viernes, 3 de febrero de 2017

Templo de Horus en Edfú


El templo de Horus en Edfú

El principal monumento en Edfu es el templo ptolemaico de Horus de Behdet en las afueras de la ciudad. A pesar de que estaba cubierto de arena y escombros de los asentamientos humanos, el templo de Edfu fue visitado por muchos de los primeros viajeros. La arena ha contribuido a preservar el edificio que apareció casi completamente intacto cuando fue limpiado y excavado por Auguste Mariette en el decenio de 1860.

Planta del Templo de Edfu al dios Horus. Período ptolemaico.

Esquema del Templo ptolemaico de Edfu.

El templo de Edfu fue construído durante el Período Ptolemaico, entre el 237-257 a de C., aproximadamente. Las torres que forman el pilón o pilono de la entrada del templo fueron construidas como si la una fuera el espejo de la otra, tanto en su forma como en la disposición de las representaciones que en ambas se encuentran esculpidas. La puerta de entrada del templo está flanqueada por dos estatuas de Horus, y tras el pilón, se encuentran unos muros situados a cada lado de la entrada, en donde aparecen escenas esculpidas de la "Fiesta del Hermoso Encuentro", según la cual, Horus de Edfú se unía a Hathor de Déndera. 
En la actualidad el pavimento del peristilo se ha reconstruído conforme al original, estando las columnas que lo rodean perfectamente emparejadas y dispuestas según la forma de los capiteles. Las esquinas interiores de este patio tienen unas puertas que conducen a un pasadizo, situado entre el interior del templo y el muro que lo rodea. Ante la fachada de la sala hipóstila está la famosa estatua de Horus en forma de halcón gigante portando la doble corona de Egipto.


Cronología del templo de Edfu:
23 de Agosto de 237 a C. Inicio de las obras por Ptolomeo III Evergetes. 212 a C. Construcción estructura principal por Ptolomeo IV Filopator. 142 a C. Fin decoración por Ptolomeo VIII Evérgetes II. 124 a C. Construcción de la segunda sala hipóstila por Ptolomeo VIII Evergetes II. 57 a C. Fin obras con la colocación de las puertas por Ptolomeo XII Neo Dionisio (le llamaron Auletes, el flautista (padre de Cleopatra VII)

Simbolismo mágico-ritual.
La construcción comenzó el 23 de agosto de 237 a.C. bajo el mandato de Ptolomeo III Evergetes; en 206 a. C la construcción se para por una revuelta de dos príncipes de la zona de Tebas que se declararon independientes de los faraones lágidas[1]; finalmente el templo fue consagrado por Ptolomeo VII Neo Filopator.



Es el templo mejor conservado de Egipto y el más importante después del de Karnak. Mide 137 metros de longitud por 79 de ancho y 36 de altura, y representa la típica construcción de los templos con el pilono, el patio, dos salas hipóstilas, una cámara de ofrendas, la sala central y el santuario. 
Es característica la iluminación del templo, con habitaciones cada vez más pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro santuario, que recibe la iluminación sólo desde el eje. Entre las columnas y en el techo existen pequeñas aberturas que permitían el paso de la luz a determinadas habitaciones. Está orientado al sur, de forma inusual, posiblemente debido a la propia naturaleza de la zona.

Con la vista puesta ya en el gran Pilono, pasa desapercibida la construcción externa, prácticamente en ruinas, que se corresponde con el Mammissi o Casa de Nacimiento Divino.
Mammissi en idioma copto significa lugar de nacimiento, un término arquitectónico ideado por Champollion en el siglo XIX para denominar a las Casas de Nacimiento Divino (Per-Mes en antiguo egipcio): edificios singulares vinculados a los templos egipcios. Los ejemplos más célebres se pueden aún visitar y se datan, la mayoría, en las épocas ptolemaica y romana. 

Este pequeño templo está construido sobre un eje este-oeste. Por tanto es casi ortogonal respecto al templo de Horus, el cual se encuentra orientado de Norte-Sur (situación inusual a lo acostubrado en el resto de templo egipcios, quizás debido a motivos de las características del terreno). En el Interior del Mammisi hay relieves que representan el nacimiento divino de Horus.


Escenas de su generación, nacimiento, nutrición, el reconocimiento, la entronización y la presentación se muestran en las paredes interiores del santuario en relieve y, además, se describen en las inscripciones.

En el Mammisi del templo de Edfu se reconstruyen los diferentes momentos del nacimiento del dios Horus como si se tratara de un cómic moderno. Lo más asombroso es que en una de las paredes podemos ver a los mismísimos “Reyes Magos”, que en este caso son cuatro. Cada uno de ellos provenía de uno de los cuatro puntos cardinales, es decir, de las tierras más lejanas de Egipto en todas sus direcciones. Su misión era, al igual que sucede con los Reyes Magos de las Sagradas Escrituras, adorar y traer cada uno un presente al recién nacido. Sorprendentemente, estos regalos eran oro, incienso, mirra y un libro de magia. Pero las similitudes no quedan ahí. En relación a esta leyenda sobre el nacimiento de la divinidad en época faraónica, una de las maneras que tenían los antiguos egipcios de celebrar esta tradición era regalando huevos. Hoy los llamaríamos huevos de Pascua, la Pascua del nacimiento de Jesús. Los egipcios identificaban la yema del huevo con el Sol y la vida que salía del interior de la cáscara. Al regalar estos productos se conseguía que la vida siguiera su curso natural; es decir, era una manera un tanto especulativa de adorar las mismas metas que perseguía el dios Osiris, la vida y la resurrección.

El ciclo del nacimiento del dios-rey es el tema más importante y también la característica de todos los Mammisis. Consta de imágenes y textos jeroglíficos en el ciclo en el Mammisi de Edfu de puede ver en los registros superiores de los muros norte y sur.
Según la leyenda de Isis su hijo Horus se escondió de la búsqueda de Seth.
Los relieves de las puertas y pilares nos muestran grupos de texto alabando el nacimiento del niño La delicada cuestión del nacimiento, lo que podría traer riesgos para la madre y el niño es una razón para que los textos mágicos y rituales especiales de protección fueran inscritos ("protección de la casa", "protección de la carne del faraón", "Ritual de las horas de la noche", "Pesar el niño") están integrados en el corpus de texto y también aparecen varios dioses protectores en un desfile de imágenes, como por ejemplo en el pórtico de los arquitrabes y pilares.
La mayor proporción entre las decoraciones que forman las 200 escenas rituales, se pueden encontrar en forma de relieves de pared en todas las zonas. Los temas van desde la aniquilación del enemigo y el apaciguamiento (a través de la música, el vino o el elogio), el suministro de alimentos, ropa, amuletos y coronas a través de ritos de purificación de acciones con fondos cósmicos que se van a convocar, como las escenas de plantas de lotos, que se producen con frecuencia en Mammisi.
El Panteón de Mammisis
Die wichtigsten Götter des ägyptischen Pantheons sind im Mammisi von Edfu vertreten: Neben der lokalen Triade (bestehend aus Horus, Hathor, Harsomtus-pa-chered/Ihi) und der thebanischen Triade (Amun, Mut, Chons-pa-chered) sind es besonders die Götter des Osiris-Kreises (Osiris, Isis, Nephthys, Horus, Anubis), Nil- und Feldgottheiten sowie die Gaugötter Ägyptens.Los dioses más importantes del panteón egipcio se representan en Mammisi de Edfu: Además de la tríada local (que consta de Horus, Hathor) y la tríada de Tebas (Amón, Mut, Khonsu) no son particularmente los dioses del círculo Osiris (Osiris, Isis, Neftis, Horus, Anubis), deidades del Nilo y del campo. Weniger bekannte Götter oder Göttergruppen haben gleichfalls ihren Platz, etwa Monatsgöttinnen oder solche, die mit dem Schutz des mythischen Ortes Chemmis in Beziehung stehen. Dioses menos conocidos o grupos dioses también tienen su lugar, son aquellos que están relacionados con la protección del lugar mítico. Vernichtungsrituale bedingen die Präsenz des Apophis, der als Schlange erstochen wird. Rituales de destrucción requieren la presencia de Apophis, en forma de serpiente. Das zweimalige Vorkommen der Nilpferdtötung hängt mit der Theologie Edfus zusammen, da Seth, der Hauptfeind des Horus von Edfu, im Nilpferd Gestalt annimmt. La aparición de dos tiempos de la matanza del hipopótamo está relacionado con la teología de Edfú porque Seth, el principal enemigo de Horus en Edfu, toma forma en el hipopótamo. Das Vorhandensein anderer Götter ist primär der Funktion des Gebäudes geschuldet. La existencia de otros dioses se debe principalmente a la función del edificio. So spielen Schöpfergötter (Chnum, Ptah, Re) und Urgötter (Achtheit von Hermopolis) wichtige Rollen, ebenso diejenigen Götter, in deren Ressort die Vergabe von Zeit und Herrschaft fällt (Thot, Seschat, Amun, Herischef), und nicht zuletzt Schutzgottheiten der Geburt (Bes, Thoeris, Heket, Nechbet/Uto, Kau/Hemusut, Mesechenet- und Renenutet-Göttinnen, Sieben Hathoren, Kuhgöttinnen). Para reproducir dioses creadores (Khnum, Ptah, Re) y los dioses primigenios y por último pero no menos importante tutelares deidades de nacimiento (diosas Bes, Thoeris, Heket, Nechbet / Uto, Kau / Hemusut, Mesechenet- y Renenutet, Siete Hathors Kuhgöttinnen).

