando fue limpiado y excavado por Auguste
Mariette en el decenio de 1860.
Planta del Templo de Edfu al dios Horus.
Período ptolemaico.
Esquema del Templo ptolemaico de Edfu.
El
templo de Edfu fue construído durante el Período Ptolemaico, entre el 237-257 a
de C., aproximadamente. Las torres que forman el pilón o pilono de la entrada
del templo fueron construidas como si la una fuera el espejo de la otra, tanto
en su forma como en la disposición de las representaciones que en ambas se
encuentran esculpidas. La puerta de entrada del templo está flanqueada por dos
estatuas de Horus, y tras el pilón, se encuentran unos muros situados a cada
lado de la entrada, en donde aparecen escenas esculpidas de la "Fiesta del Hermoso Encuentro",
según la cual, Horus de Edfú se unía a Hathor de Déndera.
En la
actualidad el pavimento del peristilo se ha reconstruído conforme al original,
estando las columnas que lo rodean perfectamente emparejadas y dispuestas según
la forma de los capiteles. Las esquinas interiores de este patio tienen unas
puertas que conducen a un pasadizo, situado entre el interior del templo y el
muro que lo rodea. Ante la fachada de la sala hipóstila está la famosa estatua
de Horus en forma de halcón gigante portando la doble corona de Egipto.
Cronología
del templo de Edfu:
23 de
Agosto de 237 a C. Inicio de las obras por Ptolomeo III Evergetes. 212 a C.
Construcción estructura principal por Ptolomeo IV Filopator. 142 a C. Fin
decoración por Ptolomeo VIII Evérgetes II. 124 a C. Construcción de la segunda
sala hipóstila por Ptolomeo VIII Evergetes II. 57 a C. Fin obras con la colocación
de las puertas por Ptolomeo XII Neo Dionisio (le llamaron Auletes, el flautista
(padre de Cleopatra VII)
Simbolismo
mágico-ritual.
La
construcción comenzó el 23 de agosto de 237 a.C. bajo el mandato de Ptolomeo
III Evergetes; en 206 a. C la construcción se para por una revuelta de dos príncipes
de la zona de Tebas que se declararon independientes de los faraones lágidas[1];
finalmente el templo fue consagrado por Ptolomeo VII Neo Filopator.
Es el
templo mejor conservado de Egipto y el más importante después del de Karnak.
Mide 137 metros de longitud por 79 de ancho y 36 de altura, y representa la
típica construcción de los templos con el pilono, el patio, dos salas
hipóstilas, una cámara de ofrendas, la sala central y el santuario.
Es
característica la iluminación del templo, con habitaciones cada vez más
pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro santuario,
que recibe la iluminación sólo desde el eje. Entre las columnas y en el techo
existen pequeñas aberturas que permitían el paso de la luz a determinadas
habitaciones. Está orientado al sur, de forma inusual, posiblemente debido a la
propia naturaleza de la zona.
Con
la vista puesta ya en el gran Pilono, pasa desapercibida la construcción
externa, prácticamente en ruinas, que se corresponde con el Mammissi o Casa de Nacimiento Divino.
Mammissi en
idioma copto significa lugar de nacimiento, un término arquitectónico
ideado por Champollion en el siglo XIX para denominar a las Casas de Nacimiento
Divino (Per-Mes en antiguo egipcio): edificios singulares vinculados a los
templos egipcios. Los ejemplos más célebres se pueden aún visitar y se datan, la
mayoría, en las épocas ptolemaica y romana.
Este
pequeño templo está construido sobre un eje este-oeste. Por tanto es casi
ortogonal respecto al templo de Horus, el cual se encuentra orientado de
Norte-Sur (situación inusual a lo acostubrado en el resto de templo egipcios,
quizás debido a motivos de las características del terreno). En el Interior del
Mammisi hay relieves que representan el nacimiento divino de Horus.
Escenas de su generación, nacimiento, nutrición, el
reconocimiento, la entronización y la presentación se muestran en las paredes
interiores del santuario en relieve y, además, se describen en las
inscripciones.
En el Mammisi del templo de Edfu se reconstruyen los diferentes momentos
del nacimiento del dios Horus como si se tratara de un cómic moderno. Lo más
asombroso es que en una de las paredes podemos ver a los mismísimos “Reyes
Magos”, que en este caso son cuatro. Cada uno de ellos provenía de uno de los
cuatro puntos cardinales, es decir, de las tierras más lejanas de Egipto en
todas sus direcciones. Su misión era, al igual que sucede con los Reyes Magos
de las Sagradas Escrituras, adorar y traer cada uno un presente al recién
nacido. Sorprendentemente, estos regalos eran oro, incienso, mirra y un libro
de magia. Pero las similitudes no quedan ahí. En relación a esta leyenda sobre
el nacimiento de la divinidad en época faraónica, una de las maneras que tenían
los antiguos egipcios de celebrar esta tradición era regalando huevos. Hoy los llamaríamos
huevos de Pascua, la Pascua del nacimiento de Jesús. Los egipcios identificaban
la yema del huevo con el Sol y la vida que salía del interior de la cáscara. Al
regalar estos productos se conseguía que la vida siguiera su curso natural; es
decir, era una manera un tanto especulativa de adorar las mismas metas que
perseguía el dios Osiris, la vida y la resurrección.
El ciclo del nacimiento del dios-rey es el tema más
importante y también la característica de todos los Mammisis. Consta de
imágenes y textos jeroglíficos en el ciclo en el Mammisi de Edfu de puede ver en
los registros superiores de los muros norte y sur.
Según la leyenda de Isis su hijo Horus se escondió de la búsqueda de
Seth.
Los relieves de las puertas y pilares nos muestran grupos de texto
alabando el nacimiento del niño La delicada
cuestión del nacimiento, lo que podría traer riesgos para la madre y el niño es
una razón para que los textos mágicos y rituales especiales de protección fueran
inscritos ("protección de la casa", "protección de la carne del
faraón", "Ritual de las horas de la noche", "Pesar el niño")
están integrados en el corpus de texto y también aparecen varios dioses
protectores en un desfile de imágenes, como por ejemplo en el pórtico de los
arquitrabes y pilares.
La mayor
proporción entre las decoraciones que forman las 200 escenas rituales, se
pueden encontrar en forma de relieves de pared en todas las zonas. Los temas
van desde la aniquilación del enemigo y el apaciguamiento (a través de la
música, el vino o el elogio), el suministro de alimentos, ropa, amuletos y
coronas a través de ritos de purificación de acciones con fondos cósmicos que
se van a convocar, como las escenas de plantas de lotos, que se producen con
frecuencia en Mammisi.
El Panteón
de Mammisis
Los dioses más importantes del panteón egipcio se
representan en Mammisi de Edfu: Además de la tríada local (que consta de Horus,
Hathor) y la tríada de Tebas (Amón, Mut, Khonsu) no son particularmente los
dioses del círculo Osiris (Osiris, Isis, Neftis, Horus, Anubis), deidades del
Nilo y del campo. Dioses menos conocidos o grupos dioses también tienen su lugar, son
aquellos que están relacionados con la protección del lugar mítico. Rituales de destrucción
requieren la presencia de Apophis, en forma de serpiente. La aparición de dos tiempos de la
matanza del hipopótamo está relacionado con la teología de Edfú porque Seth, el
principal enemigo de Horus en Edfu, toma forma en el hipopótamo. La existencia de otros dioses se
debe principalmente a la función del edificio. Para reproducir dioses creadores (Khnum, Ptah, Re) y los
dioses primigenios y por último pero no menos importante tutelares deidades de
nacimiento (diosas Bes, Thoeris, Heket, Nechbet / Uto, Kau / Hemusut,
Mesechenet- y Renenutet, Siete Hathors Kuhgöttinnen).