En la foto de arriba podemos observar la existencia de un curioso personaje adornando la parte superior de las columnas del Mammisi. Se trata de Bes, un genio enano, barbudo y con melena que enseña la lengua. Representa al matrimonio, al amor sexual y los placeres libertinos, pero también se encuentra en multitud de amuletos mágicos y en lugares en los que las mujeres y los niños necesitaban de su cuidado. Bes alejaba los genios malignos que podían atacarlos durante el sueño, por esta razón aparece en multitud de amuletos en forma de reposa-cabezas. Además, su aspecto amenazador protegía de las picaduras venenosas de los reptiles e insectos; para todas estas funciones utilizaba instrumentos musicales tales como el arpa y el tambor. 

El pilono.
Las dos torres del pilón o pilono se dividen en cuatro pisos con cámaras, unidas por una escalera de 145 peldaños. Están decoradas con imágenes de Ptolomeo XII Neo Dioniso sacrificando prisioneros ante Horus y Hathor, precedidas de dos halcones realizados en granito negro.




Pilono derecho: escena de la victoria del faraón sobre los enemigos. Dirige alabanzas y entrega de ofrendas a los diversos dioses. Arriba izq: Harsontus hijo pequeño de Hathor, y su padre Horus que forman la triada, a la derecha arriba Ra con el disco solar sobre la cabeza del halcón, Thot, escriba de los dioses con cabeza de Ibis, Maat, la diosa del orden cósmico y la justicia, con su pluma de avestruz. Segundo conjunto abajo: Osiris, con una corona alargada, en forma de mitra, su esposa Isis, que aporta una corona se suma a los cuernos y el disco solar, la forma estilizada de trono, y detrás de ella su hermana Neftis
Es curioso los dos pilonos derecho e izquierdo, están grabados sus relieves a modo de espejo. Pero uno simboliza pilono derecho el Alto Egipto y pilono izquierdo del Bajo Egipto.

Puerta de entrada al patio
Entramos ya al Patio, es muy espacioso y contiene columnas a los lados. Los capiteles son de diferentes formas, cosa habitual en las construcciones de esta época, entre sí pero iguales a los simétricos respecto de la entrada.

El muro sur del patio peristilado, en su grueso espesor se decoró con una especie de danzarines que sostienen en sus manos cuchillos apuntados. Este era un instrumento protector simbolizaba la defensa y aniquilación de las fuerzas negativas. Con la exótica danza ritual, estos metafóricos luchadores que ayudaban a mantener la victoria sobre las energías malignas.

Una vez al año durante catorce días Horus recibía y acogía a su esposa Hathor, la señora de Dendera, era la procesión o fiesta del Bello encuentro. Esta procesión llegaba por la puerta sudoeste del patio. Allí gracias a los bajos relieves podemos atribuir el ambiente que se respiraba: música y danza no faltaban.
También el patio junto a la entrada desde el pilono, el zócalo inferior, encontramos episodios de la procesión festiva y estatua de Horus con doble corona a la entrada de la primera sala hipóstila.
El ritual de esta fiesta, una de las más populares del gran valle, se pueden ver en los relieves de los muros de Edfú y Dendera. Se trata de una fiesta agraria, que con el retorno de la diosa se probaba la gran fertilidad de sus tierras. 

Cinco días antes del encuentro de Hathor con su esposo, ésta era sacada del templo de Dendera subida en su embarcación de gala y trasladada por todo el Nilo hasta Edfú, donde le esperaba Horus.

Tras los sacrificios rituales y la música la pareja divina se trasladaba al santuario para pasar su primera noche en el secreto del Mammisi del templo. Le sucedían trece días de fiestas en la que ambos dioses eran venerados por sus gentes.
En el primer patio podemos observar en las paredes algunos cartuchos reales vacíos. Eso es debido a que el período de construcción del templo era de agitación política, y los usurpadores del poder mandaban tachar los nombres de sus antecesores y poner el suyo. Por eso los artesanos prefirieron dejar los cartuchos vacíos hasta terminar el templo.

Los dioses derraman sobre el Faraón, el agua del Nilo, que simboliza a la vida y que está representada en forma de múltiples pequeñas cruces egipcias Ank.


Delante de la primera Sala Hipóstila, el dios Horus continúa montando guardia, tocado en este caso con la doble corona del faraón

El pronaos o primera sala hipóstila
Sala de la aparición: Nombre dado a este lugar por ser en la Antigüedad el lugar donde los fieles podían ver surgir del templo la barca procesional que cobijaba la imagen del dios. Es donde este punto donde el dios surgía de la oscuridad. 
Incluye doce columnas dispuestas de forma simétrica respecto a la entrada y en grupos de tres. La segunda fila de columnas es más gruesa que la primera.


Detalle de las columnas y capiteles

A cada lado están las dos salas: la de la derecha estaba destinada a la purificación de los sacerdotes y la de la izquierda incluía una biblioteca. La bóveda celeste tiene un lugar importante en el friso norte están representados los decanos y los planetas. 
A la izquierda está situada la Casa de la mañana o Purgatorium, era el lugar en el que el gran sacerdote se purificaba. A la derecha se encontraba la biblioteca en que se guardaban los textos para la realización de las ceremonias. Es admirable la luminosidad y la gran elegancia, con hermosos capiteles decorados con motivos florales, es admirable más de 2000 años y continúa siendo de gran belleza. 
Aquí se encuentra la construcción mítica del templo. El faraón y la Diosa Seshat, la diosa de la sabia escritura.

Seshat delimitando el terreno (mirando siempre a la osa mayor), el faraón excavando los cimientos, moldeando la primera piedra junto a Horus, rellenando la base de los cimientos, aportando los depósitos (piedras en las manos) de fundación, colaborando en la construcción (un palo recto), el templo ya construido, acordonado para purificarlo (dentro de un cartucho la fachada/ pilono, y ultimo ofreciéndoselo a Horus. Cartucho encima templo.
El Faraón delimitando el terreno que va a ocupar el templo.