En
la foto de arriba podemos observar la existencia de un curioso personaje
adornando la parte superior de las columnas del Mammisi. Se trata de Bes, un genio enano, barbudo y con
melena que enseña la lengua. Representa al matrimonio, al amor sexual y los
placeres libertinos, pero también se encuentra en multitud de amuletos mágicos
y en lugares en los que las mujeres y los niños necesitaban de su cuidado. Bes
alejaba los genios malignos que podían atacarlos durante el sueño, por esta
razón aparece en multitud de amuletos en forma de reposa-cabezas. Además, su
aspecto amenazador protegía de las picaduras venenosas de los reptiles e
insectos; para todas estas funciones utilizaba instrumentos musicales tales
como el arpa y el tambor.
El
pilono.
Las
dos torres del pilón o pilono se dividen en cuatro pisos con cámaras, unidas
por una escalera de 145 peldaños. Están decoradas con imágenes de Ptolomeo XII Neo Dioniso sacrificando
prisioneros ante Horus y Hathor,
precedidas de dos halcones realizados en granito negro.
Pilono
derecho: escena de la victoria del faraón sobre los enemigos. Dirige
alabanzas y entrega de ofrendas a los diversos dioses. Arriba izq: Harsontus hijo pequeño de Hathor, y su
padre Horus que forman la triada, a
la derecha arriba Ra con el disco
solar sobre la cabeza del halcón, Thot,
escriba de los dioses con cabeza de Ibis,
Maat, la diosa del orden cósmico y la justicia, con su pluma de avestruz.
Segundo conjunto abajo: Osiris, con
una corona alargada, en forma de mitra, su esposa Isis, que aporta una corona se suma a los cuernos y el disco solar,
la forma estilizada de trono, y detrás de ella su hermana Neftis.
Es
curioso los dos pilonos derecho e izquierdo, están grabados sus relieves a modo
de espejo. Pero uno simboliza pilono derecho el Alto Egipto y pilono izquierdo del Bajo Egipto.
Entramos ya al Patio, es
muy espacioso y contiene columnas a los lados. Los capiteles son de diferentes
formas, cosa habitual en las construcciones de esta época, entre sí pero
iguales a los simétricos respecto de la entrada.
El
muro sur del patio peristilado, en su grueso espesor se decoró con una especie
de danzarines que sostienen en sus manos cuchillos apuntados. Este era un
instrumento protector simbolizaba la defensa y aniquilación de las fuerzas
negativas. Con la exótica danza ritual, estos metafóricos luchadores que ayudaban
a mantener la victoria sobre las energías malignas.
Una
vez al año durante catorce días Horus
recibía y acogía a su esposa Hathor,
la señora de Dendera, era la procesión o fiesta del Bello encuentro. Esta
procesión llegaba por la puerta sudoeste del patio. Allí gracias a los bajos
relieves podemos atribuir el ambiente que se respiraba: música y danza no
faltaban.
También
el patio junto a la entrada desde el pilono, el zócalo inferior, encontramos
episodios de la procesión festiva y estatua de Horus con doble corona a la
entrada de la primera sala hipóstila.
El
ritual de esta fiesta, una de las más populares del gran valle, se pueden ver
en los relieves de los muros de Edfú y Dendera. Se trata de una fiesta agraria,
que con el retorno de la diosa se probaba la gran fertilidad de sus
tierras.
Cinco días antes del encuentro de
Hathor con su esposo, ésta era sacada del templo de Dendera subida en su embarcación
de gala y trasladada por todo el Nilo hasta Edfú, donde le esperaba Horus.
Tras los sacrificios rituales y la música la
pareja divina se trasladaba al santuario para pasar su primera noche en el
secreto del Mammisi del templo. Le sucedían trece días de fiestas en la que
ambos dioses eran venerados por sus gentes.
En el primer patio podemos observar en las paredes algunos
cartuchos reales vacíos. Eso es debido a que el período de construcción del
templo era de agitación política, y los usurpadores del poder mandaban tachar
los nombres de sus antecesores y poner el suyo. Por eso los artesanos
prefirieron dejar los cartuchos vacíos hasta terminar el templo.
Los dioses derraman sobre el Faraón,
el agua del Nilo, que simboliza a la vida y que está representada en forma de
múltiples pequeñas cruces egipcias Ank.
Delante de
la primera Sala Hipóstila, el dios Horus continúa montando guardia, tocado en
este caso con la doble corona del faraón
El pronaos o primera sala hipóstila
Sala
de la aparición: Nombre dado a este lugar por ser en la
Antigüedad el lugar donde los fieles podían ver surgir del templo la barca
procesional que cobijaba la imagen del dios. Es donde este punto donde el dios
surgía de la oscuridad.
Incluye
doce columnas dispuestas de forma simétrica respecto a la entrada y en grupos
de tres. La segunda fila de columnas es más gruesa que la primera.
A cada
lado están las dos salas: la de la derecha estaba destinada a la purificación
de los sacerdotes y la de la izquierda incluía una biblioteca. La bóveda
celeste tiene un lugar importante en el friso norte están representados los
decanos y los planetas.
A la
izquierda está situada la Casa de la
mañana o Purgatorium, era el lugar en el que el gran sacerdote se
purificaba. A la derecha se encontraba la biblioteca en que se guardaban los
textos para la realización de las ceremonias. Es admirable la luminosidad y la
gran elegancia, con hermosos capiteles decorados con motivos florales, es admirable
más de 2000 años y continúa siendo de gran belleza.
Aquí
se encuentra la construcción mítica del templo. El faraón y la Diosa Seshat, la
diosa de la sabia escritura.
Seshat delimitando el terreno (mirando
siempre a la osa mayor), el faraón excavando los cimientos, moldeando la
primera piedra junto a Horus, rellenando la base de los cimientos, aportando
los depósitos (piedras en las manos) de fundación, colaborando en la
construcción (un palo recto), el templo ya construido, acordonado para
purificarlo (dentro de un cartucho la fachada/ pilono, y ultimo ofreciéndoselo
a Horus. Cartucho encima templo.
La
sala hipóstila interior Tras el pronaos, se accede a la Segunda
Sala Hipóstila. Es la parte más antigua del templo. Compuesta también
de 12 grandes columnas decoradas con formas vegetales en su parte inferior, y
dispuestas en este caso por 4 grupos de 3 columnas paralelos y simétricos
respecto a la entrada.
Incluye cuatro
pequeñas salas:
Destinadas
a las ofrendas secas, las ofrendas líquidas, y al laboratorio. Esta última
contiene escenas sobre la preparación de productos a emplear en las ceremonias.
•El laboratorio. Aquí
se preparaban los ungüentos y perfumes que servían para ungir a la estatuilla
de la divinidad. Sus paredes recogen en jeroglífico fórmulas para realizar
estas esencias de intenso perfume, sus recipientes adecuados. Creían que a los
dioses y a los hombres las fragancias ayudaban a la purificación y a la
elevación del espíritu.
La cámara del Nilo. Aquí
se guardaba el agua sagrada tríada desde Heliópolis “ciudad del sol” Otro vaso
contenía el agua procedente del sur, llegada a Edfu desde Elefantina, como
celebración de la riqueza que proporciona a Egipto la inundación.
El vestíbulo del tesoro
-.-El tesoro. En él se debían de guardar los objetos más preciados: vasos de
electrum, incensarios de plata, emblemas de lapislázuli. Los relieves nos
informan de la riqueza que se protegía allí. Servían igual que las sacristías,
almacén de los objetos necesarios para el ritual. (Destinadas a las ofrendas
secas, las ofrendas líquidas, y al laboratorio).Esta última contiene escenas
sobre la preparación de productos a emplear en las ceremonias. Relieve procesión
de estandartes denominados “el sequito de Horus” el cetro Uas y el Anj con
brazos aportando los estandartes. Era una forma de indicar el poder del faraón
sobre los territorios y normalmente va encabezado por un supuesto cánido que es
divino Upuat o “el abrigador de caminos”.
En
diversos puntos del templo, sobre todo en las proximidades del santuario, hay
frisos repetitivos formados por una especie de cestillos sobre los que se
encuentra el anj, una curiosa cruz que le surgen unos brazos, que sostiene unos
cetros Uas: se trata de un grupo decorativo con el significado simbólico de “toda
vida y poder”.
Relieve
curioso: En la sala hipóstila interior vemos un relieve de la mitología
egipcia: representaba a Hathor como esposa de Horus. Al mismo tiempo Horus era
el faraón, por tanto la esposa del faraón era también Hathor. Son fusiones e
identificaciones, y se juega con esa idea. En ese bajorrelieve, el rey porta la
corona de Horus, ya que él es Horus, y toma de la mano a su esposa identificada
como Hathor. Todo ello además ante la presencia del propio dios Halcón.
Es
característica la iluminación del templo, con habitaciones cada vez más
pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro
santuario, que recibe la iluminación sólo desde el eje. Entre las columnas y en
el techo existen pequeñas aberturas que permitían el paso de la luz a
determinadas habitaciones.
La sala de ofrendas, escaleras, Uabet y
vestíbulo
Tras
la sala hipóstila se encuentra la cámara de las ofrendas era un reducido
espacio, cuyo programa iconoplástico se refiere a la monarquía egipcia. El tema
principal de los relieves es el llamado “Ritual de los ancestros”. Esta escena
también se repite en la Capilla Uabet y en la cámara al oeste que conduce a las
escaleras.
Escalera que conduce a la terraza:
procesión de dioses indica claramente la dirección ascendente. Derecha
subiendo. Curiosamente tema 1 bombilla? En sentido descendente hay
bajorrelieves que indican ese sentido descendente de la ceremonia en la que los
sacerdotes, a tamaño natural
Y
otra curiosidad más: si ampliamos esta foto de aquí arriba, en la esquina
inferior derecha aparecen unos jeroglíficos que han dado mucho que
hablar. Los más famosos son los de Dendera pero los hay en Edfú y quizás en
todos los templos. Son ni más ni menos que los dibujos de las famosas
"bombillas egipcias":
Realmente,
parecen bombillas con su casquillo, su cubierta de cristal y su filamento
interno. Invitan a pensar que los egipcios, pioneros en muchas cosas, también
descubrieron alguna forma de electricidad. Pero la explicación de estos
jeroglíficos es más sencilla: Se trata de los Harsumtus, la denominación griega
del dios egipcio "Hor-Sema-Tauy"
(Horus unificador de las Dos Tierras). El dios Horus puede adoptar diversas
formas en las representaciones, entre ellas, la de serpiente emergiendo de un
loto. Y estos lotos cerrados de los que nace Harsumtus, son las supuestas
bombillas.
La
capilla Uabet- o capilla Pura: destinada a permitir la unión de la
estatuilla de la divinidad con el astro solar, exponiéndola a su poder. En
ciertas ocasiones como el periodo de transición con el año nuevo, el dios debía
ocupar esa capilla Pura, en cuyo techo se representó el recorrido de la barca
solar durante las 12 horas del día.
De
esta forma recargaba su energía. Así hasta subirla a la terraza del templo y
exponiéndola a los rayos del astro benefactor. Finalmente, la imagen era
descendida por otra escalera para llegar a la Cella desde la Sala de ofrendas.
5-Cella y Naos: La
Cella- casa del dios- Capilla tipo Naos monolítico era la oculta e inaccesible.
Aquí la divinidad habitaba, aquí era despertada cada mañana, alimentada,
vestida y perfumada. Al atardecer, los sacerdotes se despedían de ella y
rogaban un plácido descanso. Se encuentra el sagrario tallado sobre un bloque
de piedra de sienita, del santuario puede haber contenido una capillita de
madera con la imagen cultica del dios, probablemente de unos 60 cm. de altura y
tallada a su vez en madera y recubierta de oro y piedras semipreciosas. Es el
objeto más antiguo del templo, de tiempos de Nectanebo II. En el dintel
interior se representó la imagen del halcón volviendo al templo en el
crepúsculo para pasar la noche en su interior. “el disco solar alado se acuesta
por la noche, cuando él alcanza el Nombre de Re”, mide 4 m. Sus paredes están
decoradas con relieves de representaciones más sagradas entre el rey y los
dioses.
Una era el ritual cotidiano de alimentación de las divinidades, Entrando a la
capilla del “Trono de Re”, a la derecha encontramos esta imagen de Hator abraza
a al rey Ptolomeo IV. Lleva a parte del disco solar y los cuernos, la peluca y
el tocado en forma de buitre tradicional que lucían las reinas. Confunde lo
humano con lo divino: en la mitología Hathor es la esposa de Horus, entonces si
el rey es Horus, Hathor es su esposa.
Se
encuentra en esta capilla de Ra una lista de las diversas formas de Horus y
otros dioses entre los que se encuentra algunos monos cinocéfalos. A estos
animales los antiguos siempre lo vincularon al sol, ya que en sus orígenes
matutinos fueron interpretados como una llamada al astro benefactor.
La
Capilla de la barca sagrada ritual, esta ricamente adornada en el mascaron de
la proa y popa con la imagen de Hathor, la amada esposa de Horus. Sorprende los
relieves en que Horus dirige el timón de la nave. La capilla de la barca se
halla justo detrás del sancta sanctorum,
en el centro axial del edificio. La barca fue reconstruida gracias a los
hallazgos de Auguste Mariette, que inicio las excavaciones del templo en 1859.
El santuario contiene 10 pequeñas salas con un nombre grabado en el exterior.
Estas son: las anteriormente citadas más:
1.
Cámara de las telas.
2.
Tumba.
3.
Dos salas de Sokar que constituían el templo de Osiris.
De ellas una tiene grabados del culto de Osiris muerto.
4.
La cuna que incluía el sistro de oro y la barca.
5.
Cámara de la pierna y sala adjunta dedicadas al
dios Jonsu.
6.
Cámaras de Ra
y de la triada Menhyt, Nekhbet y Neftis.
En
las salas sagradas del templo podemos admirar al dios Hapy hermafrodita que representa al Nilo en su versión femenina y
masculina del rio, como toda fuente de vida, portan en su cabeza emblemas y
estandartes de los nomos (provincias) del antiguo Egipto, en actitud de
donación de sus abundantes dones.
Una pequeña capilla lateral se puede observar en su dintel la forma de Horus Behedeti, aquí esculpido en la entrada a ella.
En el muro circundante o deambulatorio
vemos los mismos relieves de Hapy tantos Nilos, como nomos[2]
del alto y bajo Egipto. La repetición es explicable dado que al templo solo
accedían los sacerdotes, su simbolismo no repercutía al pueblo. Pero en el
deambulatorio donde en las grandes fiestas en general podían entrar el público,
y estas imágenes ejercían la influencia mediática y publicitaria. En el
interior las imágenes ejercían la función de auto reafirmación de quienes
creían en lo que presentaban y tenían un interés en divulgarlo.
·
Imágenes de coronación: aluden a la dualidad
norte, sur con sus diosas heráldicas, derecha el alto/ corona blanca e izquierda el bajo/corona roja, estuvo presente siempre en la administración
gubernamental faraónica.