El Faraón cavando el terreno.

El Faraón colocando la primera piedra.

El Faraón consagrando el templo al dios Horus


El Faraón entregando el templo al dios Horus y a la diosa Hator.

El faraón ayudando a Horus y Hathor a capturar a Set

El faraón ayudando a Horus a capturar a Set.

La sala hipóstila interior Tras el pronaos, se accede a la Segunda Sala Hipóstila.  Es la parte más antigua del templo. Compuesta también de 12 grandes columnas decoradas con formas vegetales en su parte inferior, y dispuestas en este caso por 4 grupos de 3 columnas paralelos y simétricos respecto a la entrada.



Incluye cuatro pequeñas salas:
Destinadas a las ofrendas secas, las ofrendas líquidas, y al laboratorio. Esta última contiene escenas sobre la preparación de productos a emplear en las ceremonias.

•El laboratorio. Aquí se preparaban los ungüentos y perfumes que servían para ungir a la estatuilla de la divinidad. Sus paredes recogen en jeroglífico fórmulas para realizar estas esencias de intenso perfume, sus recipientes adecuados. Creían que a los dioses y a los hombres las fragancias ayudaban a la purificación y a la elevación del espíritu.

La cámara del Nilo. Aquí se guardaba el agua sagrada tríada desde Heliópolis “ciudad del sol” Otro vaso contenía el agua procedente del sur, llegada a Edfu desde Elefantina, como celebración de la riqueza que proporciona a Egipto la inundación.

El vestíbulo del tesoro -.-El tesoro. En él se debían de guardar los objetos más preciados: vasos de electrum, incensarios de plata, emblemas de lapislázuli. Los relieves nos informan de la riqueza que se protegía allí. Servían igual que las sacristías, almacén de los objetos necesarios para el ritual. (Destinadas a las ofrendas secas, las ofrendas líquidas, y al laboratorio).Esta última contiene escenas sobre la preparación de productos a emplear en las ceremonias. Relieve procesión de estandartes denominados “el sequito de Horus” el cetro Uas y el Anj con brazos aportando los estandartes. Era una forma de indicar el poder del faraón sobre los territorios y normalmente va encabezado por un supuesto cánido que es divino Upuat o “el abrigador de caminos”. 
En diversos puntos del templo, sobre todo en las proximidades del santuario, hay frisos repetitivos formados por una especie de cestillos sobre los que se encuentra el anj, una curiosa cruz que le surgen unos brazos, que sostiene unos cetros Uas: se trata de un grupo decorativo con el significado simbólico de “toda vida y poder”.
Relieve curioso: En la sala hipóstila interior vemos un relieve de la mitología egipcia: representaba a Hathor como esposa de Horus. Al mismo tiempo Horus era el faraón, por tanto la esposa del faraón era también Hathor. Son fusiones e identificaciones, y se juega con esa idea. En ese bajorrelieve, el rey porta la corona de Horus, ya que él es Horus, y toma de la mano a su esposa identificada como Hathor. Todo ello además ante la presencia del propio dios Halcón.

Es característica la iluminación del templo, con habitaciones cada vez más pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro santuario, que recibe la iluminación sólo desde el eje. Entre las columnas y en el techo existen pequeñas aberturas que permitían el paso de la luz a determinadas habitaciones. 

La sala de ofrendas, escaleras, Uabet y vestíbulo
Tras la sala hipóstila se encuentra la cámara de las ofrendas era un reducido espacio, cuyo programa iconoplástico se refiere a la monarquía egipcia. El tema principal de los relieves es el llamado “Ritual de los ancestros”. Esta escena también se repite en la Capilla Uabet y en la cámara al oeste que conduce a las escaleras.

Escalera que conduce a la terraza: procesión de dioses indica claramente la dirección ascendente. Derecha subiendo. Curiosamente tema 1 bombilla? En sentido descendente hay bajorrelieves que indican ese sentido descendente de la ceremonia en la que los sacerdotes, a tamaño natural
Y otra curiosidad más: si ampliamos esta foto de aquí arriba, en la esquina inferior derecha aparecen unos jeroglíficos que han  dado mucho que hablar. Los más famosos son los de Dendera pero los hay en Edfú y quizás en todos los templos. Son ni más ni menos que los dibujos de las famosas "bombillas egipcias":

Realmente, parecen bombillas con su casquillo, su cubierta de cristal y su filamento interno. Invitan a pensar que los egipcios, pioneros en muchas cosas, también descubrieron alguna forma de electricidad. Pero la explicación de estos jeroglíficos es más sencilla: Se trata de los Harsumtus, la denominación griega del dios egipcio "Hor-Sema-Tauy" (Horus unificador de las Dos Tierras). El dios Horus puede adoptar diversas formas en las representaciones, entre ellas, la de serpiente emergiendo de un loto. Y estos lotos cerrados de los que nace Harsumtus, son las supuestas bombillas.

La capilla Uabet- o capilla Pura: destinada a permitir la unión de la estatuilla de la divinidad con el astro solar, exponiéndola a su poder. En ciertas ocasiones como el periodo de transición con el año nuevo, el dios debía ocupar esa capilla Pura, en cuyo techo se representó el recorrido de la barca solar durante las 12 horas del día.

De esta forma recargaba su energía. Así hasta subirla a la terraza del templo y exponiéndola a los rayos del astro benefactor. Finalmente, la imagen era descendida por otra escalera para llegar a la Cella desde la Sala de ofrendas.

5-Cella y Naos: La Cella- casa del dios- Capilla tipo Naos monolítico era la oculta e inaccesible. Aquí la divinidad habitaba, aquí era despertada cada mañana, alimentada, vestida y perfumada. Al atardecer, los sacerdotes se despedían de ella y rogaban un plácido descanso. Se encuentra el sagrario tallado sobre un bloque de piedra de sienita, del santuario puede haber contenido una capillita de madera con la imagen cultica del dios, probablemente de unos 60 cm. de altura y tallada a su vez en madera y recubierta de oro y piedras semipreciosas. Es el objeto más antiguo del templo, de tiempos de Nectanebo II. En el dintel interior se representó la imagen del halcón volviendo al templo en el crepúsculo para pasar la noche en su interior. “el disco solar alado se acuesta por la noche, cuando él alcanza el Nombre de Re”, mide 4 m. Sus paredes están decoradas con relieves de representaciones más sagradas entre el rey y los dioses.




Una era el ritual cotidiano de alimentación de las divinidades, Entrando a la capilla del “Trono de Re”, a la derecha encontramos esta imagen de Hator abraza a al rey Ptolomeo IV. Lleva a parte del disco solar y los cuernos, la peluca y el tocado en forma de buitre tradicional que lucían las reinas. Confunde lo humano con lo divino: en la mitología Hathor es la esposa de Horus, entonces si el rey es Horus, Hathor es su esposa.

Se encuentra en esta capilla de Ra una lista de las diversas formas de Horus y otros dioses entre los que se encuentra algunos monos cinocéfalos. A estos animales los antiguos siempre lo vincularon al sol, ya que en sus orígenes matutinos fueron interpretados como una llamada al astro benefactor.

La Capilla de la barca sagrada ritual, esta ricamente adornada en el mascaron de la proa y popa con la imagen de Hathor, la amada esposa de Horus. Sorprende los relieves en que Horus dirige el timón de la nave. La capilla de la barca se halla justo detrás del sancta sanctorum, en el centro axial del edificio. La barca fue reconstruida gracias a los hallazgos de Auguste Mariette, que inicio las excavaciones del templo en 1859. El santuario contiene 10 pequeñas salas con un nombre grabado en el exterior. Estas son: las anteriormente citadas más:
1.    Cámara de las telas.
2.    Tumba.
3.    Dos salas de Sokar que constituían el templo de Osiris. De ellas una tiene grabados del culto de Osiris muerto.
4.    La cuna que incluía el sistro de oro y la barca.
5.    Cámara de la pierna y sala adjunta dedicadas al dios Jonsu.
6.    Cámaras de Ra y de la triada Menhyt, Nekhbet y Neftis.

En las salas sagradas del templo podemos admirar al dios Hapy hermafrodita que representa al Nilo en su versión femenina y masculina del rio, como toda fuente de vida, portan en su cabeza emblemas y estandartes de los nomos (provincias) del antiguo Egipto, en actitud de donación de sus abundantes dones.

Una pequeña capilla lateral se puede observar en su dintel la forma de Horus Behedeti, aquí esculpido en la entrada a ella.

En el muro circundante o deambulatorio vemos los mismos relieves de Hapy tantos Nilos, como nomos[2] del alto y bajo Egipto. La repetición es explicable dado que al templo solo accedían los sacerdotes, su simbolismo no repercutía al pueblo. Pero en el deambulatorio donde en las grandes fiestas en general podían entrar el público, y estas imágenes ejercían la influencia mediática y publicitaria. En el interior las imágenes ejercían la función de auto reafirmación de quienes creían en lo que presentaban y tenían un interés en divulgarlo.

·       Imágenes de coronación: aluden a la dualidad norte, sur con sus diosas heráldicas, derecha el alto/ corona blanca e izquierda el bajo/corona roja, estuvo presente siempre en la administración gubernamental faraónica. 
·       Nilómetro: calibrar las dimensiones de la crecida que anualmente anegaba la tierra de Egipto y la regeneración al depositarse un fértil limo de color negruzco (Kemet) la tierra negra. 
·       También el relieve de especie de “bautismo” el faraón es purificado por Horus y Toth, con uas y anj. Es un baño de poder y vida, una libación cargada de fuerza regenerativa. 
·       La pared norte está dedicada a las donaciones que se entregan al dios, a las fiestas de coronación y a la confirmación del poder real. 
·       La leyenda de la victoria / Fiesta de la Vitoria de Horus “el arponeador” epíteto con el que era conocido el dios de Edfu.

Los relieves Seth el malvado se representa en forma de hipopótamo. Su forma más pequeña quiere representar que lo negativo aparezca siempre en desventaja.

Paseando por el pasillo exterior o deambulatorio, podemos ver cómo, en los muros interiores del templo, se describe el que quizás sea el capítulo más importante de la mitología Egipcia: la Leyenda de Osiris y la Batalla entre Horus y su tío Seth, que a grandes rasgos reproduzco a modo de cuento  a continuación:
“Esta leyenda arranca mucho antes del nacimiento de Horus. Se podría decir que su inicio se gesta cuando de los Hijos del dios Ra, el Aire y la Humedad (Shu y Tefnut), nacieron dos divinidades: Geb (el Dios de la Tierra) y Nut (la Diosa del cielo). Geb y Nut cedieron el gobierno de Egipto a sus cuatro hijos, los Dioses Osiris y Seth, y las Diosas Isis y Neftis. Era costumbre la unión entre hermanos y hermanas para poder aspirar a una mejor línea de sucesión al trono. Independientemente, no estaban mal vistas las relaciones amorosas fuera de estos matrimonios de conveniencia, pero para presentar un heredero al trono la primera regla era que el hijo nacido fuera de la esposa legítima, y si ésta no podía concebir, el primer hijo nacido de cualquiera de las concubinas o amantes. Pero un dato muy importante a tener en cuenta era que, si en cualquier momento, aun habiendo nacido el primogénito heredero, nacía un hijo del rey con su propia hermana, éste sustituía automáticamente al primero en la sucesión legítima a la corona de Egipto. 
En el reparto de territorios que Geb y Nut hicieron entre sus hijos, el menos satisfecho fue Seth, por lo que comenzó a enemistarse con su hermano Osiris, su gran rival en el trono de Egipto. De estos cuatro hermanos, sólo Seth y Neftis eran hijos naturales de Geb, pues Nut concibió a Osiris con su abuelo Ra, y a Isis con el Dios Thot. La sucesión al trono como se puede ver se complicó aún más al contraer matrimonio Osiris con Isis y Seth con Neftis. Si bien Seth era el primogénito y heredero legítimo de su padre Geb, Osiris reclamó la corona porque su padre era el gran Ra, quien gobernó con anterioridad a Geb, y no solo eso, de su unión con Isis nacería un futuro heredero que bloquearía toda posibilidad a la descendencia de Seth, quien empezó a urdir una venganza contra su hermano Osiris para arrebatarle el trono de Egipto.
Coincidiendo con la visita de la Reina Aso de Etiopía, el Dios Seth preparó una gran fiesta de bienvenida en su palacio, invitando al resto de los dioses, incluido su odiado hermano Osiris. Para esta ocasión mandó preparar a sus mejores artesanos un gran cofre recubierto de piedras preciosas de gran valor con las medidas exactas en su interior de su hermano Osiris. Una vez terminado el banquete y los agasajos de honor a la Reina Aso, hizo sacar el espléndido cofre a la vista de todos los invitados, proponiendo un juego para amenizar a todos los presentes. Como si del cuento de la Cenicienta se tratase, prometió regalar el magnífico cofre a aquel que pudiera introducirse en él sin ningún tipo de dificultad que impidiera su posterior cierre. Uno detrás de otro, y alegres por la música y el buen vino, fueron intentándolo todos los invitados sin resultado.
Cuando le llegó el turno a Osiris, rápidamente Seth ordenó cerrar la tapa con clavos, procediendo a su sellado derramando plomo derretido por encima del cofre. Seguidamente mandó arrojar el cofre al mar. Con este golpe de mano, Seth se hizo con el Trono de Egipto, sin que los demás dioses reaccionaran y convencidos de la muerte de Osiris.
Sólo su esposa y hermana, la Diosa Isis, comenzó a buscar el cofre, al que localizó junto a la costa de la Ciudad de Biblos, en el actual Líbano. Tras ocultarlo en un lugar que ella creía seguro, comenzó los preparativos para resucitar a su fallecido marido. Pero Seth se enteró de los planes de Isis y logró encontrar el lugar donde se encontraba escondido el cadáver de Osiris.
Seth esta vez cortó a su difunto hermano en 14 pedazos y los dispersó por todo Egipto. Isis no cesó en su empeño de devolver a la vida a Osiris, y uno a uno durante varios años, fue recuperando (gracias a su metamorfosis en águila por obra divina de Ra) todos los pedazos de su desmembrado esposo, excepto el pene, que había sido comido por un pez del río. Pero, siendo dioses como eran, este "pequeño detalle" no fue impedimento para que Isis concibiese un Hijo de Osiris, Horus, al que ocultó en los pantanos de la ira de su tío Seth.
Seth por su parte, para terminar con todos los problemas de sucesión, raptó a Isis para obligarla a casarse con él, pero algunos dioses cansados de la actitud de Seth, ayudaron a escapar a Isis. En su huida regresa a los pantanos y encuentra gravemente enfermo por la picadura de un escorpión a su hijo Horus. 
Sólo la ayuda del padre de Isis, el Dios Thot, logra salvar a Horus, quien en secreto comienza a ser educado y preparado para llegado el momento, vengar a su padre y recuperar su legítimo derecho a la corona de Egipto. Llegado el momento oportuno Horus hizo acto de presencia ante el Consejo de los Dioses, reclamando el Trono de Egipto ante la sorpresa de todos los presentes, incluido su tío Seth.
Rápidamente, Seth urdió una nueva treta, y mandó retirarse al resto de los dioses para que deliberaran su decisión, mientras en un tono conciliador, invitó a Horus a su casa para hacer las paces. Esta sorprendente historia, que más bien parece un tratado de ingeniería genética, como lo es el propio nacimiento de Horus, continúa con la violación de Horus por parte de su tío Seth, quien vierte su semen sobre Horus, sin llegar a depositarlo en su interior como Seth pensó. Informada Isis del suceso por su hijo, le ordena verter su semen en una copa y posteriormente lo arroja sobre la comida de Seth, sin éste saberlo. En ese momento y ante los dioses que aún dudaban sobre la decisión a tomar sobre la reclamación del joven Horus, éste proclama que la semilla de Seth no está en su interior, sino que su propia semilla es la que está dentro de Seth. 
Los dioses ordenan a Thot examinar el cuerpo de Seth, y éste confirma la presencia del semen de Horus en su interior. Ofendido y burlado ante el resto de los dioses, Seth huye con ánimo de revancha, mientras que Horus es aclamado como el nuevo soberano de Egipto. Los problemas lejos de terminar, no han hecho más que empezar, pues Seth comienza una guerra desde sus dominios asiáticos de devastadoras consecuencias.
De las batallas que se iniciaron entre Horus y Seth nos han quedado numerosos relatos como los que se pueden observar hoy en día sobre los muros del Templo de Edfú, principal ciudad de culto a Horus en el antiguo Egipto y donde según la leyenda guardaba su "disco alado", con el que libró duros combates aéreos contra su odiado tío Seth.
En ayuda de Horus apareció un gran aliado, su bisabuelo Ra, que acompañado de un gran ejército de guerreros, se unió a las huestes de los "Shemsu-Hor", o seguidores de Horus. La primera batalla fue sobre territorio nubio, cerca de la Ciudad de Asuán, y resultó un éxito para el ejército de Horus, quien, decidido a lanzar una ofensiva final contra las tropas de Seth, estableció una importante fundición de armas metálicas hechas en "hierro divino", en su ciudad de Edfú, y donde entrenó a un ejército de "mesniu" u hombres de metal, los primeros humanos que participaron en las guerras de los dioses. 
Una batalla tras otra todo Egipto quedó bañado en un mar de sangre, donde dioses y humanos lucharon codo con codo, una auténtica masacre que quedó grabada en el recuerdo de los antiguos egipcios. Poco a poco Seth se fue replegando en sus posiciones, y su derrota parecía próxima. Ante el acoso y la superioridad de efectivos de Horus y sus aliados, Seth cayó por fin prisionero, y fue llevado ante el Dios Ra, quien ordenó su entrega a Horus e Isis, para que procediesen como creyeran conveniente. Horus inició una orgia de sangre entre los compañeros prisioneros de Seth que fueron capturados junto a él, dejando el ajusticiamiento de Seth para el final. 
Pero ante la sorpresa de Horus, su madre Isis sintió lastima de su hermano Seth y le dejó escapar. La furia incontenida de Horus se volvió entonces contra su madre, a la que decapitó personalmente. Pero Thot le reinsertó de nuevo la cabeza. Seth, tras permanecer escondido algún tiempo y reagrupar a algunas fuerzas dispersas, reinició los combates. Esta vez Horus al frente de sus tropas y sobre una "columna ardiente voladora" estaba dispuesto a dar el golpe final a las extenuadas fuerzas rebeldes. En la última de las batallas el vehículo aéreo de Horus resultó alcanzado, aunque él resultó ileso, pero no sin antes derribar la nave de Seth, quien perdió los testículos en el incidente. Cansados de tantos horrores y muerte, el Consejo de los Dioses decretó una tregua, y llamó a ambos contendientes ante su presencia, la derrota de Seth era tan inminente que, no teniendo ya nada que perder accedió a presentarse ante el consejo. Se decidió que Seth se retirase a sus dominios fuera de Egipto perdonándole la vida. A cambio, él aceptaba el derecho de Horus a tener la corona de Egipto como el único y legítimo heredero. Finalizada la guerra, tanto Ra como Horus agradecieron a los humanos su ayuda en la contienda, ofreciéndoles libaciones y ofrendas, y permitiéndoles edificar santuarios y templos junto a los de los dioses, así como una cuota de autogobierno a través de sus intermediarios, los sacerdotes, quedando para siempre en la memoria histórica del pueblo egipcio, y que el paso de los siglos nos ha hecho llegar en forma de leyenda.