·
Nilómetro:
calibrar las dimensiones de la crecida que anualmente anegaba la tierra de
Egipto y la regeneración al depositarse un fértil limo de color negruzco (Kemet)
la tierra negra.
·
También el relieve de especie de “bautismo” el faraón es purificado por Horus y Toth, con uas y anj. Es un baño de poder y vida, una libación
cargada de fuerza regenerativa.
·
La pared norte está dedicada a las donaciones que
se entregan al dios, a las fiestas de coronación y a la confirmación del poder
real.
·
La leyenda de la victoria / Fiesta de la Vitoria de Horus “el arponeador” epíteto con el que era
conocido el dios de Edfu.
Los
relieves Seth el malvado se representa en forma de hipopótamo. Su forma más
pequeña quiere representar que lo negativo aparezca siempre en desventaja.
Paseando por el pasillo
exterior o deambulatorio, podemos ver cómo, en los muros interiores
del templo, se describe el que quizás sea el capítulo más importante de la
mitología Egipcia: la Leyenda de Osiris
y la Batalla entre Horus y su tío Seth, que a grandes rasgos reproduzco a
modo de cuento a continuación:
“Esta leyenda arranca mucho antes del nacimiento de Horus. Se podría decir que su inicio se
gesta cuando de los Hijos del dios Ra,
el Aire y la Humedad (Shu y Tefnut), nacieron dos divinidades: Geb (el Dios de la Tierra) y Nut (la Diosa del cielo). Geb y Nut
cedieron el gobierno de Egipto a sus cuatro hijos, los Dioses Osiris y Seth, y las Diosas Isis
y Neftis. Era costumbre la unión
entre hermanos y hermanas para poder aspirar a una mejor línea de sucesión al
trono. Independientemente, no estaban mal vistas las relaciones amorosas fuera
de estos matrimonios de conveniencia, pero para presentar un heredero al trono
la primera regla era que el hijo nacido fuera de la esposa legítima, y si ésta
no podía concebir, el primer hijo nacido de cualquiera de las concubinas o
amantes. Pero un dato muy importante a tener en cuenta era que, si en cualquier
momento, aun habiendo nacido el primogénito heredero, nacía un hijo del rey con
su propia hermana, éste sustituía automáticamente al primero en la sucesión
legítima a la corona de Egipto.
En el reparto de territorios que Geb y Nut hicieron entre sus hijos,
el menos satisfecho fue Seth, por lo que comenzó a enemistarse con su hermano
Osiris, su gran rival en el trono de Egipto. De estos cuatro hermanos, sólo
Seth y Neftis eran hijos naturales de Geb, pues Nut concibió a Osiris con su
abuelo Ra, y a Isis con el Dios Thot. La sucesión al trono como se puede ver se
complicó aún más al contraer matrimonio Osiris con Isis y Seth con Neftis. Si
bien Seth era el primogénito y heredero legítimo de su padre Geb, Osiris
reclamó la corona porque su padre era el gran Ra, quien gobernó con
anterioridad a Geb, y no solo eso, de su unión con Isis nacería un futuro
heredero que bloquearía toda posibilidad a la descendencia de Seth, quien
empezó a urdir una venganza contra su hermano Osiris para arrebatarle el trono
de Egipto.
Coincidiendo con la visita de la Reina Aso de Etiopía, el Dios Seth
preparó una gran fiesta de bienvenida en su palacio, invitando al resto de los
dioses, incluido su odiado hermano Osiris. Para esta ocasión mandó preparar a
sus mejores artesanos un gran cofre recubierto de piedras preciosas de gran
valor con las medidas exactas en su interior de su hermano Osiris. Una vez
terminado el banquete y los agasajos de honor a la Reina Aso, hizo sacar el
espléndido cofre a la vista de todos los invitados, proponiendo un juego para
amenizar a todos los presentes. Como si del cuento de la Cenicienta se tratase,
prometió regalar el magnífico cofre a aquel que pudiera introducirse en él sin
ningún tipo de dificultad que impidiera su posterior cierre. Uno detrás de
otro, y alegres por la música y el buen vino, fueron intentándolo todos los
invitados sin resultado.
Cuando le llegó el turno a Osiris, rápidamente Seth ordenó cerrar la
tapa con clavos, procediendo a su sellado derramando plomo derretido por encima
del cofre. Seguidamente mandó arrojar el cofre al mar. Con este golpe de mano,
Seth se hizo con el Trono de Egipto, sin que los demás dioses reaccionaran y
convencidos de la muerte de Osiris.
Sólo su esposa y hermana, la Diosa Isis, comenzó a buscar el cofre, al
que localizó junto a la costa de la Ciudad de Biblos, en el actual Líbano. Tras
ocultarlo en un lugar que ella creía seguro, comenzó los preparativos para
resucitar a su fallecido marido. Pero Seth se enteró de los planes de Isis y
logró encontrar el lugar donde se encontraba escondido el cadáver de Osiris.
Seth esta vez cortó a su difunto hermano en 14 pedazos y los dispersó
por todo Egipto. Isis no cesó en su empeño de devolver a la vida a Osiris, y
uno a uno durante varios años, fue recuperando (gracias a su metamorfosis en
águila por obra divina de Ra) todos los pedazos de su desmembrado esposo,
excepto el pene, que había sido comido por un pez del río. Pero, siendo dioses
como eran, este "pequeño detalle" no fue impedimento para que Isis
concibiese un Hijo de Osiris, Horus, al que ocultó en los pantanos de la ira de
su tío Seth.
Seth por su parte, para terminar con todos los problemas de sucesión,
raptó a Isis para obligarla a casarse con él, pero algunos dioses cansados de
la actitud de Seth, ayudaron a escapar a Isis. En su huida regresa a los
pantanos y encuentra gravemente enfermo por la picadura de un escorpión a su
hijo Horus.
Sólo la ayuda del padre de Isis, el Dios Thot, logra salvar a Horus,
quien en secreto comienza a ser educado y preparado para llegado el momento,
vengar a su padre y recuperar su legítimo derecho a la corona de
Egipto. Llegado el momento oportuno Horus hizo acto de presencia ante el
Consejo de los Dioses, reclamando el Trono de Egipto ante la sorpresa de todos
los presentes, incluido su tío Seth.
Rápidamente, Seth urdió una nueva treta, y mandó retirarse al resto de
los dioses para que deliberaran su decisión, mientras en un tono conciliador,
invitó a Horus a su casa para hacer las paces. Esta sorprendente historia, que
más bien parece un tratado de ingeniería genética, como lo es el propio
nacimiento de Horus, continúa con la violación de Horus por parte de su tío
Seth, quien vierte su semen sobre Horus, sin llegar a depositarlo en su
interior como Seth pensó. Informada Isis del suceso por su hijo, le ordena verter
su semen en una copa y posteriormente lo arroja sobre la comida de Seth, sin
éste saberlo. En ese momento y ante los dioses que aún dudaban sobre la
decisión a tomar sobre la reclamación del joven Horus, éste proclama que la
semilla de Seth no está en su interior, sino que su propia semilla es la que
está dentro de Seth.
Los dioses ordenan a Thot examinar el cuerpo de Seth, y éste confirma
la presencia del semen de Horus en su interior. Ofendido y burlado ante el
resto de los dioses, Seth huye con ánimo de revancha, mientras que Horus es
aclamado como el nuevo soberano de Egipto. Los problemas lejos de terminar, no
han hecho más que empezar, pues Seth comienza una guerra desde sus dominios
asiáticos de devastadoras consecuencias.
De las batallas que se iniciaron entre Horus y Seth nos han quedado
numerosos relatos como los que se pueden observar hoy en día sobre los muros
del Templo de Edfú, principal ciudad de culto a Horus en el antiguo Egipto y
donde según la leyenda guardaba su "disco alado", con el que libró
duros combates aéreos contra su odiado tío Seth.