Esos bajos relieves narran diversos episodios del mito y ensalza el heroísmo de dios Horus. Plasman la sucesión de escenas y los textos describen las 10 heridas de arpón recibidas por Seth en la batalla. Este mágico-místico del drama ritualista clavaba simbólicamente el arma repitiendo” el primer arpón está clavado firmemente sobre la nariz, el segundo esta clavado firmemente en su frente. 
El décimo arpón esta clavado firmemente en sus pies..., así el dios Seth, bajo forma de hipopótamo, es reducido íntegramente. Seth emblema de la maldad, de las fuerzas negativas del cosmos pierde. Su perversidad de asesinar a su hermano para apoderarse del trono. Horus lucha y lo expulsa al desierto. Con la victoria consigue llegar a ser rey de Egipto, heredando el trono legítimo.
El final del rito de cada año, en la fiesta de la victoria, el faraón o en su representación el sumo sacerdote partían un pastel en forma de hipopótamo que se comían, para simbolizar la aniquilación del mal.

Seth: Dios que personificó la tierra desértica, la sequía. Simboliza las fuerzas destructoras, su voz era el trueno. Como no fue totalmente vencido, amenazaba periódicamente el orden cósmico. Era el asesino de Osiris, su hermano. Representado como un extraño galgo con orejas largas cortadas, un hocico hacia arriba y un rabo bífido largo. Hijo de Geb y Nut.

Bajorrelieve del templo ptolemaico de Edfu, dedicado al dios Horus, en la que el dios aparece sobre una barca de papiro arponeando a Set, mostrado como un pequeño y derrotado hipopótamo. Foto José Luís López Fernández

Saliendo: al cruzar la gran puerta del pilono de acceso al patio peristilado, se observan los bajorrelieves picados. La llegada de Napoleón a Egipto hasta nuestros días se ha destruido y deteriorado más los monumento que en sus miles de años anteriores

El Mamisi o casa del nacimiento: se encuentra en muy mal estado y está decorado con escenas en torno al nacimiento de Horus “pabellones de parto” eran lugares donde se daba a luz y se protegían de las fuerzas malignas, mientras recitaban fórmulas mágicas. Hay relieves de dios Bes vinculado a la música y ahuyentaba las fuerzas malignas, tocaba panderos, sistros y arpas. También Hathor era la homenajeada en este edificio. Marra la historia de Hator que recibiendo cosquillas en los pies queda embarazada. Represento el nacimiento de Horus, cuando Hator lo amamanta, en una columna que dio nombre al “mammisis, por Champolion. Escenas que enfatizan la fertilidad femenina, el amamantamiento, y encima de todo el milagro de dar a luz una nueva vida.
En los relieves, Nectanebo hace entrega a los dioses de barcas solares, fuentes de vida, collares e incluso el propio sol




El Nilómetro:
Los nilómetros eran unos indicadores muy similares a los pozos, que se utilizaban para medir las aguas y predecir la crecida anual del Nilo. Se cree, que ya, desde tiempos remotos, estuvieron repartidos por varios puntos a lo largo del recorrido del "Río de la Vida". Muchos templos construidos durante la época Tardía, aunque estuvieran próximos a los otros más antiguos, tenían su propio nilómetro, de los que se conservan algunos.
Pero hasta la mitad del siglo XX, de las crecidas del río dependía la vida del país de los faraones. Según la altura de la escalera a la que llegara el agua, los sacerdotes podrían realizar una estimación de cómo serían las cosechas de esa estación, y de esta forma calcular los impuestos que podrían arrebatar a los agricultores. De hecho, las propias estancias del templo actuaban como sagrados graneros donde se acumulaban las ofrendas. Como desde los tiempos inmemoriales, quien tiene la información tiene el poder, y para eso los chamanes de todos los pueblos siempre han sido los primeros. Refiriéndose al de Elefantina, al que el historiador romano Plinio el Viejo decía:
"Cuando el ascenso alcanzaba doce codos, hay hambre; en trece hay escasez; catorce trae alegría; quince seguridad y dieciséis abundancia, gozo o placer"


Edfú constituye una verdadera fuente de conocimientos sobre el mundo sagrado del Egipto faraónico.
Hemos elegido el templo de Edfú como motivo central de este artículo, dado que sobre él los egipcios nos han dejado una completa serie de mitos y descripciones de ritos cotidianos.
Según los trabajos efectuados en este templo del Alto Egipto desde la época de la expedición de Bonaparte en 1799, continuados luego por el francés Mariette, por Maxence de Rochemonteix, y finalmente acabados por Emile Chassinat en 1934, Edfú constituye una verdadera fuente de conocimientos sobre el mundo sagrado del Egipto faraónico. La traducción de los textos labrados en hieroglifos en los muros, columnas y techos de Edfú hace posible que hoy nos acerquemos a Egipto con elementos más directos y concretos a la hora de investigar los desconocidos frutos de su civilización.

El mito de los orígenes
En las diversas ciudades y templos egipcios, el mito cosmogónico va a tomar formas diferentes, adaptadas a las distintas épocas históricas e incluso a la situación de cada templo del Alto o Bajo Egipto. Según los trabajos definitivos de traducción de Emile Chassinat, los constructores del último templo de Edfú, el que actualmente podemos visitar (comenzado por Nectanebo II y continuado durante toda la época ptolemaica), emplearon textos sacados de antiguas bibliotecas de las primeras Dinastías, y los retranscribieron en muros, columnas e incluso techos de este templo, bien que muchos de ellos no eran ya comprensibles para los sacerdotes de la época.
He aquí una de las traducciones que poseemos: En el inmenso Océano Primordial, dos seres van a anunciar la creación; el primero será Oua, «El Lejano», el Gran Pájaro planeando en el espacio primordial encima de las aguas. De pronto el Gran Pájaro está inmóvil en el cielo, de pronto gira poderosamente haciendo grandes círculos silenciosos, hasta fijar así la superficie agitada del torrente. Gracias a la agudeza de su mirada, las aguas se calmaron poco a poco y las turbulencias se tranquilizaron; luego, sobre las aguas calmas aparece una mancha verde: es una mata de juncos, la primera colina o la primera barca natural. De ella, un tallo apunta hacia el cielo, ofreciendo la primera percha al Pájaro Sagrado. 
Como el Pájaro vino de lo alto, Aá, el otro creador, había surgido de las profundidades, contribuyendo así a fijar el torbellino de las aguas. Poco a poco, alrededor de la primera mata de juncos, depositó las primeras playas aluviales e hizo emerger bancos de arena y de limo. Habiendo así nacido la tierra, entre el cielo y las aguas, la creación va a densificarse a medida que los dos creadores conciban los elementos: el espacio se organiza, las murallas limitan el terreno sagrado sobre las riberas secas. La serpiente adversa ha sido vencida en el combate, los Dioses se instalan sobre los primeros lugares sagrados del mundo creado. Y entre ellos Horus, el Halcón de plumaje moteado, descendiente del gran Pájaro inicial, se convertirá en el Señor de Edfú. 
La imagen de Horus se encuentra en todo el templo, bajo aspectos diferentes, con forma humana y cabeza de halcón, como disco solar provisto de dos largas alas o como pájaro de piedra de mirada insostenible, garras poderosas y alas llenas de vigor. 
Sus primeros templos desaparecieron hace muchos milenios; como las leyendas cosmogónicas han dejado entrever, éstos fueron simples chozas rodeadas de una empalizada, símbolo de la primera rama donde el Pájaro Divino vino a posarse, en medio de su espacio sagrado. Nada sabemos tampoco de los templos en adobe y piedra que luego siguieron, salvo algunos vestigios de un pilón que subsiste del Nuevo Imperio, encima del cual se construyó el actual templo ptolemaico.

La inauguración del templo ptolemaico de Edfú.
Una inscripción describe la alegría popular el día que, como dice una frase egipcia, al final de la primera etapa de construcción el templo fue entregado a su Dueño, Horus, a fin de que el Halcón sagrado venga a ocuparlo:
Fue la fiesta en la ciudad, la alegría en los corazones, y el entusiasmo en las calles; el bullicio producido por la alegría popular se vierte sobre las plazas y las callejuelas se llenan de agitación. Hay más alimentos que arena en una playa, numerosos panes, tantos como los granos de una cosecha, bueyes de todas las razas son sacrificados y hay tantos como las nubes de langostas, aves de toda especie arden sobre los altares y su humo sube hasta el cielo, el vino se distribuye en las calles, como si el Nilo derramara su corriente. La ciudad está de fiesta, decorada de flores. Los sacerdotes vestidos de lino fino, y los seguidores del Rey cubiertos de joyas... Los jóvenes ríen alegres pues han bebido y las damas se muestran más bellas que nunca. Así, no se pudo dormir hasta altas horas de la madrugada... 
Horus, viendo desde el cielo el magnífico edificio que le había sido construido, asistió a la fiesta que siguió a la inauguración del mismo. Cuando las ceremonias vivificaron todas las representaciones divinas del templo, confiriéndoles una existencia y un sentido, el Dios descendió de los espacios etéreos y vino a habitar el castillo que le estaba reservado.
Desde ese momento el templo estuvo apto para cumplir el rol sagrado que le correspondía.

Rol del templo
El templo egipcio no era un lugar de rezo para el pueblo. Aparentemente, el pueblo no entraba más allá de ciertos límites. El templo era un lugar cerrado al mundo profano, frecuentado únicamente por los sacerdotes, que son los servidores del Dios.
Todo se organiza como si los templos egipcios hubieran sido lugares eminentemente sagrados, y santificados por la presencia efectiva del dios al cual estaban dedicados, y cuya alma o Ba descendía de las regiones celestes para animar la estatua. En consecuencia, había que preservar el lugar de todo lo que venía del exterior, de toda impureza que pudiera atenuar el carácter divino del templo o que pudiera incitar a la divinidad a abandonar el lugar. 
En Egipto, los sacerdotes tenían que asegurar a través del ritual la presencia de la divinidad en el templo: de tal modo, la alimentan, la visten, la tratan directamente como un Ser que habita el lugar. En compensación a ello, los Dioses aseguran a los hombres mantenimiento de la existencia del mundo y de los seres, tal como la creación lo ha definido.
Receptáculo del Dios en la tierra, verdadera ciudadela donde se mantiene su esencia divina, el templo es el lugar donde, al precio de ciertos ritos, la integridad del mundo se puede preservar. En consecuencia, el templo egipcio fue mucho más de lo que puede representar una iglesia para un cristiano o una mezquita para un musulmán. Para el creyente actual, Dios es y está, aunque se le rece o no, aunque el hombre se ocupe de él o no, pero para el egipcio, la ausencia de un templo o la falta de culto, habría traído consigo el inexorable fin del mundo organizado.