En ayuda de Horus apareció un gran aliado, su bisabuelo Ra, que
acompañado de un gran ejército de guerreros, se unió a las huestes de los
"Shemsu-Hor", o seguidores de Horus. La primera batalla fue sobre
territorio nubio, cerca de la Ciudad de Asuán, y resultó un éxito para el
ejército de Horus, quien, decidido a lanzar una ofensiva final contra las
tropas de Seth, estableció una importante fundición de armas metálicas hechas
en "hierro divino", en su ciudad de Edfú, y donde entrenó a un ejército
de "mesniu" u hombres de metal, los primeros humanos que participaron
en las guerras de los dioses.
Una batalla tras otra todo Egipto quedó bañado en un mar de sangre,
donde dioses y humanos lucharon codo con codo, una auténtica masacre que quedó
grabada en el recuerdo de los antiguos egipcios. Poco a poco Seth se fue
replegando en sus posiciones, y su derrota parecía próxima. Ante el acoso y la
superioridad de efectivos de Horus y sus aliados, Seth cayó por fin prisionero,
y fue llevado ante el Dios Ra, quien ordenó su entrega a Horus e Isis, para que
procediesen como creyeran conveniente. Horus inició una orgia de sangre entre
los compañeros prisioneros de Seth que fueron capturados junto a él, dejando el
ajusticiamiento de Seth para el final.
Pero ante la sorpresa de Horus, su madre Isis sintió lastima de su
hermano Seth y le dejó escapar. La furia incontenida de Horus se volvió
entonces contra su madre, a la que decapitó personalmente. Pero Thot le
reinsertó de nuevo la cabeza. Seth, tras permanecer escondido algún tiempo y
reagrupar a algunas fuerzas dispersas, reinició los combates. Esta vez Horus al
frente de sus tropas y sobre una "columna ardiente voladora" estaba
dispuesto a dar el golpe final a las extenuadas fuerzas rebeldes. En la última
de las batallas el vehículo aéreo de Horus resultó alcanzado, aunque él resultó
ileso, pero no sin antes derribar la nave de Seth, quien perdió los testículos
en el incidente. Cansados de tantos horrores y muerte, el Consejo de los Dioses
decretó una tregua, y llamó a ambos contendientes ante su presencia, la derrota
de Seth era tan inminente que, no teniendo ya nada que perder accedió a
presentarse ante el consejo. Se decidió que Seth se retirase a sus dominios
fuera de Egipto perdonándole la vida. A cambio, él aceptaba el derecho de Horus
a tener la corona de Egipto como el único y legítimo heredero. Finalizada la
guerra, tanto Ra como Horus agradecieron a los humanos su ayuda en la
contienda, ofreciéndoles libaciones y ofrendas, y permitiéndoles edificar
santuarios y templos junto a los de los dioses, así como una cuota de autogobierno
a través de sus intermediarios, los sacerdotes, quedando para siempre en la
memoria histórica del pueblo egipcio, y que el paso de los siglos nos ha hecho
llegar en forma de leyenda.
Esos
bajos relieves narran diversos episodios del mito y ensalza el heroísmo de dios
Horus. Plasman la sucesión de escenas y los textos describen las 10 heridas de
arpón recibidas por Seth en la batalla. Este mágico-místico del drama
ritualista clavaba simbólicamente el arma repitiendo” el primer arpón está
clavado firmemente sobre la nariz, el segundo esta clavado firmemente en su
frente.
El
décimo arpón esta clavado firmemente en sus pies..., así el dios Seth, bajo
forma de hipopótamo, es reducido íntegramente. Seth emblema de la maldad, de
las fuerzas negativas del cosmos pierde. Su perversidad de asesinar a su
hermano para apoderarse del trono. Horus lucha y lo expulsa al desierto. Con la
victoria consigue llegar a ser rey de Egipto, heredando el trono legítimo.
El
final del rito de cada año, en la fiesta de la victoria, el faraón o en su
representación el sumo sacerdote partían un pastel en forma de hipopótamo que
se comían, para simbolizar la aniquilación del mal.
Seth: Dios que
personificó la tierra desértica, la sequía. Simboliza las fuerzas destructoras,
su voz era el trueno. Como no fue totalmente vencido, amenazaba periódicamente
el orden cósmico. Era el asesino de Osiris, su hermano. Representado como un
extraño galgo con orejas largas cortadas, un hocico hacia arriba y un rabo
bífido largo. Hijo de Geb y Nut.
Bajorrelieve del templo ptolemaico de Edfu, dedicado al dios Horus, en la que el dios aparece sobre una barca de papiro arponeando a Set, mostrado como un pequeño y derrotado hipopótamo. Foto José Luís López Fernández
Saliendo: al cruzar la gran puerta del pilono de acceso al patio
peristilado, se observan los bajorrelieves picados. La llegada de Napoleón a Egipto
hasta nuestros días se ha destruido y deteriorado más los monumento que en sus
miles de años anteriores
El Mamisi o casa del nacimiento: se encuentra en muy mal estado y está decorado con escenas en torno al nacimiento de Horus “pabellones de parto” eran lugares donde se daba a luz y se protegían de las fuerzas malignas, mientras recitaban fórmulas mágicas. Hay relieves de dios Bes vinculado a la música y ahuyentaba las fuerzas malignas, tocaba panderos, sistros y arpas. También Hathor era la homenajeada en este edificio. Marra la historia de Hator que recibiendo cosquillas en los pies queda embarazada. Represento el nacimiento de Horus, cuando Hator lo amamanta, en una columna que dio nombre al “mammisis, por Champolion. Escenas que enfatizan la fertilidad femenina, el amamantamiento, y encima de todo el milagro de dar a luz una nueva vida.
En los relieves, Nectanebo hace entrega a
los dioses de barcas solares, fuentes de vida, collares e incluso el propio sol
El
Nilómetro:
Los nilómetros eran unos indicadores muy similares a los pozos,
que se utilizaban para medir las aguas y predecir la crecida anual del
Nilo. Se cree, que ya, desde tiempos remotos, estuvieron repartidos por
varios puntos a lo largo del recorrido del "Río de la
Vida". Muchos templos construidos durante la época Tardía, aunque
estuvieran próximos a los otros más antiguos, tenían su propio nilómetro, de
los que se conservan algunos.
Pero hasta la mitad del siglo XX, de las crecidas del río dependía
la vida del país de los faraones. Según la altura de la escalera a la que
llegara el agua, los sacerdotes podrían realizar una estimación de cómo serían
las cosechas de esa estación, y de esta forma calcular los impuestos que
podrían arrebatar a los agricultores. De hecho, las propias estancias del
templo actuaban como sagrados graneros donde se acumulaban las ofrendas. Como
desde los tiempos inmemoriales, quien tiene la información tiene el poder, y
para eso los chamanes de todos los pueblos siempre han sido los primeros. Refiriéndose
al de Elefantina, al que el historiador romano Plinio el Viejo decía:
"Cuando el ascenso alcanzaba doce codos, hay hambre; en trece
hay escasez; catorce trae alegría; quince seguridad y dieciséis abundancia,
gozo o placer"
Edfú constituye una verdadera fuente de conocimientos sobre el mundo
sagrado del Egipto faraónico.
Hemos elegido el templo de Edfú como motivo central de este
artículo, dado que sobre él los egipcios nos han dejado una completa serie de
mitos y descripciones de ritos cotidianos.
Según los trabajos efectuados en este templo del Alto Egipto desde
la época de la expedición de Bonaparte en 1799, continuados luego por el
francés Mariette, por Maxence de Rochemonteix, y finalmente acabados por Emile
Chassinat en 1934, Edfú constituye una verdadera fuente de conocimientos sobre
el mundo sagrado del Egipto faraónico. La traducción de los textos labrados en
hieroglifos en los muros, columnas y techos de Edfú hace posible que hoy nos
acerquemos a Egipto con elementos más directos y concretos a la hora de
investigar los desconocidos frutos de su civilización.
El mito de los orígenes
En las diversas ciudades y templos egipcios, el mito cosmogónico
va a tomar formas diferentes, adaptadas a las distintas épocas históricas e incluso
a la situación de cada templo del Alto o Bajo Egipto. Según los trabajos
definitivos de traducción de Emile Chassinat, los constructores del último
templo de Edfú, el que actualmente podemos visitar (comenzado por Nectanebo II
y continuado durante toda la época ptolemaica), emplearon textos sacados de
antiguas bibliotecas de las primeras Dinastías, y los retranscribieron en
muros, columnas e incluso techos de este templo, bien que muchos de ellos no
eran ya comprensibles para los sacerdotes de la época.
He aquí una de las traducciones que poseemos: En el inmenso Océano
Primordial, dos seres van a anunciar la creación; el primero será Oua, «El
Lejano», el Gran Pájaro planeando en el espacio primordial encima de las aguas.
De pronto el Gran Pájaro está inmóvil en el cielo, de pronto gira poderosamente
haciendo grandes círculos silenciosos, hasta fijar así la superficie agitada
del torrente. Gracias a la agudeza de su mirada, las aguas se calmaron poco a
poco y las turbulencias se tranquilizaron; luego, sobre las aguas calmas
aparece una mancha verde: es una mata de juncos, la primera colina o la primera
barca natural. De ella, un tallo apunta hacia el cielo, ofreciendo la primera
percha al Pájaro Sagrado.
Como el Pájaro vino de lo alto, Aá, el otro creador, había surgido
de las profundidades, contribuyendo así a fijar el torbellino de las aguas.
Poco a poco, alrededor de la primera mata de juncos, depositó las primeras
playas aluviales e hizo emerger bancos de arena y de limo. Habiendo así nacido
la tierra, entre el cielo y las aguas, la creación va a densificarse a medida
que los dos creadores conciban los elementos: el espacio se organiza, las
murallas limitan el terreno sagrado sobre las riberas secas. La serpiente
adversa ha sido vencida en el combate, los Dioses se instalan sobre los
primeros lugares sagrados del mundo creado. Y entre ellos Horus, el Halcón de
plumaje moteado, descendiente del gran Pájaro inicial, se convertirá en el
Señor de Edfú.
La imagen de Horus se encuentra en todo el templo, bajo aspectos
diferentes, con forma humana y cabeza de halcón, como disco solar provisto de
dos largas alas o como pájaro de piedra de mirada insostenible, garras
poderosas y alas llenas de vigor.
Sus primeros templos desaparecieron hace muchos milenios; como las
leyendas cosmogónicas han dejado entrever, éstos fueron simples chozas rodeadas
de una empalizada, símbolo de la primera rama donde el Pájaro Divino vino a
posarse, en medio de su espacio sagrado. Nada sabemos tampoco de los templos en
adobe y piedra que luego siguieron, salvo algunos vestigios de un pilón que
subsiste del Nuevo Imperio, encima del cual se construyó el actual templo
ptolemaico.
La inauguración del
templo ptolemaico de Edfú.
Una inscripción describe la alegría popular el día que, como dice
una frase egipcia, al final de la primera etapa de construcción el templo fue
entregado a su Dueño, Horus, a fin de que el Halcón sagrado venga a ocuparlo:
Fue la fiesta en la ciudad, la alegría en los corazones, y el
entusiasmo en las calles; el bullicio producido por la alegría popular se
vierte sobre las plazas y las callejuelas se llenan de agitación. Hay más
alimentos que arena en una playa, numerosos panes, tantos como los granos de
una cosecha, bueyes de todas las razas son sacrificados y hay tantos como las
nubes de langostas, aves de toda especie arden sobre los altares y su humo sube
hasta el cielo, el vino se distribuye en las calles, como si el Nilo derramara
su corriente. La ciudad está de fiesta, decorada de flores. Los sacerdotes
vestidos de lino fino, y los seguidores del Rey cubiertos de joyas... Los
jóvenes ríen alegres pues han bebido y las damas se muestran más bellas que
nunca. Así, no se pudo dormir hasta altas horas de la madrugada...
Horus, viendo desde el cielo el magnífico edificio que le había
sido construido, asistió a la fiesta que siguió a la inauguración del mismo.
Cuando las ceremonias vivificaron todas las representaciones divinas del
templo, confiriéndoles una existencia y un sentido, el Dios descendió de los
espacios etéreos y vino a habitar el castillo que le estaba reservado.
Desde ese momento el templo estuvo apto para cumplir el rol
sagrado que le correspondía.
Rol del templo
El templo egipcio no era un lugar de rezo para el pueblo.
Aparentemente, el pueblo no entraba más allá de ciertos límites. El templo era
un lugar cerrado al mundo profano, frecuentado únicamente por los sacerdotes,
que son los servidores del Dios.
Todo se organiza como si los templos egipcios hubieran sido
lugares eminentemente sagrados, y santificados por la presencia efectiva del
dios al cual estaban dedicados, y cuya alma o Ba descendía de las regiones
celestes para animar la estatua. En consecuencia, había que preservar el lugar
de todo lo que venía del exterior, de toda impureza que pudiera atenuar el
carácter divino del templo o que pudiera incitar a la divinidad a abandonar el
lugar.
En Egipto, los sacerdotes tenían que asegurar a través del ritual
la presencia de la divinidad en el templo: de tal modo, la alimentan, la
visten, la tratan directamente como un Ser que habita el lugar. En compensación
a ello, los Dioses aseguran a los hombres mantenimiento de la existencia del
mundo y de los seres, tal como la creación lo ha definido.
Receptáculo del Dios en la tierra, verdadera ciudadela donde se
mantiene su esencia divina, el templo es el lugar donde, al precio de ciertos
ritos, la integridad del mundo se puede preservar. En consecuencia, el templo
egipcio fue mucho más de lo que puede representar una iglesia para un cristiano
o una mezquita para un musulmán. Para el creyente actual, Dios es y está,
aunque se le rece o no, aunque el hombre se ocupe de él o no, pero para el
egipcio, la ausencia de un templo o la falta de culto, habría traído consigo el
inexorable fin del mundo organizado.
El ritual en el templo
Los ritos constituyen el culto diario del templo, y éstos son muy
complejos; para mejor comprenderlos, hay que recordar que para el egipcio, la
divinidad, a través de su alma o Ba, está presente en el santuario. Su estatua
no es una simple estatua, es el soporte de una presencia real. La finalidad del
culto cotidiano es la de atender y mantener este poder divino descendido a la
tierra. El mantenimiento de este poder debe entenderse aún en el sentido más
concreto.
Los tres oficios destinados al culto de la divinidad corresponden
a los momentos decisivos de la marcha del sol: el amanecer, el mediodía y el
crepúsculo.
El oficio de la mañana comienza muy temprano, antes de que el
cielo se cubra de brumas en el oriente. Hace falta hacer el pan, sacrificar los
animales, preparar las ofrendas alimentarias para la divinidad; así, antes del
amanecer, una doble procesión penetra en el templo: una, por la puerta lateral
este, trae las ofrendas sólidas; la otra, por la puerta lateral oeste, el agua
recogida del pozo del templo. El doble cortejo se reagrupa en la calzada
central y se dirige hacia el santuario.