El ritual en el templo
Los ritos constituyen el culto diario del templo, y éstos son muy complejos; para mejor comprenderlos, hay que recordar que para el egipcio, la divinidad, a través de su alma o Ba, está presente en el santuario. Su estatua no es una simple estatua, es el soporte de una presencia real. La finalidad del culto cotidiano es la de atender y mantener este poder divino descendido a la tierra. El mantenimiento de este poder debe entenderse aún en el sentido más concreto. 
Los tres oficios destinados al culto de la divinidad corresponden a los momentos decisivos de la marcha del sol: el amanecer, el mediodía y el crepúsculo. 
El oficio de la mañana comienza muy temprano, antes de que el cielo se cubra de brumas en el oriente. Hace falta hacer el pan, sacrificar los animales, preparar las ofrendas alimentarias para la divinidad; así, antes del amanecer, una doble procesión penetra en el templo: una, por la puerta lateral este, trae las ofrendas sólidas; la otra, por la puerta lateral oeste, el agua recogida del pozo del templo. El doble cortejo se reagrupa en la calzada central y se dirige hacia el santuario. 
La apertura del santuario era un momento solemne, en el que la luz reemplaza las tinieblas nocturnas, donde el Dios solar aparece efectivamente en el horizonte. Los portadores depositan las ofrendas en los altares de la sala dispuesta para tal fin frente al santuario, los sacerdotes las purifican a través de aspersiones de agua y fumigaciones de incienso, y luego el personal laico se retira dejando la fase final al sacerdote de más rango. 
Los oficiantes agrupados frente al santuario entonan el himno de la mañana: Despiértate en paz, oh gran Dios, despiértate pacífico. El sacerdote principal entra en el santuario, rompe el sello de arcilla que cierra el naos y abre los dos batientes de la puerta de la capilla exponiendo a la luz la estatua de la divinidad, y ofrendándole simbólicamente su alma. Luego llena una fuente con las ofrendas, las mismas que antes depositara delante de la estatua. Simultáneamente, los otros Dioses del templo, cuyas capillas están agrupadas en la sala de la Enéada, reciben también su alimento matinal. Estas ofrendas, una vez presentadas a los Dioses, serán retiradas y presentadas de nuevo en las mesas de ofrendas de los Reyes y altos personajes difuntos que recibieron el derecho a estar representados en el templo, y que gracias a estos ritos podrán prolongar aún su estancia en el más allá; finalmente, las ofrendas regresarán a los talleres desde donde serán distribuidas como alimentos para el personal del templo. 
Después de las ofrendas, la estatua del Dios será lavada, se la vestirá con telas de calidad, se la maquillará y peinará, finalmente se le pondrán las joyas rituales y tendrán lugar las aspersiones purificadoras y las fumigaciones; luego se cerrará el naos, y el sacerdote saldrá del santuario retrocediendo sin dar la espalda a la divinidad, borrando detrás de él las huellas que sus pasos han dejado sobre la arena fina que recubre las losas del templo. El santuario recuperará la sagrada oscuridad y el silencio divino. 
A mediodía un servicio más corto tenía lugar: el naos quedaba cerrado, y el sacerdote rociaba y fumigaba únicamente el naos de los Dioses asociados y las capillas que rodean el santuario. 
En la noche, el oficio tenía lugar alrededor del santuario, que no se abría. Se aportaban las ofrendas, las libaciones y las purificaciones de incienso, se retiraban las fuentes de ofrendas y finalmente se cerraba la puerta de las capillas. 
Con la caída del sol, los cultos llegaban a su fin. El templo retomaba su tranquilidad, aunque un sacerdote que conocía las constelaciones del cielo permanecía de guardia para anunciar la hora exacta, según el movimiento del cielo nocturno, y dar el comienzo a los ritos de protección, un poco a la manera del muezzin en las mezquitas islámicas, que llama al rezo durante la noche a los fieles. 
El culto cotidiano presentaba a la vez un aspecto material y uno espiritual. Todo se ponía en obra para mantener esta parcela esencial del ser divino descendido por un momento entre los hombres. El valor espiritual del servicio divino, el carácter sagrado del templo eran perfectamente sentidos por los hombres que aseguraban el servicio de la divinidad.

Las fiestas principales
El año egipcio comportaba un número extraordinario de fiestas, algunas de ellas nacionales, otras locales, cuya duración solía ser de cuatro o cinco días y que matizaban la monotonía del culto cotidiano.
Cada fiesta tenía sus ritos propios y era acompañada de una «procesión del Dios», lo que hacía accesible a los fieles disfrutar del Dios fuera de su templo, por un tiempo. Era el momento en que la divinidad efectuaba los oráculos y rendía justicia en los problemas nacidos entre los hombres. 
La función de estas fiestas era bien precisa, aunque los libros de egiptología no le den mucha importancia. La fiesta no se realizaba para conmemorar un evento ni para recordar lo que un día se produjo, sino que era una repetición de un acto necesario para la Creación o para el mantenimiento del mundo. Eran tan eficaces como el acto inicial, pues reproducían periódicamente un momento del pasado, cuyos efectos con el tiempo corrían el riesgo de detenerse. 
Esto es lo que vamos a tratar de comprender, al ir describiendo las fiestas esenciales del año litúrgico en Edfú.

La fiesta de año nuevo
Esta fiesta tenía lugar en el momento de cambio de año egipcio. Es interesante, sobre todo, porque nos permite ver la diferencia entre nuestra concepción del tiempo y la concepción egipcia. 
Nuestro tiempo es fundamentalmente «lineal», es decir que los hechos, en nuestra época, se suceden siempre en el mismo sentido a lo largo de una película que nunca retrocede, y en la cual los espacios se miden en referencia a una numeración continúa de años. Para los egipcios este mismo tiempo está entrecortado por ciclos, cada uno de éstos puede traer el caos anterior a la Creación o bien permitir el nacimiento de un nuevo ciclo comparable al precedente, pero el pasaje de un ciclo a otro nunca es automático y lleva consigo un peligro fundamental, por lo que hay que ayudar a que el pasaje se efectúe sin problemas. 
El fin de año está marcado por cinco días nefastos y peligrosos antes del nacimiento de un nuevo año. Son días de incertidumbre que preceden al inicio de la crecida del Nilo y donde reina la peste. En este mismo sentido la muerte de un soberano es una transición peligrosa, en la que el equilibrio del mundo vacila. También los cambios del mes o de estación pueden ser peligrosos, pues el reinicio de un nuevo ciclo, cualquiera que sea, no está jamás asegurado totalmente. 
Esta incertidumbre del pasaje a un nuevo ciclo, atañe igualmente a la presencia divina en la tierra. Horus es un habitante del Cielo, como Halcón divino volando en el azur, o como Sol alumbrando de lejos la tierra. Su estatua terrestre, que habita en el santuario, no sería sino un simulacro absurdo si no fuese porque el alma de la divinidad (el Ba), consintió dejar los espacios inaccesibles para venir a animar este soporte terrestre. 
Cuando llega el momento decisivo del fin de año el estado desastroso del reino muestra la evidencia de que los Dioses han abandonado prácticamente la Tierra, el suelo está resquebrajado, la vegetación quemada, los vientos asfixiantes soplan desde el sur y las enfermedades epidémicas siembran la muerte; incluso el Nilo, que está con su caudal más bajo y muestra islotes, parece tener que silenciarse irremediablemente, simbolizando con su caída la muerte de todo el género viviente.
Es en este momento cuando tiene lugar la fiesta de Año Nuevo, iniciada en los cuatro últimos días del año que termina y continuada hasta el cuarto día del nuevo año. Su finalidad es hacer descender nuevamente el Alma Divina (el Ba), sobre la tierra y «recargar» las estatuas de poder sobrenatural, para que estos acumuladores de energía potencial estén nuevamente activos y eficaces durante un nuevo período. Este rito fundamental es llamado también «solarización» o «energetización» de las estatuas divinas. 

La fiesta de la Victoria
Al borde del lago sagrado encontraremos los protagonistas de la fiesta llamada «La Victoria de Horus». 
El Sol, según diferentes tradiciones y según los lugares, tuvo desde el principio que hacer frente a una serie de adversarios; este combate tomará formas diferentes según el lugar. 
En general, todas las tradiciones evocan una lucha entre las primeras generaciones de Dioses y en la cual el Dios solar logra escapar indemne y termina con un combate donde la especie humana corrió el riesgo de desaparecer definitivamente. Más allá del recuerdo de los tiempos primordiales, la adversidad subsiste en el mundo y la lucha entre los poderes oscuros y caóticos que cada crepúsculo trae nuevamente, puede detener la marcha de la barca solar o hacerla zozobrar. 
Esta lucha diaria del sol contra los poderes hostiles, se escenificaba en los ritos religiosos de los templos, para conjurar la amenaza permanente del Dios Seth y todos sus avatares.

En Edfú, el enemigo del sol toma la forma de un hipopótamo que Horus-Ra deberá clavar con diez arpones, cada uno tocando una parte diferente de su cuerpo. Los relieves de los muros del templo nos muestran este combate. 
En el lago sagrado tenía lugar el combate simbólico entre Horus y un sacerdote con máscara de hipopótamo. En diez ocasiones, su efigie será atravesada por el arpón de Horus. 
Esta ceremonia festiva establecía anualmente la victoria del Dios y consagraba la derrota temporal de las fuerzas adversas.

La fiesta de la Unión Divina
Las divinidades egipcias constituían también familias y tríadas, en las que el hijo consagraba la unión de un Dios y una Diosa. En Edfú, la esposa de Horus es la Diosa Hathor, asociada al Amor Universal y a la alegría, y cuyo templo principal en esa época se encontraba al norte de Edfú, en Déndera. 
La unión divina tenía lugar hacia finales de año, en el mes de mayo, y los diversos episodios se desarrollaban prácticamente en veintiún días, de los cuales quince transcurrían en Edfú. 
Una vez al año, la diosa Hathor dejaba su templo y montándose en su barca, iba a reunirse por un corto período con su esposo Horus de Edfú. Durante cuatro días, antes de la luna llena del mes de Epifi, en el mes de mayo, Hathor era llevada en su barca de procesión, primero sobre los hombros de sus servidores y rodeada de sacerdotes, escribas del templo y fieles. Hathor se dirigía hacia el embarcadero donde una barca de tamaño mayor la esperaba para navegar por el Nilo. 
Era una imagen maravillosa. Las barcas de colores, cubiertas con velos blancos avanzaban, y en las orillas, los gritos de júbilo eran como una melodía de vida. 
Horus era llevado a esperar a Hathor al norte de Edfú, en una pequeña capilla construida al borde del Nilo. El encuentro de las divinidades causaba una enorme alegría entre los pobladores venidos de diferentes lugares. En medio de cantos, ritmados por un pequeño tambor, el vino y la cerveza comenzaban a circular con entusiasmo, marcando así una quincena animada y vivificante. Cada día se cumplían una serie de ritos, procesiones, ofrendas, reanimaciones de las estatuas, letanías y recitales incesantes. 
Una de las procesiones importantes para comprender mejor el sentido de esta fiesta, era aquella que llevaba a Horus y a Hathor hacia el lado occidental del desierto, cerca de la necrópolis, allí donde se levantaban las tumbas de los «Dioses-muertos», de los primeros autores del Universo, a quienes la actual generación de Dioses ha sucedido. Este homenaje rendido a los ancestros, así como los ritos que se efectuaban cada día (llevar cuatro bueyes a la zona de sacrificios, el pisoteo de la tumba, el envío de aves mensajeras a los cuatro vientos del cielo evocando los ritos de la cosecha) estaban ligados en Egipto, como Blackman y Fairman han demostrado, al culto de Osiris y a los ritos funerarios. 
La Unión sagrada de Edfú es una de las fiestas antiguas que mejor podemos entender, aunque se recubra de elementos complejos.

El misterio del nacimiento divino
Menos célebre que las anteriores fiestas, el Misterio del Nacimiento divino merece, sin embargo, ser mencionado aquí: primero, porque nos permitirá comprender el sentido de los pequeños templos llamados «mammisi» que encontramos adjuntos a los templos, y segundo, porque nos ilustran y clarifican sobre el sentido de la transmisión sagrada en las uniones faraónicas. 
Esta ceremonia tiene sus orígenes en la más antigua historia egipcia. Según la imagen que los textos nos han hecho llegar sobre la Creación, el rol de la divinidad ha consistido en poner a disposición los elementos necesarios para la marcha del mundo, pero es al Faraón a quien corresponde asegurar el mantenimiento del orden y conservar la Creación que los Dioses depositaron en sus manos. De esta manera, el heredero del Imperio del mundo, en tanto que Jefe de los hombres, es el «Hijo» del Dios creador. 
Aunque este rito haya cambiado con el tiempo, así como la expresión del pensamiento teogónico, es en los «mammisi» de la última época donde encontramos una descripción de este rito.
Para los egipcios era fundamental revivir anualmente la encarnación del Hijo divino, a fin de que el orden del país y del mundo pudiera mantenerse y dar al Faraón su carácter divino de unión entre el Cielo y la Tierra y de eje del doble País.

La consagración del halcón
Como última fiesta, hablaremos ahora de «La Consagración del Halcón», que se realizaba al sur del Templo de Horus y frente al Mammisi. 
La pluralidad de las imágenes indicando la presencia divina será siempre para el occidental un tema de asombro e incomprensión. Tenemos que entender que la Divinidad es desconocida en su esencia propia, y al mismo tiempo extranjera en la Tierra, pero una parcela de ella misma, su Ba, que se ha traducido como «el alma», viene a vivir en la Tierra y en las imágenes del santuario y las criptas así como en sus diferentes representaciones en los muros del templo. 
No es solamente en estas imágenes donde el Alma divina puede encarnarse, sino que hay uno o varios soportes animales vivos, en los que diferentes signos permiten discernir su presencia sin ambigüedad, tal es el caso del buey Apis, o el carnero de Amón, o las vacas de Hathor, o el cocodrilo de Sobek, o el ibis de Thot. En Edfú, Horus era encarnado en el cuerpo de un halcón vivo, que cada año era elegido entre varios otros halcones, y entronizado y venerado durante un año en la jaula sagrada.
La elección se realizaba en el «Templo del Halcón», donde la estatua del dios era sacada por un momento de su santuario y llevada en andas, para examinar los diversos candidatos y elegirlos. Una vez realizada la elección, se le presentaba al pueblo en el llamado «balcón de la aparición», en la cúspide de la entrada monumental que separaba los dos pilones. A continuación venía la coronación y un banquete marcaba el fin del rito. Luego la estatua de Horus regresaba a su santuario y el halcón vivo se quedaba en su propio templo. 
Este rito de entronización de un animal sagrado estaba en relación, aunque todavía no tengamos muchos elementos descriptivos, con la realeza terrestre. Era la afirmación de su origen divino perpetuando la línea de los antiguos faraones. 
Este rito, como los otros descritos, marca la idea de la necesidad de garantizar el orden del mundo y la eficacia indispensable de una institución como la faraónica, tan necesaria para el equilibrio de la sociedad y el país. 
Así, nada se adquiere definitivamente: en cada ciclo todo debe ser «revitalizado» o renovado para que la vida esté en perfecto acuerdo con las Leyes de la Naturaleza.

































[1] La Dinastía Ptoloméica es aquella fundada por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno. Esta dinastía gobernó en Egipto durante el período Helenístico desde la muerte de Alejandro hasta el año 30 a. C., en que se convirtió en provincia romana. También se la conoce con el nombre de dinastía Lágida, pues Lagos se llamaba el padre (o presunto padre) de Ptolomeo I.
[2]   Nomo se denomina a cada una de las subdivisiones territoriales del Antiguo Egipto. Este nombre es de origen griego, 'distrito'; la palabra egipcia era hesp o sepat, que designaba la superficie cultivable de los territorios.

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