La apertura del santuario era un momento solemne, en el que la luz
reemplaza las tinieblas nocturnas, donde el Dios solar aparece efectivamente en
el horizonte. Los portadores depositan las ofrendas en los altares de la sala
dispuesta para tal fin frente al santuario, los sacerdotes las purifican a
través de aspersiones de agua y fumigaciones de incienso, y luego el personal
laico se retira dejando la fase final al sacerdote de más rango.
Los oficiantes agrupados frente al santuario entonan el himno de
la mañana: Despiértate en paz, oh gran Dios, despiértate pacífico. El sacerdote
principal entra en el santuario, rompe el sello de arcilla que cierra el naos y
abre los dos batientes de la puerta de la capilla exponiendo a la luz la
estatua de la divinidad, y ofrendándole simbólicamente su alma. Luego llena una
fuente con las ofrendas, las mismas que antes depositara delante de la estatua.
Simultáneamente, los otros Dioses del templo, cuyas capillas están agrupadas en
la sala de la Enéada, reciben también su alimento matinal. Estas ofrendas, una
vez presentadas a los Dioses, serán retiradas y presentadas de nuevo en las
mesas de ofrendas de los Reyes y altos personajes difuntos que recibieron el
derecho a estar representados en el templo, y que gracias a estos ritos podrán
prolongar aún su estancia en el más allá; finalmente, las ofrendas regresarán a
los talleres desde donde serán distribuidas como alimentos para el personal del
templo.
Después de las ofrendas, la estatua del Dios será lavada, se la
vestirá con telas de calidad, se la maquillará y peinará, finalmente se le
pondrán las joyas rituales y tendrán lugar las aspersiones purificadoras y las
fumigaciones; luego se cerrará el naos, y el sacerdote saldrá del santuario
retrocediendo sin dar la espalda a la divinidad, borrando detrás de él las
huellas que sus pasos han dejado sobre la arena fina que recubre las losas del
templo. El santuario recuperará la sagrada oscuridad y el silencio divino.
A mediodía un servicio más corto tenía lugar: el naos quedaba
cerrado, y el sacerdote rociaba y fumigaba únicamente el naos de los Dioses
asociados y las capillas que rodean el santuario.
En la noche, el oficio tenía lugar alrededor del santuario, que no
se abría. Se aportaban las ofrendas, las libaciones y las purificaciones de
incienso, se retiraban las fuentes de ofrendas y finalmente se cerraba la
puerta de las capillas.
Con la caída del sol, los cultos llegaban a su fin. El templo
retomaba su tranquilidad, aunque un sacerdote que conocía las constelaciones
del cielo permanecía de guardia para anunciar la hora exacta, según el
movimiento del cielo nocturno, y dar el comienzo a los ritos de protección, un
poco a la manera del muezzin en las mezquitas islámicas, que llama al rezo
durante la noche a los fieles.
El culto cotidiano presentaba a la vez un aspecto material y uno
espiritual. Todo se ponía en obra para mantener esta parcela esencial del ser
divino descendido por un momento entre los hombres. El valor espiritual del
servicio divino, el carácter sagrado del templo eran perfectamente sentidos por
los hombres que aseguraban el servicio de la divinidad.
Las fiestas principales
El año egipcio comportaba un número extraordinario de fiestas,
algunas de ellas nacionales, otras locales, cuya duración solía ser de cuatro o
cinco días y que matizaban la monotonía del culto cotidiano.
Cada fiesta tenía sus ritos propios y era acompañada de una
«procesión del Dios», lo que hacía accesible a los fieles disfrutar del Dios
fuera de su templo, por un tiempo. Era el momento en que la divinidad efectuaba
los oráculos y rendía justicia en los problemas nacidos entre los hombres.
La función de estas fiestas era bien precisa, aunque los libros de
egiptología no le den mucha importancia. La fiesta no se realizaba para
conmemorar un evento ni para recordar lo que un día se produjo, sino que era
una repetición de un acto necesario para la Creación o para el mantenimiento
del mundo. Eran tan eficaces como el acto inicial, pues reproducían
periódicamente un momento del pasado, cuyos efectos con el tiempo corrían el
riesgo de detenerse.
Esto es lo que vamos a tratar de comprender, al ir describiendo
las fiestas esenciales del año litúrgico en Edfú.
La fiesta de año nuevo
Esta fiesta tenía lugar en el momento de cambio de año egipcio. Es
interesante, sobre todo, porque nos permite ver la diferencia entre nuestra
concepción del tiempo y la concepción egipcia.
Nuestro tiempo es fundamentalmente «lineal», es decir que los hechos,
en nuestra época, se suceden siempre en el mismo sentido a lo largo de una
película que nunca retrocede, y en la cual los espacios se miden en referencia
a una numeración continúa de años. Para los egipcios este mismo tiempo está
entrecortado por ciclos, cada uno de éstos puede traer el caos anterior a la
Creación o bien permitir el nacimiento de un nuevo ciclo comparable al
precedente, pero el pasaje de un ciclo a otro nunca es automático y lleva
consigo un peligro fundamental, por lo que hay que ayudar a que el pasaje se
efectúe sin problemas.
El fin de año está marcado por cinco días nefastos y peligrosos
antes del nacimiento de un nuevo año. Son días de incertidumbre que preceden al
inicio de la crecida del Nilo y donde reina la peste. En este mismo sentido la
muerte de un soberano es una transición peligrosa, en la que el equilibrio del
mundo vacila. También los cambios del mes o de estación pueden ser peligrosos,
pues el reinicio de un nuevo ciclo, cualquiera que sea, no está jamás asegurado
totalmente.
Esta incertidumbre del pasaje a un nuevo ciclo, atañe igualmente a
la presencia divina en la tierra. Horus es un habitante del Cielo, como Halcón
divino volando en el azur, o como Sol alumbrando de lejos la tierra. Su estatua
terrestre, que habita en el santuario, no sería sino un simulacro absurdo si no
fuese porque el alma de la divinidad (el Ba), consintió dejar los espacios
inaccesibles para venir a animar este soporte terrestre.
Cuando llega el momento decisivo del fin de año el estado desastroso
del reino muestra la evidencia de que los Dioses han abandonado prácticamente
la Tierra, el suelo está resquebrajado, la vegetación quemada, los vientos
asfixiantes soplan desde el sur y las enfermedades epidémicas siembran la
muerte; incluso el Nilo, que está con su caudal más bajo y muestra islotes,
parece tener que silenciarse irremediablemente, simbolizando con su caída la
muerte de todo el género viviente.
Es en este momento cuando tiene lugar la fiesta de Año Nuevo,
iniciada en los cuatro últimos días del año que termina y continuada hasta el
cuarto día del nuevo año. Su finalidad es hacer descender nuevamente el Alma
Divina (el Ba), sobre la tierra y «recargar» las estatuas de poder
sobrenatural, para que estos acumuladores de energía potencial estén nuevamente
activos y eficaces durante un nuevo período. Este rito fundamental es llamado
también «solarización» o «energetización» de las estatuas divinas.
La fiesta de la Victoria
Al borde del lago sagrado encontraremos los protagonistas de la
fiesta llamada «La Victoria de Horus».
El Sol, según diferentes tradiciones y según los lugares, tuvo
desde el principio que hacer frente a una serie de adversarios; este combate
tomará formas diferentes según el lugar.
En general, todas las tradiciones evocan una lucha entre las
primeras generaciones de Dioses y en la cual el Dios solar logra escapar
indemne y termina con un combate donde la especie humana corrió el riesgo de
desaparecer definitivamente. Más allá del recuerdo de los tiempos primordiales,
la adversidad subsiste en el mundo y la lucha entre los poderes oscuros y
caóticos que cada crepúsculo trae nuevamente, puede detener la marcha de la
barca solar o hacerla zozobrar.
Esta lucha diaria del sol contra los poderes hostiles, se
escenificaba en los ritos religiosos de los templos, para conjurar la amenaza
permanente del Dios Seth y todos sus avatares.
En Edfú, el enemigo del sol toma la forma de un hipopótamo que
Horus-Ra deberá clavar con diez arpones, cada uno tocando una parte diferente
de su cuerpo. Los relieves de los muros del templo nos muestran este combate.
En el lago sagrado tenía lugar el combate simbólico entre Horus y
un sacerdote con máscara de hipopótamo. En diez ocasiones, su efigie será atravesada
por el arpón de Horus.
Esta ceremonia festiva establecía anualmente la victoria del Dios
y consagraba la derrota temporal de las fuerzas adversas.
La fiesta de la Unión
Divina
Las divinidades egipcias constituían también familias y tríadas,
en las que el hijo consagraba la unión de un Dios y una Diosa. En Edfú, la
esposa de Horus es la Diosa Hathor, asociada al Amor Universal y a la alegría,
y cuyo templo principal en esa época se encontraba al norte de Edfú, en
Déndera.
La unión divina tenía lugar hacia finales de año, en el mes de
mayo, y los diversos episodios se desarrollaban prácticamente en veintiún días,
de los cuales quince transcurrían en Edfú.
Una vez al año, la diosa Hathor dejaba su templo y montándose en
su barca, iba a reunirse por un corto período con su esposo Horus de Edfú.
Durante cuatro días, antes de la luna llena del mes de Epifi, en el mes de
mayo, Hathor era llevada en su barca de procesión, primero sobre los hombros de
sus servidores y rodeada de sacerdotes, escribas del templo y fieles. Hathor se
dirigía hacia el embarcadero donde una barca de tamaño mayor la esperaba para
navegar por el Nilo.
Era una imagen maravillosa. Las barcas de colores, cubiertas con
velos blancos avanzaban, y en las orillas, los gritos de júbilo eran como una
melodía de vida.
Horus era llevado a esperar a Hathor al norte de Edfú, en una
pequeña capilla construida al borde del Nilo. El encuentro de las divinidades
causaba una enorme alegría entre los pobladores venidos de diferentes lugares.
En medio de cantos, ritmados por un pequeño tambor, el vino y la cerveza
comenzaban a circular con entusiasmo, marcando así una quincena animada y
vivificante. Cada día se cumplían una serie de ritos, procesiones, ofrendas,
reanimaciones de las estatuas, letanías y recitales incesantes.
Una de las procesiones importantes para comprender mejor el
sentido de esta fiesta, era aquella que llevaba a Horus y a Hathor hacia el
lado occidental del desierto, cerca de la necrópolis, allí donde se levantaban
las tumbas de los «Dioses-muertos», de los primeros autores del Universo, a
quienes la actual generación de Dioses ha sucedido. Este homenaje rendido a los
ancestros, así como los ritos que se efectuaban cada día (llevar cuatro bueyes
a la zona de sacrificios, el pisoteo de la tumba, el envío de aves mensajeras a
los cuatro vientos del cielo evocando los ritos de la cosecha) estaban ligados
en Egipto, como Blackman y Fairman han demostrado, al culto de Osiris y a los
ritos funerarios.
La Unión sagrada de Edfú es una de las fiestas antiguas que mejor
podemos entender, aunque se recubra de elementos complejos.
El misterio del
nacimiento divino
Menos célebre que las anteriores fiestas, el Misterio del
Nacimiento divino merece, sin embargo, ser mencionado aquí: primero, porque nos
permitirá comprender el sentido de los pequeños templos llamados «mammisi» que
encontramos adjuntos a los templos, y segundo, porque nos ilustran y clarifican
sobre el sentido de la transmisión sagrada en las uniones faraónicas.
Esta ceremonia tiene sus orígenes en la más antigua historia
egipcia. Según la imagen que los textos nos han hecho llegar sobre la Creación,
el rol de la divinidad ha consistido en poner a disposición los elementos
necesarios para la marcha del mundo, pero es al Faraón a quien corresponde
asegurar el mantenimiento del orden y conservar la Creación que los Dioses
depositaron en sus manos. De esta manera, el heredero del Imperio del mundo, en
tanto que Jefe de los hombres, es el «Hijo» del Dios creador.
Aunque este rito haya cambiado con el tiempo, así como la
expresión del pensamiento teogónico, es en los «mammisi» de la última época
donde encontramos una descripción de este rito.
Para los egipcios era fundamental revivir anualmente la
encarnación del Hijo divino, a fin de que el orden del país y del mundo pudiera
mantenerse y dar al Faraón su carácter divino de unión entre el Cielo y la
Tierra y de eje del doble País.
La consagración del
halcón
Como última fiesta, hablaremos ahora de «La Consagración del
Halcón», que se realizaba al sur del Templo de Horus y frente al Mammisi.
La pluralidad de las imágenes indicando la presencia divina será siempre
para el occidental un tema de asombro e incomprensión. Tenemos que entender que
la Divinidad es desconocida en su esencia propia, y al mismo tiempo extranjera
en la Tierra, pero una parcela de ella misma, su Ba, que se ha traducido como
«el alma», viene a vivir en la Tierra y en las imágenes del santuario y las
criptas así como en sus diferentes representaciones en los muros del templo.
No es solamente en estas imágenes donde el Alma divina puede
encarnarse, sino que hay uno o varios soportes animales vivos, en los que
diferentes signos permiten discernir su presencia sin ambigüedad, tal es el
caso del buey Apis, o el carnero de Amón, o las vacas de Hathor, o el cocodrilo
de Sobek, o el ibis de Thot. En Edfú, Horus era encarnado en el cuerpo de un halcón
vivo, que cada año era elegido entre varios otros halcones, y entronizado y
venerado durante un año en la jaula sagrada.
La elección se realizaba en el «Templo del Halcón», donde la
estatua del dios era sacada por un momento de su santuario y llevada en andas,
para examinar los diversos candidatos y elegirlos. Una vez realizada la
elección, se le presentaba al pueblo en el llamado «balcón de la aparición», en
la cúspide de la entrada monumental que separaba los dos pilones. A
continuación venía la coronación y un banquete marcaba el fin del rito. Luego
la estatua de Horus regresaba a su santuario y el halcón vivo se quedaba en su
propio templo.
Este rito de entronización de un animal sagrado estaba en
relación, aunque todavía no tengamos muchos elementos descriptivos, con la
realeza terrestre. Era la afirmación de su origen divino perpetuando la línea
de los antiguos faraones.
Este rito, como los otros descritos, marca la idea de la necesidad
de garantizar el orden del mundo y la eficacia indispensable de una institución
como la faraónica, tan necesaria para el equilibrio de la sociedad y el país.
Así, nada se adquiere definitivamente: en cada ciclo todo debe ser
«revitalizado» o renovado para que la vida esté en perfecto acuerdo con las
Leyes de la Naturaleza.
[1] La Dinastía Ptoloméica es aquella
fundada por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno. Esta dinastía gobernó
en Egipto durante el período Helenístico desde la muerte de Alejandro hasta el
año 30 a. C., en que se convirtió en provincia romana. También se la
conoce con el nombre de dinastía Lágida, pues Lagos se llamaba el padre
(o presunto padre) de Ptolomeo I.
[2] Nomo se denomina a cada una de las subdivisiones
territoriales del Antiguo Egipto. Este nombre es de origen griego, 'distrito';
la palabra egipcia era hesp o
sepat, que designaba la
superficie cultivable de los territorios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario